jueves, 9 de agosto de 2018

Los desposeídos (1974). Ursula K. LeGuin

Tras el paréntesis vacacional continúo reseñando las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los setenta que aún no tenían una entrada propia en este humilde blog. Voy a presentarles hoy "Los desposeídos", una de las novelas más reconocidas y premiadas de la escritora estadounidense Ursula K. LeGuin, y ganadora del Premio Nébula del año 1975. Que sin ser en mi opinión la mejor de su bibliografía, sí que es una de las más notables. Y es que se trata de una inteligente, reflexiva, amena y bien estructurada utopía sobre el anarquismo.

A mi modo de ver es la certera estructuración de la novela la que posibilita su éxito: la escritora mantiene durante toda su extensión un patrón consistente en alternar capítulos situados en el planeta Anarres en un tiempo pretérito y capítulos situados en Urras en el tiempo actual. Porque esta doble yuxtaposición espacial y temporal permite que el lector se introduzca gradualmente en el universo creado por la autora. Sin olvidar que tanto el anarquista Anarres como el capitalista Urras están muy bien caracterizados con sus mapas, sus idiomas propios (iótico y právico, respectivamente), sus bien definidas capitales (Abbenay y Nio Esseza) y diferentes entornos y lugares de acusada personalidad en cada planeta.

Es la estructuración y no el argumento el que sustenta la novela, ya que éste, aun siendo defendible, ocupa un segundo plano, dando la impresión de que incluso la escritora es consciente de que "se queda un poco corto" cuando convierte, un tanto bruscamente, a Shevek en líder de la revuelta en Urras. Hasta ese momento las vivencias de Shevek, sus investigaciones científicas previas a la teoría de la simultaneidad y las intrigas que lo rodeaban en su estancia en Urras habían conformado una novela un tanto lenta, en la que no parecían importar tanto los acontecimientos como el proceso por el que Shevek iba descubriendo gradualmente los defectos de Anarres y las virtudes de Urras, así como sus propias contradicciones internas, que posibilitan eso sí la reflexión del lector buscada por LeGuin.

Aparte de lo anterior, otro detalle que perjudica a la novela es el cuestionamiento de la sexualidad en Anarres, sin duda más una concesión de LeGuin a la new wave de la época que un elemento determinante de la novela. Además, la escritora exagera más de la cuenta tanto la sociedad anarquista de Anarres (baste recordar por ejemplo que el correo se envía abierto para evitar el egoísmo) como los personajes de Urras (pensemos en Pae y su machismo exacerbado). Y las alusiones directas a la Tierra en las páginas finales resultan poco elegantes por explícitas.

Pero como de costumbre la profundidad y la minuciosidad de la narrativa de LeGuin juegan a su favor. Las sensaciones de muchos de sus personajes resultan totalmente veraces, la mayoría de las situaciones se nos aparecen creíbles y los distintos escenarios están bien creados, sin excesos. Algunos pasajes son altamente emotivos (en especial el encuentro de Shevek con su madre, Rulag, en la adolescencia), pero sin por ello descuidar el elemento científico, presente en la biología y la ecología de los planetas, y también cuando Shevek intenta justificar su teoría. Razones por las que la novela se alzó justamente en mi opinión con el prestigioso galardón.

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