Una nueva entrada prosigo con la reseña en orden cronológico de los autores y las novelas más representativas de la ciencia-ficción dura. Nos hallamos ya en la pasada década, que fue cuando vio la luz en español "Accelerando", la obra más reconocida del británico Charles Stross, la cual había sido publicada inicialmente en inglés en el año 2005. Desde entonces se la ha venido citando como uno de los máximos exponentes de este subgénero literario, en el que indudablemente se encuadra. Aparte de tratarse de un libro de éxito comercial, como lo refleja el Premio Locus que recibió y su condición de finalista de los Premios Hugo, Nébula y John W. Campbell. No en vano se trata de una novela original y ambiciosa, que ilustra como ninguna otra el famoso concepto de la "singularidad tecnológica". Pero que a mi modo de ver resulta farragosa y difícil de leer.
Aunque dentro de la ciencia-ficción dura se suele asumir que trama y personajes cederán protagonismo a las ciencias y a sus especulaciones asociadas, en mi opinión Stross llevó al extremo esta asunción: la cantidad de conceptos científicos y tecnológicos, las especulaciones sobre los mismos, pero también sobre las ciencias sociales y humanas, es tan abrumadora que el resto de elementos de la novela apenas reciben la atención imprescindible. Y aun cuando en su mayor parte esos conceptos y especulaciones (del computronio al Cerebro Matrioska, de la fusión de mente y máquina a la Economía 2.0) se introducen con naturalidad y se explican suficientemente, a menudo lo sugestivo de las mismas se difumina por lo poco que se desarrollan, y también porque apenas se ayuda al lector a aprehenderlos.
Y eso es un problema grave en una novela netamente de ideas como ésta. Quizá Stross estimó que su rigurosa estructuración (el libro en realidad es un fix-up de nueve relatos de extensión similar cuyo protagonismo comparten distintas generaciones de su familia protagonista, los Macx), que el equilibrio en su atención a la misma (los tres primeros relatos se centran en el altruista Manfred, los tres siguientes en su hija Amber, y los tres últimos en su nieto Sirhan), y que el cuidado con el que iba entrelazando cada relato (referenciando con frecuencia e incluso abundando en las explicaciones sobre lo sucedido en relatos anteriores) bastarían para que la novela se sostuviera al margen de su ambición especulativa. Pero no es el caso.
Y es que ni siquiera recurriendo a menudo al resumen que de cada uno de esos relatos nos ofrece la Wikipedia fui capaz de interiorizar realmente lo esencial de lo narrado en los relatos previos. A menudo éstos consisten en poco más que un tanto forzadas (y en exceso interrumpidas por el narrador) conversaciones sin un nudo o un desenlace claros que las sostengan. Y cuando en algunos de ellos la trama se percibe un poco mejor, nos topamos con las limitaciones literarias de Stross: poco sentido del ritmo, incapacidad para enganchar, saturación de conceptos complejos, con frecuencia yuxtapuestos sin otro afán que el de epatar... Inconvenientes que dificultan la lectura, incluso para lectores habituados a enfrentarse a la ciencia-ficción dura.
Para empeorar las cosas, la necesaria sensación de verosimilitud se pierde cuando Stross se empeña en defender conceptos tan infantiles como que la gata Aineko sea la que descifre el mensaje extraterrestre, por muchas cualidades aumentadas que le hayan otorgado sus actualizaciones. O cuando lleva al Imán Sadek a supuestamente desempeñar su misión religiosa a bordo de la mini-nave Circo Ambulante. O a veces por el simple hecho de llevar sus especulaciones sobre copias virtuales y resimulaciones hasta sus últimas consecuencias, generando situaciones cuestionables en las que personajes emparentados y que han tenido en común múltiples vivencias se encuentran por primera vez, como si no se conocieran.
Sól si el lector logra abstraerse de estas dificultades y defectos podrá sacarle partido a las virtudes de la novela. Comenzando por la famosa "singularidad tecnológica", bien ilustrada y defendida desde antes de que tenga lugar, gracias a los siglos que abarca la narración. Siguiendo por los bloques informativos que permanentemente proporciona el escritor en cada relato: mis pasajes favoritos del libro, me parecen muy ilustrativos del estado de la vida humana en el universo. Deteniéndose en la permanente sátira económica sobre el capitalismo exacerbado, y en múltiples situaciones que son ante todo una crítica social. Y terminando por la original aplicación de múltiples conceptos de los ámbitos de las telecomunicaciones y la informática a los seres humanos, desde los universos virtuales hasta los exocórtex que forman parte de cada individuo.
Aunque por su condición de fix-up de relatos no lo esperaba, un último punto a su favor es que tanto la historia como el propio desenlace del relato final ("Superviviente") funcionan razonablemente como final del libro, yendo más allá de una mera interrupción. Aun así, me cuesta entender cómo una obra con tantos puntos débiles recibió tanto reconocimiento.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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Lo mejor que he leído de Stross ha sido, con diferencia, la novela corta «Palimpsesto» (2009), reescritura actualizada de «El fin de la Eternidad» de Isaac Asimov. Creo que sólo se ha editado en español como parte de una antología de relatos de ciencia ficción transhumanista: «Tiempo profundo» (Artifex, 2014). La cantidad de ideas por página es abrumadora y, además, aquí los personajes son viscerales en extremo. Muy recomendable.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, lo tendré en cuenta para futuras lecturas. Porque Stross me gusta como generador de ideas, pero como escritor de momento no me ha terminado de convencer.
ResponderEliminarUn saludo.