domingo, 9 de octubre de 2022

"El mundo de Yarek" (1993). Elia Barceló

Una entrada más prosigo con mi revisión en orden cronológico de los principales autores que han escrito ciencia-ficción en España. La de hoy es una entrada especial porque se trata de la primera que dedico a una escritora: al igual que sucedió en los países anglosajones, durante sus primeras décadas de existencia la literatura de ciencia-ficcion española fue esencialmente un géneros escrito (y leído) por hombres. En Estados Unidos ello comenzó a cambiar a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, pero dado el habitual retraso a la hora de abrazar las nuevas corrientes literarias de nuestra nación, no fue hasta los años noventa cuando algunas autoras patrias empezaron a adentrarse en este apasionante mundillo. Y sin duda, la que mayor repercusión alcanzó (y ha mantenido a lo largo de las siguientes décadas, con una obra literaria ya mayoritariamente encuadrada fuera del género) fue la alicantina Elia Barceló. Que en 1993 ya había escrito una serie de relatos que la habían dado a conocer, pero que recibió el espaldarazo definitivo como escritora con "El mundo de Yarek", la cual se alzó con el ya por entonces prestigioso Premio UPC de novela corta, y que desde entonces ya ha sido reeditada en varias ocasiones. Se trata de una novela humana, bien escrita, sobre el destino de un xenólogo a un planeta yermo, hecho que propiciará variadas e interesantes reflexiones.

Con un estilo que inevitablemente recuerda a la escritora del género por excelencia (Ursula K. LeGuin) por su respeto a la naturaleza y por la profesión de su protagonista, Barceló nos va relatando sin apenas tregua los graduales descubrimientos que sobre el planeta Yermo va realizando Lennart Yarek, su protagonista. Los cuales van influyendo en su revisión del sentimiento de culpa que preside su destierro, en sus exploraciones, y en las decisiones que irá tomando para proteger a los iloi, los habitantes de aspecto humanoide con los que se encontrará. Aunque habría venido bien algo de pausa, el lector va comprendiendo el mundo interior de Yarek y, aun sin ser un personaje particularmente agradable, llega a interiorizar con él. A menor escala, otros aciertos sustentan la novela: un elemento científico solvente en su discreto segundo plano, que confiere verosimilitud a la capacidad de supervivencia de Yarek, unos capítulos cortos pero llenos de situaciones, y una profundidad que se aleja de los ciclés habituales de la ciencia-ficción.

No obstante, Barceló se toma varias licencias literarias que cuestionan el resultado final: el mero destierro a un planeta completamente inexplorado se antoja una pena excesivamente extrema para una sociedad que suponemos avanzada; la vertiginosa conversión del páramo inicial que es Yermo en un paraíso desconocido hasta entonces para la comunidad científica tampoco parece realista; menos aún que del resultado de la cópula de Yarek con la iloi Jara resulte un ser vivo perfectamente viable; y menos incluso que ese ser vivo, Nova, carezca de herencia genética humana alguna.

Con todo, lo que en mayor medida impide considerar esta novela una obra redonda son sus dos capítulos finales. El salto narrativo propuesto por Barceló en ellos resulta difícil de asimilar. Pero es que, además, las elucubraciones de los jueces sobre el veredicto a emitir respecto al comportamiento de Yarek en Yermo resultan confusas. Incluso aunque la escritora intente justificar científicamente todo lo sucedido en los capítulos anteriores, el detonante de su deslocalización por una parte, y la necesidad de emitir un veredicto, por otra, resultan poco convincentes. Claramente un final menos disruptivo, y que volviera como Yarek a modo de cierre, le habría restado menos puntos a una novela que, aun así, merece una lectura.

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