Con la presente entrada continúo el recorrido que inicié hace unos días por algunas de las novelas más representativas de los más influyentes escritores de ciencia-ficción británicos. Estamos en 1944 y le ha llegado el turno a Olaf Stapledon. Que es en mi opinión uno de los nombres más injustamente minusvalorados del género. Y es que mientras que en aquel año las revistas pulp de ciencia-ficción apenas se estaban consolidando al otro lado del Atlántico gracias a relatos cortos de variable calidad literaria, en el Reino Unido Stapledon llevaba ya tiempo establecido como un escritor de novelas de ciencia-ficción, de mucho mayores extensión y exigencia que los relatos pulp estadounidenses. Novelas por otra parte con una temática y una profundidad tales que aun hoy no desentonan con las que se publican ochenta años más tarde. Pese a lo cual el de Stapledon es un nombre no demasiado conocido por los aficionados al género en español.
Dentro de su bibliografía he optado por reseñar "Sirio", cuya calidad queda reflejada en el hecho de que la prestigiosa editorial Minotauro la sigue reeditando con regularidad. Se trata de una novela inteligente, profunda, que dado lo inverosímil de su argumento (Sirio es un perro superdotado que posee la sensibilidad de una persona) se esfuerza permanentemente por resultar coherente y verosímil. Y casi siempre lo logra.
Para ello Stapledon recurre a un acertado enfoque científico, relatándonos cómo Thomas Trelone fue perfeccionando su técnica para crear "superovejeros" hasta llegar a Sirio. Y luego estructura con habilidad la novela recurriendo a Robert, el marido de Plaxy, quien en tercera persona y respetando el orden cronológico, nos va narrando la vida de Sirio. El panorama lo termina de completar Stapledon mediante una profunda caracterización psicológica de sus personajes principales, muy por encima de lo habitual en la ciencia-ficción de aquel entonces.
Llevar a buen puerto una novela sobre un perro superdotado no es fácil, pero Stapledon lo consigue mediante tres aciertos indiscutibles: el primero, los diversos marcos escénicos por los que transita Sirio (su hogar en el norte de Gales, la granja de los Pughs, Cambridge, Londres...); el segundo, su particularísima relación con Plaxy, la hija menor de los Trelone, con la que según el escritor Sirio comparte "espíritu" y una hermandad no exenta de insinuantes detalles sexuales; y el tercero, el recurso a la Segunda Guerra Mundial (aún vigente cuando se escribió la novela) para dramatizar la historia y a la vez justificar por qué la existencia de Sirio no alcanzó mayor notoriedad.
La vertiente filosófica habitual en la obra de Stapledon queda patente en el uso que hace de Sirio para mirar a través de sus ojos buena parte de la sociedad (desde el egoísmo y la hipocresía habituales, hasta la religión y los totalitarismos tan en boga por aquel entonces). Y la componente científica está presente en la forma como Sirio va desarrollando sus capacidades intelectuales, a la vez que respeta las limitaciones morfológicas que la Naturaleza impone a cualquier perro.
La novela ha envejecido muy bien, pero aun así el paso del tiempo ha acentuado algunos defectos. Los más obvios son dos: aquellas situaciones que incluso para un perro superdotado resultan claramente inadmisibles, y una prosa en la que predominan los largos párrafos descriptivos frente a los diálogos, dificultando en cierta medida el disfrute de la lectura. También me parece que la novela tarda demasiado en salir de Gales, que el episodio que provoca la muerte de Thomas está poco trabajado, y que el retorno final de Sirio a su condición de lobo es excesivamente repentino. A cambio, el desenlace es correcto y el mensaje final sobre el amor como el elemento que sostiene a la humanidad está muy bien presentado y confirma que estamos ante una lectura recomendable.
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