sábado, 17 de diciembre de 2022

"Lágrimas en la lluvia" (2011). Rosa Montero

Una entrada más continúo con la reseña de obras representativas creadas por los principales autores que han escrito ciencia-ficción en España. Nos adentramos ya en la pasada década, que es cuando vio la luz "Lágrimas en la lluvia", de la madrileña Rosa Montero. Que sin duda es una de las escritoras más conocidas y reputadas actualmente en nuestro país. Y que con la presente novela se adentró por vez primera en un género del que, según sus propias palabras, siempre había disfrutado leyendo. Aunque no fue hasta que cumplió sesenta años, ya con varias décadas en el oficio, cuando por fin se atrevió a aportar al mismo. Y debo adelantarles ya que, aun con unas lagunas hasta cierto punto lógicas, su incursión fue meritoria. Pues se trata de una novela satisfactoria, muy bien ambientada, hábil a la hora de tomar con inteligencia y moderación elementos de obras clásicas del género, y capaz de llevarlas a su terreno. Para ofrecer no sólo intriga y acción, sino también mordaces críticas a nuestro sistema y una honda exploración del mundo interior de su protagonista.

Seguramente el mayor acierto de la novela es la ambientación del Madrid del año 2109. Por una parte, manteniendo los suficientes lugares reconocibles para que el lector se identifique, pero a la vez incorporando otros muchos espacios que con el transcurso de las páginas se convierten en familiares (como el Hotel Majestic o el Pabellón del Oso). Y por otra, haciendo que sea recorrido por la sugestiva mezcla de habitantes de la época (humanos, androides, representantes de Labaris y Cosmos, extraterrestres…), que conviven en un equilibrio inestable a causa de los recelos y las desigualdades sociales entre ellos.

Casi al mismo nivel reluce la coherencia que exhibe la escritora a la hora de evolucionar la historia actual durante los próximos cien años. Especialmente en lo concerniente a los androides, con sus cualidades potenciadas y su esperanza de vida limitada, pero también en las exploraciones espaciales y sus consiguientes mutaciones, en los contactos con las primeras razas extraterrestres, en el surgimiento de las Colonias de Labaris y Cosmos, en las Guerras Robóticas, o en la creación de los incipientes Estados Unidos de la Tierra. Todo ello convenientemente elaborado para mayor comprensión por parte del lector en los brillantes artículos del Archivo Central que ocasionalmente Montero va insertando, necesarios, además, para las futuras vivencia de uno de los personajes principales, el Archivero Yannis.

Otro acierto claro es que la novela funciona a varios niveles. Evidentemente como historia de ciencia-ficción, a la que se adscribe con múltiples guiños a grandes obras del género (en especial a Blade Runner), pero en la que también convence un bien elaborado elemento científico (drogas, trasplantes, avances tecnológicos en los hogares…). Pero también como crítica evidente a muchos de los males que aquejan la sociedad occidental actual (capitalismo exacerbado, individualismo extremo, arruinamiento del medio ambiente, xenofobia entre distintos habitantes…). Y a un tercer nivel, quizá el más relevante durante la segunda mitad de la novela, como estudio psicológico de la personalidad de un androide, la protagonista Bruna Husky, con su angustiosa cuenta atrás, su alcoholismo, y su infancia inexistente.

Sin embargo, la novela falla en el nivel en el que se supone que más debería brillar: como novela de detectives. Aunque Bruna es contratada para ello, sus “investigaciones” son poco más que conversaciones desestructuradas con unos cuantos personajes claves de la sociedad madrileña. Y son los acontecimientos, sin que ella tenga una participación activa clara en ellos, los que la van rodeando hasta convertirla en el eventual chivo expiatorio de la conspiración existente. En otra escala, algunos comportamientos y situaciones en las que se ve envuelta resultan extraños, y un tanto al margen de la trama principal. Por otro lado, la novela falla a la hora de mostrar aunque sea mínimamente qué está sucediendo en otras partes del mundo, donde se supone que los acontecimientos estarán siendo más relevantes que en Madrid. La profesión de Archivero está un tanto cogida por los pelos, viendo el nivel de evolución que ya en el momento en que fue escrita había alcanzado la wikipedia. Y el rol del policía Paul Lizard, verdadero ángel de la guarda de Bruna y partícipe en la única escena de sexo de la novela (a la que Montero no renuncia pese a que no le encuentra otra ubicación que una tan poco habitual como las páginas posteriores al desenlace), nunca se llega a comprender bien.

Desenlace, por cierto, que resulta realmente flojo: un poco de caos adicional, episodios sangrientos que terminan en unas pocas muertes repentinas, y de pronto Bruna pasa de víctima a heroína, sin que ella haya hecho realmente nada, y sin haber atravesado nada parecido a unos capítulos de tensión. Quizá sea ésta la razón principal por la que de momento no me he animado a leer las dos novelas con las que la autora ha expandido esta obra hasta convertirla en la “trilogía de Bruna Husky” (“El peso del corazón” (2015) y “Los tiempos del odio” (2018): es un buen trabajo, solvente desde un punto de vista literario y con muchas virtudes deseables en cualquier novela del género, pero un tanto justa de gancho y de interés por lo que pueda suceder a continuación. Aunque no descarto animarme en un futuro.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

"El mapa del tiempo" (2008). Félix J. Palma

Una entrada más continúo mi recorrido en orden cronológico por los más representativos escritores españoles que han publicado ciencia-ficción. Ha llegado la hora de hablarles del gaditano Félix J. Palma, quizá uno de los más populares a nivel internacional. Y es que sus novelas se han traducido y publicado en los más diversos idiomas, e incluso llegó a figurar con la presente novela en la lista de libros más vendidos del New York Times. Lo que habla bien a las claras de su repercusión comercial. La cual ha venido, además, acompañada por diversos galardones literarios y unas críticas mayoritariamente favorables a su producción. Especialmente con "El mapa del tiempo", la novela de la que les voy a hablar hoy. Aunque ya les adelanto que desgraciadamente mi valoración no es tan positiva como la mayoría. Pese a lo cual sí la considero una obra que merece una lectura. Y es que estamos ante una novela que toma elementos de las ucronías, de los viajes en el tiempo, y de algunos de los escritores anglosajones más reputados de finales del siglo XIX, y los pone al servicio de una trama múltiple, con tres partes diferenciadas y que podrían leerse de manera independiente, para forjar una obra singular, desbordante, excesiva, con grandes momentos pero también con pasajes anodinos o directamente prescindibles.

Seguramente lo más llamativo de esta novela es su excepcional ambientación: pese a ser Palma un escritor español, el lector experimenta desde el principio la sensación de estar viviendo realmente en el Londres de aquella época, con sus calles, sus vestimentas, sus profesiones, su característico ambiente. Un marco escénico en el cual el escritor sitúa a personajes legendarios de la época, como El Hombre Elefante o Jack El Destripador, y los hace convivir no ya con otros creados con él, sino con algunos de los mejores escritores de aquel entonces (Bram Stoker, Henry James, Arthur Conan-Doyle), y en particular con H.G. Wells, padrino de la ciencia-ficción y probablemente el verdadero protagonista de la obra.

Otro gran acierto es presentar esta ucronía, de múltiples ramificaciones por mor de los viajes en el tiempo, como un romance científico, tan en boga durante aquellos años. Una tarea ambiciosa de la que Palma sale airoso tanto por temática como por estilo, sin que el resultado desmerezca en absoluto al logrado por ejemplo por el británico Christopher Priest en "La Máquina Espacial" (1976). Con el logro adicional que supone incorporar al narrador omniscente como una especie de personaje adicional que, como buen conocedor de todos los acontecimientos que se relatan, va guiando con desparpajo al letor por los episodios más relevantes.

En otro orden de cosas, las paradojas temporales que surgen al retorcer el autor el concepto de los viajes en el tiempo están en general bien resueltas, y dan lugar al que en mi opinión es, de lejos, el mejor capítulo de la novela: el intercambio de cartas entre Claire y Tom en la segunda parte, toda una exhibición a la hora de cómo ir encajando las distintas piezas en una historia futura ya conocida, además con la intervención destacada de Wells. Pero debo advertir que los viajes temporales están también tras muchos de los defectos que me impiden considerar al libro como una gran novela.

Para cualquier lector familiarizado con ellos, el más obvio es la paupérrima justificación que, tras nada menos que seiscientas páginas, ofrece finalmente Palma para justificar que los seres humanos hayan alcanzado su aspiración de viajar en el tiempo. Tan floja que de un plumazo deja todas las peripecias y las especulaciones leídas hasta entonces como un mero entretenimiento. La multiplicidad de universos surgida de esas paradojas sin restricción no sólo desorienta al lector en los últimos capítulos, sino que provoca que el final, además de pobremente resuelto, apenas cause impacto.

