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domingo, 24 de agosto de 2025

"El Alzamiento de Persépolis" (2017). James S. A. Corey

Con la entrada que hoy les traigo continúo mi segundo recorrido por las sagas más relevantes para el lector de ciencia-ficción en español. A la vez que doy continuidad a mis revisiones de la saga The Expanse, de los escritores estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck (quienes firman bajo el pseudónimo James S. A. Corey). Nos vamos ya nada menos que por la séptima entrega de la saga, un hito no muy habitual en el género, y menos aún con la calidad suficiente como para seguir mereciendo una entrada individual en este humilde blog. Pero es que "El Alzamiento de Persépolis" supuso en mi humilde opinión una incuestionable mejora frente a las dos entregas precedentes ("Los Juegos de Némesis" y "Las Cenizas de Babilonia"), y la razón por la cual decidí continuar la lectura de la saga hasta el final. Se trata de una novela que recupera con acierto la space opera de altos vuelos como eje central de la trama gracias a Laconia, el sistema estelar poblado por desertores marcianos del que Abraham y Franck ya nos habían hablado brevemente en entregas precedentes, y que impone una nueva cosmovisión para la humanidad con una fuerza arrolladora.

Para ello, los autores toman la arriesgada decisión de situar la acción casi tres décadas en el futuro respecto a "Las Cenizas de Babilonia": justo cuando la Tierra y Marte se han recuperado de loas daños infligidos por la Armada Libre, y cuando la Unión de Transportes se ha consolidado como el organismo que controla las transacciones a través del Anillo, irrumpe en escena la topoderosa Laconia de Winston Duarte. La cual ha estado desarrollando durante décadas las ruinas de la civilización que creó la protomolécula, usando ésta como catalizadora, hasta alcanzar una supremacía tecnológica-orgánica que le posibilita lanzarse a implantar su cosmovisión por todo el espacio conocido, empezando por el Sistema Solar. Con la originalidad de que los laconios plantean su conquista en términos de los beneficios que supondrán para los conquistados, utilizando la violencia como último recurso e intentando minimizar el número de bajas.

Abraham y Franck salen airosos de este planteamiento disruptivo. La condescendencia de los laconios con los pueblos que van conquistando (como la Estación Medina) y su trato respetuoso, intentando asimilarlos como nuevos ciudadanos a su incipiente imperio, alejan a este libro de los clásicos villanos de otras entregas (por ejemplo, los de la Armada Libre de Marco Inaros), y posibilitan así especulaciones diferentes a las de los seis títulos anteriores, con una óptica distinta sobre la supremacía, las implicaciones del centralismo, y las ventajas de no oponerse a los netamente superiores. Pero también aciertan a la hora de reflejar el paso de los años por la tripulación de la Rocinante: el declive físico de Clarissa, el ascenso de Bobbie al rol de capitana, el ensimismamiento de Amos... De manera que sus reacciones y actos no son un mero calco de los de entregas anteriores, sino una versión evolucionada de ellos mismos, con su bueno y su malo.

Por si lo anterior fuera poco, después de unas entregas argumentalmente más dispersas, aquí la lectura tiene un motor claro de principio a fin: la expansión de Laconia. Ello evita que la novela se vaya por las ramas, pues impregna con sus implicaciones todo cuanto va sucediendo. Y aunque el ritmo narrativo lógicamente va subiendo y bajando según se van narrando batallas espaciales, preparativos de huida o maniobras y especulaciones políticas, y no siempre está igual de logrado, el interés se mantiene todo el tiempo, beneficiando así el balance final de la novela.

Otros aciertos dignos de mención son la reducción en el número de líneas narrativas frente a su predecesora (esencialmente tres: las de Camina Drummer, la cinturiana al frente de la Unión de Transportes; la de Santiago Singh, el laconio que ejerce de Gobernador de Medina; y la de la marciana Bobbie Draper, con atención puntual a algunos otros personajes), la recapitulación para su posterior aprovechamiento en la historia de lo sucedido en las entregas anteriores, el cuidado a la hora de tratar el elemento científico (que aquí se pone especialmente de manifiesto en las maniobras de los rebeldes en la Estación Medina, con sus protocolos de comunicaciones, todo lo relativo a la encriptación, y sus estrategias para desactivar e inhabilitar elementos clave), y la presencia de unos cuantos capítulos que no desmerecen a los mejores de la saga en su tercio final, plenos de tensión y acción.

En cuanto a los defectos, el más llamativo es que esta vez los autores no se muestran tan acertados como otras veces a la hora de visualizar situaciones y maniobras, con frecuencia confusas o incluso con algún gazapo. En el tramo de central de la novela emplean capítulos completos para averiguaciones que se podían haber presentado con menos texto, aligerando un poco las casi seiscientas páginas del libro. El rol de la ya muy anciana Avasarala es meramente testimonial, una triste sombra de lo que la hindú había aportado a entregas anterioes. En ocasiones algunos laconios (con Singh al frente) percan de de candidez (algo tal vez comprensible por su supremacía tecnológica). Como es habitual a lo largo de toda la saga, falta algo más de profundidad, de calidez; todo es excesivamente correcto, más racional que sentimental. Y el exceso de barbarismos innecesarios sigue presente una vez más.

A cambio, los autores son tan hábiles que consiguen presentar como una gran victoria la accidentada y parcial huida de los tripulantes de la Rocinante a Pleno Dominio, cuando en realidad todas las fuerzas que se oponen a Laconia claudican con docilidad, ofrecen un desenlace ejemplarizante y coherente para Singh, y dejan conscientemente más cabos abiertos que en ninguna otra entrega de la saga, sabedores de los elementos de los que disponen para seguir escribiendo. Así que desde ya les emplazo a mi reseña de la octava entrega, "La Cólera de Tiamat".

viernes, 25 de julio de 2025

"Las Cenizas de Babilonia" (2016). James S. A. Corey

Con esta nueva entrada sigo completando mi segundo recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas más destacadas de las que puede disfrutar el lector de ciencia-ficción en español. Y como muchos ya saben, toca seguir desgranando la monumental saga "The Expanse", de los escritores estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck, que publican bajo el pseudónimo James S. A. Corey. Una saga que con "Las Cenizas de Babilonia" alcanzó su sexta entrega hace ahora casi una década. Y es que los autores eran capaces de mantener su impresionante ritmo de un novela extensa por año. Pero tras un lustro el éxito a nivel de ventas y crítica era tal que seguro les merecía el esfuerzo. En lo que atañe a la novela que les presento, decirles que se trata de una entrega que evita el evidente riesgo de reiteración a estas alturas de la saga mediante una mayor amplitud de miras y una mayor extensión que todas sus hermanas. Pero que, por el contrario, se vuelve más dispersa y difícil de seguir que ellas.

Con buen criterio, en esta obra los autores redoblan su apuesta y llevan esa propuesta de "novela coral" que había caracterizado a las entregas segunda a quinta a una nueva dimensión: en lugar de cuatro líneas narrativas a cargo de otros tantos protagonistas, expanden el foco hasta casi veinte líneas, centradas en otros tantos personajes. Obviamente no todas reciben la misma atención, pero todas son válidas para enriquecer la perspectiva del lector sobre el complejísimo panorama que quedó establecido dentro y fuera del Sistema Solar a la conclusión de "Los Juegos de Némesis". Para ello repescan a personajes secundarios de novelas anteriores (de Michio Pa a Anderson Dawes), y aumentan casi en la misma proporción el número de escenarios y puntos de vista. La riqueza de la saga tras cinco extensos títulos se lo posibilita a Abraham y a Franck.

En línea con lo anterior, los autores también expanden la tripulación permanente de la nave Rocinante con dos nuevas y razonables incorporaciones. Y seguramente para no convertir tan ambiciosa propuesta en algo inmanejable, se dedican durante toda la novela a completar las tramas que afectan a los humanos en el Sistema Solar, dejando apartadas las que tienen que ver con lo alienígena. De suerte que al final del libro muchas quedarán satisfactoriamente resueltas, en parte gracias a la habilidad que muestran a la hora de entrecruzarlas durante las casi seiscientas páginas anteriores. Y todo ello sin renunciar a las habituales intrigas políticas y a los disfrutables combates espaciales, que se siguen disfrutando de maneras coherente y verosímil a partes iguales.

Sin embargo, esa riqueza de personajes y perspectivas también provoca que esta entrega no rinda a la misma altura que las grandes entregas ya reseñadas. Porque es muy complicado, incluso para el lector constante y con buena memoria en lo concerniente a lo acontecido en la saga, recordar y situar a tanto personaje que aparece y desaparece sin previo aviso. Así, no sólo se genera una cierta desconexión con muchos de ellos, sino que falta tensión en su desarrollo. De hecho, a pesar de tratarse del volumen más largo, es el que menos hechos destacables relata, y ni siquiera es capaz de enganchar en ningún momento una tanda de capítulos que mantenga en todo lo alto el interés. Al contrario, el ritmo narrativo nunca es alto, y en el tramo central de la novela incluso peca de lento. Y a pesar de ello, se echa de menos aunque sea un par de personajes que ayuden a visualizar la dramática situación que está atravesando el planeta Tierra.

Otros defectos comparativamente menores son la evolución de Marco Inaros (el villano de ésta y la anterior entrega), que poco a poco va perdiendo su piel de líder carismático y salvador del Cinturón para mostrársenos como un ser visceral tan obsesionado con su pasado que pierde inusitadamente todo su carisma. También las continuas menciones a un tal Duarte y a su mundo, Laconia, que parecen ser claves a nivel geopolítico, pero de los que no sabemos prácticamente nada. O una menor brillantez, quizá motivada por cierta premura, a la hora de narrar algunos de los episodios de acción más relevantes. Y como de costumbre, un injustificado abuso de los barbarismos.

