sábado, 18 de junio de 2022

"Corte de corteza" (1969). Daniel Sueiro

Con la presente entrada continúo la reseña en orden cronológico de escritores que han escrito ciencia-ficción en España, a través de sus obras más representativas. Estamos ya a finales de la década de los sesenta, año en que vio la luz "Corte de corteza", del gallego Daniel Sueiro. Un autor que sólo ocasionalmente se acercó al género que nos apasiona en este blog. En su momento Suiero ya obtuvo con esta novela un reconocimiento notable (fue galardonada con el Premio Alfaguara). Y debo empezar aclarando que, pese a tratarse de un género poco habitual en su bibliografía, sigue siendo un fiel reflejo de su fuerte personalidad como escritor, siempre interesado en un realismo que le permitiera realizar una afilada crítica social. Es ésta, además, una novela que llama la atención por su temática, si tenemos en cuenta que se escribió en pleno tardofranquismo. Pero también debo advertiles de que estamos ante un libro que podría haber dado bastante más de sí. Y es que "Corte de corteza" es una muy elaborada novela sobre el primer transplante de cerebro humano, certera desde el punto de vista prospectivo, pero lastrada desde el punto de vista literario por esa intensa personalidad de su escritor.

Sueiro nos presenta un argumento atractivo, lo sitúa y ambienta con solvencia en el país en el que en buena lógica este tipo de cirugía debería emplearse en primer lugar (los E.E.U.U.), y lo rodea de unos muy bien elaborados conceptos científicos y tecnológicos. Pero todos esos mimbres con los que elabora su obra quedan en un desconcertante segundo plano por la obsesión del escritor en detenerse una y otra vez en feroces críticas de la sociedad contemporánea occidental. Desde el patriotismo impuesto hasta el consumismo innecesario, pasando por la "tranquilidad" de los chalets "a las afueras" que al poco terminan formando parte de la estresante ciudad de la que pretendían alejarse, nada escapa a su ironía, a su sarcasmo, a su pesimismo. Con una desmesura que le lleva a interrumpir una y otra vez una trama que pedía a gritos una mayor continuidad.

A ello debemos sumarle esa fuerte personalidad literaria a la que aludía antes, y que se traduce en una prosa de párrafos larguísimos, de frases subordinadas con hasta diez y quince comas, de capítulos enteros sin apenas diálogos. Con recursos tan cuestionables como el consistente en iniciar a menudo capítulos con varios párrafos que no identifican siquiera al sujeto de los mismos, provocando el desconcierto o incluso el rechazo del lector. Algo difícil de defender ante un argumento que por fuerza debería incorporar dinamismo, interacciones, tensión, concrección. Y que provoca que la operación de transplante en sí no suceda hasta la segunda mitad de la novela, y que lo realmente interesante (las consecuencias a múltiples niveles de dicha operación) apenas se cubra en el último tercio.

Y es una pena, porque la novela encierra meritorias virtudes. Como el elenco de personajes: no sólo Adam y David, los dos sujetos del transplante, con sus antagonismos físicos y vitales, sino también sus parejas y amantes, y el equipo médico (con mención especial para el personaje de origen español, el destructivo Doctor Castro, quizá el inesperado verdadero protagonista de la obra). O como la gran cantidad de detalles de la sociedad del futuro (avances médicos, artilugios tecnológicos, cambios sociales...), cautivadoramente certeros en su mayoría. O como la vanalidad social de muchos personajes, más ocupados en su fama o en el dinero que en su responsabilidad social.

Sólo en el último tercio, cuando el lector ya se ha dejado por el camino buena parte de sus expectativas, el binomio Adam-David se erige en el centro de la novela. Las fases por las que atraviesa son plausibles y están bien capturadas. Y Sueiro no se olvida de visitar ningún escenario que pueda darle juego a esta nueva realidad (con mención especial para la epatante fiesta en casa del Doctor Blanch, seguramente lo más recordable de la novela). Pero todo sucede demasiado rápido en comparación con las dos terceras partes anteriores, de suerte que incluso el original desenlace, con su doble vertiente suicidio-asesinato, aun mejorando la impresión final de la novela, no logra tanto impacto como su autor habría esperado. No obstante, se trata de una novela que ha envejecido lo suficientemente bien como para seguir mereciendo una lectura si queremos conocer una de las primeras incursiones literarias en la ciencia-ficción más puramente tecnológica de nuestro país.

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