domingo, 27 de junio de 2021

Los escritores británicos en la ciencia-ficción

Una vez terminadas las reseñas sobre las novelas ambientadas en el Planeta Rojo, con la presente entrada inicio un nuevo tema dentro del siempre apasionante mundo de la literatura de ciencia-ficción. Un tema que inicio con pasión contenida, pues llevaba ya tiempo con ganas de dedicar unos meses a un asunto en el que siempre he pensado que no se ha insistido lo suficiente: la importancia de los escritores británicos en la literatura de ciencia-ficción. Me explico.

Casi instintivamente todos tendemos a identificar la ciencia-ficción en general, y la literatura de ciencia-ficción en particular, como una manifestación cultural de los E.E.U.U. A ello sin duda ha contribuido decisivamente la influencia de las producciones de Hollywood a la hora de confirmar culturalmente el género. Pero también es cierto que allí es donde se creó la primera asociación de escritores, donde se entregan desde hace décadas los Premios Hugo y Nébula, donde se produce la mayor cantidad de obras del género... Incluso fue allí donde surgieron las primeras revistas dedicadas al mismo hace prácticamente un siglo. Y la gran mayoría de grandes nombres que nos ha dejado el género proviene de allí.

Y sin embargo, si nos detenemos a pensar en ello, repararemos en que, por ejemplo, el primer escritor que realmente publicó novelas no ya de anticipación científica, sino de auténtica ciencia-ficción, fue el británico Herbert George Wells a finales del siglo XIX. O que por ejemplo durante la primera mitad del siglo XX los grandes escritores del género (desde Aldous Huxley hasta Olaf Stapledon) eran británicos que escriban genuinas novelas y no relatos cortos más o menos amateurs. O que durante décadas el escritor más conocido del género por el gran público fue el británico Arthur C. Clarke. O que algunas de las grandes tendencias del género se iniciaron en el Reino Unido y tuvieron a grandes nombres del género como Michael Moorcock o Christopher Priest como iniciadores o exponentes. Evidentemente los británicos cuentan con la ventaja de compartir idioma con los estadounidenses, y eso les ha ayudado a su repercusión internacional, pero como vemos su influencia en el género ha sido claramente superior a la que podríamos concluir en una reflexión apresurada.

Por ello la composición con las fotos de H.G Wells, Aldous Huxley, Arthur C. Clarke y Christopher Priest que ilustra esta entrada no es sino un breve anticipo de lo que nos vamos a poder encontrar en los próximos meses. Una lista de escritores en su mayoría muy conocidos para el lector en español, que con frecuencia no sólo habrán ganado los dos galardones más relevantes del género en el Reino Unido (los Premios BSFA, de la Asociación Británica de Ciencia-Ficción, y el Premio Arthur C. Clarke, a la mejor novela de ciencia ficción publicada por primera vez en el Reino Unido), sino también los prestigiosos Hugo y Nébula, y que en muchas ocasiones supusieron un auténtico hito para el género, desde Anthony Burguess hasta Neil Gaiman. Como es habitual, realizaré el recorrido en orden cronológico, sirviéndome para ello de una de sus novelas más reputadas disponibles en nuestro idioma.

He aquí la lista, nada menos que treinta escritores diferentes a lo largo de casi ciento veinte años de literatura:

H. G. Wells - "La guerra de los mundos" (1898)
Aldous Huxley - "Un mundo feliz" (1932)
Olaf Stapledon - "Sirio" (1944)
George Orwell - "1984" (1949)
John Wyndham - "Las crisálidas" (1955)
Arthur C. Clarke - "La ciudad y las estrellas" (1956)
Anthony Burguess - "La naranja mecánica" (1962)
J.G. Ballard - "El mundo sumergido" (1962)
Brian W. Aldiss - "Un mundo devastado" (1965)
Keith Roberts - "Pavana" (1968)
Christopher Priest - "Fuga para una isla" (1972)
John Brunner - "El rebaño ciego" (1972)
Bob Shaw - "Periplo nocturno" (1972)
Fred y Geoffrey Hole - "Infierno" (1973)
Ian Watson - "Empotrados" (1973)
Michael Moorcock - "Gloriana o la reina insatisfecha" (1978)
Charles Sheffield - "La telaraña entre los mundos" (1979)
Nicola Griffith - "Río lento" (1995)
Alastair Reynolds - "Espacio revelación" (2000)
Ken MacLeod - "El torreón del cosmonauta" (2000)
Jon Courtenay Grimwood - "Pashadaze" (2001)
Neil Gaiman - "American Gods" (2001)
Paul J. McAuley - "Hijo del río" (2002)
Ian R. MacLeod - "Las edades de la luz" (2003)
Geoff Ryman - "Aire" (2004)
Jo Walton - "El círculo de Farthing" (2006)
Stephen Baxter - "Inundación" (2008)
China Miéville - "Embassytown. La ciudad embajada" (2011)
Adrian Tchaikovsky - "Herederos del tiempo" (2015)
Tade Thompson - "Rosalera" (2018)

Muchas de estas novelas ya han recibido su reseña individual a causa de alguna otra temática tratada por este humilde blog a lo largo de su década de historia; en tales casos, simplemente he añadido el enlace a la entrada correspondiente. En otras ocasiones el escritor en cuestión sí habrá recibido al menos una reseña de una de sus novelas, pero optaré por presentar otra novela suya digna de atención y que aún no hubiera recibido su entrada individual. Y finalmente, algunos escritores será la primera vez que desfilen por el blog, una primera oportunidad de reflexionar sobre su obra.

