lunes, 30 de diciembre de 2019

La chica mecánica (2009). Paolo Bacigalupi

Con esta entrada termino las reseñadas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década de nuestro siglo que aún no hubieran tenido su propia entrada en este humilde blog. Voy a hablarles en esta oportunidad de "La chica mecánica", la primera novela (y la más conocida) del escritor estadounidense (aunque por su nombre pueda parecer italiano) Paolo Bacigalupi. Ganadora del Premio Nébula del año 2010, se trata sin duda de una de las novelas más populares del género en estos últimos años para los lectores en español. Por eso antes de empezar su lectura tenía altas expectativas respecto a lo que me podría encontrar. Expectativas que se cumplieron sólo en parte: sí en cuanto a ambientación e intensidad, pero no tanto en cuanto a su argumento y su capacidad de cautivar.

Probablemente el mayor lastre de esta notable novela sea su dificultad para atraer al lector medio. Ya el primer capítulo es todo un tratado de todo lo que no hay que hacer si queremos ganarnos al lector: irresponsablemente largo, lleno de términos desconocidos y no explicados, fallido a la hora de ponernos en situación, ineficaz como detonante que nos anime a pasar las páginas... Dificultades que resultan extensibles a buena parte de la novela: sólo un lector tenaz, con buena memoria y capacidad de deducción, será capaz de orientarse entre los distintos conflictos, de deducir el significado de tantos y tantos términos, o de ir encontrando los vínculos entre las distintas líneas narrativas. Se echan de menos más referencias temporales, más explicaciones, más contextualizaciones...

A esa inesperada desorientación contribuye un título realmente desafortunado: la chica mecánica no es el personaje en torno al cual gira la novela, pero durante varios cientos de páginas el lector esperará en buena lógica que así sea, lo que indirectamente contribuirá a restar atención al resto de personajes que irán desfilando ante él. Incluso un título tan genérico como por ejemplo "Caos en Bangkok" hubiera reflejado mucho mejor el argumento del libro. Que, por otra parte, es sorprendentemente simple para una novela de su extensión: un conflicto de poderes entre dos ministerios, del cual las corporaciones transnacionales quieren sacar partido, y cuyos enfrentamientos se recrudecerán tras un par de asesinatos clave sucedidos con tan sólo unos días de diferencia.

En el otro extremo de la balanza se sitúa sin duda la excelente ambientación del Bangkok del siglo XXII. Con un contexto ominosamente verosímil (una época de Expansión que concluyó en el siglo XXI cuando se agotaron los combustibles tradicionales, la posterior Contracción, cuya devastación fue mayor aún a causa de todas las plagas genéticas, y una tímida recuperación en países puntuales como una Tailandia que se ve acechada por los fabricantes de calorías a causa de su histórico aislamiento, que le ha permitido superar mutaciones y enfermedades alimenticias), Bacigalupi crea una enorme cantidad de conceptos en campos como la genética (megodontes, chesires, neoseres), las enfermedades (cibiscosis, roya, cerambicido), o la alimentación (U-Tex, AgriGen, PurCal), los mezcla con elementos culturales y sociales del siglo XX tailandés (como los puestos de comida ambulante, los esquifes o los rickshaws), los adereza una y otra vez con multitud de vocablos thai (farang, wai, khun), y crea un microcosmos muy potente, al que le sobran callejones y episodios de calor pero no le falta nada.

El otro punto fuerte de la novela es su intensidad: aunque a veces peque de excesivamente violento o incluso de sádico, el escritor consigue que poco a poco las distintas líneas narrativas se alejen de su aparente normalidad inicial y se conviertan todas ellas en focos de tensión. Es cierto que no todos los personajes que las vertebran están igual de conseguidos (por ejemplo las reiteradas conversaciones del espíritu de Jaidee con Kanya llegan a fatigar), y que los actos de algunos de ellos no siempre parecen coherentes con su comportamiento anterior (sin ir más lejos es el caso de Robert Carlyle), pero en general el lector tenaz llegará a verlos cobrar vida ante sus ojos, y desde bastante antes del final la intensidad será tal que tendrá la impresión de estar leyendo ya el desenlace.

Un desenlace por cierto tan cruento como cabría esperar, y no del todo preciso a la hora de atar cabos para todos los personajes que sobreviven, pero suficientemente convincente gracias al esperable triunfo de un bando y la posterior sorpresa final de la derrota global, y sobre todo con esa puerta abierta a una continuación que deja el epílogo. Aunque no sé si Bacigalupi se atreverá alguna vez a escribirla, porque mi impresión tras completar la lectura es que ya aprovechó bastante todos los elementos puestos en juego en esta novela, cuyo impactante futuro empieza a resultarnos ya inquietantemente reconocible.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Cauldron (2007). Jack McDevitt

Una entrada más continúo con la reseña de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del presente siglo que aún no hubieran tenido su entrada propia en este humilde blog. Le ha llegado el turno a "Cauldron", finalista de los Premios Nébula del 2009, un año en el que la ganadora fue Ursula K. LeGuin con su novela de fantasía "Poderes". "Cauldron" es además la sexta novela de la saga de "Las máquinas de Dios", y la cuarta en ser nominada a los Premios Nébula, lo que habla a las claras del nivel medio de la serie. Aunque tras la lectura de "Odisea", la entrega inmediatamente anterior de la saga, que ya reseñé hace algunas semanas, mi impresión era que la saga se encontraba en una fase claramente descendente en cuanto a calidad e interés. Por eso debo admitir que "Cauldron", planteada como conclusión de todas las novelas anteriores, resultó mejor de lo que esperaba: coherente, plena de sentido de la maravilla, relativamente verosímil y con pasajes brillantes. Si bien su elaborado argumento podría haber dado más de sí.

Porque durante casi toda su primera mitad, "Cauldron" parece emular a "Odisea", y ser más una excusa para continuar alargando la saga a partir de cuestiones políticas y económicas internas de la Tierra que una novela de exploración galáctica, que es lo caracteriza a la saga y lo que en realidad se narrará en su segunda mitad. Se trata de un tramo excesivamente largo, falto de tensión en su mayor parte, y recurrente a causa de los dos ensayos del motor transdimensional que relata McDevitt, relativamente similares. Si bien he de reconocer que el recurso al nuevo motor Locarno, mucho más veloz que los Hazeltines en los que hasta ese momento se había basado toda la exploración interestelar, es una buena forma de darle una vuelta de tuerca a la saga sin llegar a repetirse, y las penurias por las que atraviesa la exploración espacial tras el cierre de la Academia un trasfondo creíble.

Probablemente lo mejor de todos los preparativos que preceden a la travesía hasta el centro de la galaxia sea la naturalidad con la que McDevitt va recuperando a muchos de sus personajes de las cinco novelas anteriores, hasta llegar al delicioso cameo de varios de ellos en uno de los eventos para recaudar fondos organizado por la fundación Prometeo. Aunque el personajes de Antonio, el "Doctor Ciencia", que precisamente no es uno de ellos, se cuela en la tripulación de la travesía de manera poco convincente y desentona un tanto del resto de miembros. Y la edad de Priscilla Hutchins, la emblemática protagonista de la saga, se estira más de lo creíble para mostrarla aún lozana, en plenas facultates físicas e incluso con hijos universitarios a sus casi noventa años.

En todo caso, una vez el Locarno confirma su viabilidad y comienza el viaje al núcleo de la galaxia, la novela cobra otra dimensión y se sitúa a la altura de los mejores pasajes de la saga: McDevitt cautiva al lector con la verosimilitud de todo lo que rodea a los viajes transdimensionales, sus notables conocimientos astronómicos, su capacidad para reflejar la vida a bordo de las naves, o la naturalidad con la que utiliza sus Inteligencias Artificiales. Además, el escritor aprovecha el recorrido para intentar cerrar algunas cuestiones que habían quedado abiertas en novelas anteriores (desde la civilización que construyó el Chindi hasta el ente que fabrica las nubes Omega), y lo hace con aventuras y episodios de tensión, a menudo dramáticos hasta el extremo de acabar con la vida de alguno de los integrantes de la expedición.

El principal pero que ponerle a esta segunda mitad de la saga es que el escritor pasa demasiado deprisa por Makai 447, Sigma 2711 o incluso la zona Mordecai. Y es que muchos de estos lugares habrían dado en otro punto de la saga para mucho más que treinta o cuarenta páginas. Una impresión que se acentúa si se comparan los acontecimientos en tan sugestivos lugares con la morosidad de la primera parte. Parece claro que pesó más en McDevitt su intención de rematar de la manera más completa posible la saga que su conocida tendencia a recrear y explorar lugares fascinantes de la galaxia. A cambio, las sensaciones y las reflexiones de sus protagonistas durante la travesía están muy bien captadas, las implicaciones del nuevo motor bien presentadas, y el desenlace, con Frank como fascinante antagonista de los expedicionarios, está muy bien resuelto y mejora a última hora la impresión general del libro (sin olvidar el epílogo, que detalla con acierto la vida de los supervivientes a su vuelta). Todo ello refrenda el dominio del autor sobre toda su obra, así como la consistencia de su argumento. Razones suficientes para completar la lectura de la saga hasta el final.

Por cierto que el año pasado el veterano escritor finalmente añadió, tras un parón de una década, una séptima novela a la saga, cuando todo daba a entender que ésta había terminado con "Cauldron". Pero "The long sunset" permanace inédita para el lector en español, y tampoco ha sido nominada a ningún premio relevante del género, por lo que de momento no la voy a leer.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Odisea (2006). Jack McDevitt

Una entrada más prosigo con la reseña de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década de nuestro siglo que aún no hubieran tenido una entrada independiente en este blog. Voy a hablarles en esta oportunidad de "Odisea", la quinta entrega de la saga de "Las Máquinas de Dios", sin duda la obra más conocida del estadounidense Jack McDevitt. Una saga que ya ha aparecido en otras cuatro ocasiones antes en este mismo blog, y cuya lectura retomé no hace mucho tiempo tras haber leído hace unos años los primeros tres títulos. Nominada (como tantas otras de la saga) a los Premios Nébula de 2008, el año que ganó "El sindicato de policía yiddish" de Michael Chabon, "Odisea" es indudablemente la novela que más se diferencia de las del resto de la saga: abandona definitivamente las exploraciones arqueológicas de las primeras entregas, renuncia al contacto con especies alienígenas, y propone una interesante trama de intereses políticos y económicos. Lástima que cometa varios fallos que le restan puntos al resultado, y que me hacen cuestionarme si la nominación estuvo realmente justificada.

