Con la presente entrada continúo avanzando en mi recorrido cronológico por los escritores más representativos de la literatura de ciencia-ficción en España, a través de sus obras de referencia. Hoy le ha llegado el turno a José Carlos Somoza, a quien voy a reseñar a través de su novela "Zig zag". Somoza es seguramente uno de los autores de ciencia-ficción más populares y de más éxito de nuestro país. En parte porque no se ha limitado a escribir dentro del género, sino que ha sabido acercarse con acierto a otros géneros de mayor repercusión comercial. Géneros que, lógicamente, se dejan notar cuando escribe ciencia-ficción. Pero en ocasiones, como en la novela que les traigo hoy, su encuadre dentro del género, por la preeminencia del elemento científico, por la cobertura de lo que en el momento de su publicación era el futuro cercano, y por la especulación sobre las implicaciones de lo que en ella se descubre, está fuera de toda duda. Estamos, pues, ante un libro que, a partir de una trama de ciencia-ficción, se desarrolla como un thriller, y que, a pesar de una extensión excesiva y cierta recreación en la violencia, resulta tan amena como convincente desde el punto de vista científico.
Quizás el acierto más llamativo de la novela sea el relativo a la ciencia: fruto de una preparación concienzuda y un asesoramiento multidisciplinar, Somoza nos propone un recorrido científico de altos vuelos. Desde el sugestivo uso que realiza de la teoría de cuerdas para las partículas subatómicas, pasando por el casi inevitable acelerador de partículas, hasta llegar a una plausible recreación del mundillo científico (cursos, disertaciones, proyectos ocultos, envidias...). El elenco de roles expertos en diversas y complementarias materias también le permite al escritor sacar un notable partido de la contemplación de imágenes del pasado. E incluso la combinación de arquetipos como el solitario y sádico Valente, con la poco frecuente mezcla de inteligencia y belleza extremas que caracterizan a su protagonista Elisa Robledo, permite que la novela se aleje del convencionalismo.
Recurrir a un formato de thriller para aprovechar estos sólidos cimientos tal vez no sea la mejor decisión si lo que se desea es primar la carga especulativa de la novela. Pero sí resulta una opción acertada para anteponer el entretenimiento: la obra se lee con mucha fluidez, a menudo cuesta interrumpir la lectura y, a pesar de que a veces desprende un aroma a best-seller que puede restarle repercusión literaria, Somoza demuestra ser un narrador sólido.
Otros aciertos reseñables son la minuciosidad a la hora de localizar espacial y temporalmente la novela (con mención especial para todos los detalles que se proporcionan sobre los distintos lugares de Madrid en los que la sitúa), las ilustraciones que puntualmente enriquecen el texto, la habilidad narrativa para que los diversos saltos hacia delante y hacia atrás en el tiempo no desorienten al lector, y una solvencia como escritor que sitúa la obra a la altura de cualquier producción anglosajona de nivel medio.
Entre los defectos que me impiden considerarla una gran novela, el más obvio es su extensión: mal común de estos tiempos, resulta especialmente obvio durante su primer tercio, demasiadas páginas y detalles sobre supuestos espionajes que se podrían haber resuelto en muchas menos cuartillas. En otro orden de cosas, que se produzcan muertes en una novela así parece inevitable, pero Somoza tiende a recrearse en detalles desagradables, casi obscenos, provocando que la violencia adquiera una relevancia excesiva. Algo parecido sucede con el frecuente empleo de barbarismos, o con las recurrentes referencias sexuales (incluidas las onanistas). Y el continuo recurso de ocultar tácitamente información al lector, de cerrar cada capítulo con una nueva alusión a "lo peor está por llegar", resulta tan evidente como cansino.
El final, aun pecando también de esos mismos defectos (longitud y trucos), sabe centrarse en lo que está experimentando cada personaje, y resulta razonablemente explicativo para la complejidad de lo narrado, lo que favorece la impresión final de lo que podría haber sido una gran novela, pero se queda en una lectura recomendable.
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