Una entrada más prosigo con mi recorrido en orden cronológico por los autores y las novelas más representativas del subgénero de la ciencia-ficción dura. Nos adentramos en la década de los noventa, que fue cuando se publicó la novela que hoy les traigo. Que, indiscutiblemente, no se trata de la más representativa de su autor, el estadounidense Robert L. Forward (tal honor corresponde a "Huevo del dragón" (1980), en mi humilde opinión la mejor novela de ciencia-ficción dura jamás escrita). Pero como ya la reseñé en su momento, como parte de mis quince títulos imprescindibles para adentrarse en el género, para esta revisión del subgénero he tenido que seleccionar otra novela de su autor. Afortunadamente, Forward, físico de profesión y consultor de instituciones tan relevantes como la NASA y la U.S. Air Force, fue un escritor que cultivó casi en exclusiva el subgénero que estamos revisando durante estos meses, y lo hizo con la suficiente solvencia y repercusión como para que varias de sus novelas fueran traducidas al español. Por eso no ha sido complicado decidirse por "Maestro del tiempo", que es la novela que hoy les traigo. Y que pasa por ser (aunque afirmaciones tan categóricas siempre corren el riesgo de pasar por alto obras menos conocidas escritas en cualquier parte del mundo) la que con más rigor ha tratado el viaje a través del tiempo, beneficiándose para ello de los efectos relativistas, y sin incurrir en ninguno de los "trucos" con el que prácticamente todos los autores del género soslayan las restricciones existentes en el universo al respecto. Por mi parte añadiré que, aunque un tanto naif y bienintencionada (como por otra parte suele suceder en la bibliografía de Forward), se trata de la mejor novela de viajes a través del tiempo que he leído. Con diferencia.
Aunque no cabría esperar menos de un autor tan rigurosamente científico como Forward, quien, no obstante, ya previene en el prólogo de la novela a los eventuales críticos sobre su postura favorable a la posibilidad de los viajes temporales. Y es que el autor recurre a una sabia conjugación de buena parte de los conceptos más en boga en la física contemporánea para lograr el ansiado viaje en el tiempo (la dilatación temporal a velocidades relativistas, los agujeros de gusano estables, la antimateria -o materia negativa- que protege a las naves que se desplazan a velocidades lumínicas...). Por si fuera poco, endulza todo este despliegue con una serie de avances ingenieriles (retroascensores, en la línea de Charles Sheffield), biológicos (tratamientos contra el envejecimiento), y hasta militares (trampas temporales), logrando llevar el sentido de la maravilla al que siempre aspira el género a cotas extraordinarias, y evitando al mismo tiempo todas las paradojas temporales conocidas. Todo lo cual reafirma que el elemento científico es el protagonista indiscutible del libro, como corresponde a toda buena novela de ciencia-ficción dura. Aunque en este caso con el aliciente de que lo presenta de manera accesible a cualquier lector con unos conocimientos razonables en ciencias.
Pero Forward no se da por satisfecho con mostrarle al lector todos estos hallazgos científicos y tecnológicos, con los cuales realizará un recorrido exhaustivo por las estrellas más próximas al Sol, sino que los utilizará como parte esencial de la trama, en la cual la trayectoria vital de Randy irá recorriendo diferentes periodos del espacio-tiempo, hasta llegar al fascinante clímax que encierra la novela: tres versiones temporales de sí mismo son necesarias y coincidentes en el mismo instante para destruir a su mayor enemigo, Oscar Barham. La explicación del diagrama cronológico crítico que se incluye con buen criterio en el apéndice permite valorar mejor tan desbordante creación. Además, la visión del futuro de la humanidad que nos plantea Forward es subyugante, y una saludable atmósfera de aventuras preside toda la novela.
A pesar del entusiasmo que desprenden los párrafos anteriores, debo advertirles de que la novela dista de ser perfecta, ni siquiera dentro de la producción del norteamericano. Mi impresión no fue mejor porque, a pesar de las excelencias comentadas en el ámbito científico, ésta al fin y al cabo es una obra literaria y no un tratado científico. Y ahí nos encontramos con un Randy Hunter, millonario arquetípico y excesivamente afortunado, con un Oscar Barham excesivamente malvado en la simplicidad de sus actos, una señora Hunter y unos hijos dócilmente convencionales, y en general un ambiente que, de tan bienintencionado, parece más propio de una novela para adolescentes. Además, algunos personajes son demasiado esquemáticos, las situaciones ordinarias que pertenden conferirles personalidad resultan a veces anodinas y, a pesar de las maravillosas ideas vertidas, ni siquiera en los capítulos finales el lector llega a sentir el necesario vértigo. Incluso habrá quien le reproche al escritor su prosa sencilla y sin artificios, aunque en mi opinión esto ya es más una cuestión de gustos, y yo al menos siempre prefiero el fondo a la forma.
Aun así, una novela recomendable para todo el que quiera profundizar en la obra de Forward, y en general para todos los lectores que aprecien la ciencia-ficción dura.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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