domingo, 1 de enero de 2017

El sueño de hierro (1972). Norman Spinrad

Inauguro este 2017 con una nueva reseña de las novelas que he seleccionado como representativas del subgénero de la ucronía, uno de los más fascinantes dentro de la ciencia-ficción. Siguiendo con el orden cronológico le llega el turno a "El sueño de hierro", del estadounidense Norman Spinrad. Spinrad es uno de los escritores más conscientemente provocativos de la historia del género, que siempre ha usado como vehículo para dar cabida a ideas a contra corriente. Aunque personalmente pienso que esa riqueza especulativa casi nunca ha estado acompañada del mismo nivel de habilidad para conducir sus historias al mejor resultado posible. De hecho eso es lo que sucede con "El sueño de hierro": una novela mucho más interesante (por su original planteamiento y su tremenda carga especulativa) que disfrutable (precisamente a consecuencia de lo anterior).

Y es que el planteamiento no puede ser más original: Spinrad nos propone una ucronía en la que Adolf Hitler nunca llegó al poder en Alemania sino que, tras combatir en el ejército aleman durante la Primera Guerra Mundial, emigró de la deprimida Europa a E.E.U.U. en busca de fortuna. Y allí, tras sobrevivir mediante diversos oficios, acabó encontrando el éxito nada menos que como escritor de ciencia-ficción. Así, tras sólo un par de páginas a modo de presentación de la bibliografía de Hitler, Spinrad reproduce la que en esta historia alternativa es su novela más premiada: "El señor de la esvástica", supuesto premio Hugo y que ocupa la práctica totalidad de la extensión de "El sueño de hierro".

Estamos, pues, ante una novela dentro de la propia novela en la que Spinrad se esfuerza en reproducir el ideario de Hitler y la idealización que sobre el mismo nos propone su alter ego, Feric Jaggar, protagonista absoluto de la novela. La cual arranca en un planeta Tierra que varios siglos después de un holocausto nuclear aún se está recuperando de sus heridas, y en la que los "verdaderos seres humanos" (el genotipo ario) son minoritarios frente a un sinnúmero de mutantes deformes y una élite superior de "dominantes" que los mantiene bajo control mediante poderes psíquicos. La novela se inicia con el retorno de Jaggar a Heldon (la única nación donde aún son clara mayoría los seres humanos "no mutados") tras una primera etapa de su vida exiliado en Borgravia, y se desarrolla con el gradual ascenso de Jaggar al poder y la violentísima expansión eugenética que desencadena sobre el resto de las naciones.

El principal problema de "El señor de la Esvástica" reside en que Spinrad asume (con buen criterio) que Hitler sigue siendo en esta historia alternativa una mente demente, por lo que impregna sus deseos y fantasías políticas de fetichismos patológicos, alteración de valores e incluso obsesiones fálicas. Todo ello provoca que el resultado, más que escandaloso, resulte farragoso, reiterativo, y tremendamente previsible. No tanto durante la primera mitad de la novela, en la que a pesar de que los principios más violentos y perversos se presentan como nobles y hasta necesarios, el recorrido de Jaggar por la Borgravia y el Heldon posnucleares y la gradual realización de su plan de ascensión al poder absoluto resultan interesantes y de un dinamismo razonable. Pero sí en la segunda mitad, que hasta el hallazgo del dominante supremo en el refugio nuclear se limita a una serie de episodios bélicos muy similares entre sí, de desenlace conocido de antemano y con descripciones barrocas repetidas una y otra vez, que junto a desfiles y ceremonias de un desesperante enaltecimiento racial hacen muy difícil el disfrute de la lectura.

Otros defectos evidentes que hacen que la impresión global no sea muy favorable son el no muy cuidado elemento científico (que por ejemplo evoluciona en cuanto a armamento bélico a una velocidad inconcebible), la escasez de diálogos motivada por las largas y reiterativas descripciones, y la simplicidad con la que la inmensa mayoría de personajes aceptan la supremacía absoluta de Jaggar.

Curiosamente Spinrad parece ser consciente de todos estos defectos, como demuestra su alter ego Homer Whipple en su supuesto "Comentario a la segunda edición" de "El señor de la esvástica" con el que se cierra la novela. Un comentario en el que justifica estos defectos como consecuencia natural del radicalismo de Hitler, al tiempo que nos ofrece unas jugosas pinceladas del panorama internacional que completan lo expuesto en esta ucronía. Eso y el brillante doble desenlace derrota/victoria de Heldon por mor de la bomba nuclear y la técnica de la clonación, logran una tardía e inesperada mejora de la impresión final. Conformando así una novela muy recomendable por lo que plantea, aunque no tanto por su capacidad de entretenimiento.

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