sábado, 24 de febrero de 2024

"Visión Ciega" (2006). Peter Watts

Con la entrada que les traigo hoy sigo avanzando en mi recorrido por los autores y las obras más representativas del subgénero de la ciencia-ficción dura. Estamos ya en el año 2006 (2009 en el caso de su traducción al español), que fue cuando vio la luz "Visión Ciega", la obra más representativa del canadiense Peter Watts. Una novela que tuvo unos comienzos arduos, hasta que el boca a boca le ayudó a abrirse camino, llegando incluso a ser meses más tarde finalista en el Premio Hugo. Aunque ya les debo adelantar que, en mi humilde opinión, es un libro con muchas luces, pero también muchas sombras. Se trata de una novela muy original y bien trabajada sobre el primer contacto de la humanidad con una especie alienígena, pero que podría haber dado mucho más de sí de no ser por varios defectos tan obvios que sorprende que ninguna de las muchas personas por las que pasó antes de su publicación hiciera por corregirlos.

En cualquier caso, lo que no se le puede negar a Watts es la cantidad y la relevancia de los conceptos científicos que logra introducir en apenas trescientas páginas. Por supuesto, sobre todo lo concerniente a la Teseo, la primera nave en trasladar a la humanidad hasta la Nube de Oort. Pero también sobre la enana marrón (en realidad un "emisor de Oasa") en torno al cual orbita el misterioso artefacto alienígena, la Rorschach. Todo ello sin obviar la tecnología empleada por humanos y alienígenas para intentar conocerse mutuamente. Y con mención especial para el sexteto protagonista: cinco humanos caracterizados por diversas manipulaciones tecnológicas (desde personalidades independientes en el mismo cuerpo hasta cerebros que han sido parcialmente mutilados y reemplazados artificialmente).

Por si tal despliegue no fuera suficiente, el autor pone todos esos elementos al servicio de una cantidad ingente de especulaciones sobre las más diversas materias, desde la percepción humana hasta los distintos niveles de comunicación (tanto con los alienígenas como entre los propios seres humanos). Y los inserta en una trama no especialmente compleja pero que, recreando hallazgos de Arthur C. Clarke ("Cita con Rama") y Stanislaw Lem ("Solaris"), va revelando poco a poco qué esconde la sobrecogedora Rorschach en medio de una bien recreada ambientación, más de terror que de misterio. Por todo lo expuesto hasta ahora da mucha rabia que una obra que disponía de todos los ingredientes para haber marcado un hito en el género se quede en un libro sólo apto para amantes de la ciencia-ficción dura. Pero es que sus cuatro defectos principales afean el resultado de principio a fin.

Siendo todos ellos graves, para mí el peor son los continuos flashbacks que interrumpen la narración principal. Para caracterizar a su protagonista, Siri Keeton, no habría hecho falta romper tan a menudo el ritmo narrativo de los acontecimientos en el espacio como lo hace Watts. Ni tampoco ser testigo recurrente de las dificultades de comunicación que jalonaron su vida previa a la expedición; un autor más capaz habría expuesto lo mismo sobre Keeton en tres o cuatro párrafos oportunamente incorporados. Porque en realidad esos flashbacks apenas guardan relación con la trama principal, la cual podría sintetizarse sin mencionarlos en absoluto.

Pero es que los otros tres defectos no le andan a la zaga a los flashbacks. Porque el jefe de la expedición más crucial realizada por la humanidad en toda su historia resulta ser... ¡un vampiro! Supuestamente extinguidos hace decenas de miles de años, y recuperados a partir de ADN fosilizado décadas atrás de la expedición (en principio debido a sus mayores capacidades físicas y mentales), tanto su mera presencia, como sus actos, chirrían en una novela que por lo demás pretende ser rigurosa. Aunque en realidad todo el elenco de personajes es terrible: tan desequilibrados e inverosímiles que resulta de todo punto imposible que la humanidad los enviara como avanzadilla de nada. Y como colofón a estos desaciertos, la propia habilidad literaria de Watts: curiosamente no por tratarse de un autor de prosa ramplona y ritmo narrativo plano, como a menudo ocurre en el subgénero de la ciencia-ficción dura, sino porque se esfuerza en mostrarnos lo bien que escribe, cuando en realidad lo que el lector se encuentra es un escritor de descripciones confusas y diálogos sólo bien desarrollados en su propia mente, por lo que sus frecuentes florituras literarias están completamente de más.

Tanto lastre implica que los interesantes alienígenas, las exploraciones de Rorschach, las emboscadas y los ataques, incluso las elaboradas yuxtaposiciones de inteligencia y consciencia que jalonan las páginas de la novela, no cautiven como deberían. Y el desenlace, de clímax mal preparado y pobremente explicado, deja más bien indiferente. Ni siquiera las notas finales (llenas de aspectos interesantes, pero demasiado largas y claramente a la defensiva) mejoran la impresión global a pesar de todo lo que explican y aclaran. Y es que aún no comprendo cómo ni revisores ni editores ayudaron a pulir el diamente en bruto que escondía "Visión Ciega".

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