Espero que el tema les resulte tan apasionante como a mí; si es el caso, les emplazo a mi próxima entrada, dentro de unos días.

domingo, 13 de junio de 2021

Amanecer rojo (2014). Pierce Brown

Con la presente entrada finalizo mi recorrido por muchas de las más relevantes novelas sobre el Planeta Rojo disponibles para el lector en español. Seguimos avanzando en el tiempo, y nos situamos ya en el año 2014, que fue cuando vio la luz el debut literario en formato novela del estadounidense Pierce Brown. "Amanecer rojo" supuso un notable fenómeno editorial a nivel internacional, hasta el punto de que poco después ya se había convertido en la primera entrega de una trilogía disponible íntegramente en nuestro idioma. Ciñéndonos a la primera entrega, debo decir que había leído muchas críticas positivas sobre ella, por lo que la comencé con altas expectativas, que desgraciadamente se vieron defraudadas. Porque se trata de una novela con un atrayente marco escénico, un sugestivo punto de partida, una estimulante estratificación social y material para profundas reflexiones. Pero que se echa a perder por su sobredosis de violencia y su exagerada extensión.

Brown plantea una Marte terraformada y habitada desde hace setecientos años como parte de la expansión de la raza humana por nuestro sistema solar, aunque los rojos, que conforman el estrato social más bajo, lo desconocen y siguen perforando las profundidas del planeta para extraer el preciado Helio-3 que supuestamente permitirá en un futuro esa terraformación. A este estrato pertenece Darrow, protagonista absoluto del libro, quien malvive bajo tierra junto a su familia hasta que el ajusticiamiento de su esposa Eo, y la reacción que tal hecho provoca en él, termina desencadenando una serie de acontecimientos que lo sacarán del inframundo y lo transformarán en un dorado, miembro de la clase dominante y candidato a alcanzar las mayores cotas de poder. Se trata por tanto de un enfoque original para una historia ambientada en el Planeta Rojo, mezcla de distopía y viaje iniciático, que el escritor, lastrado por una bisoñez evidente, malogra al no saber aprovechar estos mimbres.

Porque lo mejor de la novela es sin duda esa primera parte sórdida, desesperanzada y sin embargo impregnada de una humanidad que se impone a pesar de todas las dificultages. Pero con la segunda parte, ya fuera de los túneles de Lico, centrada en la transformación de Darrow en una nueva persona gracias a los Hermanos de Ares, la novela empieza a perder verosimilitud a causa por una parte de la magnitud de los cambios que el tallista efectúa sobre el protagonista (incluso contando con la tecnología del futuro), y especialmente por el papel no del todo justificado que desempeña realmente la organización de Ares.

Pero con casi dos tercios de la novela por delante, son las dos partes restantes las que se desinflan paulatinamente. En lugar de aprovechar los distintos colores sociales (grises, rosas, azules...) sobre los que en teoría debería cimentarse una variopinta y jugosa sociedad marciana, y en lugar de lo que prometía ser un fascinante recorrido por Planeta Rojo una vez Darrow dejó atrás su vida subterránea, Brown gasta el resto de páginas en un mero juego de selección del dorado más capacitado para entrar en el prestigioso Instituto. Que, por supuesto, terminará siendo Darrow. Nada más.

Por resaltar aspectos positivos de estas dos últimas partes, mencionaré que el lector se encontrará con algunos personajes bien recreados (Casio, Sevro, Mustang, Roque), aunque otros me parecen francamente esquemáticos o inverosímiles (calificativo aplicable a todos los prétores del Olimpo). Resaltaré también que algunos lugares de Agea, la zona del Valles Marineris donde transcurren ambas, resultan fascinantes a la vez que fáciles de seguir gracias al mapa adjunto. Pero esos aciertos puntuales pierden su fuerza ante las nada menos que doce Casas en que se estructuran los participantes en el juego y que deberán enfrentarse entre ellas. Es obvio que con tres o cuatro Casas habría bastado, pero ese número tan amplio permite al autor llenar capítulos y más capítulos de enfrentamientos y peleas reiterativas y con un denominador común: la violencia sensacionalista. Un aspecto omnipresente que, complementado por alguno de los valores más despreciables de los seres humanos, apenas deja espacio para las reflexiones distópicas que la novela prometía al comienzo.

Otro defecto evidente es el hecho de que las dos "sorpresas" argumentales de la novela repiten el mismo truco: la filiación (Julian y Casio, Mustang y El Chacal), un recurso manido aunque Brown sólo lo hubiera empleado una vez. También hay detalles que afean el elemento científico (baste recordar las entrañas de los caballos ocupadas por los Aulladores). Por otra parte, hay tantas casas y facciones que es fácil perderse a la hora de entender quién está luchando contra quién. Y el desenlace, aunque se esfuerza por atar cabos, no se sale ni un ápice de lo esperado, incluso en lo relativo a Nerón.

Con ciento cincuenta páginas menos y un mejor equilibrio entre la violencia y otros valores más estimulantes que en buena lógica también deben existir en toda sociedad y, por supuesto, en una buena obra literaria, me habría animado a leer las otras dos partes de esta trilogía. Pero a la vista de lo que ofrece "Amanecer Rojo", esa opción quedó descartada.

"El despertar del Leviatán" (2011). James S A Corey

Mi recorrido por los autores y las obras más relevantes del subgénero de la ciencia-ficción dura continúa avanzando con la presente entrad...