Por el contrario, algunos aciertos con los que no contaba al iniciar la lectura mejoraron mi impresión global de la misma. Tal es el caso de la ausencia absoluta del "fantasma de Miller", que tanta credibilidad restaba a entregas precedentes, y que aquí no es mencionado ni una sola vez. O la evolución del personaje de Filip (el hijo de Marco y Naomi), que madura de forma consistente. O también de cómo Naomi va digiriendo la ausencia definitiva de su hijo, erradicando el melodramatismo que tan negativamente había afectado en "Los Juegos de Némesis" a esta intrahistoria. Si a ellos les sumamos la habitual prosa fluida y los diálogos frescos y naturales, un elemento científico que sigue a buen nivel, un desenlace corto pero intenso y plausible a partes iguales, e incluso un puñado de jugosas reflexiones en su epílogo, entenderán por qué me animé a seguir con la séptima entrega de esta extensa saga. De la cual les hablaré en mi siguiente entrada.

jueves, 26 de junio de 2025

"Los Juegos de Némesis" (2015). James S. A. Corey

Hoy les traigo una nueva reseña de la saga "The Expanse" como parte de mi recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas más relevantes para el lector en español, el cual llevo realizando desde hace ya un año. En concreto, se trata de "Los Juegos de Némesis", la quinta novela de esta exitosa saga de los escritores estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck (es decir, de James S. A. Corey). La cual alcanzó finalmente un total de nueve títulos, todos ellos traducidos a nuestro idioma. La que hoy les presento es la entrega más singular que he reseñado hasta la fecha, puesto que, a diferencia de sus predecesoras, se dedica a indagar en las historias personales de su cuarteto protagonista (es decir, la tripulación de la Rocinante). Este planteamiento permite al lector conocerlos mejor, pero a costa de unas dosis de acción y de entretenimiento significativamente menores que las que ofrecían sus hermanas.

Esa mirada hacia dentro que desde su mismo comienzo plantean en esta novela Abraham y Franck, aprovechando las reparaciones a las que se está viendo sometida la Rocinante en la estación Tycho, se presenta como una siguiente etapa razonable en las historias personales de sus protagonistas, pero en seguida se vuelve forzada. Y es que los motivos por los que Álex, y sobre todo Naomi, terminan viajando por el Sistema Solar para revisitar su pasado resultan endebles e inverosímiles a partes iguales, pues resulta de todo punto inadmisible que no nos hubieran contado nada acerca de ellos en las cuatro novelas anteriores. Pero es que ni siquiera consiguen presentar esta diáspora de manera amena, dado que durante el primer tercio de la novela no sucede prácticamente nada. Un hecho particularmente chocante porque sucede justo cuando la trama de la saga había quedado interrumpida en el punto en el que se iniciaba el éxodo masivo de la humanidad a otros mundos gracias a "El Anillo". En otras palabras, un error de bulto en su planteamiento.

A esos enredos personales descafeinados, a esos interrogatorios que el cuarteto va realizando a personajes que en realidad apenas revelan nada, pero que nos van alejando gradualmente de la "space opera" de gran calado que cabría esperar, hay que añadirles, en el caso de la línea narrativa de Naomi, el recurso a un topicazo inesperado en una novela que había huido hasta ahora de ellos: el repentino surgimiento en la misma de su hijo, Filip, del que nada sabíamos. Y que resulta ser, además, nada menos que el fruto de su relación de adolescente con el líder de la revuelta que está asolando el Sistema Solar: Marco Inaros. Tanto la casualidad extrema que sustenta una situación así en un sistema solar tan vasto, como la previsible, reiterativa y hasta sensiblera sucesión de choques entre la típica madre arrepentida y el típico hijo dolido que, ante la falta de su madre, se ha esculpido a imagen y semejanza de su padre, lastran especialmente estos capítulos. Aunque tampoco la de Álex despierta mucho más interés, pues en cuanto avanza se revela poco más que una excusa para recuperar para la saga a la por otra parte interesante Bobbie Draper.

Todo lo anterior es una pena, porque la idea de reutilizar ese exitoso enfoque de novela coral que iniciaron por primera vez en la segunda entrega, recurriendo esta vez al cuarteto de la Rocinante, era original y hasta sensato. Y el detalle adicional de rescatar para la misma a muchos de los grandes personajes secundarios de otras novelas (Clarissa Mao, Monica Stuart, Chrisjen Avasarala, Fred Johnson...), una manera de seguir cohesionando las saga y al mismo tiempo abundar en virtudes pretéritas. Pero aquí las cuatro líneas tardan casi tanto en converger como en arrancar, lo que exige durante centenares de páginas un esfuerzo extra de retentiva por parte del lector, y deja el disfrute casi en exclusiva a lo que cada una de ellas le pueda ofrecer de manera aislada. Por lo cual los vaivenes en cuanto a intensidad y relevancia que aquejan a varias de ellas provocan que el resultado se resienta.

Cuando la novela alcanza su tercio final las cuatro líneas por fin van convergiendo, y el lector descubre que sí que había una trama de alcance galáctico de la que disfrutar similar a la de otras entregas. De suerte que durante algunos capítulos de ese tramo la novela recuerda en su forma y en su capacidad de entretenimiento a sus predecesoras. Especialmente en la línea narrativa de Amos y Clarissa, con una apocalíptica Tierra que encerraba todo un filón de recursos argumentales muy poco aprovechado por los autores. Desgraciadamente, tras casi cuatrocientas páginas ya tarde para que el libro remonte el vuelo. Algo que tampoco sucede en sus páginas finales: el desenlace que crean Abraham y Franck es el más corto y de menor tensión de toda la saga, el final es poco más que un reencuentro de los protagonistas sin que se cierre ningún frente, e incluso ese epílogo que pretende volver a engancharnos con las aventuras estelares de las próximas entregas se nos presenta de manera confusa y poco inspirada.

Pese a todos estos defectos, los seguidores de la saga pueden seguir disfrutando en "Los Juegos de Némesis" de muchas de sus virtudes. Desde las relativas al componente literario (los capítulos cortos, las descripciones sintéticas y precisas, la abundancia de diálogos, la riqueza de puntos de vista...), pasando por las concernientes al elemento científico (los efectos de la gravedad, de la ausencia de oxígeno, la pericia en el trazado de órbitas, la exposición a la radiación, las vulnerabilidades en el software...) hasta llegar a las derivadas de su excelente ambientación en los distintos planetas, satélites, estaciones artificiales y naves espaciales. Sin olvidar los singulares aspectos especulativos de esta quinta entrega (los cambios en las sociedades del Sistema Solar provocados por "El Anillo", el reajuste del equilibrio de las distintas fuerzas planetarias, la familia sanguínea frente a la familia elegida...). El elemento de misterio también sigue aquí presente hasta el final (esas naves que desaparecen sin explicación racional), así como los giros humorísticos y las situaciones límite. Por lo que, cuando terminé la lectura, tuve la esperanza de que esta entrega no pasase de ser un punto de inflexión introspectivo para coger fuerzas de cara a los eventos "externos" de las novelas restantes de la saga. Así que en mi siguiente entrada les revelaré si ése fue el caso y, por lo tanto, buena parte de los defectos de esta novela fueron comprensibles y hasta disculpables.

sábado, 31 de mayo de 2025

"La Quema de Cíbola" (2014). James S. A. Corey

Una entrada más prosigo con mi recorrido por algunas de las mejores sagas de la ciencia-ficción que no tuvieron oportunidad en su momento de aparecer por este humilde blog. Quienes lo siguen con asiduidad saben que me hallo ya en la década pasada, y que estoy deteniéndome en las novelas que conforman la saga "The Expanse". Escrita por James S. A. Corey (o lo que es lo mismo, los estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck), se trata sin ninguna duda de una de las más relevantes a nivel mundial en estos últimos años. Y también, añado, de las más satisfactorias para los amantes del género. Algo que corrobora la novela de la que me dispongo a hablarles hoy: "La Quema de Cíbola". Cuarta entrega ya de una saga que terminó alcanzando las nueve novelas, se trata de una de las más meritorias de la misma. Y desde luego un libro de mayor nivel y repercusión que su predecesora ("La Puerta de Abadón", 2013), la cual reseñé en mi anterior entrada. Cambiando completamente el marco escénico de sus tres hermanas anteriores, y añadiendo la colonización de un nuevo planeta y la lucha por la supervivencia a la space opera respetuosa con el elemento científico que caracteriza la saga, se trata de una novela con mucha personalidad, bien resuelta, y que posibilita el tránsito de la saga a una nueva dimension más ambiciosa.

A pesar de estas dos grandes novedades, con buen criterio los autores repiten varios de los aciertos principales de entregas anteriores: por supuesto, mantienen y otorgan relevancia en los acontecimientos a los cuatro tripulantes de la Rocinante. También siguen estructurando el libro en capítulos cortos, con descripciones precisas que no rompen el ritmo y abundantes diálogos. Y por tercera vez ya, recurren a cuatro líneas narrativas diferentes para lograr una panorámica más completa y complementaria respecto a lo que sucede sobre y en torno al planeta Ílo. El cual se convierte conscientemente en el marco escénico exclusivo de estas quinientas páginas, una particularidad de "La Quema de Cíbola" que le hace mucho bien.

Además de la línea narrativa habitual de James Holden, los autores nos proponen esta vez la de Elvi Okoye, xenobióloga de la empresa terrestre Energías Carta Real, quien pese a ciertas reacciones de adolescente que pueden descolocar al lector, sirve para potenciar la componente científica de la novela, por cuestiones como sus observaciones sobre el ecosistema de Ílo o el empleo de técnicas de análisis de datos para comprender su impacto sobre los seres humanos. También la de Basia Merton, personaje secundario de "La Guerra de Calibán", y que aquí forma parte de los colonos cinturianos asentados en Ílo, por lo que su trauma vital en primer lugar, y su evolución personal después, contribuyen a reforzar el aspecto humano de la obra. Y por último la de Dimitri Havelock, secundario en esta ocasión de "El Despertar del Leviatán", y en esta novela responsable de seguridad a bordo de la nave terrestre Edward Israel, cuyo cambio de bando durante la obra constituye otro indudable acierto.

Tras la lentitud y los capítulos de poca entidad que lastraban el primer tramo de la anterior obra de la saga, parece que los autores tomaron buena nota, pues aquí rectifican y nos ofrecen desde el mismo comienzo grandes dosis de acción. Además, saben aprovechar todo cuanto les ofrece el planeta (sus especies autóctonas, sus elementos biológicos, su pasado alienígena...) para lleva la trama mucho más allá del inicial conflicto de intereses entre los colonos y Energías Carta Real que plantean inicialmente, convirtiéndola en una sucesión de adversidades, en una acumulación de catástrofes responsable de que la segunda mitad de la novela se centre en la denodada lucha por la supervivencia de las distintas facciones humanas en un entorno muy hostil. Otros aciertos dignos de mención son la existencia de un elemento de misterio casi hasta el final, los pequeños detalles humorísticos cuando la situación lo permite, la exploración de conflictos éticos, las reflexiones sobre los comportamientos humanos, y las buenas dosis de astronomía, tecnología espacial y mecánica orbital.

