miércoles, 7 de diciembre de 2022

"El mapa del tiempo" (2008). Félix J. Palma

Una entrada más continúo mi recorrido en orden cronológico por los más representativos escritores españoles que han publicado ciencia-ficción. Ha llegado la hora de hablarles del gaditano Félix J. Palma, quizá uno de los más populares a nivel internacional. Y es que sus novelas se han traducido y publicado en los más diversos idiomas, e incluso llegó a figurar con la presente novela en la lista de libros más vendidos del New York Times. Lo que habla bien a las claras de su repercusión comercial. La cual ha venido, además, acompañada por diversos galardones literarios y unas críticas mayoritariamente favorables a su producción. Especialmente con "El mapa del tiempo", la novela de la que les voy a hablar hoy. Aunque ya les adelanto que desgraciadamente mi valoración no es tan positiva como la mayoría. Pese a lo cual sí la considero una obra que merece una lectura. Y es que estamos ante una novela que toma elementos de las ucronías, de los viajes en el tiempo, y de algunos de los escritores anglosajones más reputados de finales del siglo XIX, y los pone al servicio de una trama múltiple, con tres partes diferenciadas y que podrían leerse de manera independiente, para forjar una obra singular, desbordante, excesiva, con grandes momentos pero también con pasajes anodinos o directamente prescindibles.

Seguramente lo más llamativo de esta novela es su excepcional ambientación: pese a ser Palma un escritor español, el lector experimenta desde el principio la sensación de estar viviendo realmente en el Londres de aquella época, con sus calles, sus vestimentas, sus profesiones, su característico ambiente. Un marco escénico en el cual el escritor sitúa a personajes legendarios de la época, como El Hombre Elefante o Jack El Destripador, y los hace convivir no ya con otros creados con él, sino con algunos de los mejores escritores de aquel entonces (Bram Stoker, Henry James, Arthur Conan-Doyle), y en particular con H.G. Wells, padrino de la ciencia-ficción y probablemente el verdadero protagonista de la obra.

Otro gran acierto es presentar esta ucronía, de múltiples ramificaciones por mor de los viajes en el tiempo, como un romance científico, tan en boga durante aquellos años. Una tarea ambiciosa de la que Palma sale airoso tanto por temática como por estilo, sin que el resultado desmerezca en absoluto al logrado por ejemplo por el británico Christopher Priest en "La Máquina Espacial" (1976). Con el logro adicional que supone incorporar al narrador omniscente como una especie de personaje adicional que, como buen conocedor de todos los acontecimientos que se relatan, va guiando con desparpajo al letor por los episodios más relevantes.

En otro orden de cosas, las paradojas temporales que surgen al retorcer el autor el concepto de los viajes en el tiempo están en general bien resueltas, y dan lugar al que en mi opinión es, de lejos, el mejor capítulo de la novela: el intercambio de cartas entre Claire y Tom en la segunda parte, toda una exhibición a la hora de cómo ir encajando las distintas piezas en una historia futura ya conocida, además con la intervención destacada de Wells. Pero debo advertir que los viajes temporales están también tras muchos de los defectos que me impiden considerar al libro como una gran novela.

Para cualquier lector familiarizado con ellos, el más obvio es la paupérrima justificación que, tras nada menos que seiscientas páginas, ofrece finalmente Palma para justificar que los seres humanos hayan alcanzado su aspiración de viajar en el tiempo. Tan floja que de un plumazo deja todas las peripecias y las especulaciones leídas hasta entonces como un mero entretenimiento. La multiplicidad de universos surgida de esas paradojas sin restricción no sólo desorienta al lector en los últimos capítulos, sino que provoca que el final, además de pobremente resuelto, apenas cause impacto.

Pero otros defectos atañen directamente a la habilidad de Palma como escritor: la estructuración de la novela en esas tres partes relativamente inconexas ya es cuestionable a pesar de sus palpables esfuerzos por enlazarla en el tramo final. Y traslada la impresión de que se trata de un libro escrito a tirones, sin un plan para narrar unos hechos concretos, y rematado a trancas y barrancas con ese esfuerzo final de cohesión. Algo agravado por el hecho de que el interés de esas tres historias es desigual: la primera es una historia de amor simplona y de desenlace previsible; la segunda, otra historia de amor un poco más elaborada aunque difícil de aceptar, a causa de un decorado tan imposiblemente inmenso que supuestamente ningún visitante cuestiona al formar parte de él que realmente esté visitando el año dos mil; y sólo la tercera se acerca a lo que cabría esperar por riqueza argumental y episodios determinantes. Pero en todas ellas la prosa es claramente mejorable (páginas y más páginas de descripciones, diálogos que en ocasiones parecen monólogos), en todas ellas hay muchas páginas de relleno (intrahistorias como la de la tribu africana, reseñas biográficas como la del Hombre Elefante o la del propio Wells), y en todas ellas, ante el acechante aburrimiento, es fácil que el lector sienta, como sentí yo, la tentación de saltar la página hasta la que por fin se retoma la historia principal. Razones que me hacen difícil comprender el que la novela fuera galardonada con el Premio Ateneo de Sevilla. Y que también explican por qué, aunque en años posteriores Palma ha expandido "El mapa del tiempo" hasta convertirla en la "Trilogía Victoriana" con las adiciones de "El mapa del cielo" (2012), y "El mapa del caos" (2014), nunca me he sentido impelido a continuar su lectura.

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