El fallo más obvio es que el argumento carece de la magnitud suficiente para ocupar casi cuatrocientas páginas, por lo que McDevitt tira de oficio paa llegar a esa extensión. Y es que salvo para los presumiblemente escasos lectores que se adentraron por primera vez en la saga gracias a "Odisea", el primer tercio de la novela no aportará prácticamente nada a los que ya la conozcan, pues se trata de poco más que una nueva toma de contacto con personajes, instituciones y situaciones ya conocidas. Con lo que lo único realmente salvable de esa primera parte es el personaje que le da título: Gregory MacAllister, excelentemente caracterizado gracias a su original mezcla de ingenio, elegancia y cinismo, y que con sus actos a lo largo de toda la novela y con sus reflexiones al comienzo de cada capítulo siempre consigue aportar algo al lector.

Otro fallo evidente es el juicio a Harry Beemer. Que empieza como una simple referencia en los interesantes titulares con los que el autor periódicamente complementa el panorama de la sociedad terrestre del año 2236, y al que poco a poco va prestando más atención hasta llegar a compartir un inesperado protagonismo con el episodio final del rescate de los científicos del hipercolisionador. Un juicio que sin embargo nunca llega a complementar la trama principal, ni aporta prácticamente nada a nivel especulativo, por lo que en definitiva se acaba revelando como una mera excusa para rellenar más páginas.

Un tercer fallo es que, salvo en su último cuarto, apenas hay rastro de la tensión que suele caracterizar a las novelas de McDevitt: sin restricciones temporales que acoten las posibles acciones, la expedición de Valya, Eric, Amy y MacAllister que ocupa el grueso de la novela es poco más que un paseo turístico por el espacio, con unos poco creíbles jinetes lunares como excusa, y varias breves excursiones a lugares cuya grado de fascinación queda lejos de lo ya presentado en otras novelas de la saga. Y cuando al fin aparece la intriga, lo hace de manera tan poco verosímil como es la especie de sueño telepático en la que una supuesta alienígena advierte a Amy de la inminente destrucción del hipercolisionador. Sin más justificación durante el resto de la novela.

Si a ello le sumamos otros defectos ya conocidos de otras novelas de la saga como un siglo XXIII excesivamente parecido al actual, o unas especulaciones científicas más escuetas de lo deseable, se entenderá por qué me pareció la novela más floja de la saga hasta entonces. No obstante, el ya conocido despliegue de naves recorriendo nuestra galaxia, lo coherente de la Academia, lo bien presentado que está el elemento astronómico, e incluso el reencuentro con personajes ya clásicos en el género como Priscilla Hutchins, hacen de la lectura de "Odisea" una experiencia agradable, además de sencilla gracias a sus capítulos cortos y al predominio de los diálogos.

No sólo eso: la apuesta del escritor por presentar primero y desentralazar después esa trama de intereses políticos y económicos en los ámbitos público y privado se demuestra válida para oxigenar la saga, y está lo suficientemente desarrollada para entenderla y a la vez reflexionar sobre los conflictos de intereses y las reacciones sociales que sin duda suscitará en un futuro la exploración espacial. Todo ello con un desenlace intenso y bien presentado. Y con la sorpresa final que supone una situación de cierre particularmente disruptiva tanto para la Academia como para sus personajes principales. Lo que deja a McDevitt en buena posición para seguir ampliando la saga sin repetirse. Cuestión sobre la que volveré cuando reseñe "Cauldron" dentro de unas semanas.

domingo, 27 de octubre de 2019

Aire (2005). Geoff Ryman

Una entrada más continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del siglo XXI. Voy a reseñar en esta oportunidad "Aire", la novela más reconocida del escritor canadiense (aunque afincado desde hace muchos años en el Reino Unido) Geoff Ryman. Poco conocido para el lector en español, se trata de un escritor no demasiado prolífico que alterna en su bibliografía novelas más claramente adscritas a la fantasía con otras más cercanas a la ciencia-ficción, como la presente. "Aire" es una novela de ambientación original, con varios conceptos novedosos para despertar el interés del lector, y una complejidad social excelentemente captada, virtudes que propiciaron su nominación para los Premios Nébula. Pero también es una obra fantasiosa en exceso, y con algunas licencias argumentales difíciles de defender.

Sin duda lo mejor de la novela es Kizuldah, la pequeña y aislada villa en el imaginario país de Karzistán (una nación a medio camino entre China, Rusia y Kazajstán, con una larga historia de ocupaciones, guerras e invasiones que conformaron una sociedad multiétnica y multirreligiosa muy interesante). Kizuldah, excelentemente recreada con la ayuda del útil plano situado al comienzo del libro, es un lugar en el que la vida transcurre pobre, apacible y anónima para unas pocas decenas de familias cuyo entramado social Ryman recrea con una profundidad y esmero dignos de elogio. Y que va evolucionando, con sus envidias, sus rechazos, sus rencillas, su defensa de lo tradicional conforme Ryman va poniendo en juego sus "televisores" y su "aire".

Ambos conceptos, "televisiones" y "aire", representan evoluciones novedosas y relativamente plausibles de nuestros televisores "Smart TV" y de nuestra internet inalámbrica y móvil. Las primeras, además de sus funciones actuales, pueden funcionar como servidores, enviar correos electrónicos, imprimir contenidos y buscar información de todo tipo. Y el segundo supone el acceso definitivo a todo el mundo virtual que jamás haya existido, pero sin barreras, gratuito, y con la posibilidad de acceder no sólo a otras personas sino a todas las vivencias pasadas (y futuras) de cada personaje (sí, lo han leído bien).

Y es que precisamente ahí empiezan los problemas, en este tipo de licencias que se toma el escritor y que dañan la verosimilitud de la novela. Porque no es de recibo que "aire" permita ver el futuro, ni que mezcle la identidad psíquica de dos personas (en este caso la de la protagonista Mae Chung y la de su antigua profesora, la vieja Señora Tung). Como tampoco lo es que por ejemplo aparezca un perro que puede hablar, o que algo tan disruptivo como "aire" se pruebe de manera subrepticia y fallida y afecte precisamente a un lugar tan recóndito como Kizuldah.

Pero por si la verosimilitud de la obra no se hubiera visto suficientemente dañada por esas licencias, Ryman termina de arruinarla con situaciones inadmisibles: el embarazo "estomacal" de Mae y su posterior parto "por la boca" de un niño minúsculo y con todo tipo de malformaciones pero vivo; que su protagonista Mae acabe formando una familia aparentemente normal nada menos que con su ex-cuñado, su vecino y amante, y las hijas de éste; que la analfabeta Mae se convierta rápidamente y sin ayuda externa en toda una experta en el manejo de "aire"; o que un país tan atrasado como Karzistán albergue un laboratorio tan tecnológicamente avanzado como Yeshiboz Sistemlar. Otros defectos menores pero perceptibles son el contraste del larguísimo capítulo 14, más propio de una novela de Robin Cook, con el estilo del resto del libro, el alegórico penúltimo capítulo, menos aclaratorio de lo que esperaba y hasta un poco pesado, o que todo un New York Times ejerza de altavoz mediático para la humildísima vida de Mae.

A cambio de todos estos excesos e inconvenientes, Ryman nos entrega una memorable semblanza de las pequeñas vidas de un montón de personajes (tantos que hay que realizar un esfuerzo consciente para no perderse entre tanto nombre), y de cómo reaccionan de distintas maneras frente a los cambios tecnológicos. Porque al final eso es lo que perdura de la novela: el impacto que generan esas disrupciones tecnológicas en la gente humilde. Más incluso que el (esperable) episodio de la inundación de la aldea, que tal vez hubiera sido un mejor desenlace que el que finalmente nos propuso Ryman. Y es que a veces no es posible abarcar tantos frentes como los que había abierto en esta ambiciosa obra y mantenerlos al mismo nivel hasta el final.

lunes, 7 de octubre de 2019

Tocando fondo (2003). Cory Doctorow

En esta nueva entrada prosigo con las reseñas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del siglo XXI. Voy a escribir hoy sobre "Tocando fondo", nominada al igual que "Omega" de Jack McDevitt (que reseñé en mi anterior entrada) a los Premios Nébula del año 2005. Con el más revelador título original de "Abajo y afuera en el Reino Mágico" (de Disney), se trata de la primera la novela (y seguramente la más conocida) del canadiense Cory Doctorow. Una novela con mucha personalidad y repleta de ideas originales, pero descabellada, superficial, escasamente cohesionada, no demasiado bien escrita y peor traducida y presentada.

Como su ampulosa y un tanto pedante introducción explica, la Sociedad Bitchun que crea Doctorow para su hipotético siglo XXIII cautiva desde el principio al lector con un montón de ideas originales. A destacar el Whuffie, la valoración que las demás personas otorgan a cada individuo, y que determina su éxito o fracaso social y consecuentemente económico, en lo que constituyó una clara y certera anticipación de los conceptos de "followers" y "likes" que tanto peso tienen en nuestras redes sociales actuales. También los back-ups que se realizan periódicamente todas las personas, y que permiten restaurarlas a partir de su última copia de seguridad pero con un cuerpo rejuvenecido o renovado, por ejemplo en caso de muerte accidental o simples ganas de volver a ser físicamente más joven. O la adhocracia, esa nueva forma de gobernanza basada en grupos auto-organizados que no trabajan por la necesidad de producir sino por el placer de dedicarse a lo que desean. Es cierto que Doctorow no se esfuerza en justificar estos y otros avances radicales, pero en todo caso se trata de un material especulativo de primer nivel.

