Una nueva entrada prosigo con mi recorrido en orden cronológico por los escritores británicos más representativos del género, a través de una de sus novelas más reconocidas. Avanzamos otros cinco años en el tiempo y llegamos a 1949, año en el que se publicó "1984", la obra más conocida de Eric Arthur Blair o, lo que es lo mismo, George Orwell. Que no fue en rigor un escritor de ciencia-ficción, pero que con esta distopía se adscribió indiscutiblemente en la temática del género. Más apreciada fuera del género que dentro, "1984" nos plantea un distópico universo totalitario que ha dejado conceptos tan indelebles en la cultura popular como el Gran Hermano (por cierto, una mala traducción de Big Brother, el hermano mayor omnipresente y vigilante que personifica la opresión del estado). En realidad lo mejor de la novela, y lo que más ha resistido el paso del tiempo, son sus componentes filosófica y conceptual, que siguen de plena actualidad. Literariamente no se puede en mi opinión sostener lo mismo, aunque el lector contemporáneo la podrá leer sin dificultad.
Estructurada en tres partes y fundada en otras tantas superpotencias (Oceanía, Eurasia y Asia Oriental), el libro se centra en Winston Smith, funcionario que trabaja en el "Ministerio de la Verdad" (cuyo cometido es reescribir la historia). A lo largo de los años Smith se va volviendo consciente de que los retoques de la historia en los que consiste su trabajo son sólo una parte de la gran farsa en la que se basa el "socialismo inglés" (o Ingsoc) que defiende su gobierno, y acaba descubriendo la falsedad intencionada de las informaciones procedentes del Partido Único. Como vemos, conceptos como la revisión de la historia, o el partido socialista único siguen en nuestros días de plena actualidad, y en eso radica el gran mérito de la novela: en anticipar el control del Estado sobre el individuo que seguramente los habitantes de la mayoría las naciones del planeta hemos sentido en uno u otro momento.
Para ello Orwell crea una gran cantidad de conceptos que refrendan ese control y que contribuyen a la riqueza especulativa de la novela: la neolengua (adaptación del idioma inglés que se habla en Oceanía y en la que se transforma el léxico para aumentar su capacidad de represión), la Policía del Pensamiento (inspirada en la NKVD y posteriormente KGB de la URSS), la habitación 101 (donde se ejercen las torturas más terroríficas), los proles (aquellos que no pertenecen al partido socialista y que son mantenidos en la miseria, pero a los que se les entretiene de diversas formas para preservarlos contentos y que sean incapaces de rebelarse), o el Ministerio de la Paz (que se esfuerza por que la contienda entre las tres superpotencias sea permanente...). Como vemos, un material especulativo de altísimo nivel y que por sí solo justifica la lectura de la novela.
Literariamente, en cambio, la obra no ha envejecido demasiado bien. En especial la segunda parte es claramente más floja que las demás, aparte de larga en exceso (es la de mayor número de capítulos). Por el contrario, la primera parte, en donde se describe la sociedad y la mayor parte de los elementos que la conforman, es la más notable y de mayor calado en el lector. La tercera abusa del horror y la represión (Orwell podría haber contado lo mismo de manera mucho más elegante, pero estaba ya gravemente enfermo de tuberculosis y se suele argumentar que esa negatividad está detrás del sensacionalismo innecesario de los capítulos finales). Si bien es cierto que en los mismos las ideas expuestas son coherentes, bien estructuradas y en su mayor parte inquietantemente realizables.
A pesar del gran número de ideas provocativas (como la semana del odio, la existencia de un comité destinado a organizar manifestaciones espontáneas, o la imposibilidad de que un miembro del Partido tenga tiempo libre), y de las excelentemente explicadas luchas geopolíticas, el año 1984 quedó atrás hace mucho tiempo y sabemos que no fue (afortunadamente) tan crudo como Orwell lo planteó. Y a la novela le sucede lo mismo: en su momento fue indudablemente un clásico, pero hace tiempo que desde mi punto de vista quedó superada. De hecho, precisamente en los años ochenta se publicaron varias distopías muy superiores especulativas y literariamente a la novela de Orwell, como "El pájaro burlón" de Walter Tevis o "Las torres del olvido", de George Turner. En todo caso, sigue siendo una lectura recomendable.
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