Con esta entrada doy comienzo a las reseñas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la presente década, que he tenido ocasión de leer y que aún no habían tenido una entrada independiente en este humilde blog. Voy a reseñar en esta oportunidad "Embassytown. La Ciudad Embajada", del británico China Mieville. Que fue finalista de los Premios Nébula el año en que la ganadora fue la novela de fantasía "Entre extraños", de la también británica Jo Walton. Mieville es esencialmente un escritor de fantasía, que cuenta además con ciertos prejuicios dentro del género por sus posiciones políticas de "ultra-izquierda". Pero debo comenzar aclarando que la presente es sin duda una novela de ciencia-ficción que no va a molestar a los que detestan magos y pócimas, y que la radicalidad política del autor no se manifiesta en ella, por lo que puede leerla cualquier aficionado al género. Otra cosa es el disfrute de la misma: se trata sin duda de una novela muy original, meritoria desde el punto de vista conceptual y muy bien desarrollada en todo lo relativo al lenguaje. Pero es también lenta, escasa de acontecimientos, con personajes muy esquemáticos y una capacidad prácticamente nula de enganchar al lector.
Quizá mi impresión final mayormente desfavorable se viera condicionada por el primer tercio de la novela (sus tres primeras partes). Y es que aunque la prosa de Mieville resulta agradable al inicio, y la ambientación de la Ciudad Embajada dentro de la urbe de los Ariekeies cautivadora, durante todas esas páginas la paciencia del lector se pone prueba. No tanto por la cantidad de nuevos (y en su mayoría ingeniosos y bien razonados) conceptos, que eso para el aficionado a la ciencia-ficción no es un obstáculo, sino por la ausencia casi total de acontecimientos (apenas un par de recepciones/fiestas que el escritor estira mucho más de lo deseable), por una continua alternancia entre pasado y presente para no revelar apenas nada que resulta frustrante, y por un ritmo lentísimo, con páginas y más páginas de puro relleno. Así que cuando empieza la cuarta parte (Adictos) y la novela por fin empieza a permitir que nos sumerjamos en ella, el daño a nuestra capacidad de disfrute es ya casi irreparable.
Pero a mi modo de ver tampoco entonces la novela consigue engancharnos. Fundamentalmente por culpa de un elenco de personajes amplio y bien compensado entre Terre y Anfitriones, pero muy esquemático, más propio de los primeros pasos del género hace casi cien años: como mucho podremos profundizar en la evolución de su protagonista, Avice, pero el resto de los humanos apenas llegan a cobrar vida ante nosotros, por muchas páginas que ocupen. De hecho, es curioso que alguno de los Ariekei terminen resultándonos proporcionalmente más reconocibles (tal es el caso de Colmena o de Bailaora Española). Entiendo que "Embassytown" es más una novela de ideas y reflexiones que de aconteceres, pero en mi opinión el cuidado que presta el escritor a los encargados de motivar esas reflexiones queda por debajo del mínimo exigible.
Si a lo anterior le añadimos la complejidad de la principal idea que sustenta la novela (el control de una raza alienígena gracias a la evolución de su lenguaje), lo confusas que resultan las descripciones de los episodios en espacios abiertos, un grado de violencia superior al necesario en una novela tan especulativa, y la inconsistencia de algunas ideas (como por ejemplo el hecho de que sólo haya un enclave humano por la imposibilidad de respirar el aire del planeta, para más adelane descubrir que abundan los enclaves de colonos y granjeros humanos), se entenderá la decepción que me supuso su lectura.
Y es una pena, porque todo lo que plantea Mieville respecto al Idioma Ariekei (su fonética corte-giro, el que sólo los Embajadores puedan hablarlo, la imposibilidade de mentir por su propia naturaleza, la manera como finalmente Bailora Española consigue hacerlo evolucionar) apela a la inteligencia del lector y refleja el incuestionable dominio del escritor sobre este tema. Así como lo relativo al ínmer, la condición de puerto-frontera de la Ciudad Embajada y sus intercambios mercantiles, toda la pléyade de biodispositivos, los esfuerzos colonizadores de Bremen, el insospechado efecto que produce en los Ariekei el Embajador EzRa, las facciones en que se fraccionan los Ariekei conforme los acontecimientos por fin empiezan a desarrollarse, e incluso la morfología de los propios alienígenas, hubieran merecido una mejor impresión por mi parte. Pero ni siquiera la meritoria forma en la que el escritor va haciendo entrar en juego a sus distintos personajes en el desenlace consiguió eliminar del todo mi sensación de fatiga, y mis ganas por llegar cuanto antes al final para comenzar otra novela. Lo dicho, una pena.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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