sábado, 24 de abril de 2021

Rumbo a Marte (2008). Joe Haldeman

Con esta entrada prosigo las reseñas de las novelas que tienen como marco escénico el Planeta Rojo. Estamos ya a finales de la primera década de nuestro siglo, que fue cuando vio la luz "Rumbo a Marte", del estadounidense Joe Haldeman. Un escritor reputado, con varios premios en su haber y una parte considerable de su producción traducida al español. Que se lanzó a escribir sobre Marte desde una perspectiva poco frecuente hasta entonces. Y es que "Rumbo a Marte" es una novela que, inspirándose hasta cierto punto en las obras clásicas del género, plantea un enfoque singular sobre el establecimiento de la primera colonia humana en Marte, respetuosa con los elementos científico y tecnológico, y provocativa hasta lo inverosímil en las consecuencias de tal establecimiento.

Es difícil juzgar la novela como un todo, a causa de las dos mitades claramente diferenciadas que la conforman (aunque ambas tienen a la joven Carmen Dula como protagonista). La primera nos muestra con un estilo desenfadado y minucioso cómo podrían ser en el siglo XXII los preparativos, los viajes y la vida de los primeros colonos marcianos. Haldeman cuida todos los detalles (el Elevador Espacial, el Hotel Hilton para turistas adinerados, el interior de la nave John Carter), en un perceptible esfuerzo de verosimilitud (desde la selección de pasajeros de poco peso, pasando por los singulares aseos y comidas, hasta la estrictamente organizada vida a bordo de la nave o en la colonia), y teniendo presente en todo momento las restricciones que sabemos la ciencia impone a la vida en el espacio o en el Planeta Rojo. Mientras que la segunda mitad nos propone un ambicioso salto en la trama, de dimensiones cósmicas, menos fundado en la ciencia y más apresurado en sus desarrollo y desenlace.

En mi opinión a la obra de Haldeman le suele faltar un punto de profundidad, y esta novela es otro buen ejemplo. Aunque los diecinueve años de su protagonista pueden contribuir a la relativa superficialidad que trasluce, a menudo las interrelaciones de los personajes son arquetípicas (la relación entre Carmen y el piloto Paul Collins, sus padres comprensivos, su hermano menor más inquieto...), la atención prestada al sexo en la que no olvidemos es una de las primeras expediciones a Marte un tanto excesiva, y personajes como la mala-malísima Dargo Solingen resultan simples y planos. El resultado, no obstante, es agradable de leer, dinámico gracias a sus capítulos cortos, y con detalles simpáticos, pero a veces da la impresión de que sus protagonistas son más unos domingueros que se divierten pasando unos días de camping que unos colonos con la trascendental misión de asentar al ser humano en Marte.

El encuentro accidental de Carmen con Rojo y el resto de marcianos que da comienzo a la segunda mitad de la obra no está desde mi punto de vista bien justificado (no se comprende a qué sale Carmen aquella noche), pero sirve para cambiar radicalmente las pretensiones de la novela, lo que conlleva que Haldeman readapte el estilo. La evolución de las reacciones de los colonos ante la interacción con los marcianos está bien reflejada, y la gradual colaboración de extraterrestres y humanos en una causa común traslada unos valores que ojalá se defiendan realmente en el futuro si se da el caso. Pero a pesar de buenos detalles técnicos como las modulaciones en amplitud o frecuencia de las señales enviadas por los Otros, paulatinamente Haldeman comienza a exigir al lector que acepte sin más avances y amenazas que cada vez se antojan más inverosímiles. Y la novela se resiente.

Porque al llevar tales amenazas hasta sus últimas consecuencias, Haldeman se ve obligado nada menos que a desintegrar Tritón y a dañar notablemente nuestra Luna. Y todo ello a causa de la apertura de una caja de Pandora de dimensiones galácticas que había estado latente nada menos que desde los comienzos de la humanidad. El caso es que, si reflexionamos sobre ello, lo que nos sugiere Haldeman podría sentido considerando cuál ha sido el devenir de nuestra historia, pero lo presenta de forma apresurada, sin conferirle la dimensión adecuada, y con personajes de última hora que son de cartón piedra.

De ello deviene esa sensación de que la novela podría haber dado más de sí si el escritor le hubiera conferido más pausa, más profundidad, más interés en atar cabos sueltos, y un punto menos de ambición galáctica. En cambio, se queda en una lectura fácil y entretenida, por momentos sugestiva y cautivadora en lo relativo a Marte, y con un mensaje final un tanto sombrío a modo de contrapunto, pero lejos de la excelencia.