Pero otros defectos atañen directamente a la habilidad de Palma como escritor: la estructuración de la novela en esas tres partes relativamente inconexas ya es cuestionable a pesar de sus palpables esfuerzos por enlazarla en el tramo final. Y traslada la impresión de que se trata de un libro escrito a tirones, sin un plan para narrar unos hechos concretos, y rematado a trancas y barrancas con ese esfuerzo final de cohesión. Algo agravado por el hecho de que el interés de esas tres historias es desigual: la primera es una historia de amor simplona y de desenlace previsible; la segunda, otra historia de amor un poco más elaborada aunque difícil de aceptar, a causa de un decorado tan imposiblemente inmenso que supuestamente ningún visitante cuestiona al formar parte de él que realmente esté visitando el año dos mil; y sólo la tercera se acerca a lo que cabría esperar por riqueza argumental y episodios determinantes. Pero en todas ellas la prosa es claramente mejorable (páginas y más páginas de descripciones, diálogos que en ocasiones parecen monólogos), en todas ellas hay muchas páginas de relleno (intrahistorias como la de la tribu africana, reseñas biográficas como la del Hombre Elefante o la del propio Wells), y en todas ellas, ante el acechante aburrimiento, es fácil que el lector sienta, como sentí yo, la tentación de saltar la página hasta la que por fin se retoma la historia principal. Razones que me hacen difícil comprender el que la novela fuera galardonada con el Premio Ateneo de Sevilla. Y que también explican por qué, aunque en años posteriores Palma ha expandido "El mapa del tiempo" hasta convertirla en la "Trilogía Victoriana" con las adiciones de "El mapa del cielo" (2012), y "El mapa del caos" (2014), nunca me he sentido impelido a continuar su lectura.

sábado, 19 de noviembre de 2022

"Zig zag" (2006). José Carlos Somoza

Con la presente entrada continúo avanzando en mi recorrido cronológico por los escritores más representativos de la literatura de ciencia-ficción en España, a través de sus obras de referencia. Hoy le ha llegado el turno a José Carlos Somoza, a quien voy a reseñar a través de su novela "Zig zag". Somoza es seguramente uno de los autores de ciencia-ficción más populares y de más éxito de nuestro país. En parte porque no se ha limitado a escribir dentro del género, sino que ha sabido acercarse con acierto a otros géneros de mayor repercusión comercial. Géneros que, lógicamente, se dejan notar cuando escribe ciencia-ficción. Pero en ocasiones, como en la novela que les traigo hoy, su encuadre dentro del género, por la preeminencia del elemento científico, por la cobertura de lo que en el momento de su publicación era el futuro cercano, y por la especulación sobre las implicaciones de lo que en ella se descubre, está fuera de toda duda. Estamos, pues, ante un libro que, a partir de una trama de ciencia-ficción, se desarrolla como un thriller, y que, a pesar de una extensión excesiva y cierta recreación en la violencia, resulta tan amena como convincente desde el punto de vista científico.

Quizás el acierto más llamativo de la novela sea el relativo a la ciencia: fruto de una preparación concienzuda y un asesoramiento multidisciplinar, Somoza nos propone un recorrido científico de altos vuelos. Desde el sugestivo uso que realiza de la teoría de cuerdas para las partículas subatómicas, pasando por el casi inevitable acelerador de partículas, hasta llegar a una plausible recreación del mundillo científico (cursos, disertaciones, proyectos ocultos, envidias...). El elenco de roles expertos en diversas y complementarias materias también le permite al escritor sacar un notable partido de la contemplación de imágenes del pasado. E incluso la combinación de arquetipos como el solitario y sádico Valente, con la poco frecuente mezcla de inteligencia y belleza extremas que caracterizan a su protagonista Elisa Robledo, permite que la novela se aleje del convencionalismo.

Recurrir a un formato de thriller para aprovechar estos sólidos cimientos tal vez no sea la mejor decisión si lo que se desea es primar la carga especulativa de la novela. Pero sí resulta una opción acertada para anteponer el entretenimiento: la obra se lee con mucha fluidez, a menudo cuesta interrumpir la lectura y, a pesar de que a veces desprende un aroma a best-seller que puede restarle repercusión literaria, Somoza demuestra ser un narrador sólido.

Otros aciertos reseñables son la minuciosidad a la hora de localizar espacial y temporalmente la novela (con mención especial para todos los detalles que se proporcionan sobre los distintos lugares de Madrid en los que la sitúa), las ilustraciones que puntualmente enriquecen el texto, la habilidad narrativa para que los diversos saltos hacia delante y hacia atrás en el tiempo no desorienten al lector, y una solvencia como escritor que sitúa la obra a la altura de cualquier producción anglosajona de nivel medio.

Entre los defectos que me impiden considerarla una gran novela, el más obvio es su extensión: mal común de estos tiempos, resulta especialmente obvio durante su primer tercio, demasiadas páginas y detalles sobre supuestos espionajes que se podrían haber resuelto en muchas menos cuartillas. En otro orden de cosas, que se produzcan muertes en una novela así parece inevitable, pero Somoza tiende a recrearse en detalles desagradables, casi obscenos, provocando que la violencia adquiera una relevancia excesiva. Algo parecido sucede con el frecuente empleo de barbarismos, o con las recurrentes referencias sexuales (incluidas las onanistas). Y el continuo recurso de ocultar tácitamente información al lector, de cerrar cada capítulo con una nueva alusión a "lo peor está por llegar", resulta tan evidente como cansino.

El final, aun pecando también de esos mismos defectos (longitud y trucos), sabe centrarse en lo que está experimentando cada personaje, y resulta razonablemente explicativo para la complejidad de lo narrado, lo que favorece la impresión final de lo que podría haber sido una gran novela, pero se queda en una lectura recomendable.

martes, 1 de noviembre de 2022

"Danza de tinieblas" (2005). Eduardo Vaquerizo

Con la presente entrada prosigo la reseña en orden cronológico de obras emblemáticas escritas por los principales autores de ciencia-ficción en España. Cruzamos ya la frontera del siglo XXI para hablarles de uno de los principales escritores que siguen representando el género en nuestros días: el madrileño Eduardo Vaquerizo. Un escritor que alcanzó popularidad y reconocimiento con la novela que hoy les presento: "Danza de tinieblas". Hasta tal punto que con el transcurso de los años esta novela ha derivado en trilogía, gracias a las secuelas "Memoria de tinieblas" (2013) y "Alba de tinieblas" (2018). Y es que "Danza de tinieblas" nos ofrece una ucronía original, con personalidad, bien ambientada, que recrea un Madrid alternativo en la primera mitad del siglo XX muy interesante desde el punto de vista social, pero que en mi opinión adolece de una trama débil, reiterativa y no muy bien presentada.

Sin duda la razón principal del reconocimiento y el éxito de la novela radica en su adaptación a la historia de España de la corriente steampunk que surgió dentro del subgénero de las ucronías a finales de los años ochenta, ambientado fundamentalmente en una Inglaterra victoriana alternativa caracterizada por sus mayores avances tecnológicos. En este caso el punto Jombar del que parte Vaquerizo (la ascensión al trono de Juan de Austria tras la repentina muerte de Felipe II) resulta tan factible como estimulante. Y el devenir histórico de los trescientos cincuenta años posteriores afianza muchas de las características del Siglo de Oro español, a las que el escritor añade unas dosis de modernidad industrial, creando un conjunto reconocible y atractivo.

A lo anterior debemos añadir un protagonista bien caracterizado (Joannes Salamanca), en el que conforme avanzan los capítulos iremos viendo crecer su resistencia a la adversidad, unos personajes secundarios reconocibles y que complementan bien el panorama (Fray Faustino, el Duque de Mier, Rebeca), y unos avances tecnológicos que, aunque basados en el carbón y en la incipiente electricidad, se presentan de forma verosímil como parte de esta historia alternativa.

Otra fortaleza de la novela es el Madrid de 1927, fácilmente reconocible en sus barrios y calles similares a las reales (desde el Paseo de la Castellana hasta Mirasierra), pero adaptado en su realidad a esta sociedad alternativa, llena de desigualdades sociales, sucia, esforzada y abarrotada. Algo a lo que contribuye la presencia en ella de todos los centros de poder (el Rey, los nobles, la Alhama judía, los cuerpos de seguridad...).

El principal problema de la novela es la endeblez de su trama. Una vez puestos en situación tras la función en el Teatrón y el crimen en Lavapiés, y hasta prácticamente la mitad del libro, la intriga se plantea como una fatigosa reiteración de encuentros en lugares sórdidos, en los cuales Joannes y el fraile, aparte de recrearse en el ambiente, no avanzan prácticamente nada en sus pesquisas. La sensación de novela que no avanza, de repeticiones vacuas, es poderosa y decepcionante. Cuando al fin Joannes se convierte en el chivo expiatorio de los asesinatos y empieza a ser perseguido, el libro mejora, pues el ritmo aumenta y la trama se convierte esencialmente en una historia de supervivencia, pero la intriga sigue mal desarrollada, y Vaquerizo no logra crear el clímax final.

A ello tenemos que sumarle algunas situaciones en las que Joannes sale indemne de manera excesivamente forzada, unos personajes cuyo esclarecimiento final resulta decepcionante (el fraile, el Duque), el surgimiento repentino y cercano al final del gremio de relojeros como poder en la sombra de todos los asesinatos, el recurso a unos gólems más míticos y fantásticos que creíbles a la hora de cometer los crímenes, y ciertos detalles como una vestimenta que apenas ha variado en más de tres siglos, o pasajes en los que el transcurrir del día hasta llegar a la noche presenta inesperadas inconsistencias.

El desenlace, más farragoso y violento que clarificador, sin que la naturaleza real de Rebeca constituya ninguna revelación, y con la no muy bien presentada alianza de Joannes con el judío Shlomo como colofon, no resulta satisfactorio. Y resultó ser la razón última por la que hasta el día de hoy no me he animado a leer las dos novelas anteriormente mencionadas: desde mi punto de vista, con el primer libro es suficiente.

lunes, 17 de octubre de 2022

"El enfrentamiento" (1996). Juan Carlos Planells

Con esta entrada continúo mi recorrido en orden cronológico por los principales escritores que han marcado la ciencia-ficción en España. Llegamos al año 1996, que fue cuando vio la luz "El enfrentamiento", de Juan Carlos Planells. Que para mí es, sin duda, una de las mejores novelas de la lista. Planells fue un escritor maldito, aficionado empedernido al género (al que contribuyó con innumerables reseñas y críticas, así como con un puñado de relatos y dos novelas), que siempre estuvo marcado por una sensación de fracaso, de valía no reconocida, hasta que murió casi en la indigencia en 2011, a la temprana edad de 61 años. Pero como al final lo relevante de todo creador es su legado, nos dejó como muestra de su talento la obra que les traigo hoy. Una novela ágil, muy bien escrita, que acerca a la cultura y la producción literaria españolas uno de los temas clásicos de la ciencia-ficción. Probablemente si hubiera sido pulida por algún editor con instinto e inteligencia, se habría convertido en uno de los clásicos por excelencia del género en España.

El tema de los universos paralelos no es nuevo, pero el enfoque de Planells sí es original: se centra en exclusiva en dos únicos universos, entre los años 1971 y 2009, y sitúa la narración casi exclusivamente en Barcelona. Todo ello le permite entroncar su novela con tantas otras de nuestra literatura patria ambientadas en la Ciudad Condal durante la segunda mitad del siglo XX, y emparentar su creación con las muchas ucronías en las que el Tercer Reich fue el vencedor de la Segunda Guerra Mundaial, presentando así una singular España dominada por los nazis.

