Una nueva entrada prosigo reseñando en orden cronológico las novelas ganadoras y nominadas que he seleccionado como más representativas de los Premios Nébula, para mí los más importantes de la ciencia-ficción. Le ha llegado el turno a "Flores para Algernon", la novela más famosa del estadounidense Daniel Keyes. Que, de manera excepcional, compartió el premio Nébula de su año con "Babel 17", la novela que reseñé en mi anterior entrada. En lo que, con la perspectiva que dan los más de cincuenta años de distancia, me parece una de las mayores injusticias de dichos premios. Porque comparar la pretenciosa y fallida novela de Samuel R. Delany con la excelente novela de Keyes es un ejercicio difícilmente defendible. Y es que aunque se sitúe en los límites de la ciencia-ficción, "Flores para Algernon" es una novela a la altura de su fama: original, bien estructurada, amena, emotiva y que da mucho que pensar.
El argumento creado por Keyes es brillante: Charlie Gordon, bondadoso y trabajador a pesar de su cociente intelectual de 68, es sometido con éxito a una cirugía experimental (explicada en capítulos posteriores) con el fin de aumentar su inteligencia. Que la operación logre su propósito posibilita que los informes de progreso que regularmente escribe Charlie vayan mejorando no sólo en ortografía y gramática, sino sobre todo en la comprensión del mundo que le rodea. Lo cual no resulta un proceso tan fascinante como podría pensarse, pues a través de certeros flashbacks y sueños insertados estratégicamente entre sus vivencias presentes, el lector va descubriendo que los que Charlie consideraba sus amigos en realidad se burlaban recurrentemente de él, que su madre abandonó tras años de esfuerzo su lucha por otorgarle una inteligencia normal y prefirió excluirlo de su vida, o que los directores de su operación (Nemus y Strauss) no conocen tanto sobre la técnica empleada como aparentan, y se mueven por pasiones humanas no siempre admirables. Son informes muy emotivos (sin caer en lo sensiblero) que evolucionan gradualmente, reflejando grandes conocimientos psicológicos y un planteamiento científico muy de agradecer.
Conforme Charlie va convirtiéndose en un genio, le surgen las oportunidades para reconciliarse con su familia, para reivindicar su verdadero papel en la nueva cirugía, o para hacerse valer en su trabajo en la panadería. Pero Keyes nos muestra que todo ello no le propoorciona a Charlie una mayor felicidad, sino una pérdida de amistades, un aislamiento y una incomprensión crecientes. Así, Charlie intenta refugiarse en su relación con Alice, su antigua profesora del centro para alumnos retrasados, pero ello desemboca en una embarullada historia de amor no correspondido y sexo no bien encauzado, que se emborrona aún más con la aparición de Fay, su díscola vecina. Son las peores páginas de la novela.
El gradual deterioro mental de la rata Algernon, que da título a la obra, le anticipa a Charlie cuál va a ser su desenlace, pero antes tiene tiempo de elaborar un informe científico en el que se desaconseja la nueva técnica, de disfrutar durante unos días de la compañía de Alice, y de percatarse de cómo poco a poco pierde sus efímeras facultades. Son capítulos emocionantes y llenos de valiosas reflexiones sobre el amor y la vida.
Aparte del embarullado triángulo amoroso con Alice y Fay, los otros defectos que causaron que mi valoración final la situara justo por debajo de mi lista de novelas personalísimamente favoritas fueron los no del todo bien diferenciados compañeros de Charlie en la panadería (un fallo un tanto inesperado dada la excepcional caracterización del protagonista), y un desenlace previsible que le resta fuerza al tramo final de la novela. En todo caso defectos relativamente menores en comparación con el calado de esta novela, que perdura durante años en la mente del lector.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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