domingo, 26 de septiembre de 2021

"Un mundo devastado" (1965). Brian W. Aldiss

Una entrada más prosigo con la reseña de los más representativos escritores británicos de ciencia-ficción a través de una de sus novelas de referencia. Ha llegado el momento de hablarles de Brian W. Aldiss, y para ello me voy a servir de una de sus obras que más se continúa reeditando, pese al paso de los años. Si bien debo comenzar aclarando que Aldiss siempre estuvo un tanto a la sombra de los grandes nombres de su país. No por su dedicación al género (su bibliografía es más extensa que la de Huxley, Burguess, Orwell o Clarke), ni por las temáticas tratadas, ni siquiera por la cantidad de obras traducidas a otros idiomas. Sino más bien porque carece de un título que culmine toda su carrera y lo ponga al nivel de los antes citados. Es un caso parecido al de mi admirado Robert Silverberg, aunque en mi opinión un punto por debajo en cuanto a relevancia: dos escritores solventes, que han aportado muchos grandes títulos y calidad literaria al género, pero que no son tan del gusto del público mayoritario por no poseer esa gran obra que los anteceda. Por eso para la reseña de hoy he optado por "Un mundo devastado", que creo refleja bastante bien mucho de lo que el británico nos solía ofrecer: una propuesta tan sugerente como su título anticipa, y aciertos suficientes para entretener al lector, pero posiblemente carente de fuerza, y con una visión excesivamente restringida de la Tierra del siglo XXII para considerarlo un clásico.

Sé que lo que voy a exponer a continuación va contra la opinión de un buen número de escritores de reconocido prestigio literario, pero para mí no hay mejor referencia para construir una novela que el tiempo. Aldiss, en el fondo un adelantado a su época pues hace más de medio siglo que "Un mundo devastado" vio la luz, nos propone en este libro una narración a saltos, que a mi modo de ver incomoda la lectura, impide una comprensión completa de las vivencias del protagonista, y dificulta la progresiva fascinación del lector ante el mundo que se le describe. Por todo ello este modo de estructurar la novela me parece un error.

No sólo eso: en mi opinión la sociedad del futuro que nos presenta el escritor está desaprovechada: todo gira en torno a Nowland, de manera que los problemas sexuales, políticos y económicos apenas se esbozan. Por encontrarle una justificación, debo señalar que en el fondo se trata de una novela bastante corta, con tan sólo trece capítulos; tal vez unos cuantos más habrían sido bien recibidos, porque la idea principal es buena. Además, aunque las continuas alucinaciones que sufre Nowland están reflejadas con habilidad, dificultan aún más la comprensión, y seguramente no son el mejor recurso en una obra de ciencia-ficción.

El último defecto notable de la novela son las casualidades. Y es que a lo largo de sus páginas desfilan un número notablemente reducido de personajes que, además, se constriñe al conocerse las identidades de algunos de ellos. Pero al ser un número tan corto, el efecto sorpresa que Aldiss pretende provocar en el lector con este descubrimiento no es eficaz. Aparte de que no parece una situación fácilmente admisible en un planeta Tierra tan superpoblado como el que supuestamente ha imaginado.

He dejado para el final los logros, que si la novela ha merecido una reseña individual en este humilde blog, es que también los encierra. Sobre todo la sociedad concebida por Aldiss: sus "ilusiones", su decadencia, su escasez, su desarrollo a partir de la sociedad que el escritor conocía a mediados del siglo pasado. También las reflexiones a las que tan sugerente marco escénico da lugar, en la línea de la más genuina ciencia-ficción británica. No puedo dejar de ensalzar la prosa de Aldiss, de calidad pero sin resultar pedante, controlando el tempo de la narración en todo momento, y sabiendo atrapar al lector en los momentos de mayor tensión (especialmente durante la detención de los Viajeros, y en el Naufragio). Y un concepto escasamente ponderable: la inteligencia narrativa, que apela a un tipo de lector despierto, con inquietudes vitales, un cierto nivel cultural, y dispuesto a abandonar aunque sea temporalmente sus conocimientos más irracionalmente mitológicos. Así que, ya sabe, si usted se considera englobado entre ese tipo de lectores, no tenga miedo en hacerse con esta novela: seguramente no le entusiasmará pero tampoco le defraudará.

