viernes, 25 de agosto de 2017

Tiempo desarticulado (1959). Philip K. Dick

Con la reseña de la presente novela empiezo mi serie de entradas específicamente dedicadas a la alteración de la realidad en la literatura de ciencia-ficción, de la mano de dos de los escritores de referencia en ese ámbito: Philip K. Dick y Robert C. Wilson. Siguiendo como de costumbre un orden cronológico, voy a empezar por "Tiempo desarticulado", una de las primeras novelas en la carrera del estadounidense Philip K. Dick, puesto que vio la luz en 1959. Y que pese a tratarse de una de sus primeras obras, me parece una meritoria novela, articulada sobre dos de los pilares básicos de su bibliografía: el cuestionamiento de la realidad y el control gubernamental. Razones por la cual la he seleccionado como la primera novela realmente representativa de su carrera en este ámbito del cuestionamiento de la realidad.

Para lograr el mayor impacto posible y a la vez situar al lector, Dick parte de una pequeña ciudad cualquiera en la Norteamérica de 1959: con sus suburbios, su descampado, su autopista, su supermercado... Y con ritmo ágil nos va introduciendo en las pequeñas vidas de unos cuantos personajes, que sutilmente se van complicando conforme la neurosis esquizofrénica de Ragle Gumm, el protagonista ideado por Dick que se gana la vida acertando diariamente el concurso del periódico local, va cobrando relevancia.

Pero sin duda lo mejor de la novela surge cuando los allegados de Gumm (su hijo Sammy, su esposa Margo, su cuñado Vic) van descubriendo anomalías que confirman un cuestionamiento evidente de la realidad más allá de los problemas mentales y el talento interpretativo para los concursos de su protagonista. Es en esos capítulos en los que Gumm planifica y ejecuta sus dos huídas de la ciudad (la primera en solitario, la segunda en compañía de Vic) cuando Dick raya a gran altura: crea una atmósfera tremendamete opresiva, va yendo de sorpresa en sorpresa, y finalmente nos revela una explicación plausible pero impactante para las anomalías temporales reveladas, que esconde nada menos que una Guerra Civil entre la Tierra y la Luna.

Pese a estos aciertos, la novela adolece de ciertos defectos que impiden considerarla un clásico del género. El más obvio es la imposibilidad de que Gumm acierte a diario el concurso sobre la ubicación del hombrecito verde. Asimismo perdura la impresión de Dick podía haber desarrollado más algunos puntos de la trama, que apenas si son sugeridos. Otros detalles de la explicación proporcionada por Dick también flojean (que sus personajes nunca se cuestionen dónde están viviendo, que en apenas unas décadas la Luna y Venus hayan sido colonizados, que la segunda huída transcurra íntegramente en menos de 12 horas...). Tampoco está muy bien integrado en la trama el rol de la señora Keitelbein, y en general algunos personajes secundarios son demasiado esquemáticos.

A cambio, y con una extensión saludablemente contenida y una prosa sencilla adornada con puntuales guiños humorísticos, Dick cautiva al lector mostrándole hasta qué extremos puede llegar el control gubernamental si las circunstancias lo aconsejan, cómo la locura puede servir de eslabón para enlazar las distintas realidades, o cómo puede llegar a parecer auténtica la más artificial de las ciudades. Creando así una lectura tan sugestiva como inquietante, y además precursora de los clásicos que Dick escribiría en años posteriores a partir de estos mimbres.

sábado, 12 de agosto de 2017

La alteración de la realidad: Philip K. Dick vs. Robert C. Wilson

Una vez concluida mi serie de entradas dedicada a las ucronías, abro con la presente entrada un nuevo tema con el que seguir ampliando la perspectiva de los lectores de este humilde blog sobre el maravilloso género de la literatura de ciencia-ficción. En esta oportunidad voy a tratar de un ámbito que en mi opinión aún no ha alcanzado (a diferencia de las ucronías) la categoría de subgénero, pero que está relacionado con ellas y posiblemente con el tiempo llegue a alcanzarlo, habida cuenta de los frutos que ya ha producido. Me refiero a la exploración de las situaciones a las que conduce la alteración de la realidad, que la ciencia-ficción lleva décadas explorando con fascinantes resultados. Y lo voy a hacer de la mano de los que para mí son los dos mayores exponentes de esta alteración de la realidad dentro el género: los estadounidenses Philip K. Dick y Robert C. Wilson.