El problema es que sacar partido a todas esas ideas sin que la novela parezca un galimatías o revele sus incoherencias es muy complicado, y a pesar de que la trama es lineal, Doctorow carece del talento para ello. Se nota que fue su primera novela, y que le faltaba el oficio para dimensionar tantos avances, para poner su historia en contexto, para estructurar temporalmente los acontecimientos, o para darle la profundidad adecuada a sus personajes. Además la traducción es deficiente, con los "porque" separados, los signos de puntuación usados a menudo de manera incorrecta, traducciones literales del inglés... y la edición es también bastante pobre, muy poco cuidada.

Tampoco ayuda que la historia transcurra casi íntegramente en el Disney World de Florida, un marco sumamemente original y quizá admisible para el lector norteamericano medio, pero que se antoja poco serio a los ojos europeos para explorar con rigor todas esas ideas brillantes. Ni que la trama gire en torno a las mejoras que los dos bandos que gradualmente surgen intentan aplicar a la "Sala de los Presidentes" y a la "Mansión Encantada". Dos de las atracciones más representativas del parque, es cierto, pero a todas luces insuficientes para dotar de verosimilitud a las apasionadas reacciones que emprenden los distintos personajes, y que incluso les llevan a menudo a cambiar de bando según las circunstancias.

Teniendo en cuenta todo lo anterior lo esperable es que el lector opte por dejarse llevar, sin apenas reflexionar sobre lo planteado o cuestionarse la viabilidad de determinadas ideas. Es innegable que Doctorow sí ha trabajado esas ideas, porque por ejemplo las implicaciones o el uso torticero de los back-ups, así como el retorno a la vida de los padres de Lil, o incluso el reemplazo del suicidio por el cabeceo hasta el "final de la Era Estrellífera" por el que opta Dan al final, son recursos originales a la vez que bien engarzados con lo planteado, y favorecen que el desenlace resulte razonablemente coherente. Pero para haber llevado "Tocando fondo" a otro nivel habría hecho falta una mayor extensión, una mayor atención a las vivencias y al mundo interior de Julius, el protagonista, y una prosa más madura y sugestiva. Una lástima: a menudo las ideas brillantes no dan lugar a novelas brillantes.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Omega (2003). Jack McDevitt

Una entrada más continúo con las reseñas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del presente siglo. Voy a hablarles hoy de "Omega", del estadounidense Jack McDevitt, nominada al Nébula de 2005, el cual ganó la novela de fantasía "Paladín de almas", de Lois McMaster Bujold, que como bien saben, queda fuera del ámbito de este blog. Con la reseña de "Omega" sucede algo curioso: siendo la cuarta novela de la saga de "Las máquinas de Dios", en rigor debería haberla reseñado hace unos años, cuando estuve revisando las principales sagas disponibles para el lector en español. Pero entonces justo me detuve en la reseña de la anterior entrega de la saga, "Chindi". La razón fue que en aquel momento no había leído la saga más allá de la esa entrega; "Chindi" me pareció la más floja de las tres, y hasta cierto punto todas las novelas de la misma son relativamente parecidas, por lo que necesitaba un descanso. Pero la de la "Las máquinas de Dios" es una saga muy bien escrita, de esas que deja poso en el lector, por lo que unos años más tarde me apeteció retomar la lectura de las restantes novelas que la conforman (en español). Y como, no por casualidad, las cuarta, quinta y sexta entregas fueron también nominadas a los Premios Nébula, ahora voy a poder afrontar sus reseñas. En el caso de "Omega" debo empezar diciendo que cuando la leí me pareció posiblemente la mejor entrega de la saga hasta entonces, por riqueza especulativa e ingenio creativo. Aunque el desenlace no estuvo a la altura del resto del libro.

Ahora bien, debo advertir de que para subir el listón de la saga, McDevitt renuncia en ella a algunas de las señas de identidad de la misma. La más obvia es que, seguramente consciente de que las descripciones de restos arqueológicos y las especulaciones sobre la civilización que los construyó ya son un planteamiento gastado, nos propone en esta oportunidad una expedición a un planeta (Lookout) habitado por una civilización inteligente (los korbs o goompah). Lo que inmediatamente traslada la novela a otra dimensión. Además, también renuncia a que la expedición la lidere la protagonista absoluta de la saga hasta ahora (Priscilla Hutchins, reducida a un rol relativamente secundario como Directora de Operaciones de la Academia). Incluso abre un poco la mano con los gadgets del siglo XXIII, recurriendo a unos imprescindibles disruptores lumínicos que otorgan la invisibilidad a quienes los portan.

Todo ello no supone que McDevitt altere la ya conocida estructura de las novelas de la saga: un prólogo que nos da la medida del problema, los preparativos para una expedición a los confines de la galaxia, la propia expedición, las peripecias en el destino bajo la presión de la restricción temporal, el epílogo para atar cabos, una extensión similar... Sólo que en este caso se beneficia de la presencia de esos alienígenas inteligentes que tanto juego dan con los inevitables primeros contactos, las graduales averiguaciones sobre su biología, sus creencias y sus sociedades, y la imperiosa necesidad de salvarlos.

Unos alienígenas, por cierto, no excesivamente originales morfológicamente hablando, pero sí cautivadores por todo aquello en lo que difieren de los humanos: sin guerras, ni pretensiones expansionistas, ni restricciones sexuales, ni avances tecnológicos reseñables... Pero sí con inquietudes religiosas, capacidad de análisis y creaciones artísticas. Todo ello, además, justificado en el epílogo con una idea ingeniosa. Lo que permite a McDevitt contraponerlos a los humanos en ámbitos tan variopintos como la amplitud de miras o la necesidad del trabajo. Enriqueciendo además su puesta en escena con personajes tan sugestivos como la "monologuista" Macao, y con expediciones tan evocadoras como la que pretende circunvalar el planeta para regresar al Intigo.

La pena es que, a la hora de culminar su novela con el esperable clímax de aventura y tensión, McDevitt esta vez no da la talla: sorpresivamente renuncia a narrarnos la llegada de la nube Omega al Intigo, y se contenta con un par de capítulos cortos para salvar a los goompah que tratan de rodear el continente oriental. Tampoco la amenaza que sustenta la novela (las nubes Omega) es realmente original, pues ya había recurrido a ella para rematar "Las máquinas de Dios". Ni se complica a la hora de proponer una hipótesis para su existencia (la averiguación final de Hutchins es francamente decepcionante). Otros defectos menores son la falta de justificación para los "demonios" humanoides de la mitología goompah, la falta de una explicación sobre por qué la duración del hipervuelo hasta goompah es precisamente de nueve meses, o los realmente infantiloides pasajes dedicados a la vida de Hutchins en familia.

Eso sí, a cambio la novela ofrece muchas satisfacciones a todos aquellos que valoran la ciencia-ficción "clásica": el respeto por el componente científico (en especial en lo relativo a astronomía e ingeniería aeroespacial), un sentido de la maravilla muy cuidado, algunas sorpresas como la muerte del teórico protagonista antes de lo esperado, una adecuada representación de los poderes que orbitarían en torno a un acontecimiento tan relevante, muchos capítulos disfrutables (la mayoría de los que transcurren en el Intigo), una prosa dinámica y con frecuentes diálogos que facilitan que la novela se lea con facilidad a pesar de su extensión, un encaje coherente con el resto de la saga... razones todas ellas que justificaron su merecida nominación a los Premios Nébula justo cuando la ciencia-ficción "clásica" menos se estaba cultivando.

domingo, 8 de septiembre de 2019

La velocidad de la oscuridad (2003). Elizabeth Moon

Una entrada más prosigo con las reseñas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del siglo XXI que aún no han tenido una entrada independiente en mi humilde blog. Es el turno de "La velocidad de la oscuridad", la novela más emblemática de la escritora estadounidense Elizabeth Moon, la cual se alzó con el Premio Nébula del año 2004. Y que, como sucedía con mi anterior reseña ("American gods", de Neil Gaiman, ganadora el año anterior), es de cuestionable encaje en este tipo de galardones, puesto que no todos sus lectores la considerarán una novela de ciencia-ficción. En todo caso para mí sí lo es, porque explora la evolución del autismo desde un punto de vista científico en un futuro cercano, y por eso la reseño aquí. "La velocidad de la oscuridad" se adentra con acierto en la mente de un adulto autista, y especula con inteligencia sobre sus diferencias con las personas "normales", su tratamiento y sus terapias. Pero carece de una verdadera historia que la respalde, por lo que resulta plana, un tanto ingenua, excesivamente larga y sin apenas tensión.

Indudablemente lo mejor de la novela es Lou Arrandale, el protagonista autista que narra su historia en primera persona durante su mayor parte. Moon, basándose en su experiencia (madre de un hijo autista) y en sus conocimientos sobre el tema, lo caracteriza con mimo, mostrándonos desde su obsesiva búsqueda de pautas hasta sus dificultades para entender fórmulas y convenciones en sus conversaciones con las "personas normales". Además, la escritora consigue que gradualmente dejemos de verlo como un rígido extraño y terminemos empatizando con sus inquietudes y sus logros conforme va superando barreras. Aunque quizá su alto coeficiente intelectual se una baza excesivamente determinante a la hora de que logremos identificarnos con él.

El problema es que la inmensa mayoría del libro se centra en la vida cotidiana de Lou. Y aunque ello implique que nos aprendamos de memoria todas sus rutinas, y conozcamos tanto a sus compañeros autistas en el trabajo como a sus amigos de esgrima, la evolución de la historia durante ese periplo diario es escasa. Casi lo único relevante en él son los ataques cada vez más agresivos que Lou empieza a sufrir, pero cuando Moon confirma que el autor de los mismos es (obviamente) Don, aún falta un tercio de la novela, y ésta se queda huérfana de sorpresas. Lo que es peor: las reflexiones sobre lo que se supone es "ser normal", sobre la luz y la oscuridad, sobre la imposibilidad de que los amigos puedan causar algún mal a otros amigos... se repiten hasta llegar a fatigar. Y paradójicamente, las razones que llevan a Lou a tomar su decisión (ya muy cerca del final) no están demasiado bien presentadas.

