miércoles, 18 de marzo de 2015

Marte rojo (1992). Kim Stanley Robinson

Una entrada más continúo reseñando las novelas que recomiendo leer de las principales sagas disponibles para el lector de ciencia-ficción en español. Le toca el turno esta vez a "Marte rojo", la primera de las novelas de la conocida como trilogía marciana, del estadounidense Kim Stanley Robison. Una trilogía que está constituida por las siguientes tres novelas, tanto en orden cronológico como de lectura:

Marte rojo (1992)
Marte verde (1993)
Marte azul (1996)

Se trata posiblemente de la saga más premiada en los últimos tiempos en el género. La novela que les presento hoy recibió entre otros el premio Nébula, el más importante a mi modo de ver de los que se conceden a nivel mundial. Y la segunda y tercera entregas el casi tan prestigioso premio Hugo. Sin embargo, a pesar de tan relevantes galardones y de ser principalmente una saga de ciencia-ficción hard, que como he admitido en alguna ocasión es una de mis corrientes favoritas del género, solamente recomiendo leer la primera entrega. La razón es que me pareció una novela tan realista y bien documentada como desestructurada y fallida. Esta impresión y la gran extensión de la misma y de las posteriores entregas me decidieron a no proseguir con la lectura de la saga. De hecho, no la considero una novela particularmente recomendable, pero me parecía injusto dejar pasar la oportunidad de aportar al menos una reseña de esta saga tan unánimemente reconocida.

Ambientada en pleno siglo XXI en los albores de la colonización del planeta rojo, la novela está segmentada nada menos que en ocho partes, cada una de ellas narrada por un personaje diferente. Partes que sin embargo no logran paliar su desestructuración: la multiplicidad de escenarios, personajes y marcos temporales con los que Robinson abruma al lector desde el principio no facilitan la lectura, y el hilo narrativo se va perdiendo poco a poco. Aunque lo que no se le puede negar a la novela es su rigor documental: desde el mapa de Marte que se incluye al comienzo (no tan detallado como sería de desear para facilitarle la ubicación al lector), hasta las reseñas incluidas al principio de cada parte, a veces con interesantes puntualizaciones sobre diferentes aspectos del planeta. Se nota el esfuerzo del autor por considerar todos los detalles (orográficos, climáticos, geológicos) del planeta, hasta dar la impresión de que la colonización y gradual terraformación de Marte es en realidad la auténtica protagonista de la obra.

Como era de esperar en una novela pretendidamente hard, el componente científico está a la altura de las expectativas: desde las estructuras ingenieriles presentadas, pasando por la nave rotacional con diferentes secciones, el ascensor de Sheffield (sí, el ingenio creado por el escritor Charles Sheffield en "La telaraña de los mundos"), los cálculos matemáticos en la granja de Hiroko Ai, los primeros hábitats, el calendario marciano... En ocasiones todo este bagaje origina ciudades realmente fascinantes (Senzeni Na, Burroughs) aunque otras veces los escenarios de la novela resultan inesperadamente anodinos.

Y es qe la narrativa de Robinson peca de frialdad y falta de fuerza (podríamos imaginar qué habría hecho por ejemplo el maestro Heinlein con semejantes mimbres). A veces, incluso, el lector se topa con frases inconexas, o situaciones de los personajes no bien descritas (más de una vez, por ejemplo, se ponen en pie sin haberse sentado previamente). En otas ocasiones, lo que incomoda es la meticulosidad irrelevante, que alarga más de lo deseable una novela ya de por sí muy larga (pongo por caso los detalles sobre las herramientas recogidas por Nadia Chernyshevski). Incluso sorprende la falta de atención a las fechas y las referencias cronológicas en general. Si a ello le añadimos que hacia la mitad la novela empieza a flaquear argumentalmente, no es de extrañar que hasta la fecha no me hayan quedado ganas de proseguir con la trilogía.

¿Y los personajes? Pues tampoco redondos. La división de los Primeros 100 que propone Robinson en dos bloques principales (norteamericanos y rusos) con aportaciones adicionales de otras naciones, me parece un buen punto de partida. Y de hecho, sus reflexiones sociales, psicológicas y políticas, así como sus expectativas respecto a la vida en Marte, son con frecuencia interesantes. Pero el recurrente triángulo amoroso entre John Boone, Frank Chalmers y Maya Toitovna no sólo no logra dotar de mayor profundidad a la novela, sino que acaba por fatigar al lector. Además, otros personajes resultan fallidos (caso de Michel Duval) o tienen aportaciones discutibles (caso de Sax y sus experimentos). Probablemente el personaje más conseguido sea Nadia, por su mayor equilibrio emocional y los actos que del mismo se derivan (el episodio de acción con el dirigible es de lo mejor de la novela). Sin olvidar la frecuente aparición de grupos árabes, una inclusión inesperada que se acaba revelando como un acierto del escritor.

Un último aspecto cuestionable es que no haya un final definido, sino una arbitraria e insatisfactoria interrupción de la narración. Lo que confirma que estamos ante una trilogía más relevante por lo que propone que por lo que relata, y eso le resta muchos puntos. Es más, por mucho que Arthur C. Clarke la considere la mejor novela sobre la colonización de Marte jamás escrita, me atrevo a decir que, salvando las lagunas derivadas de la época en que fue escrita, la propia aportación de Clarke a la colonización de Marte ("Las arenas de Marte" (1951), que algún día reseñaré en este mismo blog), me parece una aportación más comedida, amena y, por tanto, recomendable.

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