No obstante, como a otras entregas de la saga, a la novela le fallan algunos detalles para considerarla casi perfecta. Quizá el más evidente aquí es la novedosa inserción de unos cuantos interludios, dedicados a mostrar cómo los restos de la creación alienígena influyen en el investigador Miller, y que apenas se aprehenden, aparte de que interrumpen el por lo demás impecable discurrir de la narración. Siguiendo por el propio Miller "revivido", un recurso del que tiran de nuevo en esta entrega, y que sigue desentonando en una novela que persigue el afán de verosimilitud. Por ota parte, también es fácil reconocer cómo los autores se han inspirado en las novelas del Oeste tan populares en la primera mitad del siglo pasado, con aspectos tan evidentes su "vida en la frontera" y su "sheriff". En otro orden de cosas, pese a que en ambos bandos hay muchas personas sensatas pero también algunos fanáticos, el jefe de Havelock, el implacable Murtry, resulta poco creíble en su defensa a ultranza de la misión de ECR independientemente de las consecuencias de sus actos. También resulta obvio que, en realidad, apenas se avanza en el misterio de la desaparación de los creadores de la protomolécula. Y por último, Abraham y Franck siguen introduciendo una gran cantidad de barbarismos innecesarios.

El desenlace, largo, complejo, y resuelto en paralelo en dos frentes independientes, resulta creíble, válido como culminación de toda la tensión acumulada desde el comienzo, y eficaz a la hora de atar prácticamente todos los cabos sueltos. Y sin embargo, también abre de manera creíble nuevas posibilidades a las futuras entregas de la saga. Por lo que les emplazo a mi próxima reseña de la misma, dentro de unos días.

domingo, 11 de mayo de 2025

"La Puerta de Abadón" (2013). James S A Corey

La entrada que hoy les traigo da continuidad a la revisión en orden cronológico de algunas de las mejores sagas disponibles para el lector en español, pero que aún no habían aparecido por este blog. Sigo reseñando novelas de la saga The Expanse, de los escritores estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck, que la firman bajo el seudónimo de James S A Corey. Le toca hoy a la tercera novela de las nueve que componen esta monumental space opera de sólida base científica, "La Puerta de Abadón". Publicada tan sólo un año después de "La Guerra de Calibán", mantiene de manera natural las mismas características de sus dos predecesoras en cuanto a extensión, estilo y ambientación. Lo que a mi modo de ver es una virtud, pues permite a los lectores que disfrutaron con sus predecesoras afrontarla casi como la reanudación de una lectura interrumpida. Aunque debo aclarar que esta tercera novela posee sus rasgos diferenciadores. Porque aunque mantiene la búsqueda del entretenimiento por encima de otras consideraciones, aporta unos marcos escénicos diferentes y un mayor componente especulativo. A costa, eso sí, de recurrir a ciertos elementos fantásticos y a menores dosis de acción, circunstancias que perjudican el resultado final frente a las dos entregas anteriores.

Sabedores de que uno de los principales hallazgos de su predecesora había sido la mayor multiplicidad de líneas narrativas, los autores repiten enfoque con tres nuevos protagonistas que completan la ya consabida línea de James Holden. Se trata de la de la pastora metodista Anna Volovodov, la del capitán terrícola a servicio de la Asociación de Planetas Exteriores Carlos de Baca (conocido como "Toro"), y la de una de las hijas del magnate Jules-Mao, Clarissa (autodenominada Melba durante buena parte del libro). Los tres aportan a su manera una nueva riqueza a la saga, y en especial las motivaciones y la evolución personal de Clarissa la vertebran de principio a fin. Pero ninguna alcanza el nivel de excelencia de la de Bobby Draper o Avasarala en "La Guerra de Calibán". A ello tal vez contribuye una trama que, si bien es más original que la de aquélla, llega extrañamente a su culmen cuando aún queda casi la mitad de novela por leer, y se centra en cuestiones de menor calado desde ahí hasta el final.

Dos de los grandes y exclusivos aciertos de este libro son: el Anillo alienígena que se autoconstruye en poco tiempo a partir de la actividad en Venus relatada en la anterior entrega, gracias a su sugestiva ambientación, a las restricciones que impone a los objetos que lo penetran o a su sentido de la maravilla; y el foco en el elemento religioso, al que hasta ese momento los autores habían dedicado muy poca atención, pero que aquí les permite especular sobre la evolución de los distintos cultos a raíz de la expansión humana por el Sistema Solar, el papel que debe desempeñar el ser humano en el universo frente a la abrumadora supremacía alienígena, o incluso su fuerza como elemento aglutinador en la búsqueda del bien común para la humanidad. Ambos logros potencian acertadamente la carga especulativa de una saga que hasta este punto había priorizado la aventura y los enfrentamientos.

El problema de lo anterior es que la novela no rinde tan bien como sus hermanas en cuanto a su disfrute. Es cierto que ello se debe en parte a su comienzo, claramente más lento y disperso que el de sus dos antecesoras, hasta que por fin los autores dejan de presentarnos personajes secundarios y de ponernos en contexto, y comienza la acción. Pero en parte también porque, pese a que tienen a mano el inmenso potencial narrativo del Anillo, en seguida renunciarán al mismo y se centrarán en las facciones que surgen a raíz de esas reflexiones y especulaciones, y de la consiguiente necesidad por imponer su visión, lo cual deja a su "Puerta de Abadón" en un inesperado segundo plano. Algo que en su momento descoloca al lector, puesto que los capítulos más fantásticos y extravagantes, en los que Holden y sus perseguidores recorren la Estación Anular, están situados hacia la mitad del texto en vez de cerca del final. Y que luego obliga a éste a resignarse con la simplemente entretenida lectura de las luchas entre la facción del Capitán Ashford y la de Toro a bordo de la Bégimo (la inmensa nave de la Asociación de Planetas Exteriores), en lugar de disfrutar de unos capítulos mucho más ambiciosos con el Anillo en el punto de mira.

Aparte de esa infrautilización del Anillo y de esa atención casi exclusiva a los enfrentamientos en la Bégimo, la novela también flaquea en lo que hasta entonces había sido una de las fortalezas de la saga: el afán de verosimilitud. Las constantes apariciones del ya fallecido pero recreado para la ocasión Joe Miller son el mejor ejemplo, pero también buena parte de lo que conforma la Estación Anular, e incluso lo que Holden contempla a través de ella. No es que Abraham y Franck se hayan dejado de preocupar por el elemento científico, que sigue tratado de manera siempre respetuosa con nuestros conocimientos físicos y químicos actuales, pero esas licencias tan poco fundadas son difíciles de digerir. Otros defectos menores son el escaso partido que sacan esta vez de la tripulación de la Rocinante (sobre todo de Amos y Alex), algunas dificultades a la hora de delinear el interior de las naves, o el fatigoso empleo de barbarismos innecesarios, que mantienen de las entregas anteriores.

Pese a situarse, pues, un escalón por debajo de sus predecesoras, el balance final sigue siendo positivo. A ello contribuye que los escritores por fin comienzan a aclarar elementos clave sobre el origen de la protomolécula o sus creadores, que no tienen reparos en permitir que algunos "de los buenos" mueran para resultar menos previsibles, o un desenlace repleto de tensión, que al mismo tiempo no deja apenas cabos sueltos pero abre todo un abanico de posibilidades para el futuro de la saga. Un hecho que evidencia las intenciones de Abraham y Franck cuando escribieron esta tercera entrega, y que consigue dejar con ganas de más. Por lo cual les emplazo a mi siguiente reseña de la saga, dentro de unos días.

lunes, 21 de abril de 2025

"La Guerra de Calibán" (2012). James S. A. Corey

Tras el paréntesis para celebrar el hito por las más de trescientas mil visitas al blog (ya van casi trescientas tres mil), retomo mi segundo recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas más relevantes disponibles para el lector de ciencia-ficción en español. Seguimos avanzando en la pasada década y nos topamos ya con la saga The Expanse, así conocida incluso en nuestro idioma. La cual constituye la obra de cabecera de los escritores Daniel Abraham y Ty Franck. Quienes, bajo el pseudónimo de James S. A. Corey, fueron añadiendo un título cada año a su exitosa novela "El Despertar del Leviatán" (que ya reseñé en su momento en este mismo blog a causa de su notable componente científica) hasta completar una serie de nada menos que nueve novelas (más otras piezas menores). Lo que demuestra el éxito de una saga que se alejaba un tanto de las tendencias en auge en el género en aquellos años para ofrecernos una space opera de factura clásica pero convenientemente adaptada al estado actual de la ciencia y la literatura. Y si mi balance de la primera entrega fue claramente favorable, el de "La Guerra de Calibán" es incluso mejor, puesto que no sólo entronca perfectamente con ella, sino que la mejora globalmente, al potenciar algunas de sus virtudes y minimizar varios errores de su predecesora.

La mejora más evidente proviene del aumento de personajes (y por tanto, de líneas narrativas asociadas) que nos proponen los autores. Ni que decir tiene que Abraham y Franck mantienen como pilar fundamental la tripulación de la Rocinante, con su capitán James Holden al mando, pero añaden la línea de la subsecretaria de la ONU Avasarala (seguramente el personaje de más calado de esta obra), la de la marine marciana Bobby Drapper, y la del botánico afincado en Ganímedes Praxidixe Meng. Esta multiplicidad de frentes otorga a la saga una intensa vertiente política, un saludable contrapunto marciano a la hora de desarrollar los pasajes de acción, y una mayor preocupación por el aspecto humano de la saga, pues el secuestro de la hija de Prax, Mei, narrado en el prólogo, ejerce de catalizador de toda la historia. Además, los autores consiguen salir airosos del siempre complejo proceso de hacer converger las distintas líneas narrativas. Pero incluso cuando alcanzan ese punto, prosiguen con el enfoque de mantener cada capítulo centrado en uno de esos cuatro personajes, lo que añade amplitud de miras a los hechos narrados, y les proporciona una subjetividad que les permite alcanzar una profundidad mayor que en la primera entrega.

