lunes, 2 de mayo de 2022

"La jirafa sagrada" (1925). Salvador de Madariaga

Con la presente entrada continúo la reseña en orden cronológico de escritores españoles que han escrito obras de ciencia-ficción. Utilizo este giro porque en el caso que hoy nos atañe no estamos ante un "escritor de ciencia-ficción" como tal, sino de un escritor de literatura mainstream que siempre estuvo atento a las vanguardias del mundo anglosajón, y que se acercó en una de sus novelas al género. O mejor dicho, a uno de los subgéneros más reconocibles del mismo: las sociedades distópicas. Les hablo de Salvador de Madariaga y, en concreto, de la "Jirafa sagrada", a la que probablemente podamos calificar como la primera novela de ciencia-ficción escrita en España.

Aunque curiosamente, la novela se publicó originalmente en inglés, lo que refleja el dominio de dicha lengua por parte de Madariaga. Fue éste un escritor versátil, que cultivó ensayo, novela, crítica literaria, biografía e incluso poesía. Además de diplomático, ejerció de ministro durante la Segunda República, y fue un gran conocedor del Reino Unido, país al que se exilió durante la dictadura franquista, y en el cual residía cuando escribió la novela que hoy les presento. Y es que en aquellas primeras décadas del siglo pasado en el que el género comenzaba a dar su salto de los relatos pulp al formato novelístico, en España no tuvimos un Yevgueni Zamiatin o un Aldous Huxley que llevaran las distopías hasta cotas nunca antes conocidas, pero sí nuestro Olaf Stapledon particular, que reflexionando en realidad sobre algunos de los males de la sociedad de su tiempo, nos ofreció una singular novela sobre un futuro lejano en una ficticia nación africana (Ebania), salpicada de detalles humorísticos, y de un montón de conceptos originales y muy elaborados.

Eso sí, debo comenzar aclarando que su interpretación como una de las primeras obras de ciencia-ficción en español requiere de una lectura condescendiente. No tanto por su cautivador argumento (la nación de Ebania es en el siglo LXX una "monarquía ignicional" en la que el género dominante es el femenino, mientras que los varones se preocupan esencialmente de su físico y de sus intrigas amorosas), sino por la gran cantidad de anacronismos e incoherencias que encierra, así como por la ausencia de una trama medianamente defendible, puesto que la narración avanza a trompicones entre explicaciones de la sociedad, miradas al pasado y al presente, y sólo unos cuantos episodios más allá de conversaciones puntuales.

Por la obra circula un elenco de personajes contenido pero no muy bien delineado, entre otras cosas por la similitud entre sus nombres (Suavela, Shawa, Zama, Telango, Scruta), así como por los lazos de parentesco con hermanos e hijos. La atención de Madariaga se detiene sólo esporádicamente en dichos personajes, sin que más allá de los tejemanejes para lograr que S'Irbar se case con Scruta, se pueda hablar realmente de una trama vertebradora. En parte esa ausencia de hilazón la determina que el escritor vaya intercalando capítulos "de acción" con otros dedicados a explicar el origen de la mitología de Ebania, la evolución de su sistema político hasta llegar a la necesidad de la figura de los fogoneros, o su cuerpo religioso (constituido por las Abejas Silentes, y sustentado en su libro sagrado, La Voz del Silencio). Todo lo cual está siempre planteado a modo de espejo frente a la sociedad británica de comienzos del siglo XX, deformándola hasta hacerla parecer entre incoherente e hilarante frente a la en apariencia perfecta sociedas ebanita (en apariencia solamente, ya que el punto de vista distópico se encuentra presente, si bien requiere de una lectura entre líneas).

El autor recurre a gran cantidad de conceptos llamativos, lo que constituye sin duda uno de los principales aciertos de la novela: desde el previsible "hominismo" que va surgiendo como reacción al predominio del género femenino, pasando por los pregoneros que suplen a nuestros medios de comunicación, la original estructura jerárquica de las Abejas Silentes, la alternancia de los partidos verde y amarillo dentro de su monarquía ignífuga, o la innumerable cantidad de leyendas, expresiones e incluso monedas articuladas en torno al mito de la Jirafa Sagrada, omnipresente en la profundamente elaborada cultura ebanita. En la que no faltan el desprecio al analfabetismo generalizado, o los acordes no-armonizados. Y todo ello redondeado con gran cantidad de refranes, postulados religiosos extraídos de una minuciosa confección de La Voz del Silencio, y un sinnúmero de detalles elaborados.

El problema es que la despreocupación por dotar de cierta evolución tecnológica a la sociedad del siglo LXX (cabe mencionar aquí máquinas de escribir, automóviles, edictos en papel, incluso países cuya economía se sustenta esencialmente en la carne de cerdo...), y la siempre complicada tarea en este tipo de obras de evitar anacronismos, lastran notablemente el resultado. Si a ello le sumamos una prosa excesivamente florida y recargada incluso para su tiempo, la ausencia de la habitual estructura "comienzo - nudo - desenlace", el nulo interés por mostrarnos lo que podría estar sucediendo en otras partes del planeta dentro de cincuenta siglos, la tozuda creencia de la mayoría de los personajes en los mitos más injustificables, y una resolución que es un mero trámite resuelto en un único capítulo final (sin apenas hilazón con el resto de lo narrado), se comprenderá que la novela no ha envejecido nada bien. Por lo que sólo la considero apta para interesados en los albores de la literatura de ciencia-ficción en España.

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