Con esta base tan sólida, a Planells sólo le queda desplegar su llamativa solvencia como escritor: capítulos de duración casi siempre ajustada a lo que en ellos pretende narrar, descripciones precisas y asimilables, diálogos fluidos, un uso prácticamente irreprochable del idioma... Ese dominio del oficio y el interés por lo narrado provocan que resulte complicado interrumpir la lectura. Máxime cuando las páginas, especialmente las del primero de los dos libros que mayoritariamente la conforman, presentan una sociedad decadente y conformista, pero presidida por la omnipresente sensación de que algo grave se está gestando.

El empleo que hace el escritor del recurso de las "dos Barcelonas" es bastante acertado, primero eligiendo a un subconjunto de personajes común a ambos mundos, después respetando las particularidades e historia de cada uno, y finalmente uniéndolos en un plan terrorista que resulta fallido, como no podía ser de otra forma en una novela que destila un familiar pesimismo vital. Incluso la manera casi "científica" de relacionar ambos universos, con tan sólo unos pocos lugares y personajes desdoblados, resulta solvente dentro de la innegable dificultad que entraña dotar de cierta verosimilitud a este tema.

No es ésta una novela de graves defectos, pero le habría venido muy bien haber sido pulida para haber resultado irreprochable. Quizá lo más obvio sea el hecho de que algunos tramos habrían requerido un mayor desarrollo, para calibrar mejor los roles de determinados personajes, y comprender así mejor sus inquietudes. Asimismo, algunos pasajes del Libro Segundo habrían merecido una re-escritura para llevarlo al nivel del Primero. Por otra parte, el desenlace es un tanto previsible y parcial, a causa de los cabos sueltos que deja. Y por último, sobran claramente exabruptos y, para los que no dominamos el catalán, algunos nombres femeninos en ese idioma (Mercé, Ángels, Assumpta) pueden llevarnos a confundir personajes.

En todo caso, lo fascinante de las dos Barcelonas alternativas, capítulos impactantes como casi todos los que se ocupan de Pilar Bremen, y unas bien distribuidas dosis de novela policíaca, la convierten en una lectura claramente recomendable.

domingo, 9 de octubre de 2022

"El mundo de Yarek" (1993). Elia Barceló

Una entrada más prosigo con mi revisión en orden cronológico de los principales autores que han escrito ciencia-ficción en España. La de hoy es una entrada especial porque se trata de la primera que dedico a una escritora: al igual que sucedió en los países anglosajones, durante sus primeras décadas de existencia la literatura de ciencia-ficcion española fue esencialmente un géneros escrito (y leído) por hombres. En Estados Unidos ello comenzó a cambiar a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, pero dado el habitual retraso a la hora de abrazar las nuevas corrientes literarias de nuestra nación, no fue hasta los años noventa cuando algunas autoras patrias empezaron a adentrarse en este apasionante mundillo. Y sin duda, la que mayor repercusión alcanzó (y ha mantenido a lo largo de las siguientes décadas, con una obra literaria ya mayoritariamente encuadrada fuera del género) fue la alicantina Elia Barceló. Que en 1993 ya había escrito una serie de relatos que la habían dado a conocer, pero que recibió el espaldarazo definitivo como escritora con "El mundo de Yarek", la cual se alzó con el ya por entonces prestigioso Premio UPC de novela corta, y que desde entonces ya ha sido reeditada en varias ocasiones. Se trata de una novela humana, bien escrita, sobre el destino de un xenólogo a un planeta yermo, hecho que propiciará variadas e interesantes reflexiones.

Con un estilo que inevitablemente recuerda a la escritora del género por excelencia (Ursula K. LeGuin) por su respeto a la naturaleza y por la profesión de su protagonista, Barceló nos va relatando sin apenas tregua los graduales descubrimientos que sobre el planeta Yermo va realizando Lennart Yarek, su protagonista. Los cuales van influyendo en su revisión del sentimiento de culpa que preside su destierro, en sus exploraciones, y en las decisiones que irá tomando para proteger a los iloi, los habitantes de aspecto humanoide con los que se encontrará. Aunque habría venido bien algo de pausa, el lector va comprendiendo el mundo interior de Yarek y, aun sin ser un personaje particularmente agradable, llega a interiorizar con él. A menor escala, otros aciertos sustentan la novela: un elemento científico solvente en su discreto segundo plano, que confiere verosimilitud a la capacidad de supervivencia de Yarek, unos capítulos cortos pero llenos de situaciones, y una profundidad que se aleja de los ciclés habituales de la ciencia-ficción.

No obstante, Barceló se toma varias licencias literarias que cuestionan el resultado final: el mero destierro a un planeta completamente inexplorado se antoja una pena excesivamente extrema para una sociedad que suponemos avanzada; la vertiginosa conversión del páramo inicial que es Yermo en un paraíso desconocido hasta entonces para la comunidad científica tampoco parece realista; menos aún que del resultado de la cópula de Yarek con la iloi Jara resulte un ser vivo perfectamente viable; y menos incluso que ese ser vivo, Nova, carezca de herencia genética humana alguna.

Con todo, lo que en mayor medida impide considerar esta novela una obra redonda son sus dos capítulos finales. El salto narrativo propuesto por Barceló en ellos resulta difícil de asimilar. Pero es que, además, las elucubraciones de los jueces sobre el veredicto a emitir respecto al comportamiento de Yarek en Yermo resultan confusas. Incluso aunque la escritora intente justificar científicamente todo lo sucedido en los capítulos anteriores, el detonante de su deslocalización por una parte, y la necesidad de emitir un veredicto, por otra, resultan poco convincentes. Claramente un final menos disruptivo, y que volviera como Yarek a modo de cierre, le habría restado menos puntos a una novela que, aun así, merece una lectura.

domingo, 25 de septiembre de 2022

"Edad: 143 años" (1989). Jordi Sierra i Fabra

Con la presente entrada prosigo mi recorrido cronológico por los escritores más relevantes de ciencia-ficción en español. Ha llegado el turno de hablarles del barcelonés Jordi Sierra i Fabra, a través de una de sus novelas de ciencia-ficción más representativas: "Edad: 143 años". Para quienes no lo sitúen, Fabra es un prolífico autor (más de quinientos libros), que sobre todo es reconocido como escritor de libros para un público infantil y juvenil. Aunque también ha publicado decenas de libros sobre temática musical, centrados en algunos de los artistas de música contemporánea más relevantes de las últimas décadas. Semejante caudal creativo no ha sido, sin embargo, obstáculo para que Fabra se haya adentrado en algunas ocasiones en la literatura de ciencia-ficción, hasta convertirse en un nombre importante dentro del género. Siendo quizás la novela que reseño hoy su aportación más conocida al mismo: publicada originalmente en la colección Ultramar que dirigía, como ya comenté hace un par de entradas, el insigne Domingo Santos, su calidad y su temática han provocado que se haya reeditado frecuentemente desde entonces, correspondiendo la imagen que ilustra esta entrada a la reedición más reciente. Y es que el libro ofrece un meritorio y equilibrado acercamiento a la cuestión de la hibernación, con una encuesta pública ante la justicia como vehículo para desarrollar argumentos y contraargumentos, una vertiente sentimental muy adecuada (aunque un tanto esperable), y una extensión comedida que facilita la lectura.

Desarrollar una novela en torno a un juicio es sin duda más habitual en la literatura anglosajona que en la hispana, y quizá por eso la novela puede leerse sin prejuicios sobre el lugar donde fue escrita. Además, el juicio permite estructurar de manera sencilla la obra: con capítulos cortos que combinan las comparecencias de los testigos y los avatares personales del protagonista Juan Carlos Galí en los interludios, la narración es dinámica, y en ningún momento se va por las ramas. Además, Fabra realiza un exhaustivo análisis de las ventajas e inconvenientes de la hibernación desde diversas perspectivas (económica, política, sociológica, filosófica), y lo hace siempre desde la argumentación, permitiendo que el lector reflexione junto a él, en lo que constituye tal vez el mayor logro de la novela.

Otros aciertos reseñables desde mi punto de vista son: la sociedad de finales del siglo XXI, muy razonablemente evolucionada respecto a la actual (a pesar de detalles como el uso de disquetes...); la preocupación por la vertiente sentimental de la familia de Galí (potenciada por el Síndrome de Inmunodeficiencia Cerebral que Fabra inventa y establece para su hijo Jan); la interrelación que imagina entre los centros de poder (la banca - la justicia - los medios de comunicación); y la osadía de Galí recurriendo a su testigo de 145 años.

Lamentablemente, algunos defectos impiden considerarla un clásico de la literatura de ciencia-ficción en español. La encuesta pública ya es por sí misma una propuesta cuestionable, pero el fallo más obvio es la previsibilidad: desde el momento en que Jan entra en escena, el lector intuye el rol que va a desempeñar; lo mismo cuando Galí une el destino de los hibernados a la derogación de la ley anti-hibernación; incluso resulta sencillo anticipar la enfermedad de Struer. Otros defectos menos relevantes son el esquematismo de la mayoría de personajes (más propio de una cualquiera de las novelas juveniles del escritor), la omisión de roles que deberían ser clave en el juicio (como los herederos, o los albaceas de los testamentos), y en general, cierta renuencia a profundizar en los acontecimientos, en una aproximación que recuerda a las de las novelas de la Edad de Oro de la ciencia-ficción.

