domingo, 22 de enero de 2023

"Frontera oscura" (2020). Sabino Cabeza

La entrada de hoy nos acerca al final del recorrido que llevamos casi un año realizando por los principales autores que han escrito ciencia-ficción en España, a través de sus obras más representativas. Ya hemos llegado prácticamente a la actualidad, pues hace poco más de dos años que vio la luz "Frontera Oscura", del sevillano aunque residente en Zaragoza Sabino Cabeza. Una de las obras más reconocidas dentro del género en estos últimos años, en parte porque se alzó con el antepenúltimo Premio Minotauro, el más relevante que premia al género en nuestra nación, y en parte porque fue abrazado como el primer "clásico patrio" en adentrarse sin complejos en el subgénero de la ciencia-ficción hard. Razones suficientes para haberlo leído no hace tanto y traérselo hoy a este humilde blog. Aunque debo advertirles que mi valoración no es tan entusiasta como las anteriormente comentadas. Porque estamos ante una novela ambiciosa desde el punto de vista científico, razonablemente consistente desde el histórico, y sugestiva a nivel especulativo. Pero justa de emoción, escasa de acción y con excesivo protagonismo para los detalles accesorios.

Seguramente una de las razones por las que el libro recibió el galardón fue el mimo con el que está tratada su "frontera oscura", esto es, el agujero negro en torno al cual se desarrolla casi toda la historia: su Horizonte de Sucesos, o la distorsión de la luz y la dilatación temporal que provoca, se presentan de manera pormenorizada a la vez que sencilla. A un nivel inferior pero aún claramente dentro de los aciertos, se encuentra todo lo relativo a la física que ha permitido superar la velocidad de la luz: los saltos Inspacio-Expacio, los motores anagravónicos, la Teoría Borromea de Campos, los pliegues temporales, incluso la tecnología del Núcleo. Obviamente irreales pero bien elaborados a partir de conceptos contemporáneos, y presentados siempre para otorgar verosimilitud al conjunto, no para abrumar al lector.

Tanto las dos naves en las cuales transcurre prácticamente toda la acción (Banshee y Necromancer), como el ambiente a bordo de las mismas, resultan amenos y naturales, cada personaje con sus funciones definidas, y todo presidido por un saludable ambiente de camaradería. Y la expansión de la humanidad desde la Vieja Terra hasta los más de ocho mil mundos habitados, que según la historia sucedió entre los siglos XXIII y XXVI, incluyendo los nuevos centros de poder y las distintas misiones emprendidas por la Flota Federal, creíbles.

Los problemas de la novela devienen en su mayor parte del enfoque que le confiere Cabeza. Porque los acontecimientos principales, aunque no son muchos, sí resultan lo suficientemente interesantes como para haber atrapado al lector. Pero el escritor sitúa casi siempre estas peripecias en segundo plano, narradas escuetamente en los huecos de las reiterativas miradas al pasado de sus protagonistas, o al servicio de la machacona adoración que los tripulantes de la Banshee profesan a los de la Necromancer. Con lo cual, episodios que podrían haber dado mucho juego, como el accidente de Riomar o la muerte de Hastings, o incluso la propia partida de la Necromancer, proporcionan muy poca acción y demasiado sentimentalismo. El lirismo con el que están narrados muchos pasajes, y el gusto por los detalles irrelevantes en una novela de extensión contenida, incrementan esta sensación de historia fallida.

A ello debemos sumarle otros defectos menores como el empleo previsible para el aficionado al género de las siempre socorridas paradojas temporales (evidentemente se sabe con mucha antelación que la nave varada es la Necromancer, o que el vídeo del final fue grabado por Riomar), la exageración un tanto forzada, para ir a la moda, de la relevancia de los personajes femeninos frente a los masculinos (y no me refiero sólo a las protagonistas, Florence y Ursa), o incluso la manera tan artificial como el escritor fuerza el descuido a la hora de monitorizar el estado de Riomar (para que no quede más salida que el traslado a Necromancer con el que cerrar la paradoja), o como la salida al exterior de la nave se va dilatando en menudencias para poder añadir la "sorpresa" final de que los astronautas se quedan sin tiempo; ambas situaciones claramente mejorables.

Un desenlace consistente, y cargado de interesantes (aunque reiterativas) reflexiones sobre la posible existencia de un Ente Superior y su influencia sobre los aconteceres de los humanos, mejora un poquito la impresión final de una novela que no llega a decepcionar, pero que podría haber dado bastante más de sí.

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