domingo, 8 de noviembre de 2020

El último hombre mortal (2006). Syne Mitchell

Una nueva entrada prosigo con mi reseña de alguna de las mejores novelas de ciencia-ficción escritas por mujeres. Voy a hablar hoy de "El último hombre mortal", la única novela traducida al español de la estadounidense Syne Mitchell. Una novela trepidante, muy elaborada desde el punto de vista científico, con giros argumentales ingeniosos y mucho material para la reflexión. Es una pena que tanto la novela en sí como su autora sean tan poco conocidas para el lector en español, ojalá esta entrada contribuya en algo a paliar esa situación.

El uso que en siglos venideros la humanidad dará a la nanobiología es una excelente idea de partida para una novela de ciencia-ficción, pero hay que saber desarrollarla sin caer en hipérboles que le resten verosimilitud. Mitchell lo logra plenamente recurriendo a un elenco de personajes arquetípico pero efectivo: Lucius Sterling, el multimillonario que ha logrado la aplicación de la tecnología a la humanidad, con todas las implicaciones sociales que se derivan de la existencia de humanos inmortales; Leonardo Fontesca, el científico huidizo que ha logrado crear la tecnología; Jack Sterling, bisnieto de Lucius y su contrapunto perfecto a causa de su alergia a la nanobiología; y especialmente, Alexa Dubois, una joven de los suburbios del Sur de Estados Unidos reconvertida en guardaespaldas inmortal de Lucius. Estos cuatro personajes principales, junto con la comunidad menonita de Montana, que por su aislamiento histórico proporciona un contrapunto perfecto en multitud de situaciones a tanto avance tecnológico, le permiten a la escritora no sólo sacar un gran partido a su idea, sino ir aumentando el interés de la trama gracias a sus continuos giros argumentales.

El elemento científico de la novela también raya a gran altura. Las explicaciones sobre nanobiología son frecuentes y accesibles, sus consecuencias en los seres humanos "cambiados" y "eternos" relativamente fáciles de comprender, y los desensambladores que actúan como eficaz y al mismo tiempo fatídico antídoto, razonables. Además, la transformación de las ciudades y los medios de transporte entre los siglos XXI y XXIV contribuye al realismo de lo narrado por la autora. Incluso Gaia-Net, la evolución poco menos que inmaterial de nuestra internet actual, está en todo momento bien planteada y resuelta. Quizá únicamente sea excesiva la capacidad de resistencia frente al dolor y la destrucción de los guardaespaldas inmortales Alexa, Hu-Dong o Dyson Rader.

Otro punto fuerte de la novela es su literatura poderosa. Con una prosa efectiva y sin florituras que facilita la comprensión de lo narrado, y un acertado equilibrio entre descripciones y diálogos, Mitchell va introduciendo regularmente ideas y sorpresas que, por una parte, ayudan a mantener la tensión y, por otra, permiten al lector reflexionar sobre múltiples conceptos científicos y morales. Si bien es cierto que Mitchell no elabora en demasía esas especulaciones, simplemente se las ofrece al lector para que sea él quien las desarrolle, lo que puede resultar un tanto arriesgado (más aun considereando que la escritora no suele tomar partido por ninguna opción planteada), pero que en general funciona. A cambio, Mitchell no descuida la vertiente más humana de sus personajes, algo no siempre habitual en una novela con tanto contenido.

No es ésta una obra de grandes defectos. Aparte de esa resistencia fuera de lo normal de los guardaespaldas y de la clara preferencia por las reflexiones implícitas, tal vez sobre un poco de violencia en algunos capítulos y falte algo más de pausa en otros. Otro aspecto cuestionable es que "el malo" al que recurre Mitchell (el venezolano Marcus Valiente) no está del todo elaborado a lo largo de la novela, y parece más una excusa para aumentar el dramatismo en determinados momentos que otra cosa. Y la conversión moral de Alexa justo antes del final puede resultar cuestionable.

A cambio de estos aspectos menores, la escritora nos ofrece un amplio y sugerente recorrido por la Tierra del futuro (desde la isla artifical de Elíseo hasta el complejo orbital de Nuevo Ávalon, pasando por lugares tan dispares como el Tíbet y San Petersburgo), muchos episodios plenos de aventura y acción, y un desenlace en dos partes, primero en Elíseo y después en Montana, que resuelve con habilidad y gran tensión la mayor parte de lo expuesto, con el acierto adicional de que no todo "acaba bien". Y que además deja los suficientes elementos abiertos para una continuación que yo creo podría funcionar muy bien, pero que la autora nunca se ha animado a escribir (a pesar de que incluso en la Wikipedia se habla de "The Deathless series" al referirse a "El último hombre mortal"). Seguiremos esperando.

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