La segunda mejora clara de esta segundan es el mayor desarrollo del elemento científico. Por supuesto, en todo cuanto atañe a la botánica y sus técnicas asociadas, dado que las reflexiones y los símiles que elabora Meng evidencian la preparación realizada por los autores en este ámbito. Pero también respecto a las características y las posibilidades de aprovechamiento de los cuerpos celestes que conforman el Sistema Solar (de Ganímedes a Ío, de la Luna a la artificial estación Tycho), a los efectos de los viajes espaciales sobre las personas, a las consecuencias de la vida en microgravedad... Incluso respecto a lo que los alienígenas parecen estar haciendo con el planeta Venus. Todo ello aumenta la sensación de verosimilitud, siempre necesaria en una obra que transcurre varios siglos en el futuro.

Además de estas virtudes potenciadas, los autores mantienen los aciertos principales con los que había debutado la saga un año antes: entretenimiento por encima de cualquier otra consideración, buenas dosis de acción, capítulos cortos y sin apenas relleno, predominio de los diálogos sobre las descripciones, solvencia a la hora de situar espacial y visualmente al lector, prosa directa y sin florituras, ritmo alto... En cuanto superamos los primeros capítulos la lectura se vuelve adictiva; cuesta detenerla, y la evolución de la trama se antoja en todo momento razonable. A pesar incluso de los tejemanejes políticos en los que se ve inmersa la singular Avasarala, y el juego de segunda intenciones y lecturas alternativas en el que tan bien se desenvuelve, pero que tan complicados son de trasladar de manera que el lector los comprenda y no le resulten aburridos.

Pese a ese comprensible empeño por corregir errores, algunos defectos continúan presentes en esta segunda entrega. El más obvio es el relativo a la trama, que si nos detenemos a analizarla resulta ser casi un calco del de la primera entrega (una joven desaparecida, las consecuentes intrigas y el enfrentamiento entre la Tierra y Marte, el papel como salvador de Holden...). Otro inconveniente bastante molesto en mi opinión es la reiteración innecesaria en el empleo de barbarismos (y no sólo por parte de Avasarala, sino prácticamente de todos los personajes). Por otra parte, lo relativo a la protomolécula alienígena apenas experimenta avance alguno casi hasta el final. Y a pesar de que introducen algunas reflexiones interesantes a lo largo del libro, le sigue faltando un poco de profundidad. Aparte de algún detalle que permita relacionar el texto con el título, pues el tal Calibán no aparece por ninguna parte.

El desenlace coral, con cada uno de los cuatro personajes enfrascado en la resolución de su parte del rompecabezas, es original y está razonablemente bien resuelto (aunque, como cabría suponer, no todas las líneas narrativas alcanzan el mismo clímax de tensión). Y ello contribuye a mejorar la impresión final de una novela que termina con un par de píldoras anticipatorias de esa tercera entrega que los autores ya tenían en mente. Y que reseñaré en mi próxima entrada.

viernes, 28 de marzo de 2025

"El Mapa del Cielo" (2012). Félix J. Palma

Con la entrada de hoy prosigo mi recorrido en orden cronológico por alguna de las sagas que aún no habían aparecido en este humilde blog. O no en toda su extensión, como es el caso de la novela que les traigo hoy. Que, además, posee otra particularidad: es una saga escrita por un escritor español. En concreto, se trata de la Trilogía Victoriana del gaditano Félix J. Palma. Una saga de la que ya les había hablado a través de su primera entrega, "El Mapa del Tiempo", cuando realicé mi recorrido por los escritores más representativos de la literatura de ciencia-ficción en España. Pero en la que nunca había seguido profundizando. Y es que, como ya expuse en su momento, su lectura no me acabó de cautivar y, tratándose de una serie de novelas muy extensas, no tenía muy claro si algún día me animaría a proseguir con su lectura. Pero, años más tarde, finalmente le di una oportunidad a su segunda entrega, "El Mapa del Cielo", y por eso se la traigo hoy por aquí. Y es que, aunque comparte varios defectos con su predecesora, se trata de una entrega, en mi opinión, ligeramente superior a ella, que dentro de una trama de ciencia-ficción inserta una historia de amor, y adereza el conjunto incorporando a varios personajes históricos.

Como les anticipaba, uno de los fallos principales del libro es su extensión excesiva. Y eso es algo muy evidente desde el propio comienzo: por mucho que el autor necesite refrescarnos algunos pasajes de "El Mapa del Tiempo" para poder disfrutar de esta segunda entrega, y por mucho que juegue a ser el narrador omnisciente con poder absoluto sobre lo que va a experimentar el lector, la lentitud que lastra el comienzo será aplicable a prácticamente toda la obra. Y lo mismo cabe decir respecto a su morosidad verbal. A lo largo de más de setecientas páginas Palma nos llegará incluso a relatar varias veces los mismos sucesos desde el punto de vista de diferentes personajes. Y lo hará mediante una cantidad ingente de párrafos larguísimos, y por el contrario, mediante muy pocos diálogos. Aunque si el lector pone un poco de su parte y no se deja abrumar por estas dificultades, la lectura termina siendo entretenida. Y mantiene la intriga hasta el final.

Porque la historia de amor que supuestamente dinamiza la novela es en realidad un aspecto complementario de una narración de aventuras en la que Palma recurre a varias de las temáticas más conocidas en la literatura de ciencia-ficción (el primer contacto, la invasión extraterrestre, los universos paralelos, el viaje en el tiempo y sus paradojas...). Un despliegue que para el aficionado al género puede resultar poco llamativo y hasta pesado, pero del que el autor sale airoso de cara al público general gracias a condimentos como cierta ambientación steampunk o el homenaje a tótems de la literatura anglosajona, como Edgar Allan Poe o Herbert George Wells.

La profundización en algunas de las vivencias de ambos escritores (en el caso de Wells, prácticamente recorre su vida de cabo a rabo), y la alteración que realiza de las mismas para adaptarlas a una trama que, poco a poco, irá encajando una sucesión de piezas aparentemente inconexas contribuye, sin duda, a que el público anglosajón se haya interesado por esta novela (su traducción al inglés constituyó un notable éxito de ventas). Pero también hay que reconocer que servirse de personajes y episodios conocidos le facilita el trabajo al escritor, pues una vez documentado al respecto, ya tiene a sus personajes principales creados, y sólo es cuestión de rodearlos de otros ya predefinidos por el argumento para completar su elenco. Aun así, el protagonista real del libro, Wells, se me antojó un tanto estereotipado, rígido en su caracterización. Y la supuesta pareja protagonista, el ricachón Gillian Murray y la bella joven Emma Harlow, encargados de ofrecernos la historia de amor, desempeñan un rol a menudo secundario, y desaparecen cuando aún queda casi una quinta parte de la novela, sin haber influido de manera determinante en la misma.

Siguiendo con los defectos de esta segunda entrega, el "mapa del cielo" que le da título no termina de ser el elemento que vertebre sus tres partes, y el mensaje que Palma intenta ofrecer con él, no termina de entenderse. La prosa del escritor, aunque original, fluida y bien surtida de recursos estilísticos, a veces peca de un afán de lucimiento excesivo, y otras de errores obvios a la hora de emplear nuestro idioma (por ejemplo, hatajo sin "h", "olor" en vez de "loor", "conciencia" en lugar de "consciencia", o la conjugación incorrecta en plural de sujetos que enuncia en singular como "la mayoría" o "nadie"). En otro orden de cosas, el escritor a veces se excede en su juego con el lector, y lo engaña abiertamente en busca de un elemento sorpresa tan exacerbado que en ocasiones se vuelve contra él. Y conforme avanza la lectura, se va imponiendo la sensación de que todo es posible, y que por lo tanto, el autor puede tomarse la licencia de fantasear mucho más allá de lo verosímil.

A cambio, debo reseñar que el elemento científico está razonablemente bien tratado en sus múltiples vertientes, especialmente si lo miramos a través del prisma de los conocimientos tecnológicos y científicos de finales del siglo XIX. Y también que incluso subtramas aparentemente sin hilazón van convergiendo de manera convincente conforme avanza la lectura. El escritor logra a menudo su cometido de generar intensas emociones en el lector (de la ternura al terror, de la intriga a la desesperanza). Y gana puntos cuando nos presenta esa especie de sociedad maquinal, casi distópica, que instauran los marcianos en la Tierra tras su victoria. Hasta culminar su lista de aciertos con esa oda al amor que nos ofrece como conclusión a tanto derroche creativo, a tanto extraterrestre malvado y tanta recreación de la obra de Wells. Aunque el resultado de semejante esfuerzo no me convenció tanto como para decidirme a iniciar la lectura de la tercera y última entrega de la saga, "El Mapa del Caos". ¿Me animaré algún día?

lunes, 24 de febrero de 2025

"Metro 2033" (2005). Dmitry Glukhovsky

La entrada que hoy les traigo es una nueva del recorrido que estoy realizando, en orden cronológico, por algunas de las sagas más relevantes disponibles para el lector en español y que aún no habían aparecido, o no en su totalidad, en este humilde blog. Avanzamos al año 2005, que fue cuando vio la luz en formato libro en su país de origen "Metro 2033", del escritor ruso Dmitry Glukhovsky. No son muy habituales las traducciones de ciencia-ficción rusa a nuestro idioma, así que el mero hecho de que nos terminara llegando demuestra la relevancia de esta novela. Que a lo largo de los años fue extendida con dos secuelas ("Metro 2034", publicada en 2010, y "Metro 2035", publicada en 2015), hasta conformar la "saga Metro", una de las más populares en nuestras librerías en los últimos años. Y es que a su original argumento (la vida en los túneles del metro de Moscú unas décadas después de una devastadora guerra nuclear) se añade la originalidad de una ambientación y un estilo literario poco habituales para el lector occidental. Lo cual da lugar a una obra original, opresiva y sombría, pero también difícil de leer y fantasiosa en exceso.

