viernes, 28 de diciembre de 2018

El cartero (1985). David Brin

Una entrada más continúo reseñando cronológicamente las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta que aún no habían tenido una entrada independiente en este humilde blog. Ha llegado el momento de comentar "El cartero", una de las novelas más conocidas del estadounidense David Brin. Que no se alzó con el Premio Nébula de 1986 (ese honor le correspondió a "El juego de Ender", que reseñé en mi anterior entrada), pero que considero bastante superior a la ganadora, además de una novela más lograda que "Marea estelar", la novela del propio Brin que se había alzado con el Premio Nébula tan sólo un par de años antes. Y es que sin tratarse tampoco de una obra excepcional a causa de sus altibajos, se trata de una brillante novela de aventuras con un trasfondo especulativo realmente impactante.

Quizás la mayor virtud de esta obra sean sus primeras cien páginas, prácticamente perfectas. Partiendo de una acertada idea original (la adopción que Gordon hace por pura necesidad del rol de cartero en unos Estados Unidos post-apocalípticos), Brin subraya la dureza de la vida en esa época, equilibrándola sabiamente con la ilusión que despierta en las gentes un símbolo de los tiempos perdidos como es el cartero, y aderezándola con los episodios de ternura entre Gordon y Abby en Pine View. Podríamos hablar de una "novela corta" formidable.

Otra virtud de la novela es la habilidad narrativa que exhibe en ella Brin, mezclando continuas descripciones de los lugares y climas en los que transcurre la acción con un elenco de personajes que se comporta de manera creíble. Dos episodios concretos rayan, en mi opinión, a gran altura: el rescate del niño de manos holnistas en Eugene, aun a costa de la muerte de la madre, y el ambiente en el campamento holnista de Corvallis en el tramo final, presidido por las cruentas personalidades de Bezoar y Maddin.

Y es que los holnistas representan una acertada encarnación de los peores aspectos del ser humano (Brin incluso llega a proporcionar un supuesto texto de Holn). Otro detalle logrado es el Acta de Recuperación Nacional del Congreso Provisional de los Estados Unidos Restablecidos, pergeñada por Gordon. Y también son de agradecer las sólidas y repetidas explicaciones sobre los hechos que han conducido al desmorotamiento de los Estados Unidos (Tercera Guerra Mundial, cambio climático, desórdenes internos...).

"El cartero" es una novela que carece de graves defectos, pero sí pequeños desaciertos que, sumados en conjunto, afean ligeramente la impresión global. A saber: cierta sensación de alargamiento forzado de la novela, recurriendo a elementos motores (Cíclope, George Powathan) cuya relevancia no siempre parece estar justificada; un excesivo aunque por otra parte comprensible número de personajes, que se suceden en las páginas sin descanso, y que resultan difíciles de retener para el lector; la extraña relación entre Gordon y Dena, una mujer guiada por su tendencia a la locura y su implicación pro-feminista; el recurso al concepto de "acrecentados", difícilmente asumible y ni siquiera relevante para el desenlace de la novela; la ocultación de la amenaza que supuestamente acorrala a los supervivencialistas desde California; y un final abierto y hasta cierto punto esperable, sin que quede claro qué había estado buscando Gordon en realidad (y qué sigue buscando). Por lo que no podemos hablar de clásico, pero sí de una novela recomendable y disfrutable.

domingo, 16 de diciembre de 2018

El juego de Ender (1985). Orson Scott Card

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta que aún no hubieran tenido una entrada en este humilde blog. Voy a hablarles hoy de "El juego de Ender", ganador del Premio Nébula de 1986 y probablemente la novela más conocida del estadounidense Orson Scott Card. Que pasa por ser además una de las novelas de ciencia-ficción más populares del género para el lector en español en estas últimas décadas. Y que sin embargo no es en mi opinión merecedora de tanto reconocimiento y popularidad, ya que me parece una obra un tanto infantil, no demasiado bien narrada y con una supuesta sorpresa final que resulta demasiado obvia desde mucho antes del desenlace.

Leí "El juego de Ender" en su primera versión en el año 1994, es decir, cuando yo era poco más que un adolescente cuyo conocimiento del género literario de la ciencia-ficción era bastante limitado. Y sin embargo ya entonces me pareció una novela superficial, de lo que ahora se denomina (en inglés) para "young adult" (jóvenes adultos), muy en la línea de novelas como las de la saga de Lucky Starr de Isaac Asimov, o "Consigue un traje especial: viajarás" de Robert A. Heinlein. Es decir, novelas de trama sencilla, cuya razón de ser es casi exclusivamente el entretenimiento, orientadas a un público adolescente o en todo caso poco exigente. Pero sin la calidad literaria ni la carga especulativa que en mi modo de ver son clave en la literatura de ciencia-ficción del periodo de madurez, en la que "El juego de Ender", escrita en 1985, debería enmarcarse.

Card narra la historia de Ender Wiggin, tercero de tres hermanos en una sociedad que sólo permite tener dos, cuya existencia es tolerada por el Gobierno con la condición de ser reclutado con sólo seis años en la Escuela de Batalla, una academia donde aprenderá a luchar contra la raza alienígena de los Insectores (por cierto unos de los extraterrestres más flojos con los que me he topado en el género, poco más que un burdo remedo a gran escala de nuestros insectos). Este planteamiento centrado en un niño de tan corta edad supone todo un reto para el escritor, porque debe hacernos creer que Ender es realmente un niño y se comporta como tal ante las situaciones descritas. Un reto del que a decir verdad no sale muy bien parado, porque incluso teniendo en cuenta que el competitivo ambiente militar debería hacer madurar a Ender y sus pequeños compañeros de forma acelerada, determinadas escenas resultan poco creíbles sin atribuirle una edad mucho mayor.

