Una vez terminado mi recorrido por las principales distopías del siglo XX, con la presente entrada comienzo una nueva y apasionante travesía por otro de los principales subgéneros de la literatura de ciencia-ficción: la ciencia-ficción dura (o "hard", dado que a menudo se emplea directamente su calificativo en inglés). En esta oportunidad, la idea de dedicar unos meses a este fascinante subgénero no ha sido mía: hace casi un año, uno de mis amables seguidores (del que, por supuesto, no revelaré su identidad) me envió un mensaje privado para comentar al escritor australiano Greg Egan, y tras un par de correos acabó sugiriéndome la idea de realizar una retrospectiva sobre la ciencia-ficción dura. Una idea que había contemplado en varias ocasiones a lo largo de los años, pero que, siendo sincero, siempre había descartado por una razón principal: pensaba que iba a carecer del tirón suficiente. Pero este intercambio de mensajes me convenció de lo contrario.
Y es que, aunque probablemente sea el subgénero en el cual el público en general piensa cuando escucha el término "ciencia-ficción", la ciencia-ficción dura es seguramente el que más rechazo genera. A modo de ejemplo, el caso de Greg Egan es paradigmático: para muchos lectores (incluso grandes aficionados al género) la lectura de sus obras puede resultar demasiado ardua, con lo cual el placer de la lectura puede verse entorpecido por las dificultades de comprensión. En otras palabras, una cosa es que la obra en cuestión goce de un elemento científico razonablemente cuidado, para que podamos hablar de ciencia-ficción y no de fantasía, y otra que dicho elemento científico acapare todo el protagonismo. En especial si la ciencia que monopoliza toda nuestra atención está fundada en los últimos avances del conocimiento, por lo cual su entendimiento podría no ser sencillo incluso para lectores con una buena base científica y teconológica.
El término lo usó por primera vez en 1957 P. Schuyler Miller en una reseña de una novela de uno de los padres ideológicos del género, el editor y escritor John W. Campbell. Pero el concepto ya llevaba tiempo implícito en el desarrollo de esta vertiente literaria, y de hecho una de las novelas de referencia del subgénero ya se había publicado unos años antes. La controversia asociada al término deriva, pues, de lo impreciso de su definición. Entre las más aceptadas está aquella que la designa una categoría de la ciencia-ficción "caracterizada por la preocupación por la precisión y la lógica científicas". Algo que, como comprenderán, aplica a la inmensa mayoría de las obras que he ido reseñando en este humilde blog a lo largo de los años, lo que implicaría que muchos de los subgéneros de la ciencia-ficción podrían considerarse "dura". Hilando más fino, podríamos decir que la ciencia-ficción dura debe ser intencional, en el sentido de que la historia narrada sea precisa, lógica, creíble y rigurosa en su uso del conocimiento científico y tecnológico actual. Aunque nuevamente debemos admitir cierto grado de subjetividad a la hora de cuánto de "ciencia real" debe estar presente en una obra para considerarse "ciencia-ficción dura".
Por eso en este recorrido que les propongo voy a hacer uso de esa subjetividad a la hora de delimitar el subgénero. Para mí, la ciencia-ficción dura debe ser bastante dura. Sin llegar, eso sí, al extremo de aquellos aficionados que escrudiñan la supuesta ciencia-ficción dura en busca de inconsistencias y errores que impidan adscribirla a tal categoría (paradigmático es el caso del "Mundo Anillo" de Larry Niven y su cacareada inestabilidad), pero sí esperando que los autores hayan respetado el estado actual de la ciencia, y que hayan especulado sobre las posibilidades que la misma ofrece. Obviamente, me interesan más aquellas obras de ciencia-ficción dura que sean capaces de compaginar esa preeminencia del componente científico con una trama suficientemente elaborada, un estilo cuidado y unos personajes creíbles. Pero no considero un problema que narración, prosa y protagonistas estén menos elaborados que en otros subgéneros, puesto que resulta prácticamente imposible otorgar toda la atención a todos los elementos de una novela a la vez, y en la ciencia-ficción dura el escritor debe decantarse por la ciencia.
Es por eso que en otros recorridos y en otra selección de novelas de referencia del subgénero encontrarán a autores que para mí no se caracterizan por escribir ciencia-ficción dura. Desde Isaac Asimov a William Gibson. Escritores que, a mi modo de ver, cuidan evidentemente el elemento científico, pero no lo anteponen a otras consideraciones. En tanto que, por el contrario, los autores que ilustran esta entrada (Hal Clement y Robert L. Forward) son incuestionables puntales del subgénero. Por lo tanto, la lista que les voy a proponer ahora de los autores más relevantes de ciencia-ficción dura sólo incluye a aquellos que realmente cumplen esta premisa de la preeminencia de la ciencia, o por lo menos la han cumplido en algunas de sus obras señeras. Eso sí, debo aclarar que de muchos de estos escritores ya había reseñado con anterioridad su novela de cabecera en este subgénero; de ahí que haya optado por seleccionar alguna otra también adscribible al subgénero y de calidad suficiente. De otros, en cambio, repito su novela más representativa, por lo cual me limitaré a enlazar la reseña que ya hice en su momento. Finalmente, algunos aparecerán por primera vez en el blog. Como siempre, me he limitado a obras traducidas al español.
Sin más preámbulos, aquí les dejo la lista que iré recorriendo en próximos meses:
1. Hal Clement - "Misión de gravedad" (1954)
2. Fred Hoyle - "La nube negra" (1957)
3. Poul Anderson - "Tau Cero" (1970)
4. Larry Niven - "Un mundo fuera del tiempo" (1976)
6. Gregory Benford - "Cronopaisaje" (1980)
7. Charles Sheffield - "Entre los latidos de la noche" (1985)"
7. Kim Stanley Robinson - "Marte rojo" (1992)
8. Robert L. Forward - "Maestro del tiempo" (1992)
9. Vernor Vinge - "Un fuego sobre el abismo" (1992)
10. Greg Egan - "Ciudad permutación" (1994)
11. Alastair Reynolds - "Espacio revelación" (2000)
12. M. John Harrison - "Luz" (2003)
13. Arthur C. Clarke & Stephen Baxter - "El ojo del tiempo" (2004)
14. Damien Broderick - "Jugar a dioses" (2005)
15. Peter Watts - "Visión ciega" (2006)
16. James S A Corey - "El despertar del Leviatán" (2011)
17. Charles Stross - "Accelerando" (2011)
18. Cixin Liu - "El bosque oscuro" (2017)
19. Brandon Q. Morris - "La misión Encélado" (2019)
20. Andy Weir - "Proyecto Hail Mary" (2021)
Pese a lo que cabría pensar, la ciencia-ficción dura goza de razonable buena salud aunque compita con otras tendencias de mayor tirón comercial. Por eso casi la mitad de las novelas de la lista han sido publicadas en el siglo XXI. En realidad, la ciencia sigue avanzando continuamente, y si la literatura de ciencia-ficción aspira a seguir existiendo, debe seguir evolucionando con ella. Por lo cual espero seguir leyendo novelas de ciencia-ficción dura en próximos años, e igualmente seguir trayéndolas por aquí. De momento, demos comienzo a este fascinante periplo.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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