Sin duda la mayor virtud del libro es su marco escénico: el panorama post-apocalíptico que crea Glukhovsky, aprovechando las particularidades de cada línea y hasta cada estación del metro, es sobrecogedoramente verosímil. A pesar de las dificultades inherentes a los nombres en ruso, y de las inevitables particularidades culturales de aquel país, el lector logrará sin excesivo esfuerzo orientarse en tan tétrico escenario, e incluso comprender la cohabitación de las facciones surgidas tras décadas bajo tierra en condiciones extremas (la Hansa, el Cuarto Reich, la Polis, los Rojos). Un lugar donde reina la ley del más fuerte, y donde sus habitantes han desarrollado una habilidad para la supervivencia, y han encontrado un sentido a tan precaria forma de vida, que se prestan a las más diversas reflexiones.

En este marco el escritor inserta a su protagonista absoluto, el joven Artyom, y lo hace recorrer durante casi tres semanas una estación tras otra en pos de una meta... un tanto endeble. Porque durante los dos primeros tercios de la obra la trama es tan simple como reiterativa: Artyom se irá encontrando suvesivamente con una serie de lobos solitarios y gentes hechas a sí mismas (Hunter, Bourbon, Kan, Melnik...) a los que en su mayor parte dejará atrás tras un breve interacción, sin que de tales encuentros apenas perduren más que unas pocas reflexiones y consejos puntuales. De suerte que, a pesar de su notable extensión, la novela no tiene en la caracterización de sus personajes uno de sus puntos fuertes. En el último tercio la trama sí se vuelve un poco más elaborada, y la misión y sus consecuencias se van volviendo más claras, pero siempre en segundo plano frente a la ambientación.

Por terminar con los puntos fuertes del libro, resaltar que a lo largo de sus páginas abundan las reflexiones. Bien es cierto que muchas se antojan más una crítica a la sociedad rusa de principios de siglo que una especulación sobre los excesos de la humanidad, pero son muchos los personajes que, en ocasiones a costa de interrumpir el ritmo narrativo, disertan sobre las más variadas cuestiones. Por otra parte, la manera en que las estaciones han logrado aprovechar los escasos recursos disponibles (subsistiendo a base de cerdos, ratas, gallinas y setas), la sensación de pesimismo casi continua, los episodios de angustia, los pasajes de misterio o los momentos de terror evidencian que la novela aprovecha con éxito muchos de los elementos post-apocalípticos a su alcance.

Y sin embargo, mi balance final tras concluir la lectura no fue tan positivo como para animarme a continuar con el resto de la saga. Fundamentalmente por dos defectos: uno evidente desde el principio, y otro que se vuelve más acusado conforme avanza la narración. El primero salta a la vista desde las primeras páginas: el estilo literario, que es cuanto menos arcaico, por no decir mejorable: capítulos muy largos, cuyos título y desarrollo no se corresponden con su extensión, y que deberían haberse fraccionado de un modo mucho más ágil; párrafos inacabables, que piden a gritos una reestructuración para una mayor amenidad y una mejor comprensión; descripciones imprecisas, que sólo el imprescindible mapa situado al comienzo del libro ayuda a soslayar; escasez de diálogos, siempre menos abundantes que las descripciones, y a menudo consistententes en discuros antinaturales... Todo muy lejano a los cánones de calidad de cualquier novela occidental de nivel medio. Pero es el segundo defecto el que termina de echar por tierra los logros de la trama: poco a poco el lector va percibiendo que la biocenosis ideada por Glukhovsky parece excesivamente alterada para haber transcurrido tan sólo un par de décadas desde la hecatombe, pero es cuando Artyom sale por fin a la superficie y se enfrenta con... ¡pterodáctilos y simios bibliotecarios! que las concesiones fantasiosas chocan definitivamente contra la pretendida verosimilitud. Aunque para desgracia del lector, antes de concluir la lectura aún se topará con creaciones más descabelladas: los caníbales del mítico Gran Gusano, la "masa barboteante" del Kremlin, o incluso el "hormiguero de los Negros". Creaciones excesivamente fantasiosas para cualquiera que aspirara a considerar a "Metro 2033" una novela rigurosa.

Otros defectos menores afean también el resultado global. Los continuos pasajes de sueño de Artyom, que Glukhovsky intenta sin éxito confundir con situaciones reales, son un recurso literario tan manido como superfluo y hasta tedioso. En otro orden de cosas, chirría la abundancia en las estaciones de determinados recursos, sin duda necesarios para permitir la vida pero improbables en un escenario post-apocalíptico. La escasa habilidad del autor para inferir el necesario dramatismo a los episodios de enfrentamiento y a las huidas es palmaria. Así como las dificultades a la hora de dibujar cada estación para que cobre vida ante los ojos del lector. Por último deob mencionar las notas aclaratorias que se ofrecen al final, de escasa utilidad dado que no se enlazan con el punto de la novela al que se refieren, un detalle que habría tenido fácil solución.

Lógicamente, el desenlace es lo suficientemente abierto para permitir una continuación, por lo que no debemos esperar que sea un cierre redondo a lo narrado. Aun así, tampoco mejora la impresión final: se presenta como momento culmen un episodio del que lector no tenía constancia hasta apenas unas decenas de páginas antes, pero su resolución simple, y sobre todo, su sorpresa en forma de una revelación (las supuestas intenciones humanitarias de los Negros) que no casa en absoluto con la maldad de que habían hecho gala hasta entonces, resultan decepcionantes. En resumidas cuentas, podría haber sido una gran novela, de no haber estado lastrada por todos estos inconvenientes.

viernes, 31 de enero de 2025

"Híbridos" (2003). Robert J. Sawyer

Continúo con la presente entrada la revisión en orden cronológico de algunas de las sagas más relevantes de la literatura de ciencia-ficción disponibles para el lector en español, y que no habían hecho acto de presencia en mi primera revisión hace unos cuantos años. La reseña de hoy me permite concluir la saga el Paralaje Neanderthal, del escritor canadiense Robert J. Sawyer. "Híbridos" fue la novela que cerró esta singular trilogía tan sólo unos meses después de la publicación de la segunda entrega, "Humanos" (2003), la cual reseñé en mi anterior entrada. Al ser escrita inmediatamente a continuación de su predecesora, "Híbridos" se presenta prácticamente como un punto y seguido de aquella, tanto argumental como estilísticamente. Y constituye un cierre notable para una trilogía más amena que trascendente (a pesar de la aparente profundidad de la temática tratada). Que remata con criterio y sentido común los principales temas tratados a lo largo de la misma, sirviéndose para ello de varios giros inesperados. Pero que también se enreda innecesariamente en la cuestión religiosa.

Y es que la novedad de esta tercera entrega, avanzada por su título de manera explícita (la concepción de una hija híbrida por parte de sus dos grandes protagonistas, el neanderthal Ponter y la sapiens Mary) no se centra tanto en las cuestiones genéticas como en el componente religioso. Lo malo es que al ateísmo incuestionado de Ponter Sawyer le contrapone el catolicismo exacerbado de Mary, la cual practica una sumisión inusual (incluso para la época en la que fue escrita) a los dogmas más controvertidos de la Iglesia. Hasta el extremo de que el autor hace fallecer al papa real de aquel entonces para crear a un nuevo pontífice ficticio con la única función de echar para atrás cualquier esperanza de una supuesta apertura de la jerarquía católica. Y por si fuera poco, se recrea en reproducir una aparición mariana en la mente de Mary, recurriendo a un singular experimento científico que confirma una supuesta diferencia genética que "afecta" a los sapiens pero no a los neanderthales. La justificación final a tan controvertida exposición, el colapso del magnético de la Tierra sapiens del que nos venía hablando desde "Humanos", no sólo decepciona por su reiteración hasta en el momento culmen de la novela, sino que echa por tierra lo que por lo demás habría sido un desenlace impecable.

Porque si obviamos los tramos dedicados a las especulaciones y el cuestionamiento religiosos, nos quedará, en mi opinión, la mejor entrega de la trilogía: fluida, equilibrada entre sus dos escenarios, fácil de leer y disfrutable de principio a fin. Y eso que durante los primeros capítulos puede parecer que el escritor le ha "dado a la manivela" y se ha limitado a secuenciar y exponer de manera lógica y ordenada lo que sugerían sus antecesoras. Pero conforme avanza la lectura, Sawyer dará varios giros narrativos inesperados (la aparición de un personaje clave hasta el final, como lo será la neanderthal Bandra, el inesperado lesbianismo de Mary, el traslado del violador Cornelius Ruskin al Grupo Sinergía en Rochester, incluso el diabólico plan de Jock Krieger) que aumentan considerablemente el interés y realzan su creación. Por lo que da aún más rabia la relevancia que confiere al componente religioso: con tantos elementos en juego y tantos ases en la manga era completamente innecesario.

No por conocidas de sus predecesoras dejan de apreciarse aquí otras virtudes de la saga: la ausencia de capítulos de relleno, el cuidado en el trato del elemento científico (las páginas dedicadas a explicar primero y escoger después los rasgos de la hija híbrida son una auténtica delicia), la coherencia que mantiene la sociedad neanderthal conforme seguimos aprendiendo de ella, la acertada interacción de unos personajes que en realidad son muy distantes entre sí, el dinamismo de la narración, una prosa sencilla y solvente incluso a la hora de explicar complejos conceptos tecnológicos, y la habilidad para seguir encontrando cuestiones con las que comparar ambas sociedades.

Del mismo modo, el lector se topa en "Híbridos" con los defectos habituales: frecuentes concesiones "a lo best-seller", adopción final de la postura más digerible para el lector medio de las peliagudas cuestiones morales que se plantean, escaso aprovechamiento del comité de celebridades neanderthales de visita en la Tierra sapiens, un ahínco si cabe aún mayor que en los dos libros anteriores por introducir referencias estrictamente contemporáneas (lo de meter al por aquel entonces Secretario General de la ONU Kofi Anan junto a otros representantes inventados no puede chirriar más), la insistencia en comparar las sociedades canadiense y estadounidense... A los que se añade uno nuevo: los pequeños recortes de un supuesto discurso histórico para la historia de la humanidad que abren cada capítulo, y que al final nada aportan al desenlace.

