El siguiente título en mi lista de novelas decepcionantes es "Al final del arco iris", del estadounidense Vernor Vinge. Estuve tentado de seleccionar alguna otra novela suya para esta lista, pues debo reconocer que a pesar de tratarse de un escritor poco prolífico había varias candidatas. Pero opté por esta porque, por razones para mí totalmente incomprensibles, se alzó con el Premio Hugo del año 2007. Y es que, a pesar de que Vinge tiene todo a favor para formar parte de mi elenco de escritores favoritos (científico profesional, tramas de aventuras, sólido conocimiento del género, toques hard), siempre me sucede lo mismo con sus novelas: por mucho que las ensalce Miquel Barceló, o por muchos premios que reciban, a mí me decepcionan inevitablemente. Pero con "Al final del Arco iris" (de manera más acentuada que por ejemplo con "La guerra de la paz" o "Naufragio en el tiempo real") me aburrí con frecuencia, y a menudo tuve que resistir la tentación de abandonar la lectura.
Y es que el concepto de Epifanía (una informática vestible que permite a los jóvenes de nuestro futuro cercano crear unas realidades paralelas sólo visible con unas lentillas especiales y perceptibles sólo con ropa especialmente diseñada para ello) puede ser original y hasta premonitorio, pero desde mi punto de vista nunca puede ser el pilar sobre el que se sustente una novela de nada menos que 400 páginas. Y menos aún cuando toda la trama se antoja poco más que una mera excusa para que Vinge exhiba todos sus gadgets e inserte todas sus reflexiones (en especial sobre la Singularidad Tecnológica, según la cual la creación de inteligencias artificiales más capaces que las humanas, y su posterior evolución conduciría a una "singularidad" en el desarrollo tecnológico, de consecuencias inimaginables). Puede que la humanidad se esté encaminando hacia eso, pero para eso hubiera sido mejor que escribiera un ensayo, la verdad.
Porque no hay más que fijarse en el elenco de personajes, más propio en mi opinión de un cómic de fantasía: Robert Gu, el protagonista absoluto, es un anciano que padecía Alzheimer, recibió un tratamiento experimental al borde de la muerte que lo recuperó (de manera poco convincente) no sólo mentalmente sino con un cuerpo rejuvenecido y un aspecto preadolescente; el Señor Conejo (una especie de hacker social y superespía internacional de trazos netamente infantiles); la repelente adolescente Miri, y un grupo auxiliar realmente naif: Alfred, Winston, Keiko... Personajes directamente planos, cuando no inconsistentes o, peor aún, increíbles. Y con motivaciones poco comprensibles, de suerte que el lector nunca tiene claro hacia dónde se dirige la novela, ni, lo que es peor, la razón para pasar las páginas.
Así que todo confluye en un supuesto complot de alcance mundial que en realidad queda reducido al enfrentamiento en la biblioteca de la universidad de San Diego (la “secuenciación” destructiva de las bibliotecas está en el núcleo del conflicto virtual ideado por Vinge): un inverosímil combate entre los "Hacek" y los "Scoochis", adornado con las intrigas de un grupo de bibliotecarios y los autoengaños (si llegan a leer la novela me entenderán) de Alfred. Y encima con una técnica literaria discutible, rica en vulgarismos, de escasa profundidad y carente de cualquier detalle de calidad.
En suma, poco más de una enumeración del estado del arte de internet y un puñado de ideas que puede que en treinta años logren que esta obra se convierta en un referente por todo lo que anticipó (al estilo de la también decepcionante Neuromante). Pero hasta entonces, mi consejo es que se ahorren su lectura.
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