domingo, 14 de julio de 2024

"Viaje Alucinante II. Destino Cerebro" (1987). Isaac Asimov

La entrada de hoy me permite saldar una vieja deuda que había contraído con este humilde blog. Porque cuando hace más de una década comencé mi primera revisión de las sagas más relevantes de la literatura de ciencia-ficción, tuve que dejar fuera la Saga de Viaje Alucinante, del afamado escritor estadounidense Isaac Asimov, dado que aunque había leído años atrás ambas novelas, no conservaba anotación alguna sobre la segunda de ellas: "Viaje Alucinante II. Destino Cerebro". Así que fui sincero con todos ustedes al otro lado de la red y, en vez de elaborar una reseña únicamente con lo que retenía en mi mente sobre la misma, la excluí a propósito de dicha revisión. Sin embargo, años más tarde, aprovechando un descanso vacacional, releí la novela que hoy les traigo y, entonces sí, tomé notas abundantes que me permiten hoy reseñar esta más que interesante novela como parte de mi nueva revisión de las sagas en la ciencia-ficción. Y debo adelantarles que a mi modo de ver se trata de una obra injustamente infravalorada del Buen Doctor. Quizá porque con carácter general se da por hecho el menor nivel de sus últimos años de producción, o quizá porque carece de la originalidad que veinte años antes ofrecía la que fue la primera novela de la saga: "Viaje Alucinante" (1966). Pero he de decirles que esta segunda entrega es una obra amena, científica, enriquecida con reflexiones relevantes y ciertas dosis de intriga. Y por tanto, perfectamente asimilable al resto de su producción literaria.

Para mí lo mejor de la novela es, sin duda, lo elaborado y desarrollado de su elemento científico. Aunque hasta donde sabemos la miniaturización sigue siendo imposible, en su nota inicial Asimov confiesa la incomodidad que le producía la forma en que había tratado ciertas cuestiones científicas en la primera novela de la saga (al fin y al cabo, una adaptación literaria por encargo de una película estrenada con anterioridad). Por lo que no es de extrañar el mimo que el escritor pone en esta segunda novela a la hora de conferir rigor a todas estas cuestiones: desde la pretendida relación teórica entre la disminución de la constante de Planck y el aumento de la velocidad de la luz que hace posible la técnica, hasta la recapitulación en las páginas finales sobre las propiedades de los campos de miniaturización, y cómo por ejemplo sí afectan a la interacción gravitacional pero no a la interacción electromagnética. Incluso las habilidades y los roles de los cinco tripulantes de la nave miniaturizada son no sólo razonables sino complementarios desde un punto de vista tecnológico.

Además, Asimov sabe cómo hace una lectura amena una lectura sobre conceptos tan complejos: capítulos cortos, predominio de los diálogos sobre las descripciones y los pensamientos, acontecimientos que no dejan de sucederse, nada de petulancia al escribir, incluso consigue incorporar su tan característico elemento de intriga. Que aquí surge de manera casi natural al ser su protagonista (el fracasado científico estadounidense Albert Morrison) raptado por agentes soviéticos para completar la lista de habilidades necesarias a la hora de introducirse en el cerebro del gran científico Shapirov, ahora en coma. Aunque esta contraposición Estados Unidos - Unión Soviética que sustenta la novela tal vez dé lugar también a su mayor defecto.

Y es que ese antagonismo tan propio de la Guerra Fría es extrapolado por Asimov a nuestro siglo XXI... Y claro, ello provoca irremisiblemente que la pretendida sensación de verosimilitud haga aguas. Lo cual es una pena, porque el escritor exhibe a lo largo de la misma su amplio dominio de ambas culturas, y nos ofrece varias reflexiones respecto a sus diferencias. Pero con otra potencia más pujante que la Unión Soviética en el siglo XXI (viene a la mente China) la novela indudablemente habría ganado. Siguiendo con los defectos, el otro destacable es la ausencia de un plan realista una vez la nave penetre en el cerebro de Shapirov: la presunta ambición de poder captar, no ya sus pensamientos en general, sino sus últimas averiguaciones sobre la miniaturización, resulta por completo descabellada, así que el fracaso de la expedición en este aspecto es en realidad esperable. Otros defectos menores son el surgimiento de una serie de complicaciones que fácilmente podían haberse previsto de antemano (piénsese por ejemplo en la necesidad sobrevenida de tener que renunciar a las comunicaciones con el exterior simplemente para poder dirigir la nave), o también la forma tan repentina en que Sofia Kalinin y Yuri Konve se reconcilian, o incluso la ingenuidad con la que Asimov trata aspectos informáticos (programas que no son secuencias de instrucciones sino objetos físicos, ejecutables únicamente en máquinas concretas).

A cambio, la novela está llena de buenos momentos (desde la propia introducción de la nave en el cuerpo, hasta sus peripecias con organelos primero y con moléculas más adelante). Destacar asimismo las brillantes ideas con las que los distintos miembros de la tripulación consiguen resolver los problemas que van surgiendo, así como las reflexiones geopolíticas, o sobre la ética en la comunidad científica, o incluso sobre el futuro que le puede esperar a la humanidad, y la habilidad con la que Asimov consigue que la expedición sí termine siendo un éxito a otros niveles (desde la verificación de la miniaturización como una técnica válida a nivel intracraneal, hasta la utilización del programa y las averiguraciones de Morrison con el concepto de la telepatía). Todo ello como parte de un final trepidante, con varias sorpresas, y a la vez satisfactorio a la hora de no dejar cabos sueltos. En suma, una lectura recomendable en general y prácticamente imprescindible para todos los que valoren la obra del Gran Maestro.

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