martes, 16 de agosto de 2011

#4 El fin de la infancia (1953). Arthur C. Clarke



Sir Arthur C. Clarke ha sido durante muchas décadas el máximo representante de la ciencia-ficción británica, y junto con Robert A. Heinlein e Isaac Asimov, uno de los "Tres Grandes" del género. Con fama de escribir novelas de ciencia-ficción dura, optimista ante los avances tecnológicos pero un tanto fría y enfocada principalmente en el elemento científico, El fin de la infancia demuestra que ésa es una visión sesgada, y me temo que promovida principalmente por sus envidiosos detractores.

Como Amos de Títeres, de la que hablé en mi anterior entrada, El fin de la infancia es una brillante especulación sobre la invasión extraterrestre y sus consecuencias. Pero con un enfoque totalmente diferente al de Heinlein: los Superseñores (una lograda y sin embargo limitada traducción del sensacional Overlords de la edición en inglés para referirse a los extraterrestre de apariencia aterradora e incorrompible bondad) invaden la Tierra en plena Guerra Fría, y con sus abrumadores poderes la controlan rápidamente. Una situación que da lugar a gran número de implicaciones a lo largo de las décadas siguientes (lo que de paso implica una cierta pérdida de contacto entres los personajes de la primera parte y los de las otras dos, algo inevitable cuando el marco temporal es tan amplio).

Clarke logra con maestría que su narración no sólo resuelte amena, sino cercana al lector, algo muy complicado en una obra eminentemente especulativa. Y eso que el elemento científico-tecnológico está especialmente cuidado: desde las implicaciones relativistas del viaje al mundo de los Superseñores a las condiciones de la estación submarina (aunque en mi opinión se otorga una importancia excesiva a la parapsicología, algo que desentona un tanto en una novela de ciencia-ficción). Pero también las ciencias sociales, determinantes en esta obra, están cuidadas con mimo: nada menos que dos capítulos se dedican a desmenuzar todos los cambios derivados del control alienígena. La culminación de todo lo anterior lo constituye, en mi opinión, la visita final al mundo de los Superseñores, que Clarke no sólo no rehúye como haría un escritor menos capaz, sino que supera con nota al mostrarnos alguno de sus aspectos más fascinantes (mención especial para la emotiva visita al Museo de la Tierra).

Otro acierto (no siempre observable en la obra del británico) es el cuidado en la caracterización de los tres personajes principales: Stormberg, el Secretario General de la ONU, en pleno conflicto entre us inquietudes sociales y su responsabilidad, Rodricks, el intrépido visitante estelar que no por ello deja de enviar una conmovedora carta de despedida a su hermana Maia, y Karellen, portavoz principal de los extraterrestres.

En cuanto a los defectos, quizá falta acción en determinadas fases de la segunda parte, y tal vez también falte dramatismo en algunos momentos (por ejemplo, ciertos actos de Stormberg dan la impresión de no ser apenas relevantes para la humanidad). Pero son cuestiones menores, pues incluso el desenlace responde a las expectativas más exigentes, por una parte con la reafirmación de la autodeterminación de los seres humanos que supone el enclave de Nueva Atenas, y por otra con el inesperado e inquietantemente verosímil final de la humanidad, que parece ajustarse a los postulados de las religiones mayoritarias.

En definitiva, un clásico incuestionable, reflexivo y científico pero también humano y emotivo.

3 comentarios:

  1. Yo lo leí en inglés, y estoy de acuerdo: lo de "overlords" es insuperable, e intraducible.

    Aunque el libro en general me gustó mucho, el principal defecto que le veo es lo que yo llamo "intriga artificial" (le he acabado poniendo nombre porque es algo de lo que Clarke abusa, y que me molesta especialmente). En un punto del libro, uno de los personajes descubre algo importante. El autor deja ver al lector que el protagonista ha hecho un descubrimiento, pero el lector se queda sin saber qué es (hasta varios capítulos más adelante). En mi opinión eso es una "trampa" del autor hacia el lector: se supone que el lector va siguiendo la historia de los protagonistas, no es justo dejarle fuera de repente. No me parece aceptable por mucho que con ello el autor aumente el "interés" y la "intriga"; así no.

    El final es inquietante como dices; yo añadiría que es mucho más que eso, pero prefiero no estropearlo :-)

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu valioso comentario. No recuerdo el truco que comentas, pero dado que en breve empezaré la lectura de "Las arenas de Marte", me fijaré si también ahí recurre a él.

    ResponderEliminar
  3. Es justo al final de la primera parte, cuando Stormgren descubre algo importante. El autor deja ver al lector que ese descubrimiento se ha producido, pero le oculta qué es. Se trata de "intriga artificial", porque es intriga para el lector pero no para el protagonista. El lector se siente de repente apartado de la historia, "traicionado" por el autor, que no le deja ver lo que el protagonista sí conoce.

    ResponderEliminar

"El despertar del Leviatán" (2011). James S A Corey

Mi recorrido por los autores y las obras más relevantes del subgénero de la ciencia-ficción dura continúa avanzando con la presente entrad...