Otros defectos menos relevantes son la negativa consciente de Moon a situar al lector (se le oculta la ciudad donde vive Moon, el nombre o detalles de los productos que crea la empresa para la que trabaja, el año en que transcurre el relato...), la poca credibilidad de sus "malos" (Crenshaw y el ya citado Don), la forma tan sencilla como los planes de Crenshaw para con el grupo autista son desbaratados, y lo poco que se esfuerza la escritora en mostrarnos la vida post-operación de Lou, con una mención especial para su decepcionante desenlace.

Y es que a menudo un tema original dentro de un género literario (el autismo en la ciencia-ficción en este caso), un buen protagonista, y unas documentadas y sugestivas reflexiones, no bastan para crear una gran novela. Y "La velocidad de la oscuridad" es uno de esos casos: muy lejos de las "Flores para Algernon" (1966) de Daniel Keyes con la que por argumento se la compara, e incluso notablemente inferior a su otra novela traducida al español, "Restos de población" (1996), que espero poder reseñar algún día.

domingo, 25 de agosto de 2019

American Gods (2001). Neil Gaiman

Una entrada más continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los prestigiosos Premios Nébula durante la primera década del presente siglo. Voy a hablarles en esta oportunidad de "American Gods", del británico Neil Gaiman. Que aunque se publicó en el año 2001 y es por tanto cronológicamente anterior a mi anterior entrada, se alzó con el Premio Nébula del año 2003, razón por la cual la reseño justo ahora. Estamos ante una de las novelas más premiadas en lo que va de siglo (también se alzó con el Premio Hugo, e incluso con el Bram Stoker de terror) y es que a pesar de su gran extensión se trata de una novela fluida, muy trabajada y más cohesionada de lo que pueda parecer durante sus dos primeros tercios. Pero también debo dejar claro que me pareció una novela delirante, inverosímil, reiterativa y repleta de detalles accesorios y momentos decepcionantes.

Ante todo, debo aclarar que para mí "American Gods" no es realmente una novela de ciencia-ficción. Pero la he incluido en este humilde blog porque tampoco me parece una novela de fantasía convencional, ni siquiera una novela de terror. Más bien la clasificaría como un viaje iniciático, una especia de "road movie" (perdón por el anglicismo) por los E.E.U.U. en la que su protagonista, Sombra, va gradualmente descubriendo su rol tras salir de la cárcel y haber perdido a su esposa, a base de encontrarse y tratar con los personajes más variopintos. Personajes que comparten un rasgo común: su inverosimilitud. Porque ya desde el comienzo la forma como el Señor Wednesday encuentra y sigue a Sombra es inverosímil. Pero eso no es nada comparado con lo que el lector tendrá que aceptar en las quinientas páginas siguientescsi quiere llegar al final del libro: muertos que siguen viviendo, animales que hablan, actrices que son capaces de salir de la televisión en plena emisión, un mundo paralelo "entre bambalinas"... Tremendamente delirante.

Esos personajes nada creíbles se supone que son en realidad las deidades que llevaron consigo los distintos pobladores que emigraron a América a lo largo de los siglos, las cuales una vez allí gradualmente dejaron de ser significativos para su gente, y que siguen malviviendo desempeñando las más diversas profesiones en el Nuevo Mundo, a la espera de recuperar el esplendor perdido. Un elenco que le permite al escritor exhibir sus notables conocimientos sobre el tema, si bien con detalles a menudo un tanto nimios. Y que sin embargo no logra evitar una gran decepción: en su supuesto afán por mostrar todo ese ejército de "dioses americanos" que poco a poco va construyendo, Gaiman no dedica ni una sola línea a los dioses de las religiones mayoritarias en E.E.U.U.: Alá, Yahvé y el Dios cristiano. Lo cual en mi opinión desvirtúa totalmente el conflicto que nos plantea Gaiman a medida que avanza la narración como supuesto eje argumental.

Un conflicto de las antiguas deidades con los dioses modernos (la televisión, las armas, los medios de comunicación y otros que Gaiman menciona de pasada) que podría haber dado lugar a un buen material especulativo, como suele suceder en la mejor ciencia-ficción. Pero el escritor se limita a fijarse solamente en sus dioses arcanos, que poco a poco van aceptando la idea de un combate final. Combate que por cierto tampoco llega a producirse: en medio de ese batiburrillo de deidades inconexas que se reúnen en Rock City, Sombra pronuncia un brevísimo discurso (por cierto después de ser resucitado), y todos para casa como si tal cosa. Completamente decepcionante.

Otros defectos fáciles de apreciar son la excesiva atención que dedica Gaiman a los juegos de magia con monedas (totalmente irrelevantes para la narración), el reiterativo esquema con el que Sombra va conociendo al resto de personajes (los cuales una y otra vez se ofrecen a prestar ayuda a un perfecto desconocido con el que se tropiezan en las circunstancias menos propicias para ello), la presentación de todo lo que tenga que ver con el sexo de manera entre brutal y deshumanizada, la nada anticipada filiación de Sombra que Gaiman desvela a modo de sorpresa final, y la decisión de detenerse en una historia secundaria a la que no había prestado demasiada atención (los niños que desaparecían cada año en Lakeside) como último recurso para crear un desenlace que tendría que haber sido el combate entre dioses.

Mas a pesar de todo lo anterior, la novela se deja leer. Porque aunque tardemos una eternidad en entender la razón por la que pasamos las páginas, el periplo de Sombra por los E.E.U.U. es entretenido, porque algunos lugares (sobre todo los de la América "profunda", dado que Chicago, Las Vegas o San Francisco me parecieron totalmente desaprovechados) muy bien recreados y utilizados para la narración (con mejor especial para Lakeside), porque en general los diálogos son fluidos (aunque a veces sobran barbarismos), porque ese carrusel de personajes inconexos de los primeros tres cuartos de novela acaba volviéndose un puzle en el que casi todo da la impresión de encajar, y por los periódicos interludios en los que Gaiman se fija en la época en la que algunos dioses llegaron a E.E.U.U. o en su peculiar modo de vida actual, unos relatos cortos a menudo mejor resueltos que la historia principal de la novela. Lo que me hizo preguntarme si de verdad no hubo en 2003 ninguna otra novela merecedora del premio (dado que no he leído ninguna de las novelas que simplemente se quedaron en nominadas). Porque si no fue el caso debo concluir que 2003 fue uno de los años más flojos de la pasada década.

domingo, 4 de agosto de 2019

A través de Marte (2002). Geoffrey A. Landis

Una entrada más continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del siglo XXI que aún no hubieran tenido una entrada independiente en mi blog. En esta ocasión voy a reseñar "A través de Marte", del escritor estadounidense Geoffrey A. Landis. Que no ganó en su año (ese honor correspondió a "Rosa cuántica" de Catherine Asaro, la cual reseñé en mi anterior entrada), pero creo que merece una entrada independiente porque en mi humilde opinión es una novela ligeramente superior a ella. Y más teniendo en cuenta que es la única novela que ha publicado este escritor, cuya carrera ha consistido sobre todo en relatos cortos y artículos de divulgación. Pero es que "A través de Marte" me parece una novela atrayente, bien estructurada y amena sobre las aventuras de una de las primeras expediciones a nuestro vecino más cercano. Con los conocimientos de Landis sobre el Planeta Rojo como garantía de verosimilitud, y con buenas dosis de intriga y acción para rematar el conjunto.

Landis, experto de la NASA que cuando escribió esta novela ya había participado en las dos últimas misiones no tripuladas a Marte, tiene claro que para que una novela resulte amena requiere, además de sus abrumadores conocimientos, un argumento, unos personajes y unas situaciones. Y logra con éxito su cometido creando un elenco de personajes sencillo pero poderoso, proponiendo la exploración científica de Marte primero y su desesperada travesía después como motores argumentales, y planteando por último una mezcla de situaciones límite y muertes misteriosas muy equilibrada de principio a fin.

Además, el escritor mantiene en todo momento su obra bajo control gracias a su estructura en seis partes (una para cada personaje, más otra para el mítico Valles Marineris), cada una de ellas formada por múltiples capítulos muy cortos. En cada una de esas partes Landis profundiza en la personalidad de un personaje de la expedición, alternando episodios presentes en Marte y flashbacks que nos permiten conocer cómo fue su vida hasta que lograron formar parte de la misma. Si bien es cierto que la mayoría de sus protagonistas tuvieron un pasado anormalmente trágico. Y también que aunque para mi gusto los capítulos ultracortos dinamizan la lectura y evitan que los flashbacks perjudiquen en exceso el ritmo narrativo, pueden generar rechazo en los lectores de novelas más convencionales.

Un tercer punto fuerte del libro es el excepcional conocimiento que exhibe Landis sobre el Planeta Rojo. No ya a nivel geográfico (esperable), ni geológico (apabullante), sino sobre todo a nivel de fenómenos físicos y meteorológicos. Todo lo que nos plantea (desde el accidente de Chamlong al comienzo hasta el Butterfly al final) es profundamente respetuoso con lo que las características del planeta permiten. Y tecnológicamente la cantidad de recursos que proporciona a sus personajes (desde superfibras a trajes de última generación) es irreprochable.

Por si todo lo anterior fuera poco, Landis maneja con habilidad la vertiente de intriga. Sin llegar a ser por ejemplo Asimov, tanto los personajes que van muriendo como las motivaciones que podrían tener los demás personajes para querer acabar con ellos (sabiendo que en el módulo de retorno a la Tierra sólo caben dos personas) están bien escogidos y exploradas, y el interés de la novela se beneficia de ello desde prácticamente el comienzo.