El cual, por cierto, es frenético e inteligente a partes iguales: exceptuando la sencillez con la que Mary consigue acceder al ordenador de Krieger, y la ya comentada hipérbole mística que afea sus pasajes finales, el resto raya a gran altura: la trama oculta de Krieger, la accidental participación de Ruskin en la misma, el vertiginoso desarrollo de la acción a caballo entre ambos universos, la sorpresa final de los potencialmente infectables por el virus modificado... Hasta el epílogo resulta convincente a la hora de atar cabos. Pero supongo que, frente a todos ellos, el mojigato enfoque religioso constituía un mayor gancho a nivel de ventas. Aun así, un meritorio cierre a una entretenida trilogía, que a pesar de sus innegables virtudes no pasará a la historia.

domingo, 19 de enero de 2025

"Humanos" (2003). Robert J. Sawyer

Prosigo con mi nuevo recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas de ciencia-ficción más relevantes disponibles para el lector en español, y por ello voy a dedicar la entrada de hoy a la segunda entrega de la trilogía "El Paralaje Neanderthal", del escritor canadiense Robert J. Sawyer. "Humanos" (2003), la novela que reseñaré a continuación, fue publicada sólo unos meses después de "Homínidos" (2002), la cual reseñé precisamente en mi anterior entrada. No tan premiada como su predecesora, considero que "Humanos" es una digna continuación de "Homínidos", con el mismo nivel de especulaciones, e igual de amena a la vez que respetuosa con el elemento científico, pero sin el factor sorpresa de la primera. Aunque sí mantiene similares defectos.

El corto lapso de tiempo que, como acabo de mencionar, transcurrió desde que Sawyer terminó "Homínidos" hasta que hizo lo propio con "Humanos", se refleja nítidamente en lo que contienen sus páginas: estamos ante una continuación natural, que mantiene los mismos personajes principales y las mismas problemáticas, y se sitúa tan sólo unos días después de su predecesora, hechos que permiten al lector ubicarse inmediatamente. El escritor conserva asimismo el estilo, lo que supone que nos encontramos de nuevo con capítulos cortos y nada divagadores, una prosa directa y fácilmente comprensible, un evidente afán de verosimilitud dada lo increíble de su premisa inicial (los dos universos conectados que permiten a neanderthales y cro-magnones interaccionar gracias a un fallido experimento cuántico), y un ritmo alto. Todo lo cual ayuda a que el lector preserve su interés por cuanto sucede.

Pero, quizás para poner de manifiesto que esta segunda entrega fue concebida de manera independiente a su antecesora, el autor introduce una novedad relevante: las recurrentes conversaciones que mantendrá a lo largo de sus páginas su protagonista neanderthal (Ponter Boddit) con su psicoanalista. Un recurso literario muy similar al que empleó Fredrik Pohl en su multipremiada "Pórtico" (1977), y que le permite a Sawyer tanto crear expectación sobre acontecimientos que narrará posteriormente, como permitir especulaciones alejadas de la ya conocida yuxtaposición neanderthal - sapiens. Por otra parte, ello no impide que el escritor siga estimulando al lector con múltiples reflexiones sobre multitud de cuestiones, desde la renuncia a la privacidad a cambio de una seguridad prácticamente absoluta hasta el papel que la religión (o su ausencia) ha desempeñado a la hora de moldear las sociedades. Además, en "Humanos" Sawyer aprovecha con buen criterio para profundizar más a fondo en la sociedad neanderthal, favoreciendo de paso el enriquecimiento de la trama gracias a algunas de sus diferencias respecto a la sapiens: desde las implicaciones de los matrimonios "a tres bandas" que allí constituyen la norma, hasta la forma como recurre al agudísimo sentido del olfato de los neanderthales en su desenlace.

Sin embargo, globalmente "Humanos" me parece ligeramente inferior a la primera entrega. Entre otras razones, porque pierde el factor sorpresa de aquélla: aquí el escritor se limita casi exclusivamente a explotar sus hallazgos de entonces. Pero también porque se echan de menos las pinceladas sobre el impacto causado por los neanderthales al principio de cada capítulo a los que nos había acostumbrado. O porque, al menos en esta segunda entrega, Sawyer no termina de aprovechar una de las bazas con las que contaba: la jugosa selección de celebridades del universo neanderthal que se trasladan a nuestro mundo para ayudar al progreso en todos los ámbitos. O por detalles como la atención dedicada durante toda la novela a la inversión del campo magnético terrestre, para que finalmente constituya sólo un detalle accesorio del desenlace, y ni siquiera termine de explicar su impacto bien del todo.

"Humanos" comparte otros defectos con su predecesora, en algunos casos incluso más acusados: los continuos "detalles de best-seller" (resaltar el evidente esfuerzo por alinear sus reflexiones con las posturas morales asumibles por el mayor número de potenciales lectores, o el excesivo foco en la relación sentimental y sexual entre Ponter y Mary); la reiteración de referencias "contemporáneas" de los más diversos ámbitos que, veinte años más tarde, ya empiezan a estar obsoletas; los personajes arquetípicos (en esta oportunidad incluso las motivaciones del violador resultan ser un mero cliché de burdo antifeminismo); o la obsesión con comparar recurrentemente a Canadá con Estados Unidos, un aspecto que a los lectores de otros continentes seguramente les interesará muy poco.

Una sucesión de acontecimientos coherentes rematada por un desenlace aseado y de cierto impacto contribuyen a que el lector se muestre abierto a concluir la lectura de la trilogía; entre otras cosas para averiguar cómo el escritor ató los múltiples cabos que, probablemente de forma intencionada, dejó sueltos al final de esta novela más entretenida que trascendente.

martes, 31 de diciembre de 2024

"Homínidos" (2002). Robert J. Sawyer

Con la entrada que hoy les traigo continúo el segundo recorrido en orden cronólogico por muchas de las sagas más relevantes para el lector en español. Y me detengo por primera vez en una de las series más famosas del presente siglo. Se trata de la trilogía "El Paralaje Neanderthal", una de las obras más conocidas del canadiense Robert J. Sawyer. Aunque desde hace unos años tanto la cadencia de obras publicadas por este escritor como su repercusión han disminuido notablemente, hace un cuarto de siglo se trataba sin duda de uno de los grandes nombres del género. De hecho, con la novela que les traigo hoy, "Homínidos", se alzó finalmente con el Premio Hugo, un galardón para el que ya había estado nominado en varias ocasiones durante los años anteriores. Y lo hizo con una novela controvertida, que para muchos críticos no se incluye entre lo mejor de su producción. Una valoración que no comparto plenamente, si bien tampoco considero a "Homínidos" un libro redondo. Se trata de una novela amena, rigurosa y fácil de leer sobre la aparición de un Neanderthal en el Canadá de principios de siglo. A la que le sobran ciertos detalles de best-seller y le falta un tratamiento más profundo de determinados personajes y situaciones para haberse convertido en un clásico.

Empezando por sus puntos fuertes, la lectura engancha desde el primer momento, como suele ser habitual en Sawyer, y el interés apenas decae hasta el final. Los capítulos cortos, la prosa directa y fácilmente comprensible, la concentración de eventos en apenas una semana de extensión... todo contribuye a ello. Además, se nota su esfuerzo por dotar de verosimilitud a lo narrado: no sólo el Observatorio de Neutrinos de Sudbury existe en realidad, sino también las en su momento más recientes investigaciones sobre Neanderthales se mencionan y se toman como referencia para definir los rasgos y las conductas de la extinta especie.

En una novela de temática tan controvertida como ésta, el elemento científico resulta fundamental. Y, sin profundizar tanto en él como para poder adscribir esta obra al subgénero de la ciencia-ficción dura, el escritor sale airoso en su tratamiento: universos paralelos, computación cuántica, análisis de ADN... múltiples y ambiciosos conceptos y teorías se entremezclan a lo largo de sus páginas, y se enlazan de manera solvente con frecuentes ideas y postulados de otros ámbitos, como la sociología o la religión. Si bien en ocasiones da la impresión de que Sawyer no ha terminado de comprender determinados postulados y han sido sus múltiples asesores científicos quienes han velado por la solidez científica y tecnológica del libro.

Continuando con los aciertos, es obvio que el filón de la novela reside en la permanente confrontación entre Neanderthales y Sapiens, entre sus costumbres y sociedades. Y Sawyer raya a buen nivel tocando cuestiones muy diversas: desde la forma de entender el sexo hasta la noción de Dios, desde la alimentación hasta las razones por las que sólo una de las especies sobrevivió en cada uno de los universos. Algo que logra sin que los actos de sus personajes en ninguna de las líneas narrativas se vuelvan ilógicos o monótonos. De hecho, encontramos pasajes realmente disfrutables, empezando por la propia transferencia de Ponter y llegando hasta su posterior regreso al mundo Neanderthal. Y las pinceladas sobre el impacto causado por el Neanderthal en nuestro universo al principio de cada capítulo enriquecen la perspectiva de la novela.

En mi opinión el fallo más perceptible de esta obra es que Sawyer parece obsesionado por escribir un best-seller más que una obra literaria de calado. Sólo así se explica la introducción del típico drama traumático en uno de sus protagonistas (la volación de Mary), que en realidad es un elemento tangencial de la trama, pero que se nos representa como la característica concesión a la literatura mainstream. Algo parecido sucede con la renuncia absoluta a situar su historia siquiera unos años en el futuro, aunque desde el punto de vista del desarrollo tecnológico necesaria para la transferencia entre universos esto se antojaba un requisito imprescindible. También lastran el resultado las continuas referencias a la "actualidad" de aquel entonces (actores, políticos, presentadores, marcas comerciales...). Y sus reflexiones están orientadas en buena medida a congraciarse con el lector medio, en vez de a incomodarlo con todos los elementos especulativos que tiene a mano.

Y luego está la cuestión de los personajes. No ya arquetípicos, sino previsibles en su superficialidad: desde la científica rellenita que siempre ha fracasado con los hombres y encima los calibra obsesivamente desde su reciente violación, hasta la postgraduada despampanante y ligera de cascos que consigue todo lo que desea de cualquier hombre. Tampoco los Neanderthales salen mejor parados: su poco menos que idílica sociedad los vuelve cándidos, de un buenismo naif. Tanto que, por más que Sawyer intente añadir revelaciones y traumas que aumenten el interés por el juicio al que se enfrenta Adikor, el compañero de Ponter, tras la desaparición de éste, esa línea narrativa en seguida se vuelve previsible y casi repetitiva, poco más que un vehículo para ir profundizando en las singularidades de la sociedad Neanderthal. Si a eso le sumamos la vertiginosa chispa de amor que Sawyer pretende que prenda entre Ponter y Mary en apenas una semana, se entenderá por qué la novela no termina de alcanzar la excelencia.