Mencionar, por último, que "Rumbo a Marte" ha resultado ser la primera novela de una trilogía que hasta donde yo sé no se ha traducido en su integridad a nuestro idioma, y que no he tenido el gusto de seguir leyendo.

sábado, 10 de abril de 2021

Camino Desolación (1988). Ian McDonald

Una entrada más continúo reseñanado las novelas que tienen como trasfondo o marco escénico a Marte. Avanzamos en el tiempo y llegamos ya a 1988. Como ya he comentado en otras ocasiones, los ochenta fueron en mi opinión una década relativamente floja para la literatura de ciencia-ficción. Y esta novela es un buen ejemplo. "Camino desolación" fue la obra con la que debutó el británico Ian McDonald, y su reconocimiento fue instantáneo. Tanto que consiguió el Premio Locus, que no es el más prestigioso del género pero sí refleja bien a las claras la popularidad que alcanzó. Un reconocimiento en mi humilde opinión completamente inmerecido. Porque seguramente se trata de la novela más original que se ha escrito sobre Marte, pero ese derroche imaginativo resulta fútil por su inverosimilitud extrema y por el carrusel de personajes y situaciones que apabullan al lector hasta hacerle perder el interés.

Lo peor que puede decirse de esta novela es que transcurre en Marte como podría transcurrir en cualquier otro sitio. Aunque McDonald explica cómo la compañía ROTECH la terraformó en un futuro relativamente lejano (aproximadamente ochocientos años marcianos, casi mil seiscientos terrestres), y aun agradeciendo las explicaciones que nos ofrece para detalles tales como el mantenimiento de la atmósfera o la generación del clima, todo lo que sucede en el libro podría haber tenido lugar en cualquier otro planeta. Y eso que la caracterización de los lugares es muy minuciosa y a menudo atrayente dentro de su falta de realismo (el propio Camino Desolación, pero también Belladona, Kershaw, Chryse...), pero al terminar la lectura resulta obvio que el autor no ha aprovechado ninguna de las singularidades del Planeta Rojo.

A tal fracaso contribuyen de manera decisiva todas las licencias que se permite el escritor: lo de los viajes en el tiempo (aunque muy llevado al extremo) puede tener un pase, pero el uso indiscriminado de las distorsiones temporales, la forma en la que muchos de los personajes se ganan la vida o incluso mueren, las atracciones que los entretienen (baste citar la Feria Ambulante y Fantasía Educativa de Adam Black), la reencarnación del diablo para jugar una partida de billar, el culto a la "santa" Tasmeen Mandela, el Omniverso Pamplasmático... Todo ello es más propio de la fantasía más licenciosa que de una novela medianamente seria sobre la vida en Marte.

La obra también hace aguas desde el punto de vista literario: sin una estructura sólida, en su mayor parte está conformada por una serie de episodios fragmentados de una cantidad tan amplia de personajes que a menudo resultan difíciles de seguir. Y cuando al fin parece que la trama comienza a cuajar en el último tercio, con el levantamiento obrero frente al feudalismo industrial en que se basa la explotación de Villa Acero como línea narrativa, McDonald la arruina conviertiéndola en una fatigosa contienda entre las más diversas facciones, que se alarga durante varios capítulos, con una delirante exhibición de armamento, hasta que el lector termina por desconectar definitivamente.

De lo poco salvable de la novela es el elenco de personajes. Mayoritariamente tan extremos que resultan por completo increíbles, su singularidad les hace reconocibles, y en la mente de McDonald al menos están claras sus vivencias e interdependencias, hasta el extremo de que prácticamente todos ellos reciben un final específico. Además, la atención está razonablemente bien repartida entre todos ellos, muchos de ellos poseen nombres o apellidos intencionales (los Stalin, los Mandela), y en algunos casos sus motivaciones y sus actos están bien acompasados (como el Doctor Alimantando, o Limaal Mandela). El otro punto a favor de la novela es la tremenda imaginación que hay tras ella (profesiones, denominaciones, inquietudes, empleo de la tecnología), muy desordenada y poco aprehensible, pero perceptible.

Incluso el desenlace de la novela resulta decepcionante por previsible: "Camino Desolación" resulta ser el típico lugar en medio de la nada (como si fuera una novela sobre el Medio Oeste), que durante un tiempo experimenta un auge inusitado pero que poco después termina mortecino y finalmente abandonado. Lo mismo que el lector tras leer esta novela. Sin duda habría formado parte de mi lista de quince novelas decepcionantes, si la hubiera leído para cuando la confeccioné.

"Accelerando" (2011). Charles Stross

Una nueva entrada prosigo con la reseña en orden cronológico de los autores y las novelas más representativas de la ciencia-ficción dura . ...