Una entrada más prosigo con mi recorrido por algunas de las mejores sagas de la ciencia-ficción que no tuvieron oportunidad en su momento de aparecer por este humilde blog. Quienes lo siguen con asiduidad saben que me hallo ya en la década pasada, y que estoy deteniéndome en las novelas que conforman la saga "The Expanse". Escrita por James S. A. Corey (o lo que es lo mismo, los estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck), se trata sin ninguna duda de una de las más relevantes a nivel mundial en estos últimos años. Y también, añado, de las más satisfactorias para los amantes del género. Algo que corrobora la novela de la que me dispongo a hablarles hoy: "La Quema de Cíbola". Cuarta entrega ya de una saga que terminó alcanzando las nueve novelas, se trata de una de las más meritorias de la misma. Y desde luego un libro de mayor nivel y repercusión que su predecesora ("La Puerta de Abadón", 2013), la cual reseñé en mi anterior entrada. Cambiando completamente el marco escénico de sus tres hermanas anteriores, y añadiendo la colonización de un nuevo planeta y la lucha por la supervivencia a la space opera respetuosa con el elemento científico que caracteriza la saga, se trata de una novela con mucha personalidad, bien resuelta, y que posibilita el tránsito de la saga a una nueva dimension más ambiciosa.
A pesar de estas dos grandes novedades, con buen criterio los autores repiten varios de los aciertos principales de entregas anteriores: por supuesto, mantienen y otorgan relevancia en los acontecimientos a los cuatro tripulantes de la Rocinante. También siguen estructurando el libro en capítulos cortos, con descripciones precisas que no rompen el ritmo y abundantes diálogos. Y por tercera vez ya, recurren a cuatro líneas narrativas diferentes para lograr una panorámica más completa y complementaria respecto a lo que sucede sobre y en torno al planeta Ílo. El cual se convierte conscientemente en el marco escénico exclusivo de estas quinientas páginas, una particularidad de "La Quema de Cíbola" que le hace mucho bien.
Además de la línea narrativa habitual de James Holden, los autores nos proponen esta vez la de Elvi Okoye, xenobióloga de la empresa terrestre Energías Carta Real, quien pese a ciertas reacciones de adolescente que pueden descolocar al lector, sirve para potenciar la componente científica de la novela, por cuestiones como sus observaciones sobre el ecosistema de Ílo o el empleo de técnicas de análisis de datos para comprender su impacto sobre los seres humanos. También la de Basia Merton, personaje secundario de "La Guerra de Calibán", y que aquí forma parte de los colonos cinturianos asentados en Ílo, por lo que su trauma vital en primer lugar, y su evolución personal después, contribuyen a reforzar el aspecto humano de la obra. Y por último la de Dimitri Havelock, secundario en esta ocasión de "El Despertar del Leviatán", y en esta novela responsable de seguridad a bordo de la nave terrestre Edward Israel, cuyo cambio de bando durante la obra constituye otro indudable acierto.
Tras la lentitud y los capítulos de poca entidad que lastraban el primer tramo de la anterior obra de la saga, parece que los autores tomaron buena nota, pues aquí rectifican y nos ofrecen desde el mismo comienzo grandes dosis de acción. Además, saben aprovechar todo cuanto les ofrece el planeta (sus especies autóctonas, sus elementos biológicos, su pasado alienígena...) para lleva la trama mucho más allá del inicial conflicto de intereses entre los colonos y Energías Carta Real que plantean inicialmente, convirtiéndola en una sucesión de adversidades, en una acumulación de catástrofes responsable de que la segunda mitad de la novela se centre en la denodada lucha por la supervivencia de las distintas facciones humanas en un entorno muy hostil. Otros aciertos dignos de mención son la existencia de un elemento de misterio casi hasta el final, los pequeños detalles humorísticos cuando la situación lo permite, la exploración de conflictos éticos, las reflexiones sobre los comportamientos humanos, y las buenas dosis de astronomía, tecnología espacial y mecánica orbital.