Un desenlace previsible pero entretenido, y feliz aunque lo suficientemente abierto para permitir la conversión de esta novela en trilogía, remata esta obra más disfrutable que profunda. Toda una paradoja, si tenemos en cuenta la profundidad de los asuntos tratados.

"Un Abismo en el Cielo" (1999). Vernor Vinge

Prosigo con la entrada que les traigo hoy con mi nuevo recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas más importantes de la ciencia-ficción disponibles para el lector en español. Avanzamos en el tiempo y nos situamos a finales del siglo pasado. Más concretamente en 1999, que fue cuando vio la luz "Un Abismo en el Cielo", la multipremiada novela del escritor estadounidense recientemente fallecido Vernor Vinge. Y que como su título ya anticipa al incorporar la palabra "abismo", forma parte de la saga de las Zonas de Pensamiento, junto con la también multipremiada "Un Fuego sobre el Abismo" (1992), que ya reseñé en su momento aquí. Y junto con la inédita para el lector en español "The Children of the Sky" (2011). En el caso de la novela que les traigo hoy, pese a publicarse casi siete años más tarde, en realidad se trata de una precuela de su predecesora, pues su acción se sitúa veinte mil años antes. Aunque indudablemente forman parte de la misma serie, pues comparte con aquella el mismo universo coherente, las mismas Zonas de Pensamiento ("Un Abismo en el Cielo" transcurre en la "zona lenta"), y uno de sus personajes principales. LA de hoy es una novela fastuosa que traslada a la humanidad miles de años en el futuro, y que actualiza temas clásicos en la ciencia-ficción como el primer contacto con una civilización alienígena inteligente o la tradicional space opera a escala interplanetaria. Sirviéndose para ello de un pujante y esmerado elemento científico, unas especulaciones de hondo calado, y mucho espacio para desarrollar su creación.

Porque lo primero que llama la atención del libro es su gran extensión (más de setecientas páginas con un tipo de letra bastante pequeño). Un hecho que constituye a la vez una virtud y un defecto. Virtud porque Vinge puede gracias a la misma desarrollar a fondo todo lo que ha concebido su prolija imaginación, casi al extremo de crear una obra coral. Pero también defecto porque se vuelve por momentos una novela difícil de leer, de ésas en las que cuesta retener lo que se nos va narrando, y que a veces hace al lector plantearse si tanto detalle será en realidad relevante para la trama. En particular, el comienzo es un tanto desalentador: la novela carece de un más que conveniente índice de personajes y lugares, por lo que es el lector quien, mediante inmersión pura y dura, debe ir creándose su propia composición de lugar, tratando de expandir miras a partir de los hechos puntuales que se van narrando.

Pero si se trata de un lector habitual del género, y mejor aún si ya ha lidiado con las dificultades que presentan otras novelas de Vinge, probablemente saldrá airoso del reto, y poco a poco empezará a disfrutar con la lectura. Sobre todo de una tercera parte comedida en extensión en comparación con las dos anteriores, y donde los actos de las tres facciones (las dos humanas, Queng Ho y Emergentes, y las Arañas alienígenas) irán interrelacionándose y convergiendo hasta alcanzar el clímax en un desenalace trepidante, que sin duda fue uno de los pilares que sustentaron los galardones que recibió el libro. Y es que la novela encierra prácticamente todo lo que se le pide al género: sentido de la maravilla, ciencia y tecnología a raudales, reflexiones abundantes y profundas, episodios de aventuras, intrigas... hasta pasajes de amor y desamor desfilan por sus páginas.

Pese a tratarse de una novela tan grandilocuente incluso dentro de la literatura de ciencia-ficción, curiosamente el mayor acierto del libro es en mi opinión su caracterización de los personajes. En especial de los alienígenas, relativamente pocos pero muy bien escogidos, y "humanos" dentro de su condición de extraterrestres. Y particularmente, de Sherkaner Underhill, una auténtica maravilla, el genio que contribuyó decisivamente al veloz desarrollo tecnológico de su planeta. Aunque otros como Victory Smith o Hrunkner Unnerby no le andan a la zaga. Pero es que en el lado humano, pese al mayor tamaño del elenco, Vinge también sale airoso del reto con personajes poliédricos como el que se supone que es el protagonista absoluto de la saga (Pham Nuwen), Ezr Vinh, Qiwi Lisolet o Ritser Brugel, el Vicecaudillo de Hábitat que quizá sea el más logrado de todos ellos.

Otros aciertos incuestionables de la novela son las profusas y hondas especulaciones (citemos entre otras los ciclos que atrevesarían las civilizaciones planetarias, las dificultades y los riesgos del comercio interestelar, los obstáculos físicos que impedirían a la humanidad consolidarse como especie en la galaxia, la complejidad de los programas informáticos acumulados durante mienios, o las posibilidades que abriría una técnica como el "Enfoque"); la recreación de las tres culturas presentadas; la gradual evolución de la civilización de los arácnidos; la forma en que la singularidad de la estrella On/Off ha modelado no sólo la vida en el planeta Arachna, sino también su cultura y costumbres; y ciertos pasajes realmente disfrutables, como todo lo relativo a la emisión del programa "La hora de la ciencia para niños", o cómo se desencadenan los acontecimientos cuando Smith visita Meridional y Brugel desciende al planeta al frente de la Mano Oscura.

Por desgracia, la producción de Vinge también tiene su lado oscuro, y en esta novela también se deja ver. Ante todo en sus ya conocidas limitaciones como narrador: no es un escritor hábil a la hora de mantener el ritmo narrativo, por lo que, especialmente en su segunda parte, abundan los pasajes menores y los capítulos en los que escasean los acontecimientos (si bien algunos de esos detalles Vinge se acordará de recuperarlos cientos de páginas más adelante). También nos topamos con ciertas redundancias en su prosa, que con frecuencia resulta un tanto imprecisa. Además, cuando el ritmo narrativo aumenta, tiende a volverse confusa, tanto que sólo en páginas posteriores el lector terminará de comprender lo que había sucedido realmente. Y tampoco ayuda una traducción repleta de errores (tiempos verbales incorrectos, conjugación del verbo haber, términos y clichés mal traducidos...).

Entre los defectos específicos de esta novela, el más relevante me parece el manido truco con el que Vinge engaña hasta el final al lector, no dejándole caer siquiera las interacciones bajo cuerda entre Trixia y Underhill que suceden durante mucho y tiempo y que terminarán condicionando el desenlace del conflicto. Por otra parte, las tres intrahistorias en las que nos relata el traumático pasado de Pham Nuwen me parecen más una concesión a la crítica literaria que unas páginas relevantes para la trama. En otro orden de cosas, la analogía entre la evolución de la sociedad araña y la de la sociedad de nuestro planeta en el siglo XX tal vez sea excesiva. Como me parece excesiva la precisión y la efectividad que Vinge pretende conferirle a la técnica del "Enfoque", teniendo en cuenta las complejidades que presenta la manipulación del cerebro humano. Y, aunque esto tal vez sea cuestión de gustos, creo que Vinge erró al conferir tanto a o más relevancia a los sucesos en L1 que en Arachna, cuando era ahí donde residía el auténtico filón de la novela.

Todo el tramo final, con su brillante desenlace presentado desde múltiples y complementarias perspectivas, un evidente esfuerzo por atar cabos, y un loable epílogo, mejora la impresión final que nos deja el libro. Al mismo tiempo que, a mi modo de ver, deja conscientemente abiertas varias puertas para una continuación que Vinge aparentaba tener en mente, pero que nunca llegó a escribir. Una lástima viendo todo lo que consiguió con esta monumental obra.

sábado, 30 de noviembre de 2024

"En Un Vacío Insondable" (1994). Juan Miguel Aguilera y Javier Redal

Una entrada más prosigo con una nueva reseña de mi nuevo recorrido en orden cronológico por algunas de las mejores sagas disponibles para el lector en español, que aún no habían aparecido por aquí, o no en su totalidad. La de hoy es la última entrada que dedico a la saga de Akasa-Puspa, tal vez la saga más famosa y prestigiosa publicada jamás en España. Y es la última porque me voy a ceñir a los títulos que publicaron a medias Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Como ya he mencionado en reseñas anteriores, con posterioridad Aguilera fue reescribiendo, ampliando y fusionando los títulos de la saga, pero para mí la obra que de verdad posee valor es la originalmente creada por los dos escritores. Por eso he estado reseñando esta saga en el orden y con los títulos que originalmente la conformaron, dejando al margen reescrituras y añadidos. En el caso que nos ocupa, y a diferencia de lo que sucedía con la novela de mi anterior entrada ("El Refugio", 1994), la de hoy sí que es incuestionablemente una historia de Akasa-Puspa. Con el inconveniente de su corta extensión, lo que seguramente ha contribuido a que sea casi imposible hacerse con ella hoy día. Y sin embargo, estamos ante una digna continuación para los dos primeros títulos de la saga. Perfectamente enlazada con ellos, nos ofrece una historia ambiciosa y plausible, a la que solamente le falta un poco más de pausa y profundidad para rayar al mismo nivel que aquéllas. A saber por qué sus creadores optaron por limitar tan estrictamente su extensión.

La novela se sitúa unos trescientos años después de los hechos narrados en "Hijos de la Eternidad", y ello ayuda al lector a engancharla con sus dos predecesoras. También que nos encontremos casi desde el comienzo con muchos elementos ya conocidos y claves en la saga: el cúmulo globular, la Asura, la Konrad Lorenz, el siempre dinamizante misterio cósmico, incluso algunos aspectos de space opera. Pero el acierto principal de esta nueva entrega es que, en su mayor parte, se plantea desde el punto de vista de los angriffs, los alienígenas que tanto juego dieron en "Hijos de la Eternidad". Y que a pesar de que ya habían sido caracterizados en aquella novela, ofrecían aún muchas posibilidades de ser desarrollados en cuanto a su organización social, sus conflictos, los intríngulis de la sumisión de los hervíboros a los carnívoros, algunas consecuencias de sus rasgos físicos y biológicos y, sobre todo, su manera de visualizar e intentar entender a los seres humanos. A este indudable acierto se le suma, como no podía ser menos en cualquier obra de estos dos autores, un elemento científico excelentemente desarrollado y siempre en primer plano: el propio y misterioso artefacto que da origen a la trama ya es todo un hallazgo, pero además, a lo largo de sus páginas nos encontraremos con agujeros de gusano, horizontes de singularidad, cuerdas gravitatorias, sistemas bioinformáticos... Una serie de conceptos complejos que provocan la fascinación del lector sin llegar a confundirlo, pues casi siempre se explican de manera aprehensible.