Lo interesante de enfrentar a estos dos escritores radica en que su aproximación a la alteración de la realidad es tan diferente como reconocible. Dick es un escritor mundialmente famoso por esas novelas, situadas en un futuro no muy lejano y protagonizadas por personajes que distan mucho de los héroes convencionales, que comienzan presentándonos una realidad reconocible y aceptable para, gradualmente, ir introduciendo inquietantes elementos de otra realidad, a menudo sólo perceptibles por uno o un número reducido de personajes, hasta crear una atmósfera asfixiante en la que el cuestionamiento de todo lo presentado es absoluto. Mientras que Wilson, aunque también suele decantarse por situar sus novelas en un futuro cercano y partir de escenarios relativamente cotidianos, presenta la alteración de la realidad como un fenómeno a gran escala, incuestionable, que sucede de pronto, y obliga a sus personajes a unas experiencias vitales trepidantes, que jamás esperaron vivir.

En mi opinión, lo más fascinante de las novelas de realidad alterada de Dick es la manera como consigue que el lector se zambulla en el caos creciente, y no sólo no se desoriente y desinterese, sino que disfrute con ello. Y es que Dick sabe en sus mejores novelas mantener un mínimo de elementos de referencia ambientales y la suficiente coherencia argumental para que sus obras no desentonen en un ámbito que debe ser tan riguroso como la ciencia ficción. Mientras que lo más fascinante de las novelas de realidad alterada de Wilson es lo impactante de sus alteraciones, y cómo a partir de esas se desarrollan auténticos thrillers, llenos de tensión e intensidad, y a menudo con desenlaces sorprendentes.

Aunque ambos autores no llegaron a publicar sus novelas simultáneamente (Dick falleció en 1982 y Wilson publicó su primera novela en 1986), por lo que no podemos hablar de imitaciones ni influencias directas, comparten varios aspectos. Entre ellos su personalidad acusada y fácilmente reconocible a la hora de escribir. También la innegable concisión de sus novelas, independientemente de que abarquen uno o más hilos argumentales, con capítulos relativamente cortos y un ritmo narrativo alto. Y uno adicional y relativamente curioso: que su bibliografía ha sido reconocida con un número de premios sensiblemente menor que la relevancia que han alcanzado (algo especialmente notorio en el caso de Dick, que cuenta con una auténtica legión de escritores imitadores).

No todas las obras de Philip K. Dick encajan por igual en esta realidad alterada. Y de ellas, no todas brillan al mismo nivel. Por lo que no voy a presentarles un repaso exhaustivo a su bibliografía (que está traducida íntegramente al español), sino una selección de sus novelas más representativas en este ámbito, que cronológicamente abarcan desde 1959 a 1974. En cambio Robert C. Wilson ha sido hasta la fecha un lector con menos suerte en su bibliografía en español (menos de un tercio de sus novelas han sido editadas), por lo que voy a presentarles todas sus obras traducidas, dado que a mi modo de ver todas ellas encajan con naturalidad en esta realidad alterada.

Las novelas que voy a reseñar de Dick en este ámbito son las siguientes:
Tiempo desarticulado (1959)
El hombre en el castillo (1962)
Los tres estimas de Palmer Eldritch (1964)
Tiempo de Marte (1964)
Dr. Bloodmoney (1965)
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968)
Ubik (1969)
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974)

Y de Robert C. Wilson, las siguientes:
Nómadas (1989)
Mysterium (1994)
Darwinia (1998)
Los cronolitos (2001)
Testigos de las estrellas (2003)
Spin (2005)

Varias de estas novelas ya han sido reseñadas en este mismo blog por una u otra razón, por lo que ya he incluido los enlaces a dichas reseñas. En meses venideros reseñaré solamente aquellas de las que aún no les he hablado.

Un último apunte: la idea de emparentar y a la vez enfrentar los enfoques que siguen estos dos escritores a la hora de alterar la realidad es enteramente mía. Desconozco si alguien más habrá hecho este ejercicio previamente, ni si los eruditos del género considerarán una aberración este enfrentamiento. Pero espero que si siguen esta entrada y las novelas que les presente terminen compartiendo las razones por las que los he enfrentado.

"El despertar del Leviatán" (2011). James S A Corey

Mi recorrido por los autores y las obras más relevantes del subgénero de la ciencia-ficción dura continúa avanzando con la presente entrad...