No obstante, a pesar de estos defectos el resultado final es claramente satisfactorio, y por ejemplo no desmerece respecto al nivel medio de los títulos editados por Ultramar en su recordada colección. Lo que considerando algunos de los autores y de las novelas publicadas en la misma, es decir mucho. Y explica por qué la novela sigue mereciendo el interés de los editores.

domingo, 4 de septiembre de 2022

"Mundos en el abismo" (1988). Juan Miguel Aguilera y Javier Redal

Una nueva entrada continúo por mi revisión de los principales escritores de ciencia-ficción en España, a través de sus obras más representativas. Hoy les voy a hablar de dos autores no reseñados hasta el momento Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Con los que quedó inaugurada para el gran público una práctica poco habitual en nuestro país: la creación de novelas de ciencia-ficción "a cuatro manos". Algo frecuente en los países en los que surgió el género (baste mencionar, por ejemplo, a Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth y sus espléndidas novelas los años cincuenta, o a Larry Niven y Jerry Pournelle, que alcanzaron la cima en los años setenta), pero infrecuente hasta entonces en España. Estos dos escritores valencianos rompieron esa soledad creativa del autor único con la novela que hoy reseño: "Mundos en el abismo". La cual, ademas, constituyó un hito por otras varias razones: fue la primera con una fuerte base científica en nuestro país, y dio lugar a varias secuelas a lo largo de los años, hasta conformar una saga que, salvando las distancias, podríamos emparentar con sagas míticas como la Fundación o Dune: se trata de la saga de Akasa-Puspa, así conocida por el cúmulo globular en el que transcurre, en el exterior de la Vía Láctea. Y es que, pese a sus altibajos, estamos frente a una novela muy ambiciosa, con un glosario de términos específicos, y varias ilustraciones que representan naves, alienígenas y marcos escénicos, rica en contenido y bien llevada, razones por las cuales las secuelas surgieron de manera natural. Aunque debo advertirles que no es un libro de lectura fácil.

El comienzo en particular es enormemente arduo: un marco escénico con gran cantidad de conceptos y términos desconocidos, que obligan una y otra vez a consultar el glosario al que aludía antes. Pero si tiene suficientes ganas de proseguir la lectura, el lector poco a poco se irá situando. Y descubrirá tres frentes complementarios e igualmente fascinantes: el Imperio, la Hermandad y la Utsarpini. Justo aquí aparece el primer defecto serio de la historia: pese a lo adecuado del resumen con los personajes principales que nos proporcionan, aparecen en escena, con trazos gruesos, varios personajes que al poco desaparecerán por completo de la narración: Khounde, Srila, Goswani... Da la impresión de que Aguilera y Redal fueron modificando sobre la marcha su idea inicial de la trama. Y eso no beneficia a su creación.

Pero tanto los antecedentes históricos como la situación socio-política, con un papel preponderante de la ciencia, están en un nivel medio similar al de muchas producciones anglosajonas. Akasa-puspa, con esas distancias relativamente cortas entre estrellas que posibilitan los viajes interestelares, es un marco escénico complejo, coherente físicamente, y con una riqueza cultural comparable a su tamaño. La estructura de los planetas se basa acertadamente en la idea del ascensor espacial de Charles Sheffield / Arthur C. Clarke, y el ambiente de las complejas naves está logrado: rígido en la rudimentaria Vajra, grandilocuente y vacuo en la descomunal Vijaya. Todos ellos grandes logros.

El descubrimiento de la esfera es el acontecimiento que introduce el sentido de la maravilla, tan necesario en la ciencia-ficción. Y la gran cantidad de hipótesis y posibilidades al respecto consiguen cautivar al lector. Pero dado que la novela no es excesivamente larga para todo lo que encierra, los acontecimientos se precipitan, y no con total claridad: la toma de la Vijaya, por ejemplo, resulta de una violencia excesiva, y quedan varios transbordadores con no se sabe bien quiénes a bordo, flotando por algún sitio. Y si bien las páginas de desolación en la esfera, así como la rudimentaria existencia de los esferitas, me parecen aciertos incuestionables, una vez tras otra los escritores insisten en contraponer ciencia y religión, de manera tan vehemente que pueden llegar a cansar al lector.

El final es probablemente el esperado: más que terminar la narración, la interrumpen, pues hay demasiados elementos en juego como para renunciar a continuar con la historia. Algo no necesariamente reprobable, pues a lo largo de toda la novela había primado la ambientación sobre la trama. Y que en parte quedaría subsanado en el resto de novelas que a día de hoy conforman la saga: "Hijos de la eternidad" (1990), "El refugio" (1994), "En un vacío insondable" (1994) y, ya escrita por Aguilera en solitario, "Mundos y demonios" (2005). Una vastedad literaria que ha ido pareja al interés despertado, pues como ilustra la imagen que acompaña esta entrada, recientemente se ha reeditado esta primera novela. Aunque debo reconocer que, a pesar del reconocimiento alcanzado por la misma y por varias de sus secuelas, la complejidad argumental y la cierta frialdad de lo narrado provocaron que, hasta la fecha, no haya proseguido con las siguientes novelas que la conforman. Pero no descarto hacerlo en un futuro.

martes, 23 de agosto de 2022

"Hacedor de mundos" (1986). Domingo Santos

Con la entrada que les traigo hoy continúo mi recorrido en orden cronológico por los principales escritores y obras de ciencia-ficción en España. Ha llegado el momento de hablarles del que seguramente ha sido el mayor contribuidor a la difusión de este género literario en nuestro país: Pedro Domingo Mutiñó, más conocido como Domingo Santos. Quien aparte de un notable escritor, autor de más de una decena de novelas "para adultos" (la última de las cuales es precisamente la que les traigo hoy), fue un incansable traductor de las mejores obras del género, además de editor pertinaz y director de algunas de las más relevantes colecciones de nuestro país. Toda una institución, cuya fama es incluso inferior al reconocimiento que merece. Y que explica que incluso en la actualidad el congreso español de ciencia-ficción entregue cada año un premio literario que lleva su nombre. Por no mencionar que, indudablemente, es uno de los principales responsables de que yo haya mantenido mi pasión por este género literario a lo largo de varias décadas.

Domingo fue un escritor fuertemente influido por la ingente cantidad de obras que tradujo, lo que proporcionó a su bibliografía una profundidad temática y una calidad literaria que sin duda sorprendería a quienes desde la ignorancia aún desprecian este maravilloso género. Algo que se hizo particularmente patente en "Hacedor de mundos", la novela que reseño hoy. Cuando fue publicada en 1986, Domingo era precisamente el director de Ultramar Grandes Éxitos de Bolsillo, así que aprovechó esta circunstancia para dar salida a su última gran obra en esta editorial, que por aquel entonces estaba publicando masivamente obras de escritores anglosajones relativamente emparentados estilísticamente con Domingo (Robert Silverberg, Bernard Wolfe, Tomas M. Disch, Philip José Farmer). Y es que, aunque con algunos altibajos, es ésta una novela satisfactoria, que no desmerece el nivel medio de dicha colección, y que en mi caso sirvió para desmontar los tabúes que mantenía hace casi treinta años con respecto a la literatura de ciencia-ficción española.

Y es que la idea central del libro, aunque quizá nos parezca demasiado descabellada para la ciencia actual, es muy interesante: se desconoce la magnitud del poder del protagonista, pero se adivinan unos cuestionamientos de la realidad con reminiscencias de Philip K. Dick que captan la atención del lector. En mi opinión, el comienzo es lo mejor de la novela: la dramática situación de Cobos se presenta con habilidad narrativa, y su salvación da paso a unos capítulos fascinantes. Citar entre ellos la entrevista con Pagot, la toma de contacto con los Dórleas, o simplemente la magnitud del poder. Por otra parte, como adelantaba antes, la prosa de Santos es fluida, y con un vocabulario más que notable, lo que facilita el disfrute. Tal vez abuse en su gusto por el detalle (sobre todo en las frases que suele emplear para acompañar a una conversación), y en la recurrente sustitución del impersonal por la segunda persona, pero esta novela es una buena muestra de que sus cualidades como escritor quedaban fuera de toda duda.

Es cierto que, una vez la situación queda completamente planteada, el interés desciende. Desde mi punto de vista, Santos recurre en demasía al elemento sexual entre la pareja protagonista, y deja un tanto de lado su compenetración a otros niveles. En particular el capítulo de las visiones oníricas llega a fatigar por su delirio, y hace temer al lector más páginas de ese tipo. Pero afortunadamente el autor aprovecha su conocimiento de ciudades como París y Ginebra para, a partir de ahí, relanzar la historia. A pesar de lo cual la hermandad de poseedores del poder me parece demasiado endeble, y su aniquilación no se narra con la suficiente chispa. Tampoco termina de calar en el lector la idea de que la supremacía del poder se haya clarificado completamente, así que tras unas páginas de sospechosa calma, no sorprende en demasía la aparición de los verdaderos ostentadores del poder. Pero las reflexiones que se plantean entonces sobre su influencia en el pasado y en el futuro de la humanidad sí que son de gran interés, y se adaptan perfectamente a la idea construida por él. Y el "nuevo" desenlace sí está a la altura de lo esperado, en especial unas referencias religiosas que contribuyen a mejorar la impresión global de una obra que, treinta y cinco años después, admite una lectura rigurosa por todo buen aficionado al género.

miércoles, 10 de agosto de 2022

"Quizá nos lleve el viento al infinito" (1984). Gonzalo Torrente Ballester

Una entrada más continúo con la reseña en orden cronológico de las principales obras de ciencia-ficción en español, a cargo de sus autores más representativos. A mediados de la década de los ochenta, el hoy injustamente olvidado (los prejuicios no literarios, una vez más) Gonzalo Torrente Ballester gozaba de un gran reconocimiento de crítica y público, y se encontraba en un punto de su carrera en el que contaba con libertad absoluta para escribir lo que quisiera. Aun así, a algunos les sorprenderá que se acercara sin remilgos a la literatura de ciencia-ficción. Pero tal es el caso de "Quizá nos lleve el viento al infinito", la novela que les traigo hoy. Y es que, bajo la apariencia inicial de una trama de detectives, con la Guerra Fría vigente entonces como excusa y el Telón de Acero como trasfondo, la obra encierra un tratamiento elaborado de dos de los temas clásicos de la ciencia-ficción: los robots de aspecto humano (androides, cyborgs...), y la trasmudación de los cuerpos. Con algunas licencias literarias fáciles de detectar para el aficionado al género, y un resultado irregular.

