Una nueva entrada prosigo mi recorrido en orden cronológico por los principales escritores que han publicado literatura de ciencia-ficción en España. Nos situamos en el año 1959, que fue cuando vio la luz la que es casi unánimemente reconocida como la primera novela de ciencia-ficción de nuestro país: "La nave", del palentino Tomás Salvador. Al igual que sucedía con mi anterior entrada, ese "Viaje a los efímeros" de Agustín de Foxá del cual comentaba que podría integrarse sin mayores problemas en cualquier antología de relatos del género en la década de los cincuenta, "La nave" podría con naturalidad formar parte de cualquier selección internacional de novelas recomendadas de dicha década. Y es que nos hallamos ante un caso poco habitual: una obra que desde su publicación ha sido igualmente ensalzada por crítica y público, lo que explica sus frecuentes reediciones. Y ello a pesar de que, también de manera análoga a mi anterior entrada, Salvador es desde hace décadas un escritor un tanto denostado en España, tanto por haber formado parte de la "Divisón Azul" durante la Segunda Guerra Mundial, como por su condición de "hombre del régimen" durante la dictadura franquista. Igual que en mi anterior entrada, reitero que en este repaso me estoy centrando solamente en la relevancia de las obras, independientemente de la filiación política de sus autores. Relevancia que, como les decía, queda en este caso fuera de toda duda. Porque "La nave" constituye un hito en la literatura de ciencia-ficción en español: original, bien estructurada, mejor desarrollada, y escrita con una calidad que nada tiene que envidiar a la de las mejores novelas anglosajonas de aquellos años.
La nave es un artefacto intergeneracional que, setecientos años atrás, partió al espacio como la mayor expedición jamás lanzada desde la Tierra hasta entonces, pero que fracasó en llegar a su destino, degenerando así de su propósito inicial a la sociedad presente, embrutecida y segmentada en dos grupos de seres humanos que apenas se interrelacionan. Solamente el Hombre de Letras, educado para escribir en el Libro de la nave, mantiene el suficiente nivel cultural para por lo menos continuar la historia escrita de lo acaecido desde el comienzo de la expedición. La originalidad de la novela reside, pues, en el planteamiento de la nave como un sistema social cerrado. Si bien podría ser cuestionable la autonomía de la nave para continuar funcionando tras siete siglos sin que los seres humanos a bordo sean capaces ya de realizar la mayoría de las tareas de mantenimiento necesarias, Salvador logra presentar esta circunstancia de manera razonable, por lo cual el deterioro gradual de los seres humanos a bordo resulta tan plausible como sugestivo. Y que Shim, su protagonista absoluto, tenga como Hombre de Letras la responsabilidad de seguir actualizando el Libro, le sirve tanto para realizar una mirada retrospectiva al pasado como para poner en marcha el cambio hacia el futuro.
Como decía, Salvador opta por utilizar ese sistema cerrado para explorar la lucha entre dos razas: los wit, herederos de los primeros astronautas pero actualmente confinados a causa del deterioro de la vida a bordo a los niveles inferiores de la nave, y los kros, surgidos precisamente a causa de la evolución de las condiciones a bordo, y que ostentan un poder dinástico en franca decadencia. Para ello el escritor estructura la novela en tres partes, cada una con un estilo narrativo propio. Durante la primera, a través de las lecturas y las reflexiones de Shim, se nos explica cómo la situación fue degenerando hasta llegar al enfrentamiento presente, de manera subyugante conforme avanzan sus capítulos "binarios". En la segunda, el descenso del mutilado Shim a los niveles interiores nos muestra la inesperada riqueza social de las siete familias wit, así como sus incipientes "avances" tecnológicos tras siglos de estancamiento. Y en la tercera, con Shim ya convertido en Novarca (una especie de Mesías de ese sistema cerrado), Salvador se detiene en los lógicos intentos por fusionar ambas razas y solventar así el conflicto.
La novela sigue sorprendiendo por la frescura que conserva a pesar de las décadas transcurridas desde su publicación, por la coherencia de los acontecimientos a bordo y sus consecuencias, y por la gradual evolución que encierran sus páginas. Resulta amena y bien escrita a partes iguales, y para no ser un autor de sólida formación científica, el elemento científico está razonablemente bien presentado, sin apenas anacronismos o artefactos trasnochados. Posee las dosis necesarias de humanidad, y fomenta casi desde el comienzo la especulación por parte del lector, algo siempre necesario en las buenas novelas del género.
En cuanto a los defectos, en mi opinión falla un tanto la redacción "lírica" de la tercera parte, esos versos libres con carácter epopéyico que ni riman ni entretienen como las dos partes anteriores. En menor medida, el comienzo resulta un poco lento, y no es complicado toparse con algún detalle poco creíble, además de una segunda parte de desenlace un tanto previsible. Y estaría bien que el final aclarara un poco más qué podría suceder desde el punto en que se interrumpe la narración en adelante. Aun así, resulta una lectura recomendable para todos aquellos que quieran presumir de conocer las mejores obras de la literatura de ciencia-ficción en español.
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