sábado, 27 de marzo de 2021

La llamada lejana (1978). Gordon R. Dickson

Con la presente entrada continúo la reseña de algunas de las novelas más representativas de la ciencia-ficción cuyo trasfondo sea el planeta Marte. Continuamos avanzando en el tiempo y llegamos ya a 1978, año en el que vio la luz en formato libro (antes había aparecido serializada en la mítica revista "Analog") "La llamada lejana", del estadounidense Gordon R. Dickson. Escritor relativamente poco conocido para el lector en español pese a que buena parte de su bibliografía se ha traducido a nuestro idioma. Y novela también poco recordada en estos tiempos, ni siquiera cuando se enumeran obras relativas al Planeta Rojo en publicaciones especializadas. Y sin embargo, su enfoque es uno de los más singulares del género, pues se trata de una original forma de relatar la primera expedición a Marte, más centrada en los acontecimientos y las intrigas terrestres en torno a la misma que en las peripecias a bordo de las naves. Originalidad que desgraciadamente acaba lastrando en buena medida el resultado final.

Y es que el grueso de las páginas de la novela no se dedica a las aventuras de las naves que emprenden tan fascinante viaje, sino a todos los intereses cruzados en torno a dicha expedición. Dickson sugiere que ese primer vuelo tripulado a Marte es el fruto de una endeble coalición entre las seis naciones más poderosas de la Tierra en una fecha indeterminada pero probablemente anterior al año 2021, y esos conflictos subyacentes a tan noble empresa son los que utiliza para vertebrar su trama. Inicialmente el escritor parece centrarse en las peripecias de Jens Wiley, el subsecretario de E.E.U.U. para el Desarrollo del Espacio (un puesto tan rimbombante como carente de contenido). Pero en realidad plantea una novela coral, con cerca de una veintena de personajes de la más diversa índole (periodistas, técnicos, espías, representantes gubernamentales, personal de la NASA...) entre los que reparte la atención, enriquecida además gracias a esa sugestiva propuesta multicultural y plurinacional que tanto se aleja de la típica "expedición yanqui".

Este foco en lo que sucede en la Tierra durante esos meses es, sin embargo, el mayor defecto de la novela. Porque el lanzamiento, el acoplamiento de las dos naves gemelas, la sobrecarga de actividades planificadas a bordo y el resto de las peripecias de los seis martenautas durante la travesía, pasan a un relativo segundo plano. Pese a lo cual resulta una línea narrativa mucho más interesante, bien planteada, presentada y documentada, con personajes complementarios y mucha más emoción. Por el contrario, la vastedad de nombres y situaciones paralelamente enlazadas en la Tierra dificulta que el lector las pueda seguir con facilidad, disminuyendo aún más el interés en esas líneas narrativas.

Y es una pena, porque Dickson propone para la Tierra sugestivas ideas: desde nuevos sistemas económicos (con el de la dirección compartida que ha permitido a los E.E.U.U. ampliar su supremacía a la cabeza), pasando por los entresijos de la política y su preeminencia sobre otras consideraciones técnicas u astronómicas en tan fascinante misión, hasta un esfuerzo evidente por capturar las emociones y los sentimientos de muchos de sus personajes (con mención especial para la compleja relación entre Jens y Lin). Pero todo ello pierde fuerza frente a unos marcos escénicos reiterativos y poco disfrutables (la mansión de la Duquesa, aparente lugar de intrigas que no acaban de despuntar, el arquetípico bar del Hilton...), la mal explicada y poco influyente vinculación entre los diversos representantes y espías que trabajan al servicio de otros, personajes poco interesantes que sin embargo reciben más atención que los propios martenautas (Verigin, Sir Geoffrey), y situaciones que no han envejecido bien (matones a sueldo, comportamientos machistas). Tampoco ayuda la prosa de Dickson, correcta pero sin chispa y un tanto arcaica.

