Una nueva entrada continúo reseñando los principales libros disponibles en español de mi escritor de ciencia-ficción favorito, Robert Silverberg. En esta oportunidad me toca reseñar la primera de las tres novelas que publicó al principio de los noventa junto con el insigne Isaac Asimov. Una pareja de escritores del más alto nivel dentro del género, por lo que las expectativas de su colaboración fueron desde el principio muy altas. Expectativas justificadas además por el proyecto en sí: la novelización a cargo de Robert Silverberg de tres de los cuentos más laureados de Isaac Asimov. En otras palabras, partiendo de tres relatos escogidos por el propio Asimov, Silverberg se encargó de actualizarlos, pulirlos y enriquecerlos hasta convertirlos en novelas bajo la supervisión del Buen Doctor. En el caso de "Anochecer", se trata de un relato corto que Asimov publicó en 1941, y que fue premiado en los Nébula de 1968 como el mejor escrito en el género antes de 1965. Por lo que cuando abordé la lectura de la misma me la esperaba mejor de lo que me pareció, aunque no me llegó a decepcionar. Pero tengo claro que no la incluiría en la lista de las novelas absolutamente recomendables de Silverberg.
Asimov y Silverberg nos muestran la vida de los seres humanos en el planeta Lagash, que al encontrarse en un sistema con seis soles está iluminado de manera continua. Hasta que un equipo de astrónomos y una arqueóloga concluyen que la luz perpetua no es en realidad tal, ya que cada 2049 años se produce un ciclo de oscuridad. Esto da pie a las tres partes en que está dividida la novela: "Atardecer", "Anochecer" y "Amanacer", siendo la segunda la que directamente hereda del relato corto de Asimov, y las otras dos adiciones de Silverberg para convertir el relato en novela. Se trata de una novela relativamente larga para lo habitual en el Silverberg del quinquenio dorado, pero de extensión razonable para la magnitud de los acontecimientos narrados.
Empezando en esta oportunidad por los puntos débiles, hay uno que condiciona especialmente toda la obra: el excesivo parecido de Kalgash a la Tierra. Independientemente de la nota que añadiron los escritores al principio para justificar este parecido y por qué habían renunciado a nombres específicos para designar conceptos conocidos de nuestro planeta, el mimetismo que se percibe refleja en mi opinión una cierta falta de creatividad: los habitantes, la naturaleza, los colores, las instituciones... hasta el modus vivendi de cada personaje es el que presidía la civilización occidental en el siglo XX. Y Kalgash queda así reducido a una "Tierra con seis soles". Por otro lado, y en su afán por abarcar las experiencias de diferentes personajes, la narración se vuelve excesivamente lenta (tanto en las primeras páginas como en muchos tramos de la segunda parte). El último defecto reseñable, a mi modo de ver, es el final: endeble, conformista, y parcial (puesto que sólo tres de los muchos protagonistas de la novela aparecen en sus últimas páginas).
Afortunadamente, a cambio tenemos una buena dosis de lo mejor de estos dos maestros: la fascinante idea del mundo de seis soles, y las consecuencias de la luz perpetua en la civilización, aderezadas con una base científica sólida esperable en Asimov; y el variopinto y entretejido mosaico de personas de "carne y hueso" con sus sentimientos, sus inquietudes, sus interrelaciones... esa introspección que sabe captar como nadie Silverberg. Es curioso, además, que un personaje con una profesión "menospreciada" por ambos autores (Theramon) se convierta, paradójicamente, en el eje de la novela. Y ello sin desdeñar las habituales reflexiones que Silverberg introduce a partir de lo narrado.
Además, como era de esperar, hay pasajes realmente magistrales: cómo terminan encajando todas las piezas que predicen el eclipse, las fatídicas consecuencias de las estrellas para la población civil y, especialmente, la lucha por la supervivencia en el bosque tras la catástrofe, digna de los mejores momentos de un clásico como "El señor de las Moscas", de William Golding. Y todo ello con una prosa de calidad, fluida y a la vez profunda, y unos protagonistas que me atrevo a calificar de "entreñables". Porque a ingenio no se le gana fácilmente a Asimov, y a oficio no se le gana fácilmente a Silverberg.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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