Otro lastre considerable de la novela es que no está demasiado bien desarrollada, mezclando algunos capítulos muy descriptivos (por ejemplo aquellos que narran la formación de Ender), otros en los que la acción de combate en los juegos no queda del todo clara, y otros en cambio demasiado pausados, probablemente en un intento consciente de Card de darle a su obra una profundidad mayor que la derivada de una mera novela de aventuras militares. Ese pobre desarrollo probablemente sea la razón por la que el autor ha revisado posteriormente la novela varias veces en décadas posteriores, además de para adaptarla a su conversión en la novela central de una saga realmente extensa (a día de hoy consta de once novelas, no todas ellas traducidas al español).

Porque de hecho al año siguiente Card ya había publicado una continuación ("La voz de los muertos", que por cierto volvió a alzarse con el Premio Nébula). Continuación que como podrán adivinar nunca me ha animado a leer. Y es que a pesar de reconocer que la novela resulta aceptablemente entretenida, que contiene algún adelanto tecnológico certero como la red CalNet que interconecta a todas las personas en tiempo real, y que sabe capturar la evasión de los jóvenes a través del mundo virtual (un hecho que se acentúa cada vez más en nuestra sociedad contemporánea), pesan más sus defectos, y ese extraño intento de escribir una novela de adultos de carácter juvenil, a la que si los jóvenes se aproximan probablemente resulte inadecuada por la normalización de la violencia que defiende. Por no hablar de esa sorpresa final a la que me refería al comienzo, y que de sorpresa realmente no tiene nada.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Los árboles integrales (1984). Larry Niven

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta que me parecen interesantes y aún no han tenido una entrada independiente en este humilde blog. Voy a reseñar hoy "Los árboles integrales", una de las novelas menos conocidas de uno de los escritores más famosos del género, el estadounidense Larry Niven. Que como la novela que reseñé en mi anterior entrada ("La fusión de mentes") tampoco ganó el Premio Nébula de 1985 (ese honor le correspondió a la para mí claramente superada "Neuromante", de William Gibson), pero que en mi humilde opinión fue la más notable de todas las nominadas. Porque estamos ante una brillante historia de aventuras en un marco tan fascinante como cabría esperar en Niven, a la que no obstante le sobra cierta premura narrativa y le falta algo de calado literario para convertirse en un clásico.

Como era de esperar en Niven, la mayor virtud de la obra es su tono de aventura: la narración tiene la dosis justa de dinamismo, sin apabullar al lector con un exceso de acción pero a la vez presentando con maestría varias situaciones límite, de una precariedad absoluta. Y todo ello en un marco fascinante: el Anillo de Humo. Un marco creado con un incuestionable rigor científico, y enriquecido con unos excelentes esquemas introductorios, unos anexos con vocabulario específico de la novela, y toda una serie de detalles que reflejan el excelente trabajo del escritor.

Sin embargo, aunque las anteriores son virtudes incuestionables, eran hasta cierto punto esperables en una novela de Niven en sus mejores años. Lo que más sorprende al conocedor de su obra es la gran relevancia que en "Los árboles integrales" cobran los elementos especulativos y sociales. Y es que durante toda la novela asistimos al enfrentamiento de los distintos modelos sociales surgidos en el Anillo, y en ocasiones a los conflictos internos de un determinado grupo social. Baste citar la aparición de distintas figuras como los triunos, los Científicos y la Cresidenta, y la atención que Niven presta a esta vertiente de su obra, como lo refleja el trascendente detalle final de que Alfin renuncie a la tribu de Quinn para permanecer en el Árbol de Londres.

Mi valoración final que la aleja de la categoría de clásico se justifica en una serie de defectos que expongo a continuación. En primer lugar, Niven no deja claro desde el comienzo cuáles de los personajes que crea van a ser los verdaderos protagonistas de la narración, con lo cual es inevitable que el lector pierda parte de la riqueza de la novela. En segundo lugar, la prosa escueta y en ocasiones algo ambigua que caracteriza a Niven juega en contra de la lectura (por ejemplo, con frecuencia se echan en falta frases que rematen lo escrito). En tercer lugar, conforme la novela avanza adquiere una complejidad no del todo bien resuelta (por ejemplo, la organización social del Árbol de Londres no se presenta de manera nítida). Y en cuarto lugar, creo que sobra cierta violencia no justificada de los miembros de la tribu de Quinn hacia las del Árbol de Londres.

Para concluir, mencionar otros aciertos que surgen conforme avanza la lectura. Primero, el esfuerzo por explicar por qué la vida humana ha llegado al estado presentado en la novela. Segundo, la primera parte de la novela en su conjunto (un grupo de personajes bien escogido, que sufre unas penurias sobrecogedoras al tiempo que esperanzadoras). Tercero, la existencia de episodios especialmente intensos, como el salto al vacío de la tribu de Quinn tras sus enfrentamiento con la tribu de Dalton-Quinn. Y por último, la intervención final de Kendy, que remata la coherencia de la novela al tiempo que le da veracidad, por resultar fallida.

Por cierto, unos años más tarde Niven convirtió esta novela en saga con la publicación de "The smoke ring", pero desgraciadamente la novela permanece inédita en español y no he tenido oportunidad de leerla.

"El bosque oscuro" (2017). Cixin Liu

Continúo avanzando con esta nueva entrada en mi recorrido en orden cronológico por los autores y las novelas más relevantes del subgénero d...