domingo, 20 de julio de 2014

La paja en el ojo de Dios (1974). Larry Niven y Jerry Pournelle

Prosigo con mi serie de entradas dedicadas a revisar las sagas más relevantes publicadas para el lector de ciencia-ficción en español. Por orden cronológico le toca el turno a la saga de los pajeños, escrita a cuatro manos entre los estadounidenses Larry Niven (que ya ha aparecido varias veces en este mismo blog con su saga del Mundo Anillo) y Jerry Pournelle. La saga está compuesta por dos novelas, la primera las cuales voy a reseñar en esta misma entrada:

La paja en el ojo de Dios (1974)
El tercer brazo (1993)

"La paja en el ojo de Dios" es todo un clásico del género, a pesar de que no ganó ninguno de sus premios más prestigiosos cuando fue publicada. De hecho, se quedó fuera por muy poco de mi lista de 15 títulos personalísimamente favoritos. Aunque curiosamente tan alta valoración no respondió en absoluto a la idea que me había forjado de esta novela tras muchos años intentando conseguirla...

Y eso que tras la metáfora no demasiado afortunada que da título a la novela, y la menos aún afortunada denominación de los alienígenas creados por los escritores (los pajeños), yo esperaba encontrar la habitual dosis de aventuras de Niven, orientada hacia constantes conflictos bélicos por la intervención del promilitarista Pournelle. Y sin embargo me encontré una novela sin apenas muertes, con poquísima violencia, y plena por el contrario de especulaciones, reflexiones y maniobras políticas de primer nivel, todas ellas provocadas por el primer contacto de la humanidad con una especie alienígena inteligente.

Para que las especulaciones de la humanidad del siglo XXXI puedan resultar realistas, además de la acertada cronología con que inician la novela, los autores recurren a dos elementos cuasi-científicos muy interesantes: el campo Langston, que protege a naves y ciudades absorbiendo y distribuyendo uniformemente la energía que se irradie sobre él, y el impulsor Alderson, que permite el viaje instantáneo entre puntos muy concretos del Universo de manera similar a los agujeros de gusano preconizados por la física contemporánea. Ambos elementos son determinantes para justificar la expensión del ser humano por centenares de estrellas que presentan Niven y Pournelle, y los conflictos entre el Imperio y los Exteriores (planetas humanos no asimilados al Imperio), pero también el confinamiento de los pajeños a Paja Uno, y su necesidad de negociar con los seres humanos para garantizar su continuidad.

Pero todos estos propósitos se quedarían en nada de no ser por una excelente estructuración de la novela, que logra mantener a buen nivel el pulso narrativo a pesar de sus más de 500 páginas: cuatro partes claramente definidas, capítulos cortos, cohesión argumental, escasas divagaciones... Todo para que la lectura resulte francamente entretenida. En especial la primera parte (La sonda de Eddie el Loco) roza la perfección: a pesar de la complejidad de partida, se nos pone en situación de manera solvente, se van presentando adecuadamente todos los personajes, y se culmina con la resolución de enviar una expedición a Paja Uno.

Uno de los aspectos más llamativo de la novela es el tratamiento de los alienígenas: bien concebidos, lógicamente estructurados, incluso con pensamientos y motivaciones que resultan creíbles pese a sus diferencias con los humanos... Los autores van desvelando paulatinamente sus castas (Mediadores, Guerreros, Relojeros, Amos...), su sorprendemente historia, sus fragmentaciones, sus secretos. Aunque su bisexualidad cíclica recuerde poderosamente a la que presentó Ursula K. LeGuin en "La mano izquierda de la oscuridad", esa perenne necesidad reproductiva les dota de originalidad y justifica sus colapsos cíclicos.

A lo anterior se une un grupo humano más rico y trabajado de lo que cabría esperar: con protagonistas diferentes en cada parte (Whitbread, Rod Blaine, Ben Fauler), algunos resultante sorprendemente sólidos (el almirante Kutuzov de la Lenin, el piloto Kevin Renner de la MacArthur), o enriquecedores para el panorama que se nos presenta (el capellán Hardy). Puede que la historia de amor entre Blaine y Sally Fowler (la única mujer en toda la novela) sea previsible, que cueste seguir los rangos militares en la MacArthur, o que la sociedad militar del futuro esté poco informatizada, pero son defectos pequeños. De hecho, pienso que la novela sólo tiene dos defectos realmente considerables: una segunda parte (el contacto con los pajeños) interesante pero excesivamente lenta y una falsa sensación de que el conflicto bélico está a la vuelta de la esquina, que los autores impregnan a menudo en la imaginación del lector.

A cambio disfrutaremos de una rigurosísima expedición científico-militar, de pasajes formidables (para mí los mejores son los del descubrimiento de la invasión silenciosa realizada por los Relojeros y los de la visita al museo pajeño), y de grandes dosis de ciencia, política, acción, intriga, incluso humor. Todo ello tratado de manera inteligente y con una dosis considerable de inspiración a la hora de plasmarlo. Absolutamente recomendable.

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