No obstante, como a otras entregas de la saga, a la novela le fallan algunos detalles para considerarla casi perfecta. Quizá el más evidente aquí es la novedosa inserción de unos cuantos interludios, dedicados a mostrar cómo los restos de la creación alienígena influyen en el investigador Miller, y que apenas se aprehenden, aparte de que interrumpen el por lo demás impecable discurrir de la narración. Siguiendo por el propio Miller "revivido", un recurso del que tiran de nuevo en esta entrega, y que sigue desentonando en una novela que persigue el afán de verosimilitud. Por ota parte, también es fácil reconocer cómo los autores se han inspirado en las novelas del Oeste tan populares en la primera mitad del siglo pasado, con aspectos tan evidentes su "vida en la frontera" y su "sheriff". En otro orden de cosas, pese a que en ambos bandos hay muchas personas sensatas pero también algunos fanáticos, el jefe de Havelock, el implacable Murtry, resulta poco creíble en su defensa a ultranza de la misión de ECR independientemente de las consecuencias de sus actos. También resulta obvio que, en realidad, apenas se avanza en el misterio de la desaparación de los creadores de la protomolécula. Y por último, Abraham y Franck siguen introduciendo una gran cantidad de barbarismos innecesarios.
El desenlace, largo, complejo, y resuelto en paralelo en dos frentes independientes, resulta creíble, válido como culminación de toda la tensión acumulada desde el comienzo, y eficaz a la hora de atar prácticamente todos los cabos sueltos. Y sin embargo, también abre de manera creíble nuevas posibilidades a las futuras entregas de la saga. Por lo que les emplazo a mi próxima reseña de la misma, dentro de unos días.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
sábado, 31 de mayo de 2025
domingo, 11 de mayo de 2025
"La Puerta de Abadón" (2013). James S A Corey
La entrada que hoy les traigo da continuidad a la revisión en orden cronológico de algunas de las mejores sagas disponibles para el lector en español, pero que aún no habían aparecido por este blog. Sigo reseñando novelas de la saga The Expanse, de los escritores estadounidenses Daniel Abraham y Ty Franck, que la firman bajo el seudónimo de James S A Corey. Le toca hoy a la tercera novela de las nueve que componen esta monumental space opera de sólida base científica, "La Puerta de Abadón". Publicada tan sólo un año después de "La Guerra de Calibán", mantiene de manera natural las mismas características de sus dos predecesoras en cuanto a extensión, estilo y ambientación. Lo que a mi modo de ver es una virtud, pues permite a los lectores que disfrutaron con sus predecesoras afrontarla casi como la reanudación de una lectura interrumpida. Aunque debo aclarar que esta tercera novela posee sus rasgos diferenciadores. Porque aunque mantiene la búsqueda del entretenimiento por encima de otras consideraciones, aporta unos marcos escénicos diferentes y un mayor componente especulativo. A costa, eso sí, de recurrir a ciertos elementos fantásticos y a menores dosis de acción, circunstancias que perjudican el resultado final frente a las dos entregas anteriores.
Sabedores de que uno de los principales hallazgos de su predecesora había sido la mayor multiplicidad de líneas narrativas, los autores repiten enfoque con tres nuevos protagonistas que completan la ya consabida línea de James Holden. Se trata de la de la pastora metodista Anna Volovodov, la del capitán terrícola a servicio de la Asociación de Planetas Exteriores Carlos de Baca (conocido como "Toro"), y la de una de las hijas del magnate Jules-Mao, Clarissa (autodenominada Melba durante buena parte del libro). Los tres aportan a su manera una nueva riqueza a la saga, y en especial las motivaciones y la evolución personal de Clarissa la vertebran de principio a fin. Pero ninguna alcanza el nivel de excelencia de la de Bobby Draper o Avasarala en "La Guerra de Calibán". A ello tal vez contribuye una trama que, si bien es más original que la de aquélla, llega extrañamente a su culmen cuando aún queda casi la mitad de novela por leer, y se centra en cuestiones de menor calado desde ahí hasta el final.
