jueves, 9 de noviembre de 2017

Nómadas (1989). Robert C. Wilson

Prosigo reseñando las novelas que he escogido como representativas de la alteración de la realidad en la literatura de ciencia-ficción. En mi anterior entrada completé las reseñas de Philip K. Dick que seleccioné para visualizar esta corriente, por lo que en esta entrada voy a iniciar las reseñas de su contrapunto especulativo, el estadounidense afincado en Canadá Robert C. Wilson. Como expuse hace unas entradas cuando me propuse contrastar la alteración de la realidad planteada por estos dos escritores de referencia en el género, aclaré que ambos no llegaron jamás a publicar simultáneamente, lo que me permite puntualizar que Wilson no es uno de los imitadores de Dick que tanto han prosperado en los últimos tiempos, sino un escritor con una gran personalidad por sí mismo, y cuyo acercamiento a la realidad alterada difiere claramente del de Dick. Voy a presentarles en esta primera reseña "Nómadas", la novela de Wilson (de las traducidas al español) más cercana cronológicamente a su debut como escritor en 1986. Se trata pues, de una novela de juventud en la que el escritor aún estaba desarrollando su personalidad literaria. Y pese a ello, una obra en la que ya empieza a mostrarnos sus habilidades, tanto a la hora de crear sus habituales realidades "alteradas", como a la hora de caracterizar sus personajes. Eso sí, le falta un punto de madurez.

Quizá porque, a diferencia de otras novelas suyas posteriores en el tiempo, la realidad alterada no es tanto el factor sorpresa como el vehículo para que sus protagonistas encuentran el sentido a su vida, y por tanto crear la trama en torno a ellos. Así, tras presentarnos a Karen White (una mujer recién divorciada y con la esperable sensación de fracaso), y su adolescente hijo Michael, Wilson nos muestra las anomalías en sus vidas, que antes de que termine la primera de las tres partes de esta relativamente corta novela desembocan en la capacidad para trasladarse a otras Norteaméricas paralelas. Con lo cual ya puede ir intercalando varios interludios del original e inquietante Novus Ordo, unos E.E.U.U. alternativos más fríos y con un un componente religioso (otra de las obsesiones de Wilson) más acentuado.

Una vez planteada la problemática y el mundo alternativo sobre el que se desarrolla, Wilson dedica las otras dos partes de la novela a hacer converger ambos elementos. Y para ello recurre al concepto del viaje iniciático: primero de Laura, Karen y Michael al hogar familiar y luego al Novus Ordo. Wilson aprovecha este viaje para caracterizar de manera magistral a sus personajes, que van atando cabos, superando traumas infantiles y encontrándose a sí mismos a partes iguales. Y es que es debe valorarse la habilidad de Wilson para construir una trama rica e interesante con muy pocos personajes, e incluso darle un barniz de thriller gracias a las recurrentes apariciones del Hombre Gris/Walker.

Ahora bien, aparte de una inesperada falta de misterio si tenemos en cuenta el escenario sobre el que se desarrolla, la novela adolece de otras deficiencias que impiden incluirla entre lo mejor de su producción. En primer lugar, un componente científico cuestionable (pues con la realidad convencional conviven puertas, aristas y otros elementos llamados literalmente mágicos...). En segundo, algunas situaciones difíciles de justificar, como la naturalidad con la Michael deja de ir a la escuela por tiempo indefinido. Y en tercero, el cuestionable papel del hermano pequeño Tim, con su no del todo comprensible rol de "gancho" del Novus Ordo para sus hermanas.

Estos defectos hacen que el tramo final del libro sea correcto pero no apasionante, pues tanto el cautiverio de sus protagonistas en el Instituto del Novus Ordo como su liberación posteror son percibidos como episodios relativamente esperables en un escenario en el que "todo cabe". Eso sí, Wilson intenta cerrar el círculo de la situación en la que quedan todos sus personajes de manera encomiable, y nos presenta un final abierto, quizá sin aprovechar todas las posibilidades de su idea original, pero correcto. Y es que al fin y al cabo una de las mayores virtudes de Wilson es su capacidad para hacer que personajes inverosímiles en su realidad alterada aparezcan como creíbles a los ojos del lector. Lo cual en un género tan netamente especulativo como la ciencia-ficción es en mi opinión una gran virtud.

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