domingo, 11 de mayo de 2025

"La Puerta de Abadón" (2013). James S A Corey

La entrada que hoy les traigo da continuidad a la revisión en orden cronológico de algunas de las mejores sagas disponibles para el lector en español, pero que aún no habían aparecido por este blog. Sigo reseñando novelas de la saga The Expanse, de los escritores estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck, que la firman bajo el seudónimo de James S A Corey. Le toca hoy a la tercera novela de las nueve que componen esta monumental space opera de sólida base científica, "La Puerta de Abadón". Publicada tan sólo un año después de "La Guerra de Calibán", mantiene de manera natural las mismas características de sus dos predecesoras en cuanto a extensión, estilo y ambientación. Lo que a mi modo de ver es una virtud, pues permite a los lectores que disfrutaron con sus predecesoras afrontarla casi como la reanudación de una lectura interrumpida. Aunque debo aclarar que esta tercera novela posee sus rasgos diferenciadores. Porque aunque mantiene la búsqueda del entretenimiento por encima de otras consideraciones, aporta unos marcos escénicos diferentes y un mayor componente especulativo. A costa, eso sí, de recurrir a ciertos elementos fantásticos y a menores dosis de acción, circunstancias que perjudican el resultado final frente a las dos entregas anteriores.

Sabedores de que uno de los principales hallazgos de su predecesora había sido la mayor multiplicidad de líneas narrativas, los autores repiten enfoque con tres nuevos protagonistas que completan la ya consabida línea de James Holden. Se trata de la de la pastora metodista Anna Volovodov, la del capitán terrícola a servicio de la Asociación de Planetas Exteriores Carlos de Baca (conocido como "Toro"), y la de una de las hijas del magnate Jules-Mao, Clarissa (autodenominada Melba durante buena parte del libro). Los tres aportan a su manera una nueva riqueza a la saga, y en especial las motivaciones y la evolución personal de Clarissa la vertebran de principio a fin. Pero ninguna alcanza el nivel de excelencia de la de Bobby Draper o Avasarala en "La Guerra de Calibán". A ello tal vez contribuye una trama que, si bien es más original que la de aquélla, llega extrañamente a su culmen cuando aún queda casi la mitad de novela por leer, y se centra en cuestiones de menor calado desde ahí hasta el final.

Dos de los grandes y exclusivos aciertos de este libro son: el Anillo alienígena que se autoconstruye en poco tiempo a partir de la actividad en Venus relatada en la anterior entrega, gracias a su sugestiva ambientación, a las restricciones que impone a los objetos que lo penetran o a su sentido de la maravilla; y el foco en el elemento religioso, al que hasta ese momento los autores habían dedicado muy poca atención, pero que aquí les permite especular sobre la evolución de los distintos cultos a raíz de la expansión humana por el Sistema Solar, el papel que debe desempeñar el ser humano en el universo frente a la abrumadora supremacía alienígena, o incluso su fuerza como elemento aglutinador en la búsqueda del bien común para la humanidad. Ambos logros potencian acertadamente la carga especulativa de una saga que hasta este punto había priorizado la aventura y los enfrentamientos.

El problema de lo anterior es que la novela no rinde tan bien como sus hermanas en cuanto a su disfrute. Es cierto que ello se debe en parte a su comienzo, claramente más lento y disperso que el de sus dos antecesoras, hasta que por fin los autores dejan de presentarnos personajes secundarios y de ponernos en contexto, y comienza la acción. Pero en parte también porque, pese a que tienen a mano el inmenso potencial narrativo del Anillo, en seguida renunciarán al mismo y se centrarán en las facciones que surgen a raíz de esas reflexiones y especulaciones, y de la consiguiente necesidad por imponer su visión, lo cual deja a su "Puerta de Abadón" en un inesperado segundo plano. Algo que en su momento descoloca al lector, puesto que los capítulos más fantásticos y extravagantes, en los que Holden y sus perseguidores recorren la Estación Anular, están situados hacia la mitad del texto en vez de cerca del final. Y que luego obliga a éste a resignarse con la simplemente entretenida lectura de las luchas entre la facción del Capitán Ashford y la de Toro a bordo de la Bégimo (la inmensa nave de la Asociación de Planetas Exteriores), en lugar de disfrutar de unos capítulos mucho más ambiciosos con el Anillo en el punto de mira.

