sábado, 20 de octubre de 2018

La transmigración de Timothy Archer (1982). Philip K. Dick

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta que aún no hubieran tenido una entrada independiente en este humilde blog. Voy a presentarles en esta oportunidad "La transmigración de Timothy Archer", nominada a los Premios Nébula de 1983, y también la última novela de Philip K. Dick publicada en vida. Los conocedores de la obra del influyente escritor estadounidense probablemente sepan que sus últimos años de vida fueron particularmente atormentados, delirantes y con una fuerte presencia de las drogas, por lo que cuando me hice con esta novela tenía miedo de encontrarme ante una "ida de olla", si me permiten utilizar por una vez una expresión coloquial. Pero he de decir que mis temores estaban infundados y la nominación a los Nébula plenamente justificada. Porque sin un cuestionamiento de la realidad tan pronunciado como es habitual en Dick, pero sí con muchas de sus obsesiones (religiones, drogas, locura), se trata de una novela profunda, muy elaborada, pesimista, culta, y mucho más coherente de lo que me esperaba.

Y eso a pesar de que, como decía, son muy comunes las críticas negativas sobre la última época de Dick, principalmente a causa de la incoherencia de lo narrado y de la confusión subyacente. Nada de eso aprecié: la novela es coherente de principio a fin, bien expuesta y con un esfuerzo claramente perceptible por atar todos los cabos. A ello contribuye sin duda que el libro recree con precisión aunque sin mencionarlo de manera explícita la vida del obispo James Pike, con quien Dick mantuvo una relación frecuente a lo largo de los años.

También es de agradecer la gran cantidad de referencias culturales que pueblan sus páginas: literarias (de Virgilio a Dante, de Schiller a Yeats), musicales (de Beethoven a The Beatles, de Frank Zappa a Queen), y filosóficas (de Locke a Kant). Siempre utilizadas con respeto, y a menudo en forma de pequeñas citas que complementan la exposición. Todo lo cual refleja la calidad de la novela, y contribuye a que Dick nos proponga entre sus páginas poco menos que un tratado de filosofía (con la rebelión contra el destino como eje principal).

Otros puntos favorables de la novela son el rigor con el que el escritor trata el elemento religioso (desde los textos y doctrinas cristianas hasta los manuscritos saduceos del Mar Muerto), la exploración del mundo interior de unos personajes muy bien caracterizados (con mención especial para Angel Archer, la brillantemente recreada protagonista femenina que narra la novela en primera persona), la habitual magia de la prosa dickiana (que mantiene como de costumbre la atención del lector), la "sorpresa" final con la que Dick construye la supuesta transmigración de Tim Archer, y algunos detalles científicos que demuestran que la novela puede encajar en el género (desde las frecuentes disertaciones sobre automóviles hasta las referencias a la teoría de la señal de Shannon).

Desgraciadamente la novela presenta tres defectos graves que a mi modo de ver la alejaron del premio y no permiten situarla entre lo mejor de la producción del estadounidense. El mayor y más evidente es la falta de acción: no ya páginas esporádicas, sino a veces capítulos enteros se dedican a que los personajes reflexionen sobre determinados acontecimientos u obsesiones personales, hasta el punto de fatigar al lector. El segundo es la excesiva presencia de las drogas en sus personajes: por supuesto la naturalidad con las que las consumen ya puede ser cuestionable, pero lo peor son los difícilmente aceptables vaivenes a los que someten, restándoles credibilidad. Y el tercero es la relevancia que Dick otorga a elementos nada científicos (médiums, lecturas de pensamiento, mentes ocupadas por otras, supuestas terapias de grupo), que indudablemente le restan autoridad a sus reflexiones. En menor medida también debo mencionar que en su momento me disgustó una traducción realmente floja, así como cierta tendencia a narrar de modo telegráfico determinados acontecimientos esenciales de la novela.