Como si de un homenaje explícito a Isaac Asimov se tratara, Ballester escoge también el envoltorio detectivesco para ir introduciendo la carga especulativa y el sentido de la maravilla característicos de la ciencia-ficción clásica. Aunque en ningún momento el escritor especifica la fecha en la que suceden los acontecimientos, se entiende que la acción transcurre en los años ochenta del pasado siglo. Unos años en los que las en apariencia poderosas organizaciones de espionaje a uno y otro lado del Muro de Berlín (en realidad parodiadas por Ballester para evidenciar la prevalencia en las mismas de las pasiones humanas, así como el escaso nivel de sus dirigentes) andan desconcertadas por una serie de actos de contraespionaje inexplicables, los cuales, sólo mediante un esfuerzo consciente por dejar el raciocinio aparte, comienzan a ser atribuidos a un personaje misterioso de naturaleza incierta: el "Maestro de las huellas que se pierden en la niebla". Un personaje que lleva hasta el extremo la especulación sobre la transmudación de los cuerpos, dejando atrás por ejemplo el acercamiento hecho por Dick al tema sólo unos años antes en "La Transmigración de Timothy Archer".

Por si todo lo anterior fuera poco, y sin renunciar a sus parodias, Ballester añade varios robots a su trama. Empezando por identificar al muy popular James Bond como un robot (por cierto, ya en desuso), e incorporando después otros dos robots de apariencia humana: mujeres atractivas, de papel fundamental en la obra, que intentarán alcanzar su libertad individual más allá de su mecanicismo programado por caminos antagónicos.

El problema de la novela es que Ballester no trabaja lo suficiente algunas cuestiones básicas para dotar de consistencia a su obra, y se permite ciertas licencias que suponen un plus de esfuerzo para el lector. El primer gran obstáculo es que no se comprende por qué tanto revuelo en ambos servicios secretos: la alusión a la filtración de un Plan Estratégico, que posteriormente será contrarrestrada por otro Plan de similar naturaleza en el bando contrario, es siempre velada y opaca, y nunca ejerce de motor sobre el que gire la trama. De suerte que, en especial durante el primer tercio del libro, la novela es poco más que una serie de transmudaciones del Maestro, sin demasiado sentido ni atractivo a los ojos del lector. A ello se suma una prosa barroca, demasiado recargada, que a veces se detiene en detalles nimios y otras pasa por alto explicaciones básicas.

Lo peor, sin duda, es lo mal que están resueltas las metamorfosis del Maestro. Aunque el escritor menciona la infancia del protagonista y un maestro hindú que le ayudó a perfeccionar sus habilidades, la técnica empleada es completamente inverosímil, y la adopción inmediata de los rasgos de la persona suplantada, inadmisible. Además, ésta permanece en una especie de estado comatoso durante días, para regresar luego a su ser como si nada... Los androides, en cambio, sí resultan más plausibles, con sus cables y su necesidad periódica de energía, y el por otra parte excesivamente largo epílogo en el que Ballester intenta justificar cómo Irina fue desarrollando su personalidad mística, contribuye a ello.

Con estos inconvenientes, que apartan la novela de una mejor valoración global, lo sensato es quedarse con los aciertos que aún hoy en día mantiene la novela: la ambientación de París y Berlín en la Guerra Fría, las profusas especulaciones sobre los robots, la yuxtaposición entre vida orgánica y vida mecánica, la inesperada solidez de la historia de amor entre el Maestro e Irina, y el cuestionamiento final sobre la auténtica naturaleza del Maestro. Mimbres que podrían haber servido para crear una gran novela, y no una curiosidad bibliográfica de un excelente escritor.

domingo, 17 de julio de 2022

"Lágrimas de luz" (1982). Rafael Marín

Una entrada más prosigo con mi reseña en orden cronológico de muchas de las principales obras de ciencia-ficción escritas en España. Llegamos a 1982, año en que fue publicada por vez primera "Lágrimas de luz", la opera prima del gaditano Rafael Marín Trechera (no confundir con el poeta Rafael Marín). Una novela que casi desde el principio fue considerada un clásico menor de la literatura de ciencia-ficción en nuestra idioma, entrando a formar parte apenas tres años más tarde de la emblemática "Biblioteca de Ciencia-Ficción" de la Editorial Orbis, y recibiendo desde entonces continuas reediciones hasta nuestros días. Un reconocimiento que comparto solamente en parte. Y es que la presente es una novela variada, densa y bien escrita, sobre la vida de Hamlet Evans en un futuro muy lejano. Pero a la que le sobran coincidencias, le falta evolución social, y le perjudican excesivas dosis de lirismo.

Defectos que, debo reconocer, resultan mayormente disculpables si consideramos que Marín tenía tan sólo veintidós años cuando escribió este libro. A tan corta edad ya mostraba una poderosa personalidad como escritor, así como un gran dominio de nuestro idioma. Dos pilares que le sirvieron de base para elaborar un recorrido de algo más de veinte años por la vida de Hamlet, su protagonista absoluto. Un periplo en el que no faltan encuentros sexuales, ni pasajes de aventura, ni dosis de especulación, ni siquiera varias razas extraterrresteres como los nors o los ascaris. Todo lo cual contribuye a la riqueza argumental y a la amenidad del libro, y fue clave para conferirle ese lugar de privilegio en nuestra literatura al que aludía anteriormente.

Virtudes que no consiguen empañar ciertos defectos que explican que mi impresión final no fuera todo lo que favorable que esperaba cuando la leí. El más obvio es la ausencia de un motor, de una misión que dinamice la lectura: la vida de Hamlet va transcurriendo por distintas etapas sin demasiada hilazón entre ellas, y ello provoca la alternancia de capítulos brillantes y disfrutables (en especial su periodo como poeta oficial a bordo de la Marfil), con otros eminentemente filosóficos, o algunos simplemente especulativos en demasía, o más enfocados a potenciar el lirismo de la novela que a relatar las peripecias del protagonista. Con lo cual el interés del lector va sufriendo altibajos.

A ello debemos añadir que la Tercera Edad Media que Marín imagina para su futuro lejano resulta sorprendentemente inmovilista desde el punto de vista social: la poesía como herramienta imprescindible para ensalzar las victorias de la Corporación en su expansión por la Galaxia parece un arcaísmo ingenuo; más aún presentar un circo muy similar a los actuales (detalles tecnológicos aparte) como uno de los principales entretenimientos de masas en ese futuro tan lejano. La brutalidad de esa Corporación que se expande sin piedad por el Confín también parece más propia de un estado evolutivo anterior de la especie humana. Y como guinda, en tan vasto marco escénico, con miles y miles de millones de seres humanos que en principio deberían haber evolucionado en sus cualidades, Marín se toma ciertas licencias en forma de errores garrafales (como los que comete el Capitán Ares Wayne), o de nada plausibles coincidencias (como los reencuentros de Hamlet con Orfeo), que no ayudan a la sensación de verosimilitud. Otros defectos menores son la imposible sostenibilidad, ni siquiera a corto plazo, de la división social en el planeta Mandara, el posicionamiento nada disimulado y reiterativo de Marín en contra de la colonización perpetua de la Corporación, y la atribución a un ente difícilmente aprehensible como Nueva York del poder absoluto sobre toda la humanidad.

A cambio, la novela ofrece un elemento científico razonablemente bien cuidado (desde "alterados" creados por las más avanzadas técnicas de la Corporación, hasta "tormentas magnéticas"), una buena caracterización de los personajes con los que se va cruzando Hamlet en su periplo vital (desde la camaradería de Salvador, hasta los episodios de amor con Hroswitha o Wimdyl), la humanidad que desprenden sus páginas, o la manera como enlaza el principio y el fin de la historia, ambos focalizados en la vida de Hamlet como director de circo. Argumentos que, sin duda, justifican una lectura por parte de aquellos interesados en conocer la literatura de ciencia-ficción en nuestro país.

domingo, 3 de julio de 2022

"Viaje a un planeta Wu Wei" (1976). Gabriel Bermúdez Castillo

Una entrada más prosigo con los escritores españoles que han alcanzado una mayor relevancia a la hora de escribir literatura de ciencia-ficción. Nuestro recorrido a lo largo de los años nos sitúa ya en 1976, año en que fue publicado por primera vez "Viaje a un planeta Wu Wei", del aragonés Gabriel Bermúdez Castillo. Una obra que inicialmente tuvo una difusión muy limitada, pero que a lo largo de las décadas ha sido reeditada en diversas ocasiones, lo que refleja el impacto que, de manera gradual, ha ido alcanzando en nuestro país. Y es que se trata de una novela muy extensa, densa, que acerca con habilidad la ciencia-ficción a otros géneros literarios, con un saludable gusto por las aventuras, un contexto que resulta mucho más sólido de lo que inicialmente parece, y una cierta irregularidad que juega en su contra y lastra en cierta medida el resultado final.

En mi opinión, las dos mayores virtudes de este libro son la gestión del factor sorpresa, y la versatilidad para dar cabida dentro de su trama a otros géneros. La sorpresa está muy presente nada más arrancar (con el peculiar destierro de la ciudad que sufre Sergio Armstrong, protagonista absoluto de la historia, tan pronto como éste comienza a profundizar en la vida que llevan los seres humanos en la Tierra), y de manera especial en el tramo final (tras la muerte del presidente Jorge III), cuando muchas piezas que hasta entonces habían parecido entre inconexas e inverosímiles encajan con una naturalidad pasmosa. Y la versatilidad la reflejan los múltiples géneros por los que va transitando la novela según avanzan los capítulos: ciencia-ficción que deviene en novela de aventuras cuyo único objetivo es la supervivencia, después western, más tarde fantasía, elementos de terror, nuevamente aventuras, capítulos de fuerte contenido mitológico, y vuelta a la ciencia-ficción para dotar a (casi) todo lo anterior de sentido. Tal ambición justifica sobradamente la extensión del libro.