A pesar de su corta extensión, los personajes principales están bien caracterizados: el angriff Corva*de*Fuego, el mercenario Khat Zar, Israel Lenin, Serpiente... todos ellos poseen unas inquietudes y unas motivaciones reconocibles, y además, al haber menos elementos en juego que en entregas anteriores, los autores consiguen profundizar más en ellos de lo que solían hacer. Aunque también se percibe cierta reiteración a la hora de seleccionarlos: el mercenario violento, el humano discapacitado pero brillante intelectualmente, la relación que se establece entre el principal angriff carnívoro y él... En otro orden de cosas, el reencuentro con lugares ya visitados, o el aprovechamiento de las averiguaciones obtenidas por otros personajes, incluso revisitando las conclusiones a las que en su momento llegaron respecto a la colonización de Akasa-Puspa, la misión de los colmeneros, o la expansión de las máquinas autónomas por la Galaxia, que se llevan a una nueva y consecuente dimensión, le añaden aciertos adicionales a una saga de tan altos vuelos. Y por supuesto, el dinamismo, los episodios de aventura, los capítulos cortos y los pasajes directos, sin relleno alguno, ayudan a que la obra se lea del tirón y se disfrute de principio a fin. Como también lo hace la ausencia de términos sáncritos, un rasgo cuestionable en las dos entregas anteriores y que aquí no se echa en absoluto de menos.

Para mí el principal defecto de "En Un Vacío Insondable" es su brevedad: si ya las dos primeras entregas de la saga pecaban de concisión, pues a duras penas aprovechaban lo esencial de todo cuanto los autores habían concebido, en cuanto a ideas atrayentes, facciones enfrentadas, personajes singulares y lugares fascinantes, en esta obra de poco más de cien páginas (muy aprovechadas, eso sí, hay novelas "completas" que no ocupan ni el doble de ésta) este inconveniente se magnifica. Da la impresión de que Aguilera y Vidal no confiaran del todo en llevar la historia a buen puerto, o de que no contaran con garantías de que fuera a ser publicada por editorial alguna, y lo que el libro trasluce es una indescutible sensación de primer intento, de obra a pulir. Y no porque fuera necesario añadir más capítulos (hay nada menos que treinta): habría bastado con que muchos de ellos hubieran añadido detalles que contribuyeran a poner mejor en situación, a disfrutar más de los pasajes de acción, a presentar mejor determinados lugares, a profundizar en el fastuoso escenario final. Seguramente un buen editor podría haber ayudado en ese sentido. Tal cual quedó, el lector se ve obligado a no perder ni un solo detalle, y a realizar pausas frecuentes en la lectura si de verdad quiere interiorizar lo que acaba de leer. Y eso es algo que no era tan evidente en novelas precedentes.

Aparte de su extensión, y de cierta reiteración arquetípica en algunos personajes, se aprecian otros defectos. Algunos son típicos de los autores: el carrusel de elementos que provocan asombro, hasta el extremo de saturar al lector; ciertas deficiencias en el uso del español (conjugación del verbo haber, tiempos verbales incorrectamente empleados); momentos puntuales de violencia gratuita... Otros son específicos de esta obra, como el poco aprovechado enfrentamiento entre los angriffs Niebla*Dos y Corva*de*Fuego, o la dependencia que tiene la Konrad Lorenz de Israel Lenin, algo que probablemente no se pueda justificar desde un punto de vista bioinformático. Y al desenlace le falta garra: presuroso, predecible, y sin el dimensionamiento adecuado. A cambio, la espectacularidad de los marcos escénicos en los que se recrea, y la conclusión final que nos ofrece, confirman que nos hallamos ante una lectura recomendable para saber cómo culminaron la saga estos dos autores años antes de que Aguilera se decidiera a modificarla en gran parte.

domingo, 17 de noviembre de 2024

"El Refugio" (1994). Juan Miguel Aguilera y Javier Redal

Con la presente entrega prosigo con mi nuevo recorrido por algunas de las mejores sagas disponibles para el lector en español, y que aún no habían aparecido (o no en su totalidad) por este humilde blog. Les recuerdo que estoy reseñando últimamente la saga de Akasa-Puspa, la obra más conocida de los valencianos Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. De la cual se supone que éste que hoy les traigo es el tercer título (más adelante aclararé esta "suposición"): "El Refugio". Publicada pocos años después de sus dos precedesoras, fue reescrita en el presente siglo por Aguilera bajo el título de "Némesis" (2006). Pero, como ya aclaré en mi anterior entrada, no soy partidario de estas escrituras realizadas mucho tiempo después, así que la que hoy reseño es la obra original, con sus aciertos y sus errores. Se trata de una novela ambiciosa, repleta de ideas fascinantes y tremendamente elaborada desde el punto de vista científico, que encierra una historia plausible para el origen y la posterior expansión de la vida inteligente por el Sistema Solar, y que adopta la apariencia de una novela de acción en aras de una mayor amenidad.

Empiezo aclarando la suposición. EL libro comparte con la saga de Akasa-Puspa algunos elementos (ascensores espaciales, una todopoderosa inteligencia alienígena, delfines como pilotos de naves, la pretensión final de encerrar el Sistema Solar en una Esfera de Dyson) y el estilo narrativo (la vertiente de aventuras, la continua interpelación al sentido de la maravilla del lector, las complejas y bien presentadas explicaciones científicas). Pero considero un error encuadrarlo en la saga: aunque aparezca así en la Wikipedia y otras páginas webs, la etiqueta de "precuela" que se le otorga me parece excesiva. Y no sólo por la enorme distancia temporal con el resto de títulos, sino porque aquí no hay space opera (ni Imperio, ni Utsarpini, ni Hermandad), la vida alienígena es completamente diferente a la de la saga (no nos toparemos con colmeneros, ni con angriffs), y el cúmulo globular que da nombre a la saga no se menciona ni una sola vez. Todo ello no es óbice para que la novela resulte disfrutable por sí misma, pero es mejor no llamarse a equívoco, por mucho que yo lo esté reseñanado ahora aquí.

Como es habitual en Aguilera y Redal, la virtud más destacable de la novela me parece el equilibrio entre aventuras sugestivas y ciencia-ficción dura. Con un profuso despliegue de medios en ambos frentes. Tanto, que cuesta creer todo lo que los autores son capaces de concentrar en apenas cuatrocientas páginas: el descubrimiento de la antigua civilización marciana, el bombardeo de antimateria que sufre la Tierra, el excelente aprovechamiento de la milenaria tecnología marciana, la exhaustiva exploración de un cometa, el ataque a cargo de la latente vida alienígena, los secretos que esconde el gaseoso Júpiter... Y todo al mismo nivel al que brillan las explicaciones astronómicas sobre los singulares fenómenos físicos y biológicos descritos, la utilización de tecnologías punteras para los vuelos espaciales (desde velas solares a másares remotos), el empleo del ADN para preservar el legado marciano durante millones de años, la presencia de drones controlados cibernéticamente... Como pueden ver, la lista es abrumadora, y en manos de autores de menor creatividad habría dado para una decena de novelas.

Por si todo lo anterior fuera poco, la lectura resulta siempre dinámica y amena: en todos los capítulos sucede algo, los marcos escénicos cautivan de principio a fin, se nos ofrecen hallazgos poco habituales en el género como la preeminencia de las órdenes religiosas en cuanto sucede tanto en la Tierra como en el resto del Sistema Solar, se nos proporcionan sugestivas pinceladas sociopolíticas (como la organización que adoptan los colonos en Marte o la preponderancia de las familias japonesas más poderosas en la exploración espacial), y todo ello jalonado con frecuentes momentos de tensión y angustia.

Por desgracia, la novela adolece de ciertos defectos que perjudican el resultado final. Quizá el más obvio sea la saturación que provocan en el lector tantas revelaciones: hay tantas y tan seguidas, que apenas podrá asimilarlas. El seguimiento de los personajes también resulta complicado; quitando unos cuantos (Susana, Benazir, Lenov, Kramer, tal vez Sandra), el resto apabullan no tanto por su necesaria diversidad en una novela repartida entre tantos frentes, sino porque cuesta ubicarlos (habría venido muy bien un listado de personajes como el de las dos novelas anteriores de la saga), no digamos ya caracterizarlos o comprender sus inquietudes. Y sorprende la frialdad con la que tanto los propios supervivientes en la Tierra como los terrestres fuera del planeta madre, actúan en relación con la reciente catástrofe.

Otros defectos menores son el cuestionable postulado de que los delfines estén más capacitados para pilotar naves espaciales que los ordenadores más avanzados, la velocidad excesiva a la que los científicos humanos interpretan la ancestral biotecnología marciana, la celeridad con la que la vida humana en la Tierra se recupera del devastador ataque, los habituales defectos en el uso del español de ambos autores (palabras repetidas en frases consecutivas, conjugación del verbo haber, empleo de tiempos verbales incorrectos...), o las dificultades a la hora de balancear la narración entre los avatares de la exploración en la atmósfera de Júpites y la destrucción del ascensor orbital.

El desenlace, en cambio, mejora la impresión final, pues aparte de vertiginoso en las dos líneas narrativas en las que los autores lo desdoblan (Júpiter y la Tierra), propone en sus páginas finales una reinterpretación en una segunda dimensión, de carácter cósmico y al mismo tiempo certero a la hora de atar cabos sueltos. Confirmando que nos hallamos ante una obra de mucho nivel para tratarse de una producción patria.

"El Alzamiento de Persépolis" (2017). James S. A. Corey

Con la entrada que hoy les traigo continúo mi segundo recorrido por las sagas más relevantes para el lector de ciencia-ficción en español....

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