A cambio de estos defectos la novela es recomendable sobre todo porque nos ofrece un abundante material especulativo, que a menudo nos hará cuestionarnos qué son realmente la locura y la fe, y que nos permitirá calibrar hasta qué punto la vida era percibida con negatividad por el estadounidense en sus últimos años.

sábado, 6 de octubre de 2018

El pájaro burlón (1980). Walter Tevis

Comienzo mis reseñas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta (que aún no hubieran tenido una entrada independiente en este humilde blog) con "El pájaro burlón", del estadounidense Walter Tevis. Que no se alzó con el Premio Nébula de su año (ese honor le correspondió a "Cronopaisaje", del para mí no especialmente interesante Gregory Benford), pero que a mi modo de ver es sin duda la mejor novela de ciencia-ficción que se publicó ese año, además de una de las mejores de la década. Quizá pesó en su contra a la hora de alzarse con el galardón que Tevis fuera un escritor, además de poco prolífico, no específicamente adscrito al género de la ciencia-ficción (su novela más conocida posiblemente sea "El color del dinero", también una famosa película). Pero he admitir que "El pájaro burlón" me gusta tanto que se quedó fuera por muy poco de mi lista de quince títulos personalísimamente favoritos que publiqué en el blog hace unos años. Porque se trata de una distopía formidable: sugerente, consistente, cautivadora y humana.

Y eso a pesar de que el comienzo no lo anticipa: centrado en Robert Spofforth (un robot Producto Nueve, algo que el lector tendrá que descubrir qué implica), su concepción y su gradual asunción de responsabilidades en la sociedad estadounidense resultan un tanto inverosímiles, como lo resulta el hecho de que los humanos ya no sepan leer en el futuro. Pero en cuanto aparece Paul Bentley en escena, precisamente con la capacidad auto-adquirida de la lectura, la novela ya asciende a otra dimensión y mantiene un nivel altísimo hasta el final.

Porque los E.E.U.U. del siglo XXV imaginados por Tevis, y la involución que durante siglos ha llevado al país a ese extremo, son tan consistentes como un hiriente espejo en el que reflejar las posibles consecuencias de muchas de las tendencias que tanto afloran en las sociedades de nuestro tiempo. La mezcla de tecnología (reflejada en los robots Producto 1 a 9, en los autobuses telepáticos y las comidas artificiales), hedonismo (sexo fácil, drogas, pantallas de estimulación del placer), individualismo (defensa a ultranza de la intimidad, ausencia de familias convencionales) y control social, dan como resultado una sociedad moribunda, autómata, analfabeta, que languidece sin solución.

Frente a todas estas reconocibles tendencias, y con innumerables guiños a nuestra cultura (el cine mudo, la poesía, la Biblia) Bentley va descubriendo lo que otros seres humanos que vivieron antes que él pensaron y escribieron, y ello le ayuda a crecer como pesona. Que sufre, sí, pero que piensa, aprende, crea, evoluciona... y ama.

Porque lo que en mi opinión hace a la novela excepcional no es su defensa de un humanismo aderezado con ingredientes del cristianismo primitivo y valores tan poco defendidos hoy día como la familia, sino el gradual crecimiento de Bentley y su compañera Mary Lou hasta llegar a esa defensa. Con episodios realmente memorables (para mí los dos mejores son el descubrimiento de las bibliotecas y todas las páginas que transcurren en Maugre). Y con una humanidad exquisita a lo largo de todos los capítulos.

Pocos peros se le pueden poner a esta novela. El más obvio es que bebe de otras fuentes: Frankenstein al comienzo, la saga de los robots y en particular el personaje R. Daneel Oliwav de Isaac Asimov, el "Farenheit 451" de Ray Bradbury, incluso "Un mundo feliz" de Aldous Huxley). También es fácil detectar alguna que otra ingenuidad tecnológica, y para el lector en español se añade el problema adicional de una pobre edición (con una mediocre traducción y sobre todo una infame contraportada, imprecisa y destripadora del contenido a partes iguales).

A cambio la vida en el campo de trabajo, la huida de él, el regreso a Nueva York, incluso el desenlace (esperable pero coherente) rayan a gran altura, y reflejan lo buen narrador y caracterizador de personajes que fue Walter Tevis. Un clásico por descubrir, que no se arrepentirá de leer si tiene Vd. la suerte de que caiga en sus manos.

"El bosque oscuro" (2017). Cixin Liu

Continúo avanzando con esta nueva entrada en mi recorrido en orden cronológico por los autores y las novelas más relevantes del subgénero d...