jueves, 6 de diciembre de 2018

Los árboles integrales (1984). Larry Niven

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta que me parecen interesantes y aún no han tenido una entrada independiente en este humilde blog. Voy a reseñar hoy "Los árboles integrales", una de las novelas menos conocidas de uno de los escritores más famosos del género, el estadounidense Larry Niven. Que como la novela que reseñé en mi anterior entrada ("La fusión de mentes") tampoco ganó el Premio Nébula de 1985 (ese honor le correspondió a la para mí claramente superada "Neuromante", de William Gibson), pero que en mi humilde opinión fue la más notable de todas las nominadas. Porque estamos ante una brillante historia de aventuras en un marco tan fascinante como cabría esperar en Niven, a la que no obstante le sobra cierta premura narrativa y le falta algo de calado literario para convertirse en un clásico.

Como era de esperar en Niven, la mayor virtud de la obra es su tono de aventura: la narración tiene la dosis justa de dinamismo, sin apabullar al lector con un exceso de acción pero a la vez presentando con maestría varias situaciones límite, de una precariedad absoluta. Y todo ello en un marco fascinante: el Anillo de Humo. Un marco creado con un incuestionable rigor científico, y enriquecido con unos excelentes esquemas introductorios, unos anexos con vocabulario específico de la novela, y toda una serie de detalles que reflejan el excelente trabajo del escritor.

Sin embargo, aunque las anteriores son virtudes incuestionables, eran hasta cierto punto esperables en una novela de Niven en sus mejores años. Lo que más sorprende al conocedor de su obra es la gran relevancia que en "Los árboles integrales" cobran los elementos especulativos y sociales. Y es que durante toda la novela asistimos al enfrentamiento de los distintos modelos sociales surgidos en el Anillo, y en ocasiones a los conflictos internos de un determinado grupo social. Baste citar la aparición de distintas figuras como los triunos, los Científicos y la Cresidenta, y la atención que Niven presta a esta vertiente de su obra, como lo refleja el trascendente detalle final de que Alfin renuncie a la tribu de Quinn para permanecer en el Árbol de Londres.

Mi valoración final que la aleja de la categoría de clásico se justifica en una serie de defectos que expongo a continuación. En primer lugar, Niven no deja claro desde el comienzo cuáles de los personajes que crea van a ser los verdaderos protagonistas de la narración, con lo cual es inevitable que el lector pierda parte de la riqueza de la novela. En segundo lugar, la prosa escueta y en ocasiones algo ambigua que caracteriza a Niven juega en contra de la lectura (por ejemplo, con frecuencia se echan en falta frases que rematen lo escrito). En tercer lugar, conforme la novela avanza adquiere una complejidad no del todo bien resuelta (por ejemplo, la organización social del Árbol de Londres no se presenta de manera nítida). Y en cuarto lugar, creo que sobra cierta violencia no justificada de los miembros de la tribu de Quinn hacia las del Árbol de Londres.

Para concluir, mencionar otros aciertos que surgen conforme avanza la lectura. Primero, el esfuerzo por explicar por qué la vida humana ha llegado al estado presentado en la novela. Segundo, la primera parte de la novela en su conjunto (un grupo de personajes bien escogido, que sufre unas penurias sobrecogedoras al tiempo que esperanzadoras). Tercero, la existencia de episodios especialmente intensos, como el salto al vacío de la tribu de Quinn tras sus enfrentamiento con la tribu de Dalton-Quinn. Y por último, la intervención final de Kendy, que remata la coherencia de la novela al tiempo que le da veracidad, por resultar fallida.

Por cierto, unos años más tarde Niven convirtió esta novela en saga con la publicación de "The smoke ring", pero desgraciadamente la novela permanece inédita en español y no he tenido oportunidad de leerla.

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