Algunos fallos de la novela son que con tanto flashback a veces la narración se enreda en detalles nimios (por ejemplo el fallido rescate de la Mirusha, o la operación de apéndice de Tana), que en ocasiones recurre a un altruismo un tanto inverosímil (Trevor renuncia a la expedición en favor de Brandon, Karl se declara culpable para salvar a su hermano el futuro comandante John, incluso Estrela termina siendo altruista), que tiende a trivializar y deshumanizar el sexo (en las ceremonias a bordo, en la universidad...), que el panorama político que plantea para los años treinta del siglo XXI ya sabemos que no es demasiado acertado, y en general que a su prosa correcta y concisa le falta algo de brillo y de capacidad para crear episodios realmente memorables. Aun así, debo reconocer que después de "Homo plus" de Frederik Pohl, considero a la de Landis la mejor novela que he leído de Marte. Y para mí eso es decir mucho.

sábado, 20 de julio de 2019

Rosa cuántica (2000). Catherine Asaro

Una entrada más continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del presente siglo que aún no hubieran tenido su entrada independiente en mi humilde blog. Le ha llegado al turno a "Rosa cuántica", probablemente la novela más conocida de la escritora californiana Catherine Asaro. Una autora que por su profesión (investigadora y profesora de matemáticas, física y química) se suele encuadrar en la vertiente más hard de la ciencia-ficción. Y que el título de la novela, con la presencia de la palabra "cuántica", parece reforzar. La novela se alzó con el Premio Nébula del año 2002, un año muy competido, con muchas novelas y muchos autores importantes nominados, lo que refuerza la idea de que estamos ante una obra recomendable. Y es que "Rosa cuántica" es una novela muy visual, elaborada con todo detalle, fácil de leer y sugestiva. Pero no llega a ser el gran libro que en determinadas fases parece apuntar: le sobra extensión y le falta un último tercio convincente.

La novela transcurre en el siglo XXIII, con muchos planetas terraformados en distinto nivel de desarrollo, y se centra en la figura de Kamoj Quanta, la "Rosa cuántica" del título. Pese a su juventud, Kamoj es la gobernadora de Argali, una empobrecida provincia del planeta Balumil, que intenta subsistir a pesar de sus desfavorables condiciones de vida. Para lo cual Kamoj está prometida desde niña a Jax Ponteferro, el rígido gobernador de una provincia vecina más rica. La narración se inicia cuando este compromiso de naturaleza política se ve alterado por la llegada al planeta de Vryl Leoestelar, originario del planeta Lyshriol y príncipe de la otrora todopoderosa Dinastía Rubí.

Quizá la mayor virtud de la novela sea la habilidad de Asaro para crear marcos escénicos cautivadores: todo en Balumil (sus colores, sus resplandores, su larguísimo ciclo día-noche, sus ciervos cristazures...) lo es, pero el otro planeta en el que transcurre la acción, Lyshriol, no se queda a la zaga con sus pompas de cristal, sus entornos pastorales y sus lirinos. Pero además de por su componente visual, la novela atrae gracias a sus culturas tremendamente elaboradas: la de Argali fascina por cómo ha conseguido sobrevivir a pesar de haber olvidado todos los conceptos tecnológicos que la alumbraron; la de Lyshriol, por las figuras que surgieron a lo largo de los siglos para administrarla (Bardos y Memorias). El contraste cultural entre ambas, así como la adaptación de Kamoj a Lyshriol y de Vryl a Argali, entretienen y dan que pensar.

Por otra parte, los personajes principales (no sólo la pareja protagonista, sino Jax, Dazza, Ashman y otros) están bien caracterizados, y sus comportamientos son consistentes a lo largo de la novela. Aunque es cierto que el triángulo amoroso Kamoj-Vryl-Jax planteado por Asaro, y sobre todo la manera como lo resuelve, son muy poco originales.

De todas formas no es esa falta de originalidad lo que impide considerar a "Rosa cuántica" una gran novela, sino otros tres factores: el bajón que pega cuando la acción sale de Balumil, la extensión excesiva de la obra para lo narrado en ella, y la cantidad de asuntos que, bien por carecer de contexto, bien por olvido expreso, deja Asaro sin aclarar. Da la impresión de que la escritora había estado escribiendo relajadamente, dando rienda suelta a su prosa un tanto florida y alegórica sin preocuparse por la extensión de la novela, y cuando decide trasladar la acción al mundo de Vryl se percata de ello, incrementa el ritmo narrativo, sintetiza los acontecimientos, y retuerce la trama. Pero una familia tan numerosa como la de Vryl es difícil de aprehender a esas alturas de la lectura, y las intrigas interplanetarias entre el MEI y los MAT, una vez concluida la Guerra del Resplandor, no se terminan de calibrar. Todo ello provoca que el resultado final de la novela no sea finalmente tan brillante como prometía hasta entonces.

Otros aspectos mejorables son la ausencia casi total de la esperada ciencia-ficción hard (sólo el apéndice, donde de manera no del todo fluida Asaro vincula el argumento con la mecánica cuántica, nos sitúa en ese subgénero), un desenlace plano, sin apenas tensión, y ciertos elementos cuasi-fantásticos, como los Rhon o las Torres de Cristal que brotan del suelo pero sólo Kamoj, Vryl y su familia son capaces de observar. A cambio, los continuos guiños al lector para interpretar la sociedad pseudo-medieval de Argali a la luz de la ciencia y la tecnología actuales, y la manera como la escritora logra que el lector tome partido por Vryl frente a Jax y valore la evolución personal de Kamoj, ayudan a que la novela deje una buena impresión global.

Para acabar, mencionar que en realidad "Rosa cuántica" se enmarca en la Saga del Imperio Eskoliano, una serie un tanto desestructurada de relatos y novelas con las que Asaro ha ido expandiendo su particular historia de los siglos XXII y XXIII. De la cual apenas se han traducido al español la presente novela (que sería la sexta en la saga), y la anterior en el tiempo y en la cronología de la misma "Inversión primaria" (1995). Por eso es de agradecer que al final de "Rosa cuántica" figuren dos interesantes apéndices (uno sobre los personajes clave de la saga, y otro sobre sus acontecimientos principales en orden cronológico), que ayudan a encuadrar mejor lo narrado. Pero estoy convencido de que el lector anglosajón que haya leído más obras de la saga podrá dimensionar mejor algunas de las intrigas políticas que, como explicaba antes, resultan un tanto difíciles de comprender con la mera lectura de "Rosa cuántica".

domingo, 7 de julio de 2019

Ladrona de medianoche (2000). Nalo Hopkinson

Con esta entrada inicio la reseña de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la primera década del presente siglo que aún no hubieran tenido una entrada independiente en mi humilde blog. Voy a presentarles en esta oportunidad "Ladrona de medianoche", de la escritora canadiense de origen jamaicano Nalo Hopkinson. Una novela que fue nominada a los Premios Nébula del año 2000, en los que se impuso "La radio de Darwin", de Greg Bear. Sin embargo voy a reseñar la novela de Hopkinson y no la de Bear porque llevo reseñadas recientemente varias novelas del estadounidense, y porque debo reconocer que aun siendo un escritor que me entretiene, nunca ha llegado a cautivarme con una novela realmente redonda. Razones por las cuales, cuando estaba preparando las reseñas de estos premios hace unos meses, decidí leer mejor la novela de la canadiense. Y lo cierto es que "Ladrona de medianoche" es una novela original, con mucha personalidad, y muy humana. Capaz de enlazar las tradiciones caribeñas más arraigadas con el futuro lejano. Pero también debo reconocer que me pareció excesivamente fantasiosa, más alegórica de lo deseable y con un ritmo literario irregular.

Hay que reconocerle a Hopkinson su capacidad para crear una novela diferente: en un complejo ejercicio literario, logra fusionar la tradición folclórica y cultural caribeña con un futuro lejano en el planeta de Toussaint, colonizado por una humanidad en expansión. La escritora exhibe a lo largo de la misma su absoluto dominio del carnaval, las vestimentas y hasta las frutas típicas de su región de origen, y los combina con una serie de conceptos (Granny Nanny, Eshu, nanoácaros...) que aunque no se explican en profundidad sí que resultan coherentes a la luz de la ciencia-ficción.

Sobre esta sugestiva base Hopkinson construye una historia no demasiado original pero sí repleta de periódicas revelaciones impactantes, con las que termina de caracterizar a unos personajes principales ya de por sí bien delineados. Además, el concepto del Mundo de Nuevo Árbol a Medio Camino, al cual son exiliados los criminales de Toussiant, resulta plausible, y la razón por la que el alcalde Antonio y su hija Tan-Tan llegan a él, también. Por lo que los mimbres para tejar una gran novela están a su alcance.

Y sin embargo Hopkinson no termina en mi opinión de aprovecharlos. Ya en su primer tramo, la novela se pierde en detalles menores, tarda bastante más de lo deseable en situar al lector, y claramente demasiado en presentar el combate entre Antonio y Quashee que se va a encargar de dinamizar la narración. A este resultado irregular contribuye sin duda la renuncia consciente de la autora a estructurar de manera convencional la novela, sin apenas capítulos, y con la inclusión poco menos que aleatoria de varios cuentos alegóricos sobre la vida y los logros de Tan-Tan, la Reina Ladrona del título, que más que complementar la narración degradan su ritmo literario.

Además, en Nuevo Árbol a Medio Camino la autora se permite más licencias fantasiosas de las deseables. Es cierto que la xenobiología del planeta, aunque completamente inventada, es fascinante (con mención especial para los douen y los hinte, que tanto complementan la vida de las "personas altas" en general y de Tan-Tan en particular), pero también que muchas de las especies animales y vegetales que presenta Hopkinson se comportan de manera inverosímil, que algunos episodios de peligro se resuelvan de manera poco justificada, y que se aprecian determinadas incoherencias (como un vehículo que se mueve con un motor de combustión en un planeta que, por ejemplo, carece de electricidad).

