domingo, 21 de mayo de 2023

"Farenheit 451" (1953). Ray Bradbury

Una nueva entrada continúo con mi recorrido en orden cronológico por las distopías más relevantes del pasado siglo XX. Seguimos en la década de los cincuenta, más concretamente en 1953, que fue cuando se publicó "Farenheit 451", seguramente la novela más famosa y reconocida del estadounidense Ray Bradbury. Los seguidores de este humilde blog habrán observado que, pese a los doce años que lleva ya en funcionamiento, Bradbury no había aparecido aún por el mismo. Y es que, para mí, Bradbury fue uno de esos escritores cuyo reconocimiento siempre fue superior al nivel general de su producción. Una afirmación que probablemente muchos críticos y buena parte de ustedes no compartirán, pero que obedece a que, desde mi punto de vista, Bradbury se benefició siempre de una etiqueta un tanto cuestionable: el escritor de la Edad de Oro de la Ciencia-Ficción que "escribía literatura de verdad". Algo que nunca he compartido, pues para mí lo más relevante de cualquier escritor es lo que cuente, por encima de cómo lo cuente. Y coincidirán conmigo en que, en realidad, no abundan las novelas de Bradbury que le hayan sobrevivido (si bien es cierto que su producción de relatos fue comparativamente más amplia que la de novelas). Como ustedes saben, yo prefiero siempre el formato de novela para desarrollar convenientemente ideas que en los relatos apenas hay espacio para esbozar, y no soy de la opinión de que un escritor de prosa culta sea mejor literato que, por ejemplo, un escritor de diálogos largos y descripciones escuetas (me estoy refiriendo, obviamente, a Isaac Asimov, coetáneo de Bradbury, pero comparativamente denostado por su estilo literario, a pesar de que escribió muchas más novelas que le han perdurado en el tiempo). En suma, sin negar que Bradbury escribiera bien, sí me parece que sólo escribió una novela de auténtico impacto en el género de la ciencia-ficción, ésta que les traigo hoy. Y ya les anticipo que tampoco la considero una de las mejores distopías de mi recorrido.

Farenheit 451 es la temperatura a la que el papel de los libros arde. Y ésa es la premisa de la que parte esta distopía: una sociedad estadounidense futura en la que los libros han sido prohibidos, y el Cuerpo de Bomberos se ha convertido gradualmente en censurador de conocimiento, quemando a dicha temperatura cualquier libro que encuentre. Como ven, se trata de un punto de partida sugestivo, y es indudable que le permite a Bradbury generar brillantes especulaciones. Aunque también resulta algo forzada en su planteamiento, puesto que la sola carencia de libros le sirve al escritor para justificar la falta de introspección, de humanidad incluso, de su sociedad futura. Y además, la lectura se vuelve fatigosa con frecuencia.

A mi modo de ver, como les argumentaba antes, el principio de la novela resulta demasiado recargado, abusando de recurso estilísticos que dificultan el natural discurrir de la trama. Sin embargo, el escritor se apunta el primer tanto con la conversión de la función de los bomberos. Destaca especialmente el proceso narrativo seguido por Bradbury a lo largo de la historia: la integración de su protagonista, el bombero Montag, en el Cuerpo; sus inquietudes y reflexiones; la conspiración de la que forma parte; la persecución de la que es objeto; y finalmente el inicio de una nueva era. Tal esquema le facilita a Bradbury alcanzar la mayor virtud de la novela: las reflexiones acerca de un progreso sin conocimientos, el vacío interior, los convencionalismos sociales, la necesidad de pensar, de conversar, de aprovechar la vida para algo útil... Todas estas cuestiones jalonan la trama con notable acierto. Otros logros incuestionables de esta obra son la personalidad del Capitán Beatty (astuta, hábil, conocedora de la realidad desde varios puntos de vista...), y el dramatismo de dos momentos clave en la narración: el desenmascaramiento de Montag, y su posterior persecución.

Lamentablemente, son varias las lagunas que me impiden considerar esta novela como una distopía de altos vuelos: empezando por el lugar de desarrollo de la misma, que se intuye pero no se concreta; continuando por los avances tecnológicos de esa era futura (familia, Sabueso Mecánico, coche-helicóptero), de apariencia a menudo ingenua y apenas explicados, por lo que su comprensión y su efecto sobre el lector no son los adecuados; sin olvidarse de un desenlace demasiado espeso, demasiado largo y, a la vez, un tanto oscuro; y sobre todo, por sus continua menciones a una "Guerra" sobre la que Bradbury jamás proporciona ni una mínima explicación, y que, sin embargo, resulta de vital trascendencia en el final de la novela. Y es que, tal cual está presentada, el lector ve los efectos de la misma, pero no llega a imbuirse de su dramatismo.

