domingo, 18 de octubre de 2020

Una mujer del pueblo de hierro (1991). Eleanor Arnason

Con la presente entrada prosigo con mis reseñas de novelas creadas por las más relevantes escritoras de ciencia-ficción. Hoy voy a reseñar "Una mujer del pueblo de hierro", de la estadounidense Eleanor Arnason. Y debo empezar con una disculpa. Aquellos que siguen con regularidad las entradas que voy publicando, saben que cuando hago revisiones sobre un tema concreto de la literatura de ciencia-ficción, siempre selecciono el orden cronológico para ir reseñando las distintas obras. Y ese es el caso también de las reseñas que estoy dedicando a las escritoras de ciencia-ficción desde hace ya unos cuantos meses. Pues bien, mi anterior entrada ("Almas en guerra") se publicó en el año 2004, mientras que la entrada de hoy corresponde a una novela escrita trece años antes, en 1991. Un error a la hora de ordenar las novelas a reseñar por el que me disculpo. La razón de este fallo ha sido que para confeccionar la lista de novelas de una cierta temática recurro a mi base de datos de ciencia-ficción. Y la presente novela aparecía en dicho fichero como publicada en el año 2005. Que en realidad es el año en el que vio la luz su traducción al español. Siempre intento reflejar la fecha de publicación original de la novela y no la de su traducción, pero en este caso me equivoqué. Aunque mirado desde otro punto de vista, el lector que no tenga un inglés fluido sólo pudo descubrirla a partir del año 2005. Por lo cual el asunto tampoco es tan grave.

En todo caso la de hoy es una de las dos novelas de Arnason traducidas al español. Una novela con un argumento interesante, que empieza sugestiva y nos cautiva con su ambientación. Pero que se va desiflando poco a poco en sus larguísmos y poco digeribles capítulos, con una trama que se vuelve repetitiva y sin un motor que la dinamice. Así hasta llegar a un final realmente flojo.

La primera expedición tripulada a Sigma Draconis II, un planeta habitado por humanoides inteligentes en una fase de desarrollo anterior a la de la humanidad del siglo XXIII, es sin duda un punto de partida sugerente. Probablemente los alienígenas que lo habitan sean demasiado similares a nosotros morfológicamente, y quizá su organización social se parezca en demasía a la del final de nuestro neolítico y las edades del hombre posteriores, pero su modo de vida, sus ritos, costumbres y formas de garantizarse el sustento resultan creíbles. Además, sus poblados únicamente habitados por mujeres y niños, los apareamientos entre hombres y mujeres constreñidos únicamente a la época de celo, así como la culpa que siente la alenígena Nia por haber vivido regularmente con un hombre, o su venganza por lo que sin entenderlo realmente constituye a todas luces una violación, proporcionan un material especulativo de primer nivel, en el que con buen criterio Arnason insinúa más que explicita.

El otro punto fuerte de la novela es su ambientación: aunque en mi opinión sus paisajes resulten excesivamente coloridos sin justificación para ello, la diversidad de su flora y su fauna agrada y convence a partes iguales. Los distintos pueblos que desfilan por la novela (el del Hierro, el del Ámbar, el del Cuero, el de la Piel y el Estaño, el del Cobre de la Llanura) poseen sus rasgos sociales característicos y enriquecen gracias a ellos la narración. Y la nave utilizada para la expedición, con su tecnología correctamente desarrollada (y completada en un recomendable apéndice), así como una tripulación compuesta por roles y nacionalidades variopintos, capaces de establecer un asentamiento sostenible en el planeta, completan el panorama.

Los problemas de la novela desgraciadamente empiezan ya desde su comienzo, con su desafortunada estructuración en sólo doce capítulos para sus generosas quinientas páginas (uno por cada personaje en el que se centra la narración). Que ya de por sí resultarían largos, pero más aún teniendo en cuenta que no hay ninguna separación entre las múltiples escenas que se naran en cada uno de ellos. Ello provoca que el lector no sepa cuándo interrumpir la lectura, se vea obligado a menudo a asimilar sin tregua gran cantidad de información, y finalmente que a la fascinación inicial por el argumento y la ambientación la vaya sustituyendo cierta decepción y pérdida de interés conforme la trama se va volviendo repetitiva.

Porque entre tantas páginas no hay cabida para una exploración sistemática de los alienígenas y su entorno, ni para una recopilación de datos periódicos que permitan extraer conclusiones; tan sólo el extenso viaje sin un propósito muy claro que emprenden Nia y Lixia, y al que sin una explicación convincente se unen el humano Derek primero y el oráculo alienígena La Voz de la Cascada después. Un viaje en el que una y otra vez la trama se limita a ir encontrándose y compartir un tiempo con diversos humanoides (Inahooli, Inzara, Tanajin, Ulzai), lo que ciertamente permite aprender más sobre otros alienígenas, pero sin pasajes de acción, tensión o aventura que saquen al lector de la monotonía.

Además, la forma como Arnason nos va descubriendo cómo sería la vida de los humanos en el siglo XXIII es desafortunada: durante los primeros tres cuartos de la novela sólo nos da pinceladas sobre el colapso de la sociedad capitalista y las bondades sociales del marxismo y las filosofías orientales. Y cuando por fin nos presenta la vida en el campamento humano, todo lo que averigua el lector al respecto es una visión parcial y sesgada de unos pocos personajes, y un supuesto conflicto sobre la intervención/no-intervención en las sociedades alienígenas, que parece estéril después de dieciocho años luz de viaje espacial para poder llegar al planeta.

Conficto, por otra parte, que después de la previsible asamblea con el pueblo del Hierro, se desinfla por una supuesta manipulación previa de la historia humana acaecida mientras la nave estaba en tránsito, dando lugar a un desenlace impreciso y romo por la parte humana, y no mucho mejor por la parte alienígena, pues la influencia de los seres humanos en su futuro no se concreta, y Nia simplemente retoma su vida en solitario. En suma, un estupendo material especulativo, pero una novela fallida.

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