Aparte de esa infrautilización del Anillo y de esa atención casi exclusiva a los enfrentamientos en la Bégimo, la novela también flaquea en lo que hasta entonces había sido una de las fortalezas de la saga: el afán de verosimilitud. Las constantes apariciones del ya fallecido pero recreado para la ocasión Joe Miller son el mejor ejemplo, pero también buena parte de lo que conforma la Estación Anular, e incluso lo que Holden contempla a través de ella. No es que Abraham y Franck se hayan dejado de preocupar por el elemento científico, que sigue tratado de manera siempre respetuosa con nuestros conocimientos físicos y químicos actuales, pero esas licencias tan poco fundadas son difíciles de digerir. Otros defectos menores son el escaso partido que sacan esta vez de la tripulación de la Rocinante (sobre todo de Amos y Alex), algunas dificultades a la hora de delinear el interior de las naves, o el fatigoso empleo de barbarismos innecesarios, que mantienen de las entregas anteriores.

Pese a situarse, pues, un escalón por debajo de sus predecesoras, el balance final sigue siendo positivo. A ello contribuye que los escritores por fin comienzan a aclarar elementos clave sobre el origen de la protomolécula o sus creadores, que no tienen reparos en permitir que algunos "de los buenos" mueran para resultar menos previsibles, o un desenlace repleto de tensión, que al mismo tiempo no deja apenas cabos sueltos pero abre todo un abanico de posibilidades para el futuro de la saga. Un hecho que evidencia las intenciones de Abraham y Franck cuando escribieron esta tercera entrega, y que consigue dejar con ganas de más. Por lo cual les emplazo a mi siguiente reseña de la saga, dentro de unos días.

2 comentarios:

  1. Hola! Aún no sé ni como he llegado aquí, pero ya que estoy, comento. De las dos primeras entregas poco hay que añadir, son una auténtica delicia. Pero en esta tercera, el pinchazo es importante, sobretodo en una parte que es crucial en el desarrollo de la historia en una de sus fases álgidas. Hablo del momento en el que el equipo de Ashford, parapetado en el Centro de Mando de la Bégimo y ya sin apenas recursos, decide usar las armaduras marcianas. Ese acto, cambia por completo el transcurso de los acontecimientos y desequilibra la balanza a su favor. Pero un completo sinsentido teniendo en cuenta el mimo con el que los autores han tratado todos los detalles "físico-tecnológicos" de la saga. Y es que, alguien puede creerse que unas armaduras que representan el máximo exponente bélico-tecnológico de Marte y, por ende, de todo el Sistema, pueden ser usadas por alguien que no sean los propios marines como quien se sube a un coche que no es el suyo y se va? Un equipo militar de estas características debería llevar sistemas de reconocimiento y de identificación de su ocupante impidiendo que cualquiera pueda usarlas sin supervisión o autorización. Esto, que puede parecer una nimiedad, rompe por completo el discurso y la dinámica del relato. Ahora mismo estoy a mitad de La Quema de Cíbola, espero que no cometan los mismos errores...Un saludo y que siga adelante el blog!

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  2. Gracias por tu extenso comentario. La verdad es que no recuerdo detectar el detalle que mencionas, y que conforme lo presentas rompería la coherencia del relato, pero en todo caso te agradezco que lo resaltes por aquí. Y espero que continúes con la lectura hasta el final de las novelas que aún te faltan por leer de esta recomendable saga, y puedas contrastar tus impresiones con mis reseñas de las mismas.

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"La Caída del Leviatán" (2021). James S. A. Corey

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