En suma, una obra que en su momento logró un comprensible impacto por lo sugerente de su propuesta y la fama de "escritor con mayúsuculas" de su autor, pero que, tras siete décadas, ha quedado más como un compendio de reflexiones interesantes que como una distopía que, por su cercanía a la realidad y su dramatismo, logre realmente calar en el lector del siglo XXI. Aun así, recomendable para todos los que deseen profundizar en el subgénero distópico.

martes, 2 de mayo de 2023

"La pianola" (1952). Kurt Vonnegut

Con la presente entrada continúo mi recorrido en orden cronológico por las distopías más relevantes del pasado siglo XX. Llegamos ya a 1952, un año en el cual ya se habían publicado algunas de las distopías más influyentes de la literatura. Y que alumbró el debut de uno de los escritores más personalmente inclasificables del género: el estadounidense Kurt Vonnegut. Conocido sobre todo por la espléndida "Matadero cinco" (1969), "La pianola", de título muy poco acertado, es una novela que no desmerece en absoluto de su producción literaria. Y es que, pese a tratarse de su primera novela, en ella ya se manifiestan los rasgos principales de su obra: su clarividencia respecto al futuro de la humanidad, el predominio de personajes "perdedores", su humor negro... Todo ello al servicio de una distopía situada en un futuro cercano, tan reconocible que mucho de lo que encierran sus páginas resonará en nuestra conciencia. Aunque por desgracia también con muchos altibajos en su desarrollo, frecuentes anacronismos, pasajes derivativos, y una segunda línea secundaria mucho menos relevante.

Tras la victoria de los Estados Unidos en la Tercera Guerra Mundial, lograda gracias a una mecanización y una automatización extremas de todos los medios de producción, la sociedad posterior se ha estratificado en dos capas: por una parte, directivos e ingenieros, responsables de dicha mecanización y, por tanto, la clase social dominante; y el resto de profesiones, condenadas casi en su totalidad a la extinción debido al desarrollo de máquinas que se encargan de ellas de manera mucho más eficiente. La estratificación del sistema parece funcionar, pues sólo los habitantes de mayor Coeficiente Intelectual son elegidos para formar parte de la clase dirigente, mientras que el resto goza de cobertura social y un buen nivel de vida, además de unas ocupaciones razonables como parte del Ejército o del Cuerpo de Reconstrucción y Reparaciones. La separación entre ambas está tan asentada que incluso la ciudad ficticia de Ilium está dividida físicamente en dos zonas para alojar a ambos estratos, aislados de manera natural por el río que la cruza. Pero la realidad es que bajo ese aparente éxito social subyacen la alienación, el descontento y otras frustraciones que servirán a Vonnegut para desplegar todas sus reflexiones al respecto.

En su línea narrativa principal, la que sigue al Doctor Paul Proteo, la novela fluirá de manera natural, presentándonos su gradual rebelión frente al status quo que poco a poco irá fraguándose en su interior. En la segunda, la del Sha de Bratphur, lo hará a partir de episodios sueltos que contrastan recurrentemente el éxito teórico de la sociedad estadounidense con su fracaso subyacente. Y esta dualidad entre ambas líneas se erige ya en un primer defecto de la novela, pues mientras que la primera logra despertar el interés del lector, la segunda interrumpe, incluso molesta a veces a la primera, y el capítulo en cuestión igual termina interesando que aburriendo. Debo resaltar, en todo caso, que en ambas líneas los personajes rayan a un nivel alto. Es curioso, porque a veces parece haber demasiados, y otras, en cambio, sugieren una excesiva casualidad a la hora de reencontrarse una y otra vez. Pero en general resultan reconocibles; su posición y evolución dentro de la sociedad, claros; y en su mayor parte resultan útiles para que Vonnegut presente sus especulaciones.

Porque sin duda lo mejor de la novela es su alta carga especulativa. De hecho, la mecanización y la abundancia de profesiones prescindibles o directamente desaparecidas son más acusadas actualmente que en 1952. Cautiva cómo Vonnegut fue capaz de anticipar muchas de las realidades de la actual sociedad occidental, y sus consecuencias sobre los ciudadanos. Y cómo en respuesta a ello defiende la necesidad de sentirse útil, de aportar algo a los demás, para reconocerse como seres humanos plenos. Por satisfechas que puedan estar nuestras necesidades materiales. Otro gran acierto anticipado por el autor es el "team building" que narra en Los Prados durante varios capítulos, tan aburrido y ridículo como verosímil en muchas de las corporaciones más relevantes de nuestra sociedad. A otro nivel, incluso la relación entre Proteo y Anita, con su falsa comprensión mutua, sus intereses individuales ocultos, y la forma como estalla de manera repentina, resulta convicente.

Además de esa segunda línea narrativa irregular, la novela adolece de frecuentes altibajos: algunos capítulos completamente prescindibles, exceso de detalles en otros, situaciones exageradas hasta el extremo a continuación de otras comedidas... Otro problema que afecta al resultado final son los anacronismos: Vonnegut no para de crear artilugios con términos que suenan tecnológicos, pero que no soportan el más mínimo análisis técnico, y por el contrario, otros en desuso desde hace décadas aparecen como si tal cosa. Por no hablar de EPICAC XIV, una especie de súper computadora que ocupa un espacio inmenso, y que parece regular hasta las funciones más irrelevantes de la sociedad, que sería más propia de una novela juvenil que de literatura seria. Todo lo cual provoca que la novela se deje leer, que a veces provoque nuestra risa, pero que como obra literaria se acerque al divertimento y se aleje en la misma medida de lo que podría haber sido una obra de hondo calado. Un hecho al cual el desenlace, un tanto conformista y justito de tensión, no ayuda.

Y es una lástima, porque los mimbres de la novela son excelentes, y el talento del escritor, apreciable ya en su opera prima. Pero en la literatura hay ocasiones en la que el estilo creativo de su autor se impone a su obra, y le resta relevancia. Aun así, una novela muy interesante para todos los que gusten de las distopías y, por momentos, disfrutable.

"El bosque oscuro" (2017). Cixin Liu

Continúo avanzando con esta nueva entrada en mi recorrido en orden cronológico por los autores y las novelas más relevantes del subgénero d...