domingo, 16 de diciembre de 2018

El juego de Ender (1985). Orson Scott Card

Una nueva entrada continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los ochenta que aún no hubieran tenido una entrada en este humilde blog. Voy a hablarles hoy de "El juego de Ender", ganador del Premio Nébula de 1986 y probablemente la novela más conocida del estadounidense Orson Scott Card. Que pasa por ser además una de las novelas de ciencia-ficción más populares del género para el lector en español en estas últimas décadas. Y que sin embargo no es en mi opinión merecedora de tanto reconocimiento y popularidad, ya que me parece una obra un tanto infantil, no demasiado bien narrada y con una supuesta sorpresa final que resulta demasiado obvia desde mucho antes del desenlace.

Leí "El juego de Ender" en su primera versión en el año 1994, es decir, cuando yo era poco más que un adolescente cuyo conocimiento del género literario de la ciencia-ficción era bastante limitado. Y sin embargo ya entonces me pareció una novela superficial, de lo que ahora se denomina (en inglés) para "young adult" (jóvenes adultos), muy en la línea de novelas como las de la saga de Lucky Starr de Isaac Asimov, o "Consigue un traje especial: viajarás" de Robert A. Heinlein. Es decir, novelas de trama sencilla, cuya razón de ser es casi exclusivamente el entretenimiento, orientadas a un público adolescente o en todo caso poco exigente. Pero sin la calidad literaria ni la carga especulativa que en mi modo de ver son clave en la literatura de ciencia-ficción del periodo de madurez, en la que "El juego de Ender", escrita en 1985, debería enmarcarse.

Card narra la historia de Ender Wiggin, tercero de tres hermanos en una sociedad que sólo permite tener dos, cuya existencia es tolerada por el Gobierno con la condición de ser reclutado con sólo seis años en la Escuela de Batalla, una academia donde aprenderá a luchar contra la raza alienígena de los Insectores (por cierto unos de los extraterrestres más flojos con los que me he topado en el género, poco más que un burdo remedo a gran escala de nuestros insectos). Este planteamiento centrado en un niño de tan corta edad supone todo un reto para el escritor, porque debe hacernos creer que Ender es realmente un niño y se comporta como tal ante las situaciones descritas. Un reto del que a decir verdad no sale muy bien parado, porque incluso teniendo en cuenta que el competitivo ambiente militar debería hacer madurar a Ender y sus pequeños compañeros de forma acelerada, determinadas escenas resultan poco creíbles sin atribuirle una edad mucho mayor.

Otro lastre considerable de la novela es que no está demasiado bien desarrollada, mezclando algunos capítulos muy descriptivos (por ejemplo aquellos que narran la formación de Ender), otros en los que la acción de combate en los juegos no queda del todo clara, y otros en cambio demasiado pausados, probablemente en un intento consciente de Card de darle a su obra una profundidad mayor que la derivada de una mera novela de aventuras militares. Ese pobre desarrollo probablemente sea la razón por la que el autor ha revisado posteriormente la novela varias veces en décadas posteriores, además de para adaptarla a su conversión en la novela central de una saga realmente extensa (a día de hoy consta de once novelas, no todas ellas traducidas al español).

Porque de hecho al año siguiente Card ya había publicado una continuación ("La voz de los muertos", que por cierto volvió a alzarse con el Premio Nébula). Continuación que como podrán adivinar nunca me ha animado a leer. Y es que a pesar de reconocer que la novela resulta aceptablemente entretenida, que contiene algún adelanto tecnológico certero como la red CalNet que interconecta a todas las personas en tiempo real, y que sabe capturar la evasión de los jóvenes a través del mundo virtual (un hecho que se acentúa cada vez más en nuestra sociedad contemporánea), pesan más sus defectos, y ese extraño intento de escribir una novela de adultos de carácter juvenil, a la que si los jóvenes se aproximan probablemente resulte inadecuada por la normalización de la violencia que defiende. Por no hablar de esa sorpresa final a la que me refería al comienzo, y que de sorpresa realmente no tiene nada.

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