Pero es que la historia tampoco se desarrolla de manera muy limpia: cuando Tan-Tan y Abitefa se quedan solas en el bosque, y la novela podría crecer hasta su final, Hopkinson la limita a una serie de episodios en los que la Reina Ladrona ejerce de "Robin Hood" de Nuevo Árbol a Medio Camino en distintos poblados, con la recurrente persecución de Janisette y el bebé que crece dentro de Tan-Tan como amenazas, hasta llegar a un desenlace mas escenográfico (otra vez el recurrente carnaval) que concluyente. Porque, ¿seguiría Tan-Tan ejerciendo de Reina Ladrona después de haber dado a luz?

domingo, 23 de junio de 2019

Los premios Nébula: la primera década del siglo XXI

Con la presente entrada continúo la revisión de los Premios Nébula, los más prestigiosos de la literatura de ciencia ficción, década a década. En este punto cruzamos la frontera del mítico año 2000 y nos adentramos en la primera década del siglo. Una década que no tiene una denominación fácil, ya que no podemos referirnos a ella como "los ochenta" o "los noventa", sino recurriendo a la más enrevesada denominación de "primera década del siglo". Y que de manera análoga tampoco tuvo una tendencia o movimiento claramente definidos dentro del género, quizá abundando en lo que ya se observó durante la década precedente. Razón por la cual ésta y las próximas reseñas probablemente aporten una panorámica más amplia que las que ofrecieron las primeras décadas de vida de los premios.

Y es que el advenimiento del nuevo siglo probablemente fue un buen momento para revisar todo lo que se había explorado en el género hasta entonces, y tratar de ofrecer nuevas perspectivas sobre temas conocidos. Por eso entre los ganadores y nominados podremos seguir encontrando la pujanza de la fantasía, nuevos puntos de vista para las ucronías, obras que conjugan elementos de ciencia-ficción con otros géneros como el suspense o el terror, y cómo no, temas clásicos del género. Con una interesante mezcla de nuevos autores y escritores clásicos, o incluso otros que, bien entrados en la madurez, por fin lograron el reconocimiento que llevaban tiempo mereciendo.

Porque el indiscutible triunfador de los premios durante esta década fue el estadounidense Jack McDevitt, que ilustra la presenta entrada. Un escritor que ya llevaba quince años en el oficio cuando le empezaron a caer las nominaciones: nada menos que siete en los primeros diez años del siglo. Es cierto que sólo ganó el Premio Nébula en una ocasión, pero todas esas nominaciones hablan bien a las claras de la calidad de sus dos sagas principales: la de "Las máquinas de Dios" y la de "Alex Benedict", que fueron las que en su inmensa mayoría lograron todos esos reconocimientos. Unas sagas por otra parte de tinte clásico, pero convenientemente modernizadas en rigor científico y profundidad literaria.

Otro hecho a tener en cuenta es que, al tratarse ya de una década relativamente próxima en el tiempo, el número de novelas traducidas al español es menor que el de décadas precedentes. Por ello no es difícil encontrar años con sólo dos o tres novelas disponibles en nuestro idioma. Y por eso la lista de selección de novelas galardonadas o nominadas a los Premios Nébula que les propongo no es tan larga como las de las dos primeras décadas de los premios. Además, el volumen de novelas que reseñaré es significativamente menor que en otras ocasiones, pues no tengo problema en reconocer que, como simple aficionado al género que soy, aún no he tenido tiempo para leer todas las novelas ya traducidas. Y una última consideración: como siempre, aquellas novelas que ya hayan tenido su entrada propia por alguna otra razón ya aparecerán en la lista con su enlace correspondiente.

Sin más preámbulos, aquí va la lista:

2001:
Ganadora:
"La radio de Darwin" - Greg Bear
Nominada:
"Ladrona de medianoche" - Nalo Hopkinson

2002:
Ganadora:
"Rosa cuántica" - Catherine Asaro
Nominada:
"A través de Marte" - Geoffrey A. Landis

2003:
Ganadora:
"American Gods" - Neil Gaiman

2004:
Ganadora:
"La velocidad de la oscuridad" - Elizabeth Moon
Nominada:
"Chindi" - Jack McDevitt

2005:
Ganadora:
"Paladín de almas" - Lois McMaster Bujold
Nominadas:
"Omega" - Jack McDevitt
"Tocando fondo" - Cory Doctorow

2006:
Ganadora:
"Camuflaje" - Joe Haldeman
Nominada:
"Aire" - Geoff Ryman

2007:
Ganadora:
"Última misión: Margolia" - Jack McDevitt
Nominada:
"El círculo de Farthing" - Jo Walton

2008:
Ganadora:
"El sindicato de policía yiddish" - Michael Chabon
Nominada:
"Odisea" - Jack McDevitt

2009:
Ganadora:
"Poderes" - Ursula K. LeGuin
Nominada:
"Cauldron" - Jack McDevitt

2010:
Ganadora:
"La chica mecánica" - Paolo Bacigalupi

Como pueden ver en esta lista, además de un puñado de nuevos nombres como Cory Doctorow, Michael Chabon o Paolo Bacigalupi, lo que más llama la atención fue que la presencia de escritoras en la lista (desde veteranas como Ursula K. LeGuin o Lois McMaster Bujold a nuevos talentos como Jo Walton o Catherine Asaro) se volvió todavía más masiva que en la década anterior, lo que confirmaba la ya sí permanente incorporación de la mujer a este género literario que hace tiempo dejó de ser mayoritariamente masculino. Y que supone una razón más para seguir con atención mis próximas entradas sobre aquellas novelas ganadoras o nominadas a los premios durante esta década que aún no habían tenido su propia entrada en este humilde blog. Acompáñenme.

domingo, 9 de junio de 2019

La historia de tu vida (1998). Ted Chiang

Una entrada más continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa que aún no hubieran tenido una entrada independiente en este mismo blog. Aunque, a decir verdad, la entrada de hoy tiene "truco". Me explico.

En rigor, lo que procedería según el orden cronológico que estoy siguiendo para recorrer estos premios sería reseñar la novela ganadora de los Premios Nébula del año 2000, o al menos alguna de las novelas nominadas. Pero la novela ganadora, "Parable of the Talents", de Octavia E. Butler, no está traducida al español, por lo que no cumple el criterio básico de que este blog se oriente a lectores en nuestro idioma. Y de todas las novelas nominadas ese año, solamente una ("Un abismo en el cielo", de Vernor Vinge) está traducida. Pero si recuerdan, la última novela que en su momento leí de Vinge ("Al final del arco iris", 2006) me resultó tan decepcionante que desde entonces no me han quedado ganas de leer nada más de este autor. Por lo que me encontraba con que no tenía ninguna novela que reseñar de los Premios Nébula de ese año.

Ahora bien, aunque por razones de popularidad el premio a la mejor novela es el más relevante, en los Nébula también se conceden premios en otras tres categorías, entre ellas la (difícilmente publicable en España) de "novelas cortas". Pero como toda regla tiene su excepción, resulta que la novela corta que se alzó con el Premio Nébula del año 2000 sí que está traducida. No sólo eso: "La historia de tu vida", como parte de una antología de relatos y novelas cortas del estadounidense Ted Chiang del mismo título, se sigue editando con regularidad, lo que evidencia su tirón comercial. Por eso he pensado reseñar como obra más representativa de los Nébula del año 2000 esta novela corta de un autor que, aunque muy poco prolífico y que siempre se ciñe a formatos cortos, es uno de los más reputados escritores en este ámbito de la ciencia-ficción. En general esta antología es recomendable porque muchos otros relatos y novelas cortas de la misma también han recibido importantes galardones, pero en particular "La historia de tu vida" es una de las mejores novelas cortas de las últimas décadas: compleja, original, difícil de escribir, y sin embargo aprehensible.

Tras más de un siglo tratando el tema del primer contacto con una especie extraterrestre, es complicado que la literatura de ciencia-ficción pueda seguir proponiendo perspectivas originales. Pero en esta novela Chiang lo consigue plenamente: los heptápodos son razonablemente diferentes en su morfología, mas lo que les confiere su extraordinaria personalidad son sus dos lenguajes, el hablado y el escrito, sin apenas relación entre ellos. Sobre todo este último (el "heptápodo B"), con sus semagramas, sus interpretaciones teleológicas y el reflejo del modo de consciencia simultáneo de los extraterrestres. Sin duda difícil de comprender para los humanos, aunque Chiang logre con notable habilidad que podamos adentrarnos en el descubrimiento gradual del mismo que va logrando Louise, la protagonista de la historia.

Chiang complementa el "heptápodo B" con otro meritorio hallazgo: el recurso a los principios variacionales de la física, y su contraposición a los principios causales que los humanos habitualmente manejamos. Unos principios, con sus intenciones maximizadora y minimizadora, que encajan muy bien con la consciencia simultánea de los heptápodos, y que contribuyen a darle verosimilitud a estos extraterrestres. Reconociendo de nuevo la calidad de Chiang para presentar estos principios sin que el lector se pierda o se desinterese.

Pero para que la novela no se quede sólo en sendos tratados de lingüística y física, es necesario estructurarla con unos personajes y una historia. Y aunque lo que plantea el escritor no es muy original (la relación entre una madre y una hija muy diferentes, y cómo esa madre conoció a su marido durante la investigación de los lenguajes heptápodos), cumple su cometido. Además, Chiang la entronca fantásticamente con sus originales heptápodos al desestructurarla temporalmente, y referirse a ella desde el pasado pero en tiempo verbal futuro. Consiguiendo que esta alternancia entre vivencias desordenadas e investigaciones secuenciales de Louise funcione de manera sorprendente.

La pena es que con tanta complejidad es difícil que la letura sea lo suficientemente placentera. A menudo requiere un esfuerzo notable por parte del lector, y aunque Chiang administra con cuidado las sorpresas en las vivencias de Louise, no terminan de compensar su desestructuración consciente. Si a ello le añadimos que tampoco se termina de explicar por qué los heptápodos vinieron a la Tierra, ni por qué se marcharon de pronto, se entenderá que la considere una obra recomendable pero no un clásico.

sábado, 25 de mayo de 2019

Paz interminable (1998). Joe Haldeman

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa que aún no hubieran tenido una entrada independiente en este humilde blog. Le ha llegado a la oportunidad a "Paz interminable", una de las novelas más conocidas del escritor estadounidense Joe Haldeman, ganadora del Premio Nébula correspondiente a su año de publicación. Que es también una de las que más confusión genera, porque el título (tanto en inglés como en español) parece dar a entender que se trata de una novela de la misma saga que "La guerra interminable", su novela más famosa. Pero como ya tuve la oportunidad de señalar cuando reseñé aquella, no estamos ante una secuela o una precuela de la misma: ambas novelas simplemente comparten marco de referencia, pero en la práctica podemos afirmar sin equivocarnos que son dos novelas independientes. Y ambas con múltiples galardones, aunque personalmente prefiero "La guerra interminable". Y es que "Paz interminable" es una novela difícil de clasificar, que parece de guerra, luego de relaciones personales, más tarde científica y al final resulta ser un thriller. Con un puñado de buenas ideas, pero también con algunos defectos apreciables. Y un tanto fría.