Dos de los grandes y exclusivos aciertos de este libro son: el Anillo alienígena que se autoconstruye en poco tiempo a partir de la actividad en Venus relatada en la anterior entrega, gracias a su sugestiva ambientación, a las restricciones que impone a los objetos que lo penetran o a su sentido de la maravilla; y el foco en el elemento religioso, al que hasta ese momento los autores habían dedicado muy poca atención, pero que aquí les permite especular sobre la evolución de los distintos cultos a raíz de la expansión humana por el Sistema Solar, el papel que debe desempeñar el ser humano en el universo frente a la abrumadora supremacía alienígena, o incluso su fuerza como elemento aglutinador en la búsqueda del bien común para la humanidad. Ambos logros potencian acertadamente la carga especulativa de una saga que hasta este punto había priorizado la aventura y los enfrentamientos.
El problema de lo anterior es que la novela no rinde tan bien como sus hermanas en cuanto a su disfrute. Es cierto que ello se debe en parte a su comienzo, claramente más lento y disperso que el de sus dos antecesoras, hasta que por fin los autores dejan de presentarnos personajes secundarios y de ponernos en contexto, y comienza la acción. Pero en parte también porque, pese a que tienen a mano el inmenso potencial narrativo del Anillo, en seguida renunciarán al mismo y se centrarán en las facciones que surgen a raíz de esas reflexiones y especulaciones, y de la consiguiente necesidad por imponer su visión, lo cual deja a su "Puerta de Abadón" en un inesperado segundo plano. Algo que en su momento descoloca al lector, puesto que los capítulos más fantásticos y extravagantes, en los que Holden y sus perseguidores recorren la Estación Anular, están situados hacia la mitad del texto en vez de cerca del final. Y que luego obliga a éste a resignarse con la simplemente entretenida lectura de las luchas entre la facción del Capitán Ashford y la de Toro a bordo de la Bégimo (la inmensa nave de la Asociación de Planetas Exteriores), en lugar de disfrutar de unos capítulos mucho más ambiciosos con el Anillo en el punto de mira.
Aparte de esa infrautilización del Anillo y de esa atención casi exclusiva a los enfrentamientos en la Bégimo, la novela también flaquea en lo que hasta entonces había sido una de las fortalezas de la saga: el afán de verosimilitud. Las constantes apariciones del ya fallecido pero recreado para la ocasión Joe Miller son el mejor ejemplo, pero también buena parte de lo que conforma la Estación Anular, e incluso lo que Holden contempla a través de ella. No es que Abraham y Franck se hayan dejado de preocupar por el elemento científico, que sigue tratado de manera siempre respetuosa con nuestros conocimientos físicos y químicos actuales, pero esas licencias tan poco fundadas son difíciles de digerir. Otros defectos menores son el escaso partido que sacan esta vez de la tripulación de la Rocinante (sobre todo de Amos y Alex), algunas dificultades a la hora de delinear el interior de las naves, o el fatigoso empleo de barbarismos innecesarios, que mantienen de las entregas anteriores.
Pese a situarse, pues, un escalón por debajo de sus predecesoras, el balance final sigue siendo positivo. A ello contribuye que los escritores por fin comienzan a aclarar elementos clave sobre el origen de la protomolécula o sus creadores, que no tienen reparos en permitir que algunos "de los buenos" mueran para resultar menos previsibles, o un desenlace repleto de tensión, que al mismo tiempo no deja apenas cabos sueltos pero abre todo un abanico de posibilidades para el futuro de la saga. Un hecho que evidencia las intenciones de Abraham y Franck cuando escribieron esta tercera entrega, y que consigue dejar con ganas de más. Por lo cual les emplazo a mi siguiente reseña de la saga, dentro de unos días.
Sabedores de que uno de los principales hallazgos de su predecesora había sido la mayor multiplicidad de líneas narrativas, los autores repiten enfoque con tres nuevos protagonistas que completan la ya consabida línea de James Holden. Se trata de la de la pastora metodista Anna Volovodov, la del capitán terrícola a servicio de la Asociación de Planetas Exteriores Carlos de Baca (conocido como "Toro"), y la de una de las hijas del magnate Jules-Mao, Clarissa (autodenominada Melba durante buena parte del libro). Los tres aportan a su manera una nueva riqueza a la saga, y en especial las motivaciones y la evolución personal de Clarissa la vertebran de principio a fin. Pero ninguna alcanza el nivel de excelencia de la de Bobby Draper o Avasarala en "La Guerra de Calibán". A ello tal vez contribuye una trama que, si bien es más original que la de aquélla, llega extrañamente a su culmen cuando aún queda casi la mitad de novela por leer, y se centra en cuestiones de menor calado desde ahí hasta el final.