domingo, 12 de septiembre de 2021

"La naranja mecánica" (1962). Anthony Burguess

Con la presente entrada continúo con las reseñas de algunas de las novelas más señaladas de los escritores británicos de ciencia-ficción más relevantes. Seguimos avanzando en el tiempo y nos situamos en 1962, año en que vio la luz "La naranja mecánica", sin lugar a dudas la novela más famosa y reconocida de Anthony Burguess. Quien comparte con Aldous Huxley y George Orwell, ya reseñados con anterioridad, dos características además de su nacionalidad: que fueron escritores eclécticos, no ceñidos en exclusiva al ámbito de la ciencia-ficción, y que sin embargo son recordados especialmente por sus novelas distópicas, ya convertidas en clásicos. Y es que, sin llegar a los niveles de reconocimiento de "Un mundo feliz" o "1984", la novela que hoy nos ocupa es otro de esos libros de cabecera de la literatura británica que han trascendido fronteras y géneros. Aunque en mi humilde opinión se trata de una obra bastante previsible hasta la última parte, y excesivamente violenta en ocasiones. Aunque su excelente estructuración, su original léxico nadsat, y el gran aprovechamiento de todos los personajes secundarios justifica su lectura.

Su protagonista, Álex, un adolescente líder de una pandilla de drugos en una ciudad cualquiera de una Gran Bretaña distópica, nos va narrando en primera persona aquello a lo que dedica su tiempo: robos, drogas, ultraviolencia... Todo ello distorsionado por Burguess para epatar al lector pero sin renunciar a una cierta verosimilitud que permita mantener el interés. Álex posee además un rasgo que lo reconcilia con el lecto medio: su amor por la música clásica. Y su prosa, una característica que dificulta la lectura y nos obliga a armarnos de paciencia si queremos llegar hata el final: la supuesta jerga nadsat, inventada por Burgess a partir del slang del Este de Londres y el ruso, y que nos obligará a consultar frecuentemente el glosario situado al final del libro. Si bien he de decir que conforme avanzan los capítulos es factible acostumbrarse a dicha jerga, e incluso al final del mismo deberemos convenir que le otorga un plus extra de originalidad.

Otro acierto es la estructuración en tres partes de siete capítulos cada una, lo que le permite a Burguess mantener la novela bajo control en todo momento. Además, juega con el lector repitiendo una y otra vez la frase "¿Y ahora qué pasa, eh?" a modo de elemento cohesionador y provocador a partes iguales. Y la duración contenida de cada una de ellas, sin páginas de relleno, contribuye al dinamismo de la lectura. A ello debemos sumar unos personajes secundarios que complementan perfectamente lo narrado por Álex; algunos son tan intensos que pasado el tiempo se recuerdan tanto o más que el protagonista (es el caso de el Lerdo, o del doctor Brodsky). Y entre tanto episodio pensado para impactar, Burguess ejerce una crítica despiadada sobre las más diversas cuestiones sociales (la mezquindad de las clases bajas, la manipulación gubernamental, la prepotencia de los intelectuales, las consecuencias extremas del libre albedrío...). Eso sí, siempre bien enlazadas con lo narrado por Álex, y sin llegar a saturar al lector.

Aun así, debo reconocer que la novela no se encuentra entre mis favoritas. En especial por la violencia epatante y reiterativa, en mi opinión un recurso demasiado fácil para hacerse notar. Pero es que al mismo tiempo que se recrea en los episodios violentos, Burguess renuncia al suspense, añadiendo con frecuencia frases que anticipan lo que sucederá en los siguientes capítulos. Todo ello resulta especilamente apreciable en la primera parte, para mí la más floja de las tres, con escenas en el capítulo siete que incluso recuerdan a las del "Archipiélago Gulag" de Aleksandr Solzhenitsyn. Sin resultar tampoco una maravilla, la segunda parte me parece mas entonada, sobre todo a partir del tercer capítulo, repleto de una ironía desconocida hasta entonces, aunque sigue resultando bastante previsible. La verdadera creación de la novela se encuentra en la tercera y última parte, en la cual Álex recoge lo que ha sembrado en las dos anteriores, llegando incluso a mostrarnos un intento de suicidio.

Y luego está la controversia del capítulo 21, que no formó parte de la primera edición estadounidense de la novela. Y que desde mi punto de vista constituyó un error que afortunadamente el propio Burguess consiguió subsanar años más tarde. Y es que si el capítulo 20 hubiera sido el final de la novela, todo lo narrado podría interpretarse como un simple viaje en círculo sin demasiado sentido desde el punto de vista del individuo. Pero el 21 proporciona otra perspectiva y aumenta la carga especulativa de la novela. Sin destriparlo, recuperaré aquí una frase que me parece muy representativa "En cierto modo ser joven es como ser un animal". Que quizá sea también un buen resumen de un libro más provocativo que brillante, y que sin embargo ha soportado bien el paso del tiempo.

"Accelerando" (2011). Charles Stross

Una nueva entrada prosigo con la reseña en orden cronológico de los autores y las novelas más representativas de la ciencia-ficción dura . ...