En el capítulo de las virtudes podemos incluir la habilidad literaria del escritor para sacarle partido a los episodios de aventuras que periódicamente dinamizan la acción. Otro punto fuerte es el elenco de personajes: además del propio Sergio, quien resulta razonablemente solvente pese a que sus motivaciones sólo se comprenden en las páginas finales, el lector le acaba cogiendo cariño a unos personajes en el límite de lo excesivo pero que no dejan indiferentes: el Vikingo, el Manchurri, Marta di Jorse, el Capitán Grotton... La filosofía Wu-Wei que da título al libro, mezcla de anarquía, pasividad y comunión con la naturaleza, también resulta aprehensible, pese a que nunca se llega a explicar del todo. Y la abundancia de conceptos creados por Bermúdez para ambientar su particular universo (autociclos, mandriles, Piedra de la Luna, cellisas) y de otros ajenos pero provocativos y bien engarzados en la trama (poligamia, ausencia de Estado, canibalismo) refleja a las claras la riqueza argumental de la novela.

Para mí los dos defectos que más negativamente afectan al resultado final son la prevalencia en diversos momentos de los elementos fantásticos y de terror, y la extensión de todos los capítulos. Y es que la novela habría sido casi igual de ambiciosa pero mucho más defendible sin elfos, náyades, conjuros y demás parafernalia que ni siquiera las explicaciones finales consiguen justificar. Por no hablar de Herder, BILETO, la estrella Gabkar, los palacios que cambian de forma, y la presencia de elementos malignos, sin duda las páginas más pesadas de toda la novela. Sólo un escalón por debajo se sitúa el hecho de que con ciento y pico mil palabras escritas tan sólo haya trece capítulos. Ello se explica porque Bermúdez enlaza episodios inconexos dentro de un mismo capítulo sin dar tregua al lector, por lo que salvo cuando la aventura está en su punto álgido, la fatiga suele aparecer. Tampoco ayuda una cierta petulancia a la hora de escoger el vocabuliario, ni una edición (a cargo de la editorial Avalón) poco cuidada, que eliminaba puntos y aparte, mezclaba diálogos con descripciones, y aprovechaba sin disimulo hasta el último espacio disponible.

El final, con todas las explicaciones que proporciona el autor sobre los acontecimientos pretéritos que desembocan en la situación presente, y el posicionamiento nítido del autor en contra del tecnológico mundo sobre-controlado y en favor del Wu-Wei, mejora claramente la impresión global, y confirma la existencia de un plan concienzudo de Bermúdez para hacer reflexionar al lector más allá del mero entretenimiento. Lo que posiblemente explique que a día de hoy se considere a esta nivela un clásico menor dentro de la literatura de ciencia-ficción en España, y que desde mi punto de vista merezca una lectura en cualquiera de esas continuas reediciones a las que aludía al comienzo.

sábado, 18 de junio de 2022

"Corte de corteza" (1969). Daniel Sueiro

Con la presente entrada continúo la reseña en orden cronológico de escritores que han escrito ciencia-ficción en España, a través de sus obras más representativas. Estamos ya a finales de la década de los sesenta, año en que vio la luz "Corte de corteza", del gallego Daniel Sueiro. Un autor que sólo ocasionalmente se acercó al género que nos apasiona en este blog. En su momento Suiero ya obtuvo con esta novela un reconocimiento notable (fue galardonada con el Premio Alfaguara). Y debo empezar aclarando que, pese a tratarse de un género poco habitual en su bibliografía, sigue siendo un fiel reflejo de su fuerte personalidad como escritor, siempre interesado en un realismo que le permitiera realizar una afilada crítica social. Es ésta, además, una novela que llama la atención por su temática, si tenemos en cuenta que se escribió en pleno tardofranquismo. Pero también debo advertiles de que estamos ante un libro que podría haber dado bastante más de sí. Y es que "Corte de corteza" es una muy elaborada novela sobre el primer transplante de cerebro humano, certera desde el punto de vista prospectivo, pero lastrada desde el punto de vista literario por esa intensa personalidad de su escritor.

Sueiro nos presenta un argumento atractivo, lo sitúa y ambienta con solvencia en el país en el que en buena lógica este tipo de cirugía debería emplearse en primer lugar (los E.E.U.U.), y lo rodea de unos muy bien elaborados conceptos científicos y tecnológicos. Pero todos esos mimbres con los que elabora su obra quedan en un desconcertante segundo plano por la obsesión del escritor en detenerse una y otra vez en feroces críticas de la sociedad contemporánea occidental. Desde el patriotismo impuesto hasta el consumismo innecesario, pasando por la "tranquilidad" de los chalets "a las afueras" que al poco terminan formando parte de la estresante ciudad de la que pretendían alejarse, nada escapa a su ironía, a su sarcasmo, a su pesimismo. Con una desmesura que le lleva a interrumpir una y otra vez una trama que pedía a gritos una mayor continuidad.

A ello debemos sumarle esa fuerte personalidad literaria a la que aludía antes, y que se traduce en una prosa de párrafos larguísimos, de frases subordinadas con hasta diez y quince comas, de capítulos enteros sin apenas diálogos. Con recursos tan cuestionables como el consistente en iniciar a menudo capítulos con varios párrafos que no identifican siquiera al sujeto de los mismos, provocando el desconcierto o incluso el rechazo del lector. Algo difícil de defender ante un argumento que por fuerza debería incorporar dinamismo, interacciones, tensión, concrección. Y que provoca que la operación de transplante en sí no suceda hasta la segunda mitad de la novela, y que lo realmente interesante (las consecuencias a múltiples niveles de dicha operación) apenas se cubra en el último tercio.

Y es una pena, porque la novela encierra meritorias virtudes. Como el elenco de personajes: no sólo Adam y David, los dos sujetos del transplante, con sus antagonismos físicos y vitales, sino también sus parejas y amantes, y el equipo médico (con mención especial para el personaje de origen español, el destructivo Doctor Castro, quizá el inesperado verdadero protagonista de la obra). O como la gran cantidad de detalles de la sociedad del futuro (avances médicos, artilugios tecnológicos, cambios sociales...), cautivadoramente certeros en su mayoría. O como la vanalidad social de muchos personajes, más ocupados en su fama o en el dinero que en su responsabilidad social.

Sólo en el último tercio, cuando el lector ya se ha dejado por el camino buena parte de sus expectativas, el binomio Adam-David se erige en el centro de la novela. Las fases por las que atraviesa son plausibles y están bien capturadas. Y Sueiro no se olvida de visitar ningún escenario que pueda darle juego a esta nueva realidad (con mención especial para la epatante fiesta en casa del Doctor Blanch, seguramente lo más recordable de la novela). Pero todo sucede demasiado rápido en comparación con las dos terceras partes anteriores, de suerte que incluso el original desenlace, con su doble vertiente suicidio-asesinato, aun mejorando la impresión final de la novela, no logra tanto impacto como su autor habría esperado. No obstante, se trata de una novela que ha envejecido lo suficientemente bien como para seguir mereciendo una lectura si queremos conocer una de las primeras incursiones literarias en la ciencia-ficción más puramente tecnológica de nuestro país.

sábado, 21 de mayo de 2022

"La nave" (1959). Tomás Salvador

Una nueva entrada prosigo mi recorrido en orden cronológico por los principales escritores que han publicado literatura de ciencia-ficción en España. Nos situamos en el año 1959, que fue cuando vio la luz la que es casi unánimemente reconocida como la primera novela de ciencia-ficción de nuestro país: "La nave", del palentino Tomás Salvador. Al igual que sucedía con mi anterior entrada, ese "Viaje a los efímeros" de Agustín de Foxá del cual comentaba que podría integrarse sin mayores problemas en cualquier antología de relatos del género en la década de los cincuenta, "La nave" podría con naturalidad formar parte de cualquier selección internacional de novelas recomendadas de dicha década. Y es que nos hallamos ante un caso poco habitual: una obra que desde su publicación ha sido igualmente ensalzada por crítica y público, lo que explica sus frecuentes reediciones. Y ello a pesar de que, también de manera análoga a mi anterior entrada, Salvador es desde hace décadas un escritor un tanto denostado en España, tanto por haber formado parte de la "Divisón Azul" durante la Segunda Guerra Mundial, como por su condición de "hombre del régimen" durante la dictadura franquista. Igual que en mi anterior entrada, reitero que en este repaso me estoy centrando solamente en la relevancia de las obras, independientemente de la filiación política de sus autores. Relevancia que, como les decía, queda en este caso fuera de toda duda. Porque "La nave" constituye un hito en la literatura de ciencia-ficción en español: original, bien estructurada, mejor desarrollada, y escrita con una calidad que nada tiene que envidiar a la de las mejores novelas anglosajonas de aquellos años.

La nave es un artefacto intergeneracional que, setecientos años atrás, partió al espacio como la mayor expedición jamás lanzada desde la Tierra hasta entonces, pero que fracasó en llegar a su destino, degenerando así de su propósito inicial a la sociedad presente, embrutecida y segmentada en dos grupos de seres humanos que apenas se interrelacionan. Solamente el Hombre de Letras, educado para escribir en el Libro de la nave, mantiene el suficiente nivel cultural para por lo menos continuar la historia escrita de lo acaecido desde el comienzo de la expedición. La originalidad de la novela reside, pues, en el planteamiento de la nave como un sistema social cerrado. Si bien podría ser cuestionable la autonomía de la nave para continuar funcionando tras siete siglos sin que los seres humanos a bordo sean capaces ya de realizar la mayoría de las tareas de mantenimiento necesarias, Salvador logra presentar esta circunstancia de manera razonable, por lo cual el deterioro gradual de los seres humanos a bordo resulta tan plausible como sugestivo. Y que Shim, su protagonista absoluto, tenga como Hombre de Letras la responsabilidad de seguir actualizando el Libro, le sirve tanto para realizar una mirada retrospectiva al pasado como para poner en marcha el cambio hacia el futuro.