Dos de los grandes y exclusivos aciertos de este libro son: el Anillo alienígena que se autoconstruye en poco tiempo a partir de la actividad en Venus relatada en la anterior entrega, gracias a su sugestiva ambientación, a las restricciones que impone a los objetos que lo penetran o a su sentido de la maravilla; y el foco en el elemento religioso, al que hasta ese momento los autores habían dedicado muy poca atención, pero que aquí les permite especular sobre la evolución de los distintos cultos a raíz de la expansión humana por el Sistema Solar, el papel que debe desempeñar el ser humano en el universo frente a la abrumadora supremacía alienígena, o incluso su fuerza como elemento aglutinador en la búsqueda del bien común para la humanidad. Ambos logros potencian acertadamente la carga especulativa de una saga que hasta este punto había priorizado la aventura y los enfrentamientos.
El problema de lo anterior es que la novela no rinde tan bien como sus hermanas en cuanto a su disfrute. Es cierto que ello se debe en parte a su comienzo, claramente más lento y disperso que el de sus dos antecesoras, hasta que por fin los autores dejan de presentarnos personajes secundarios y de ponernos en contexto, y comienza la acción. Pero en parte también porque, pese a que tienen a mano el inmenso potencial narrativo del Anillo, en seguida renunciarán al mismo y se centrarán en las facciones que surgen a raíz de esas reflexiones y especulaciones, y de la consiguiente necesidad por imponer su visión, lo cual deja a su "Puerta de Abadón" en un inesperado segundo plano. Algo que en su momento descoloca al lector, puesto que los capítulos más fantásticos y extravagantes, en los que Holden y sus perseguidores recorren la Estación Anular, están situados hacia la mitad del texto en vez de cerca del final. Y que luego obliga a éste a resignarse con la simplemente entretenida lectura de las luchas entre la facción del Capitán Ashford y la de Toro a bordo de la Bégimo (la inmensa nave de la Asociación de Planetas Exteriores), en lugar de disfrutar de unos capítulos mucho más ambiciosos con el Anillo en el punto de mira.
Aparte de esa infrautilización del Anillo y de esa atención casi exclusiva a los enfrentamientos en la Bégimo, la novela también flaquea en lo que hasta entonces había sido una de las fortalezas de la saga: el afán de verosimilitud. Las constantes apariciones del ya fallecido pero recreado para la ocasión Joe Miller son el mejor ejemplo, pero también buena parte de lo que conforma la Estación Anular, e incluso lo que Holden contempla a través de ella. No es que Abraham y Franck se hayan dejado de preocupar por el elemento científico, que sigue tratado de manera siempre respetuosa con nuestros conocimientos físicos y químicos actuales, pero esas licencias tan poco fundadas son difíciles de digerir. Otros defectos menores son el escaso partido que sacan esta vez de la tripulación de la Rocinante (sobre todo de Amos y Alex), algunas dificultades a la hora de delinear el interior de las naves, o el fatigoso empleo de barbarismos innecesarios, que mantienen de las entregas anteriores.
Pese a situarse, pues, un escalón por debajo de sus predecesoras, el balance final sigue siendo positivo. A ello contribuye que los escritores por fin comienzan a aclarar elementos clave sobre el origen de la protomolécula o sus creadores, que no tienen reparos en permitir que algunos "de los buenos" mueran para resultar menos previsibles, o un desenlace repleto de tensión, que al mismo tiempo no deja apenas cabos sueltos pero abre todo un abanico de posibilidades para el futuro de la saga. Un hecho que evidencia las intenciones de Abraham y Franck cuando escribieron esta tercera entrega, y que consigue dejar con ganas de más. Por lo cual les emplazo a mi siguiente reseña de la saga, dentro de unos días.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
"La Quema de Cíbola" (2014). James S. A. Corey
Una entrada más prosigo con mi recorrido por algunas de las mejores sagas de la ciencia-ficción que no tuvieron oportunidad en su momento ...
