domingo, 4 de septiembre de 2022

"Mundos en el abismo" (1988). Juan Miguel Aguilera y Javier Redal

Una nueva entrada continúo por mi revisión de los principales escritores de ciencia-ficción en España, a través de sus obras más representativas. Hoy les voy a hablar de dos autores no reseñados hasta el momento Juan Miguel Aguilera y Javier Redal. Con los que quedó inaugurada para el gran público una práctica poco habitual en nuestro país: la creación de novelas de ciencia-ficción "a cuatro manos". Algo frecuente en los países en los que surgió el género (baste mencionar, por ejemplo, a Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth y sus espléndidas novelas los años cincuenta, o a Larry Niven y Jerry Pournelle, que alcanzaron la cima en los años setenta), pero infrecuente hasta entonces en España. Estos dos escritores valencianos rompieron esa soledad creativa del autor único con la novela que hoy reseño: "Mundos en el abismo". La cual, ademas, constituyó un hito por otras varias razones: fue la primera con una fuerte base científica en nuestro país, y dio lugar a varias secuelas a lo largo de los años, hasta conformar una saga que, salvando las distancias, podríamos emparentar con sagas míticas como la Fundación o Dune: se trata de la saga de Akasa-Puspa, así conocida por el cúmulo globular en el que transcurre, en el exterior de la Vía Láctea. Y es que, pese a sus altibajos, estamos frente a una novela muy ambiciosa, con un glosario de términos específicos, y varias ilustraciones que representan naves, alienígenas y marcos escénicos, rica en contenido y bien llevada, razones por las cuales las secuelas surgieron de manera natural. Aunque debo advertirles que no es un libro de lectura fácil.

El comienzo en particular es enormemente arduo: un marco escénico con gran cantidad de conceptos y términos desconocidos, que obligan una y otra vez a consultar el glosario al que aludía antes. Pero si tiene suficientes ganas de proseguir la lectura, el lector poco a poco se irá situando. Y descubrirá tres frentes complementarios e igualmente fascinantes: el Imperio, la Hermandad y la Utsarpini. Justo aquí aparece el primer defecto serio de la historia: pese a lo adecuado del resumen con los personajes principales que nos proporcionan, aparecen en escena, con trazos gruesos, varios personajes que al poco desaparecerán por completo de la narración: Khounde, Srila, Goswani... Da la impresión de que Aguilera y Redal fueron modificando sobre la marcha su idea inicial de la trama. Y eso no beneficia a su creación.

Pero tanto los antecedentes históricos como la situación socio-política, con un papel preponderante de la ciencia, están en un nivel medio similar al de muchas producciones anglosajonas. Akasa-puspa, con esas distancias relativamente cortas entre estrellas que posibilitan los viajes interestelares, es un marco escénico complejo, coherente físicamente, y con una riqueza cultural comparable a su tamaño. La estructura de los planetas se basa acertadamente en la idea del ascensor espacial de Charles Sheffield / Arthur C. Clarke, y el ambiente de las complejas naves está logrado: rígido en la rudimentaria Vajra, grandilocuente y vacuo en la descomunal Vijaya. Todos ellos grandes logros.

El descubrimiento de la esfera es el acontecimiento que introduce el sentido de la maravilla, tan necesario en la ciencia-ficción. Y la gran cantidad de hipótesis y posibilidades al respecto consiguen cautivar al lector. Pero dado que la novela no es excesivamente larga para todo lo que encierra, los acontecimientos se precipitan, y no con total claridad: la toma de la Vijaya, por ejemplo, resulta de una violencia excesiva, y quedan varios transbordadores con no se sabe bien quiénes a bordo, flotando por algún sitio. Y si bien las páginas de desolación en la esfera, así como la rudimentaria existencia de los esferitas, me parecen aciertos incuestionables, una vez tras otra los escritores insisten en contraponer ciencia y religión, de manera tan vehemente que pueden llegar a cansar al lector.

El final es probablemente el esperado: más que terminar la narración, la interrumpen, pues hay demasiados elementos en juego como para renunciar a continuar con la historia. Algo no necesariamente reprobable, pues a lo largo de toda la novela había primado la ambientación sobre la trama. Y que en parte quedaría subsanado en el resto de novelas que a día de hoy conforman la saga: "Hijos de la eternidad" (1990), "El refugio" (1994), "En un vacío insondable" (1994) y, ya escrita por Aguilera en solitario, "Mundos y demonios" (2005). Una vastedad literaria que ha ido pareja al interés despertado, pues como ilustra la imagen que acompaña esta entrada, recientemente se ha reeditado esta primera novela. Aunque debo reconocer que, a pesar del reconocimiento alcanzado por la misma y por varias de sus secuelas, la complejidad argumental y la cierta frialdad de lo narrado provocaron que, hasta la fecha, no haya proseguido con las siguientes novelas que la conforman. Pero no descarto hacerlo en un futuro.

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