A cambio, el elemento científico que sustenta el lanzamiento y sobre todo la vida a bordo está muy conseguido para la época en la que se escribió, la estructura de las naves, con sus cubiertas y sus elementos de soporte, está muy bien presentada y ayuda a seguir los acontecimientos en ellas, y las circunstancias que conducen al inesperado fracaso de la expedición son razonables y desencadenan relaciones netamente humanas. Además, el doble final, con mención especial para el sensato y equilibrado desenlace a bordo de las naves (con la dualidad y la complementariedad de sus dos máximos responsables, el estadounidense Tad y el ruso Fedya), mejora la impresión final de la novela. Que se queda en una lectura interesante para complementar lo que la ciencia-ficción ha ofrecido sobre el planeta Marte, pero que podría haber dado más de sí, sin necesidad de desdeñar los acontecimientos en la Tierra, si cien de las páginas dedicadas a ello las hubiera empleado Dickson para ampliar lo acaecido a bordo de las naves.

sábado, 20 de marzo de 2021

La máquina espacial (1976). Christopher Priest

Con la presente entrada continúo la reseña en orden cronológico de las novelas que he seleccionado para reflejar la relevancia del planeta Marte en la literatura de ciencia-ficción. Voy a hablarles en esta oportunidad de "La máquina especial", del escritor británico Christopher Priest. Que sin ser una de sus novelas más famosas, sí es lo suficientemente reconocida como para haber sido reeditada en español no hace muchos años (reedición a la que corresponde la portada adjunta). Y que se trata de un ingenioso y disfrutable homenaje a las dos novelas más emblemáticas del también británio H.G. Wells ("La máquina del tiempo", 1895, y "La guerra de los mundos", 1898), quizá el padre de la ciencia-ficcion. Con Marte como trasfondo y escenario principal, la solvencia habitual del siempre confiable Priest, y un ritmo narrativo trepidante. Aunque también con una imaginación desbordante que se permite más excesos de los necesarios.

Seguramente lo más destacable del libro sea su validez como lectura independiente para aquellos que no hayan leído los clásicos de Wells. Con un estilo y una ambientación que podríamos definir como "steampunk victoriano antes de que se acuñara el término steampunk", Priest propone una inagotable sucesión de aventuras que llevarán a la pareja protagonista (Edward Turnbull y Amelia Fitzgibbon) desde la Inglaterra de finales del siglo XIX a un planeta Marte heredero del imaginado por Wells, y de vuelta a una Inglaterra posterior cronológicamente, en plena invasión marciana. Con una prosa ágil y eficaz, y sin que sobre una sola página, el entretenimiento está asegurado.

Casi al mismo nivel raya la habilidad del autor para cohesionar las dos novelas de Wells, que nunca fueron concebidas para funcionar como un todo. Respetando el estilo de ambas, Priest es capaz de rellenar los huecos entre ellas para construir una base sólida sobre la que asentar y justificar "La máquina espacial". Además, el escritor hace un uso sutil de los avances tecnológicos acaecidos entre 1898 y 1976, de manera que complementen lo que en su momento había presentado Wells como base científica para sus obras (por ejemplo en los recomendables episodios bélicos), pero respetando lo más reconocible de la ciencia de sus antecesoras. El detalle final de que sea el propio Sr. Wells quien con su decisiva contribución favorezca un desenlace favorable pone el broche de oro al homenaje de Priest.

No obstante, la novela dista de ser redonda, esencialmente por dos razones. La primera son las licencias tecnológicas que se toma Priest, innecesarias a mi modo de ver. Está claro que maridar trenes a vapor con cohetes espaciales puede chirriar, pero Priest va aún más allá y le resta verosimilitud a su creación con un Marte de atmósfera respirable, realidades atenuadas y otros excesos. Y la segunda, que se difumina la potente compotente especulativa de las novelas de Wells: apenas encontraremos alguna reflexión puntual, pero sin duda muy lejos de aprovechar los elementos que el escritor tiene a mano.

A menor escala, otros defectos menores son la previsible evolución de la historia de amor entre Edward y Amelia, el hecho de que todo lo que nos cuenta Priest sobre las repercusiones de la invasión marciana se limite al valle del Támesis, o un desenlace que aunque conforme avanzan las páginas aparenta ser explicativo, al final se queda entre lo implícito y lo alegórico. Aun así, la impresión global de la novela es favorable: las posibles paradojas temporales están aceptablemente bien resueltas, la compleja y deprimente sociedad marciana resulta cautivadora, y cómo se llegó hasta su situación actual razonable, las reacciones de los humanos ante la tecnología marciana sensatas y divertidas, los giros argumentales de la trama son comprensibles y bien enlazados, y es fácil encontrar capítulos y episodios disfrutables y de calidad al mismo tiempo. En definitiva, no estamos ante un clásico, pero sí ante una recomendable novela sobre Marte, que ha envejecido bien.

"Accelerando" (2011). Charles Stross

Una nueva entrada prosigo con la reseña en orden cronológico de los autores y las novelas más representativas de la ciencia-ficción dura . ...