domingo, 18 de noviembre de 2018

La fusión de mentes (1984). Jack Dann

Una entrada más continúo reseñando cronológicamente aquellas novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula en la década de los ochenta que considero interesantes y que aún no habían tenido su entrada independiente en este humilde blog. Le ha llegado la oportunidad a "La fusión de mentes", del neoyorkino y muy poco conocido para el lector en español Jack Dann. Nominada a los Nébula de 1984, como su título indica toca un tema muy interesante, y se trata de una novela original, poética y bien ambientada, pero también irreal, sin apenas acción, y tan escueta en personajes y situaciones que a menudo peca de reiterativa.

Inédita en español durante dos décadas hasta que la colección Solaris Ficción de La Factoría de Ideas finalmente se animó a traducirla y publicarla, me animé a leerla por las virtudes que de ella ensalzaba mi admirado Robert Silverberg. Virtudes que, es cierto, en parte también percibí durante su lectura, pero que me parecieron menos relevantes que a él, y sobre todo lastradas por varios graves defectos. Aunque ninguno de ellos es capaz de neutralizar la excelente ambientación: el siglo XXII que nos presenta Dann es extravagante, crudo, ominoso, y a menudo está aderezado por avances tecnológicos tan bien pensados que pasan desapercibidos para el lector. Además, los lugares recreados por Dann se adhieren con fuerza a la imaginación del lector (en especial esa fantasmagórica Nápoles con la que nos cautiva en el primer capítulo).

El otro punto fuerte de la novela es sin duda la idea que le da título. Una idea explotada más veces en la literatura de ciencia-ficción, pero a la que Dann le da otra vuelta de tuerca, planteando las conexiones de las mentes como una forma de entrar en contacto con los recién fallecidos o aquellos a punto de fallecer (muy en la línea de Philip K. Dick), pero también como una tecnología perfectamente desarrollada para dar una nueva dimensión a los juegos de azar, o para desarrollar nuevas sectas disfrazadas de religión (la Iglesia de los Clamantes Cristianos) o, por encima de todo, como una manera de profundizar como nunca antes en las relaciones de pareja gracias a los "enganches diádicos". La pena es que el escritor lleva su brillante idea demasiado al extremo, y la convierte en un elemento fantástico que aparece y desaparece a su antojo, y en la que prácticamante todo vale.

Porque ese viraje poético a la fantasía que tan en boga estaba en los años ochenta provoca que la novela no saque todo el partido a su ambientación, a su idea central, y a la decadente y amenazante Tierra futura, y se enrede en una especie de triángulo amoroso que parece no tener fin. Y es que la irracional búsqueda que lleva a cabo el protagonista Raymond Mantle de su desaparecida hermana, a la vez que amante y pareja, Josiane, resulta a todas luces un motor demasiado débil para dinamizar la novela. Y lo que hace Dann para darle fuerza extra a la misma es recurrir a otros dos personajes (Carl Pfeiffer y Joan, amigo íntimo y amante sustituta respectivamente de Mantle), cuya relación con el protagonista siempre aparece a los ojos del lector como un tanto forzada, sobre todo cuando los enreda en un menage a trois de subidas, bajadas, dudas, secretos e intenciones ocultas con el que va consumiendo los capítulos.

Si a ello le añadimos otra serie de elementos descabellados (desde los ricos que apuestan sus órganos en los casinos hasta los frívolos que se embarcan en una nueva travesía del Titanic para morirar cuando éste vuelva a chocar con un iceberg), un puñado de conceptos netamente fantásticos (desde los espacios oscuros en los que se adentran los Clamantes hasta el Gran Aullido que finalmente enloquece a miles y miles de personas), y una cantidad de exabruptos totalmente injustificada, se entenderá que mi impresión final no sea muy positiva.

Aunque he de admitir que la breve cuarta parte, en la que Dann presenta el desenlace, mejoró mi impresión global, primero con la sorpresa de que lo que parecían hechos consumados no eran en realidad ciertos, después con una buena dosis de tensión, y finalmente con un guiño optimista inesperado al final. Una pequeña recompensa a tantos capítulos cansinos de una novela que pudo haber sido mucho mejor de lo que al final resultó ser.

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