El mayor defecto es precisamente esa inconcreción argumental, que descoloca a un lector que, en parte por el título, en parte por las primeras páginas, espera una novela bélica, pero que ve cómo el componente bélico desaparece tras los primeros capítulos. No sólo eso; el plan para humanizar a la humanidad (valga la redundancia) y terminar con la guerra entre la Alianza y los Ngumi, que en realidad es el eje sobre el que orbita la trama, no se plantea hasta la mitad del libro, lo que provoca que las primeras doscientas páginas resulten, vistas en perspectiva, demasiadas.

Además, los acontecimientos de la segunda mitad de la novela se salen poco de lo esperado, y el escritor necesita recurrir in extremis a personajes y organizaciones de las que nada habíamos sabido hasta entonces (como Gavrila, Blaisdell, o el Martillo de Dios). Tampoco el estilo (intercalando la tercera persona y la narración en primera persona del protagonista, Julian Class, y sin capítulos claramente diferenciados, ni títulos, ni siquiera con referencias temporales suficientes) juega a favor del lector. Que se ve obligado por ende a afrontar una violencia y una crueldad esperable en Haldeman pero probablemente excesiva.

A cambio, Haldeman caracteriza con habilidad su pareja protagonista (Julian y Amelia Harding), nos presenta un año 2043 muy verosímil desde el punto de vista social (con las diferencias entre el primer y el tercer mundo ahondadas por las casi mágicas naonfraguas), y durante la segunda mitad convierte su novela en un thriller de ritmo rápido que atrapa al lector. Por otra parte, muchas de las ideas propuestas se apoyan consistentemente en el elemento científico: el colosal Proyecto Júpiter, los Soldaditos controlados remotamente (con los que la Alianza combate al enemigo sin apenas sufrir bajas), y sobre todo los conectores cerebrales con los que los controlan, cuya extrapolación para primero acceder a la mente de otras personas y más adelante humanizarlas, da lugar a las mejores especulaciones de la novela.

Así que aunque el desenlace resulte un tanto increíble, y pese a la violencia final que se apodera de Class, la novela se deja leer, y nos brinda algunas buenas reflexiones. Aunque como adelantaba al principio de la reseña no me parece un clásico, y creo que en 1998 se publicaron novelas mejores.

sábado, 11 de mayo de 2019

Río lento (1995). Nicola Griffith

Con la presente entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa que aún no hubieran tenido una entrada propia en este humilde blog. Le ha llegado el turno a "Río lento", de la escritora británica Nicola Griffith. Que aunque se publicó en el año 1995, se alzó con el Premio Nébula a la mejor novela del año 1997. Un galardón tal vez cuestionable, porque se trata de una novela singular sin duda, pero también pretenciosa, machacona y decepcionante durante buena parte de su lectura, pero que sin embargo crece de manera cautivadora durante su tercio final.

He usado el adjetivo "machacona" a propósito, porque lo que más trasciende de la novela es su lesbianismo exacerbado. Y es que no sólo su protagonista Lore Van de Oest es lesbiana, es que la mayoría de las mujeres que aparecen lo son. Y la escritora insiste en detenerse sobre este tema una y otra vez (en mi opinión con más encuentros sexuales de los necesarios, o con la sorpresa final sobre el trauma infantil de Lore), hasta el punto de conferirle a la novela una sensación de inverosimilitud que no le favorece en absoluto. Aunque probablemente en aras de la diversidad creativa ese lesbianismo obsesivo fuera una baza a la hora de alzarse con el Nébula.

Otro factor que seguramente influyó en el galardón, y que en cambio para mí constituye un defecto serio, es la mezcla de distintas etapas en la vida de Lore, en primera y en tercera persona, a lo largo de toda la novela. Una técnica que se supone asociada a la calidad literaria (entiendo que puede ser más difícil escribir, o desordenar, una historia de esa forma), pero que provoca que el lector se esté permanentemente desenganchando cada pocas páginas de una historia, afectando notablemente a la capacidad de la novela para atraparle, y disminuyendo por tanto el interés.

Además, la a mi modo de ver excesiva atención que presta Griffith durante el primer tercio de la novela a la química que sustenta los procesos de la planta de depuración de Hedon Road, y el hecho de que la sociedad del "futuro cercano" que nos presenta se parezca demasiado a la de los años noventa (y sin embargo Griffith omita a propósito cualquier referencia temporal, el nombre de la ciudad en la que transcurre el grueso de la acción, o cualquier explicación sobre la sociedad o la política en el resto del mundo), abundan en esa sensación de irrealidad, de acontecimientos que siendo objetivos nunca podrían suceder.

Y pese a todo lo anterior, creo que la novela merece una lectura. Porque si se superan todos los obstáculos mencionados y se alcanza el último tercio de la novela, ésta despliega entonces todas sus virtudes. Sobre todo la historia personal de Lore, su caída desde su posición de poder en el seno de una familia multimillonaria hasta su lucha por ganarse la vida en los bajos fondos de la sociedad con su nueva identidad. Pero también la manera como las distintas piezas (el secuestro, los abusos sexuales, el sabotaje en la planta, la prostitución, el pirateo de anuncios) van encajando de modo convincente. Y todo ello sustentado con unos personajes principales muy bien caracterizados, y con unas últimas cincuenta páginas que son casi un thriller en distintos ejes temporales.

Eso sí, el desenlace me pareció demasiado escueto (Griffith apenas esboza el reencuentro de Lore con su familia, no cierra su relación con Spanner, ni explica mínimamente la estructura detrás de Meisener), dando la impresión de un cierre apresurado y no del todo bien estructurado.

sábado, 27 de abril de 2019

Metropol (1995). Walter Jon Williams

Una nueva entrada prosigo reseñando en orden cronológico las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa. Voy a hablarles en esta ocasión de Metropol, del estadounidense Walter Jon Williams. Que fue una de las novelas nominadas a los Nébula el año que ganó "El experimento terminal", del para mí un tanto mediocre Robert J. Sawyer. Y es que sin considerarla una gran novela, la obra de Williams me parece una digna nominada, muy original, potente visualmente, con varias ideas ingeniosas y bien escrita. Lástima que en mi opinión le sobren elementos fantástico y le falten un rumbo y un propósito claros.

Para tratarse de un mundo tan complejo como el ideado por Williams, superpoblado y sin referencias trasladables a nuestro planeta actual, el escritor consigue con habilidad y buenas decisiones que el lector se sitúe en él sin excesivo esfuerzo, y comience a disfrutar de las bondades de la novela. Que en buena medida derivan de su original propuesta: una lejana Tierra, miles de años en el futuro, en la que toda la superficie disponible ya ha sido edificada y reedificada una y otra vez, sin noches, con algo sólo remotamente parecido a nuestras naciones (Jaasper, Barzaki, Cheloki, Caraqui), y con un elemento fantástico (el plasma) que sin embargo el escritor logra presentar como un concepto plausible y hasta natural en ese mundo futuro.

Además, Williams acierta al plantear una única línea narrativa en torno a Aiah, su protagonista femenina absoluta. La forma como Aiah persigue y logra un cambio en su vida, triunfa a pesar de sus contradicciones, asciende hasta convertirse en colaboradora y amante del metropol Constantine, y acaba saliendo indemne de su participación en la toma de Caraqui, está presentada con una solvencia digna de elogio. Los diálogos son siempre acertados, las descripciones las justas para visualizar la inmensa metrópolis, y el equilibrio entre acontecimientos y sentimientos muy preciso.

Los problemas comienzan cuando Williams comienza a abusar de elementos fantásticos. La "geomántica" y la "geomaturgia", conceptos vinculados a la extracción y la manipulación del plasma, aún tienen un pase. Pero las ánimas, los magos, los mutantes, la teletransportación, el Hombre de Hielo, los delfines que hablan... son demasiados elementos difíciles de aceptar, y la verosimilitud de la novela se resiente. A ello hay que sumarle todo lo que Williams deja sin explicar: lo más obvio es que no arroja ninguna luz sobre la barrera que oculta el sol y la luna, mas tampoco acabamos entendiendo la naturaleza real del metropol, lo que realmente se esconde tras La Operación, o incluso por qué el bebé de Tella tiene que estar siempre en las oficinas de la Compañía.

Argumentalmente la novela también flojea en su segunda mitad. Y es que una vez que Aiah se ha vuelto rica y ha conseguido una relación fluida con Constantine, es obvio que Williams no tiene claro por dónde tirar: si por una conspiración a escala planetaria, si por las pequeñas vivencias individuales de su protagonista, si por la investigación de La Operación... Al final opta por presentarnos la toma de Caraqui como la manera de cerrar de la novela dignamente, y se saca de la chistera el único personaje poco convincente del libro, Rohder, con su extraña cuota de poder y sus si cabe más peculiares encargos. Así el escritor construye un desenlace decente y agradable, pero muy lejos de lo que lo que la novela apuntaba al comienzo.

A pesar de ello, su originalidad y su calidad literaria me parecen argumentos innegables como para que optara a los Premios Nébula. Porque no es fácil aunar esas dos virtudes en un género que estaba ya tan trillado en la década de los noventa como la ciencia-ficción.

sábado, 13 de abril de 2019

Marte se mueve (1993). Greg Bear

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa que todavía no hubieran tenido su entrada propia en este humilde blog. Ha llegado la oportunidad de hablarles de "Marte se mueve", del estadounidense Greg Bear, que se alzó con el Premio Nébula a la mejor novela el año de su publicación. A pesar de lo cual no la considero la mejor novela de Bear que he leído, e incluso me parece inferior a "La fragua de Dios", la novela de Bear que sólo se quedó como nominada para los Nébula seis años antes. Y eso que "Marte se mueve" es una novela muy elaborada sobre la vida en Marte en el siglo XXII, que entrecruza con inteligencia diversos planos (el social, el biológico, el tecnológico, el político) sobre la línea conductora que va dibujando la vida de su protagonista absoluta, Casseia Majumdar. Pero en mi opinión al libro le sobre extensión y en su mayor parte le falta calado literario.