Como decía, Salvador opta por utilizar ese sistema cerrado para explorar la lucha entre dos razas: los wit, herederos de los primeros astronautas pero actualmente confinados a causa del deterioro de la vida a bordo a los niveles inferiores de la nave, y los kros, surgidos precisamente a causa de la evolución de las condiciones a bordo, y que ostentan un poder dinástico en franca decadencia. Para ello el escritor estructura la novela en tres partes, cada una con un estilo narrativo propio. Durante la primera, a través de las lecturas y las reflexiones de Shim, se nos explica cómo la situación fue degenerando hasta llegar al enfrentamiento presente, de manera subyugante conforme avanzan sus capítulos "binarios". En la segunda, el descenso del mutilado Shim a los niveles interiores nos muestra la inesperada riqueza social de las siete familias wit, así como sus incipientes "avances" tecnológicos tras siglos de estancamiento. Y en la tercera, con Shim ya convertido en Novarca (una especie de Mesías de ese sistema cerrado), Salvador se detiene en los lógicos intentos por fusionar ambas razas y solventar así el conflicto.

La novela sigue sorprendiendo por la frescura que conserva a pesar de las décadas transcurridas desde su publicación, por la coherencia de los acontecimientos a bordo y sus consecuencias, y por la gradual evolución que encierran sus páginas. Resulta amena y bien escrita a partes iguales, y para no ser un autor de sólida formación científica, el elemento científico está razonablemente bien presentado, sin apenas anacronismos o artefactos trasnochados. Posee las dosis necesarias de humanidad, y fomenta casi desde el comienzo la especulación por parte del lector, algo siempre necesario en las buenas novelas del género.

En cuanto a los defectos, en mi opinión falla un tanto la redacción "lírica" de la tercera parte, esos versos libres con carácter epopéyico que ni riman ni entretienen como las dos partes anteriores. En menor medida, el comienzo resulta un poco lento, y no es complicado toparse con algún detalle poco creíble, además de una segunda parte de desenlace un tanto previsible. Y estaría bien que el final aclarara un poco más qué podría suceder desde el punto en que se interrumpe la narración en adelante. Aun así, resulta una lectura recomendable para todos aquellos que quieran presumir de conocer las mejores obras de la literatura de ciencia-ficción en español.

sábado, 14 de mayo de 2022

"Viaje a los efímeros" (1958). Agustín de Foxá

Con la presente entrada continúo con las reseñas de las obras más significativas de los principales escritores que han escrito ciencia-ficción en España. Como ya avisé al iniciar este apasionante recorrido, dada la escasez y la singularidad de la producción literaria española, no me voy a limitar solamente a novelas de extensión ordinaria, sino también a novelas cortas, o incluso a relatos. Es el caso de "Viaje a los efímeros", de Agustín de Foxá, que leí como parte del libro "Historias de ciencia ficción. Relatos, teatro, artículos", y de la que les voy a hablar hoy. La he seleccionado porque considero que es la obra de Foxá que mejor se ajusta a lo que entendemos actualmente por ciencia-ficción. Algo que seguramente resulte una sorpresa para algunos de los seguidores de este humilde blog, quienes tendrán referencias de Foxá como un escritor rancio e incluso denostado a causa de sus filiaciones políticas. Algo por desgracia aún habitual en nuestra crítica literiaria, y que como ya adelanté al iniciar este recorrido, no me parece una forma racional de evaluar la producción artística de nuestro país. Así que propongo obviar que Foxá fuera uno de los autores de la letra del "caralsol", además de un convencido falangista, y disfrutar de una de las primeras obras españolas que se podría inscribir con naturalidad en cualquier antología de relatos internacionales de ciencia-ficción de los años cincuenta.

Buen conocedor de la mejor ciencia-ficción anglosajona, el relato parte de la idea expuesta por Herbert George Wells en "El nuevo acelerador" (1901), consistente en contraponer dos velocidades temporales con el objeto de reflexionar sobre el hombre y su historia. Algo que refleja perfectamente su título. Se trata de un cuento relativamente largo para lo que cabría esperar, ameno, estructurado a partir de una serie de acontecimientos que suceden ante los ojos del lector, con una prosa que rehúye de los excesos barrocos de otras obras del autor, y la suficiente dosis de diálogos para mantener la atención del lector. En él, Foxá nos da a conocer la isla de Efímera, habitada por unos seres humanos irresimiblemente condicionados por un tiempo que avanza miles de vecea más deprisa que en el espacio convencional. A esta sugerente premisa debemos añadir que, en cierto modo, Foxá anticipa la "New Wave" que tan poderosamente influiría en el género una década más tarde, al focalizar las consecuenciaa de lo presentado en el crecimiento interior y en las reflexiones sobre la finitud de la vida de Miguel y de Catalina. Y que, además, permite al escritor parodiar la historia humana caricaturizando algunos de sus pasajes más oscuros y sus errores más notorios.

A pesar de esos aciertos, debo reseñar que el componente científico está poco conseguido, y eso implica que la convivencia entre ambos tiempos chirríe por todas partes: se pretende que en treinta y dos horas los protagonistas pueden interaccionar con los Efímeros hasta el grado de tener historias de amor con ellos. Y que en tan breve lapso los Efímeros viven vidas tan repletas de acontecimientos como las de los humanos del tiempo convencional. Es una pena que esta parte flojee, porque si este enfoque hubiera sido más acertado, podría haber sido un gran relato. Por lo cual recomiendo su lectura a interesados en conocer cómo se consolidó el género en nuestro país, pero no al aficionado en general.

lunes, 2 de mayo de 2022

"La jirafa sagrada" (1925). Salvador de Madariaga

Con la presente entrada continúo la reseña en orden cronológico de escritores españoles que han escrito obras de ciencia-ficción. Utilizo este giro porque en el caso que hoy nos atañe no estamos ante un "escritor de ciencia-ficción" como tal, sino de un escritor de literatura mainstream que siempre estuvo atento a las vanguardias del mundo anglosajón, y que se acercó en una de sus novelas al género. O mejor dicho, a uno de los subgéneros más reconocibles del mismo: las sociedades distópicas. Les hablo de Salvador de Madariaga y, en concreto, de la "Jirafa sagrada", a la que probablemente podamos calificar como la primera novela de ciencia-ficción escrita en España.

Aunque curiosamente, la novela se publicó originalmente en inglés, lo que refleja el dominio de dicha lengua por parte de Madariaga. Fue éste un escritor versátil, que cultivó ensayo, novela, crítica literaria, biografía e incluso poesía. Además de diplomático, ejerció de ministro durante la Segunda República, y fue un gran conocedor del Reino Unido, país al que se exilió durante la dictadura franquista, y en el cual residía cuando escribió la novela que hoy les presento. Y es que en aquellas primeras décadas del siglo pasado en el que el género comenzaba a dar su salto de los relatos pulp al formato novelístico, en España no tuvimos un Yevgueni Zamiatin o un Aldous Huxley que llevaran las distopías hasta cotas nunca antes conocidas, pero sí nuestro Olaf Stapledon particular, que reflexionando en realidad sobre algunos de los males de la sociedad de su tiempo, nos ofreció una singular novela sobre un futuro lejano en una ficticia nación africana (Ebania), salpicada de detalles humorísticos, y de un montón de conceptos originales y muy elaborados.

Eso sí, debo comenzar aclarando que su interpretación como una de las primeras obras de ciencia-ficción en español requiere de una lectura condescendiente. No tanto por su cautivador argumento (la nación de Ebania es en el siglo LXX una "monarquía ignicional" en la que el género dominante es el femenino, mientras que los varones se preocupan esencialmente de su físico y de sus intrigas amorosas), sino por la gran cantidad de anacronismos e incoherencias que encierra, así como por la ausencia de una trama medianamente defendible, puesto que la narración avanza a trompicones entre explicaciones de la sociedad, miradas al pasado y al presente, y sólo unos cuantos episodios más allá de conversaciones puntuales.

Por la obra circula un elenco de personajes contenido pero no muy bien delineado, entre otras cosas por la similitud entre sus nombres (Suavela, Shawa, Zama, Telango, Scruta), así como por los lazos de parentesco con hermanos e hijos. La atención de Madariaga se detiene sólo esporádicamente en dichos personajes, sin que más allá de los tejemanejes para lograr que S'Irbar se case con Scruta, se pueda hablar realmente de una trama vertebradora. En parte esa ausencia de hilazón la determina que el escritor vaya intercalando capítulos "de acción" con otros dedicados a explicar el origen de la mitología de Ebania, la evolución de su sistema político hasta llegar a la necesidad de la figura de los fogoneros, o su cuerpo religioso (constituido por las Abejas Silentes, y sustentado en su libro sagrado, La Voz del Silencio). Todo lo cual está siempre planteado a modo de espejo frente a la sociedad británica de comienzos del siglo XX, deformándola hasta hacerla parecer entre incoherente e hilarante frente a la en apariencia perfecta sociedas ebanita (en apariencia solamente, ya que el punto de vista distópico se encuentra presente, si bien requiere de una lectura entre líneas).

El autor recurre a gran cantidad de conceptos llamativos, lo que constituye sin duda uno de los principales aciertos de la novela: desde el previsible "hominismo" que va surgiendo como reacción al predominio del género femenino, pasando por los pregoneros que suplen a nuestros medios de comunicación, la original estructura jerárquica de las Abejas Silentes, la alternancia de los partidos verde y amarillo dentro de su monarquía ignífuga, o la innumerable cantidad de leyendas, expresiones e incluso monedas articuladas en torno al mito de la Jirafa Sagrada, omnipresente en la profundamente elaborada cultura ebanita. En la que no faltan el desprecio al analfabetismo generalizado, o los acordes no-armonizados. Y todo ello redondeado con gran cantidad de refranes, postulados religiosos extraídos de una minuciosa confección de La Voz del Silencio, y un sinnúmero de detalles elaborados.

El problema es que la despreocupación por dotar de cierta evolución tecnológica a la sociedad del siglo LXX (cabe mencionar aquí máquinas de escribir, automóviles, edictos en papel, incluso países cuya economía se sustenta esencialmente en la carne de cerdo...), y la siempre complicada tarea en este tipo de obras de evitar anacronismos, lastran notablemente el resultado. Si a ello le sumamos una prosa excesivamente florida y recargada incluso para su tiempo, la ausencia de la habitual estructura "comienzo - nudo - desenlace", el nulo interés por mostrarnos lo que podría estar sucediendo en otras partes del planeta dentro de cincuenta siglos, la tozuda creencia de la mayoría de los personajes en los mitos más injustificables, y una resolución que es un mero trámite resuelto en un único capítulo final (sin apenas hilazón con el resto de lo narrado), se comprenderá que la novela no ha envejecido nada bien. Por lo que sólo la considero apta para interesados en los albores de la literatura de ciencia-ficción en España.

domingo, 24 de abril de 2022

"Cuatro siglos de buen gobierno" (1895). Nilo María Fabra

Con la presente entrada iniciamos nuestro apasionante recorrido por los más relevantes escritores españoles de ciencia-ficción. En España no tuvimos a un precursor como Herbert George Wells, con el que yo considero que las novelas de anticipación científica de las últimas décadas del siglo XIX evolucionaron a las primeras novelas de ciencia-ficción, pero sí tuvimos al desgraciadamente poco conocido Nilo María Fabra, del que a día de hoy es posible adquirir su antología "Relatos de ciencia-ficción", que ilustra la presente entrada. Aunque me voy a centrar en uno de concreto de sus relatos, "Cuatro siglos de buen gobierno", que yo considero el más ilustrativo de los primeros balbuceos de la literatura de ciencia-ficción en nuestro país.

Fabra, catalán emigrado a Madrid, fue un escritor que también ejerció como diputado en las Cortes de los últimos años del siglo XIX, y que gozó de un notable reconocimiento a su trayectoria profesional. Tanto, que una calle de Barcelona lleva su nombre. Aficionado a la ciencia y a la tecnología, supo de las primeras obras que estaban llevando un paso más allá las por entonces muy populares obras de anticipación científica de Jules Verne, y se aproximó a ellas en tres colecciones de relatos que vieron la luz entre 1885 y 1897. En la segunda colección fue donde primeramente se publicó el relato que hoy reseño.

Antes de adentrarnos en "Cuatro siglos de buen gobierno", debemos tener presente que, a pesar de que su subtítulo es "Novela de la Edad Moderna", no estamos ante una novela de ciencia-ficción (para poder reivindicar una primera novela de ciencia-ficción de un escritor español aún tendrían que transcurrir unas décadas, como veremos en la siguiente entrada). Ni siquiera estamos ante lo que hoy entendemos por "relato", con personajes y situaciones que ilustran una idea original y plausible a la luz del estado de la ciencia en la época en la que fue escrito, sino de un mero ensayo. Debemos, pues, ser condescendientes con el formato elegido por Fabra, y comprender que en aquella época nuestra nación no era precisamente puntera en lo que se refiere a nuevas corrientes literarias. Más bien debemos alegrarnos de que en aquel tiempo hubiera personas tan abiertas a lo que estaba sucediendo en otras partes del mundo, y de que fueran capaces de trasladar una parte de ellas a una obra que precisamente tiene a España como protagonista.

El ensayo está conformado por dos capítulos de similar longitud en los que Fabra desarrolla, con una prosa un tanto recargada, su historia alternativa. Parte como todas ellas de un punto Jombar (el Príncipe Don Miguel, nieto de los Reyes Católicos, no muere de niño, sino que llega a ser coronado Rey, juntando en su corona los reinos de España y Portugal). Esta Iberia que a principios del siglo XVI alcanzó un poderío comercial absoluto gracias a la suma de sus colonias en Oriente y Occidente, evoluciona ante nuestros ojos hasta convertirse en una idílica nación moderna que mantiene su hegemonía internacional.

El relato, además de bien desarrollado, cautiva por su atención a las más diversas cuestiones (políticas, económicas, técnicas, religiosas...), por la manera como se engarza con la historia conocida y real de otras muchas naciones, por su abundancia en detalles (el establecimiento de Toledo como capital, y de Barcelona como el primer puerto del país), y por el amor a España que desprende. Algo que tal vez dé que pensar ahora que llevamos décadas en las que determinadas esferas de poder insisten en el desamor de una parte considerable de Cataluña hacia el resto de España. Aunque sólo fuera por eso, este relato conciso y ameno merecería una lectura, si bien la razón principal es que resulta imprescindible para quien quiera conocer cómo comenzó la literatura de ciencia-ficción en nuestro país.

lunes, 18 de abril de 2022

Escritores españoles de ciencia-ficción

Una vez terminado el recorrido por los más representativos escritores británicos de ciencia-ficción, les propongo un nuevo viaje, más apasionante si cabe: una revisión, a través de sus obras más señaladas, de los principales escritores españoles de ciencia-ficción. Un recorrido que llevo largo tiempo posponiendo a causa de dos razones. La primera, por lo complicado que me resulta opinar sobre lo más cercano; y la segunda, porque no ha sido hasta estos últimos tiempos cuando la producción de literatura de ciencia-ficción ha despegado finalmente en España. Pero ahora que, humildemente, me considero parte de tan nutrido grupo de autores, gracias a las dos novelas que como quienes siguen este blog saben he publicado en los últimos años, me resulta más natural acercarme a los más relevantes creadores de nuestro país. Entre los que desde luego no me incluyo.

Debo comenzar aclarando que, a diferencia de mi revisión de los escritores británicos, la cual se ciñó exclusivamente a novelas, en este recorrido por los escritores españoles más representativos no solamente voy a reseñar novelas "largas", sino también algún relato y novelas "más cortas", como corresponde a un género que fue muy minoritario al comienzo y que recurrió a los formatos "que pudo" hasta que logró despegar. Aunque cuando lo hizo, produjo obras que no tienen nada que envidiar a las del mundo anglosajón, y que actualmente son capaces de generar un considerable volumen de ventas. Por ello la imagen que ilustra esta entrada contiene a la vez a Tomás Salvador, autor de la primera gran novela de ciencia-ficción en español hace más de sesenta años, y a Sergi Llauger, uno de los más vendidos escritores en la actualidad.

Debo seguir aclarando que, a la hora de elaborar una lista de autores y títulos, he descartado aquellas obras que tuvieron un gran valor como artículos de entretenimiento durante la dictadura franquista (esencialmente bolsilibros), dignas en su propósito y honestas en su contenido, pero que lógicamente encerraban una vocación literaria limitada. Y en cambio, no he establecido fronteras entre "escritores de ciencia-ficción" y "escritores que han escrito ciencia-ficción". Nuestro mercado es mucho más reducido que el anglosajón, y bastante esfuerzo cuesta ya abrirse paso en él con el tipo de género que sea, como para andar añadiendo barreras ficticias. Así que en mi lista encontrarán tanto escritores que siempre se han centrado en el género, como otros que forman parte de la literatura mainstream, pero que sin duda han escrito obras de buena ciencia-ficción.

Por supuesto, debo continuar aclarando que, a la hora de seleccionar a los autores, no he tenido en cuenta sus filiaciones o simpatías políticas. Este hecho, que no debería siquiera ser mencionado, es por desgracia aún uno de los criterios principales a la hora de encumbrar o desprestigiar a los principales escritores del último siglo en España. Pero si algún género admite todo tipo de posicionamiento político, siempre que esté bien argumentado y elaborado, ése es sin duda la ciencia-ficción. Y si igual de válidos nos resultan en anglosajón los escritores más a la izquierda como China Mieville o Iain M. Banks, o los más a la derecha como Robert A. Heinlein o Jerry Pournelle, la misma sana actitud deberíamos adoptar a la hora de revisar las obras de nuestros principales escritores patrios. Al menos yo lo he hecho así.

Por último, debo concluir aclarando que la inmensa mayoría de los títulos propuestos fueron escritos en los últimos sesenta y cinco años. Y es que la literatura de ciencia-ficción en España fue leída y conocida desde sus orígenes hace más de un siglo, pero, como corresponde a un país relativamente atrasado y bajo los efectos de unas durísimas Guerra Civil y Posguerra, cuando el género finalmente empezó a despegar a finales de los años cincuenta, una parte no desdeñable de las mejores obras de ciencia-ficción anglosajonas ya se habían escrito. En cambio, España ha abrazado la modernidad con todas sus consecuencias desde que somos una nación democrática, y coincidiendo con esas mayores libertad y prosperidad, el género ha vivido un auge muy notable, que prosigue hasta el día de hoy.

Una vez realizadas todas estas aclaraciones, aquí va la lista. En la que, como de costumbre, no están todos los que son, pero sí son todos los que están:

1. Nilo María Fabra - "Cuatro siglos de buen gobierno" (1895)
2. Salvador de Madariaga - "La jirafa sagrada" (1925)
3. Agustín de Foxá - "Viaje a los efímeros" (1958)
4. Tomás Salvador - "La nave" (1959)
5. Daniel Sueiro - "Corte de corteza" (1969)
6. Jesús Torbado - "En el día de hoy" (1976)
7. Gabriel Bermúdez Castillo - "Viaje a un planeta Wu Wei" (1976)
8. Rafael Marín - "Lágrimas de luz" (1982)
9. Gonzalo Torrente Ballester - "Quizá nos lleve el viento al infinito" (1984)
10. Domingo Santos - "Hacedor de mundos" (1986)
11. Juan Miguel Aguilera y Javier Redal - "Mundos en el abismo" (1988)
12. Jordi Sierra i Fabra - "Edad: 143 años" (1989)
13. Elia Barceló - "El mundo de Yarek" (1993)
14. Juan Carlos Planells - "El enfrentamiento" (1996)
15. Eduardo Vaquerizo - "Danza de tinieblas" (2005)
16. José Carlos Somoza - "Zig zag" (2006)
17. Félix J. Palma - "El mapa del tiempo" (2008)
18. Rosa Montero - "Lágrimas en la lluvia" (2011)
19. Sergi Llauger - "El yermo" (2013)
20. Sabino Cabeza - "Frontera oscura" (2020)
21. Víctor Conde y Guillem Sánchez - "Horizonte de estrellas" (2022)

Alguna de estas obras ya ha recibido su entrada independiente en este humilde blog, pero la inmensa mayoría la recibirán a lo largo de los próximos meses. ¿Me acompañan en este apasionante recorrido?

"El bosque oscuro" (2017). Cixin Liu

Continúo avanzando con esta nueva entrada en mi recorrido en orden cronológico por los autores y las novelas más relevantes del subgénero d...