No obstante lo anterior, creo que la novela cuenta con varios puntos fuertes. En concreto, hay dos que descollan al mismo nivel: la biología marciana y la tecnología de los Olímpicos. La biología está tan bien concebida, y presentada de un modo tan consistente (grietas, limo, puentes acueductos... todos estos conceptos nos resultarán familiares al terminar la lectura) que cuesta reconocer la inventiva de Bear. Algo parecido sucede con la tecnología: aunque no se entienda muy bien, los descriptores, la región de Pierce, los alabeadores, y las posibilidades que ofrecen (y que el escritor sabe aprovechar) son realmente fascinantes.

A un nivel inferior, pero todavía meritorio, podemos considerar la geología marciana (perfectamente presentada y brillantemente aprovechada por las construcciones humanas), los avances tecnológicos del siglo XXII (las extensiones, los pensantes, los evolvones, incluso los LitVids), y la originalidad del planteamiento de partida (alejado de las típicas primeras expediciones al planeta rojo, pero también de aquellos otros que muestran a Marte en condiciones de igualdad con la Tierra).

El problema es que todas esas virtudes quedan en segundo plano a causa de dos defectos graves. El primero es que la novela tarda una eternidad en enganchar: la primera parte, centrada en la revuelta universitaria, se presenta sin contextualizar, es demasiado extensa y está mal justificada, y la segunda, la fallida visita negociadora de Casseia a la Tierra acompañando a su pariente Bithras, es precisamente eso, fallida, sin propósito claro, estructura, ni consecuencias tangibles. Así que cuando a partir de la tercera parte Bear acelera el ritmo y despliega con toda intensidad su batería de "ingenios", la impresión global del lector sobre la novela ya está formada. Más aún si tenemos en cuenta el segundo defecto grave: la complejidad del panorama político planteado. Solamente al final de la novela el lector cree por fin entender todo lo ideado por Bear (Vínculos Múltiples, estadistas, las alianzas terrestres...), e incluso le parece un trasfondo razonable, pero durante la mayor parte de la misma resulta más un obstáculo para la lectura que otra cosa.

Si a ello le añadimos que el estadounidense es un narrador simplemente correcto, con una prosa un tanto anodina y sin capacidad para dotar de la profundidad necesaria a sus protagonistas, que hasta el último momento va creando sin miramientos nuevos personajes según los va necesitando, que anticipa en exceso la relación que Casseia y Charles retomarán en el tramo final, y que se echa muchísimo de menos un mapa de Marte, se entenderá que mi valoración final no fuera demasiado alta.

No obstante, debo reconocer que si el lector no desfallece durante la lectura, acabará apreciendo todo lo que mejora la novela en su último tercio, y disfrutar con un final intenso y un desenlace tan descabellado como coherente a su manera. Algo es algo.

sábado, 23 de marzo de 2019

El libro del día del juicio final (1992). Connie Willis

Una nueva entrada continúo con la reseña de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa que aún no hubieran tenido su entrada en este humilde blog. Les voy a hablar hoy de "El libro del día del juicio final", una de las novelas más premiadas de dicha década, puesto que además del Premio Nébula obtuvo los Premios Hugo y Locus. Es además la primera de las muchas novelas premiadas en los noventa de la estadounidense Connie Willis, sin duda la escritora más relevante del género durante aquellos años. Centrándonos en "El día del juicio final", debo empezar señalando que en mi opinión se trató de un reconocimiento merecido, pues estamos ante una bien trabajada y desgarradora novela que combina con ingenio una línea narrativa situada en el futuro cercano y otra en el pasado. Si bien no utiliza demasiado ni la ficción ni la ciencia, y casi podría encuadrarse por el contrario en el subgénero de la reconstrucción histórica.

Para poner las cosas más difíciles a la hora de apreciar esta novela, el comienzo es un tanto confuso, y en ocasiones no está claro qué personaje dice o hace tal cosa. Además, el viaje en el tiempo no está descrito con un mínimo de rigor, y la autora se escuda en el "continuum" para evitar dar respuesta a las indudables paradojas que conlleva el viaje, dejando bien claro que lo que le importa es la humanidad de la novela, no su carácter científico.

Tras el viaje, el grueso del libro es agradable, pero a pesar de lo trascendente de los acontecimientos (en especial de los que ocurren en el año 2.054), todo sucede de un modo excesivamente ordinario, carente de dramatismo. La autora recurre a complejas conversaciones en las que los personajes muchas veces no se escuchan unos a otros, por lo que se suceden frases referentes a temas distintos y el lector no siempre capta todo lo que lee. Pero es cierto que la escritora sabe aprovechar los comentarios de estas conversaciones para profundizar en la personalidad de cada personaje, sutil y progresivamente. Porque una de los puntos fuertes de la novela es el buen hacer de Willis: sabe cómo hacer que varios centenares de páginas no aburran y estén cargadas de detalles.

De todas formas lo que realmente sobresale de la novela son las ciento setenta y cinco páginas de su libro tercero: en el futuro los problemas se van aclarando, pero en la Edad Media la Peste Negra provoca que los acontecimientos se precipiten, cargados de una crudeza terrible, de sentimiento, de interminables muertes que Willis relata sin caer en lo sensiblero. He de confesar que varias veces dejé la lectura del libro profundamente sobrecogido, y lo que había leído me venía a la mente durante mi vida normal, e incluso una noche me impidió dormir durante un buen rato. Y el hecho adicional del número de personajes que mueren añade otro punto a la historia, alejándola del final previsible.

En suma, una novela mejor narrada que original, de buen nivel literario en general y con una tercera parte realmente brillante. Y por cierto con un título en español que es ciertamente la traducción literal de su título en inglés, pero que a mi modo de ver resulta excesivamente largo y hasta poco atrayente para adentrarse en sus páginas. Probablemente Miquel Barceló y Rafael Marín debieron haber propuesto algo más accesible para los potenciales compradores antes de publicarlo.

domingo, 10 de marzo de 2019

Las estaciones de la marea (1991). Michael Swanwick

Con esta entrada empiezo a reseñar las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los noventa que aún no hubieran tenido una entrada en mi blog. Voy a hablarles hoy de "Las estaciones de la marea", del relativamente poco conocido para el lector en español Michael Swanwick. El escritor estadounidense se alzó de manera un tanto inesperada con el Premio Nébula en 1992, un año en el que la novela favorita era "La máquina diferencial", de William Gibson y Bruce Sterling, que ya reseñé en su momento. Ambas novelas se publicaron en un momento muy particular del género, cuando el cyberpunk luchaba desesperadamente por evolucionar para no quedarse anclado como una breve moda pasajera. Sólo en ese contexto puede entenderse el premio para "Las estaciones de la marea", porque con la perspectiva que dan los años me parece una novela plana, confusa y fantasiosa a pesar de pretender ser ciencia-ficción, que únicamente se justifica por su original idea del desplazamiento del océano y por su ambientación.

Probablemente la razón para tal galardón fuera el obvio intento por actualizar la new wave de finales de los sesenta y setenta, acercándola a la fantasía que tan de moda estaba hace treinta años, y aderezándola con detalles tecnológicos más propios del cyber-punk que aún coleaba (podemos citar como ejemplos el sugestivo Palacio Mutable o el omni-funcional Maletín del burócrata). Todo ello presentado con un estilo que recuerda (salvando las distancias) al de mi admirado Robert Silverberg. Y con un aparente mensaje: que en un futuro lejano los ámbitos de la ciencia-ficción y la fantasía pueden converger perfectamente, yuxtaponiendo ciencia y tecnología a magia y rituales.

La otra virtud obvia de la novela es Miranda, el planeta donde transcurre la acción, con sus mareas del jubileo que cada 200 años, y a causa del deshielo de los casquetes polares, sumergen buena parte de las tierras habitadas, con el esperable impacto social y la original consecuencia de que muchas especies puedan adoptar dos formas (una adaptada al medio terrestre y otra al acuático). Al añadirle a este panorama la cercanía del "invierno grande", Swanwick ya tiene creado el trasfondo para que la novela se impregne de una sensación de catástrofe inevitable muy acertada.

Porque en realidad prácticamente todo lo que sucede en la novela es una decepción: el burócrata (un personaje tan anodino que carece de nombre y del que casi no se nos proporciona ningún rasgo físico) recorre el planeta en busca del mago Aldebarán Gregorian, que supuestamente ha traficado con tecnología prohibida en el planeta. Y eso es todo lo que hace: ir recorriendo distintos lugares y encontrándose con diversos personajes más o menos relacionados con Gregorian, que le irán relatando sus vivencias con el mago, hasta llegar finalmente a encontrarse con él. Con mucho sexo por el camino, y también con una trayectoria jalonada cada vez por más elementos fantásticos.

La novela resulta fallida porque los lugares visitados por el burócrata resultan a menudo confusos o difíciles de localizar (se echa de menos un mapa), porque el supuesto elemento de intriga que va atosigando al burócrata resulta bastante evidente casi desde el principio, porque el marco histórico de Miranda (con sus habitantes nativos, los espectros, a la cabeza) está pobremente explicado, porque el componente fantástico a menudo deviene en fantaseos difíciles de asumir, y porque la novela adolece de cualquier tipo de tensión (incluso el enfrentamiento final entre el burócrata y Gregorian resulta insulso). Menos mal que el desenlace contiene un pequeño guiño original al final, y que el libro es corto, que si no...

"El despertar del Leviatán" (2011). James S A Corey

Mi recorrido por los autores y las obras más relevantes del subgénero de la ciencia-ficción dura continúa avanzando con la presente entrad...