En mi revisión de novelas decepcionantes estoy alternando clásicos del género o novelas multipremiadas con otros libros menos (re)conocidos por el gran público. Dentro de estos últimos se incluye "Radix", la novela más famosa de Alfred A. Attanasio. Un nombre que a muchos de mis lectores no les dirá nada, pero que al comienzo de la década de los 80 se presentaba como uno de los autores más prometedores del género. De hecho, esta novela fue finalista del Premio Nébula, y a lo largo de los años dio lugar a nada menos que 3 secuelas, hasta conformar una tetralogía que buena parte de los críticos europeos defiende como uno de las mejores sagas de las últimas décadas. Y que el crítico Gerard Klein afrimaba que "Attanasio marcaría los años 80 con Radix tanto como Frank Herbert había marcado los 70 con Dune". Obviamente no comparto su opinión, y creo que los años me han dado la razón, ya que "Radix" es una novela demasiado desmesurada para resultar disfrutable para el gran público.
Y eso que el punto de partida de la novela es relativamente simple: La Tierra entra en La Línea, un rayo de energía radiante procedente del centro de la galaxia que la altera para siempre. Ello provoca que la humanidad se distorsione en diversas formas, y surja una nueva consciencia más amplia, que incluye extraterrestres procedentes de los abismos del tiempo que se encarnan en seres humanos. Attanasio despliega una imaginación desbordante, creando todo un Universo de formas, costumbres, criaturas... Es cierto que se permite algunas licencias de tipo fantástico, pero sin desdeñar la ciencia como respaldo subyacente a sus invenciones.
De hecho, Attanasio nos muestra conceptos muy atrayentes, como la ocupación de los extraterrestres Voor o la forma como la Tierra es alterada, pero desgraciamente lo que los preside es su ambigüedad: tanto recurre a giros y metáforas que muchas veces el lector no sabe discernir cuándo algo que se le está contando es real. Además, la sucesión de acontecimientos no siempre es la idónea, puesto que a muchos personajes se les "pierde la pista" demasiado tiempo y hay algunos retrocesos temporales bastante inoportunos. Aunque puestos a ensalzar algún aspecto, quizá la parte cruel y vengativa de Sumner Kagan, el rebelde protagonista de la novela, sea la más conseguida.
Sin embargo, hasta los mayores aciertos son distorsionados por una prosa tan difícl como incomprensible. Cierto es que, como ya he dicho, el libro es complejo y los conceptos lo son más (existen tres apéndices al final para intentar ayudar al lector), pero Attanasio fatiga al lector con un lenguaje recargado hasta la saciedad, retardando innecesariamente cualquier acontecimiento. Jamás había leído tantas y tan innecesarias referencias a la luna, a las nubes, al sol, a la bruma. Ni tantas comparaciones fuera de lugar, cuando no absurdas. Ni tantos calificativos inadecuados incluso en un sentido meramente metafórico (y no es cuestión de la traducción).
Defectos como los mencionados nunca son soslayables, pero en una novela de 600 páginas son poco menos que inadmisibles. Y son la causa de que la fatiga presidiera la lectura de la tercera parte de la novela, hasta el extremo de que en ocasiones me tuviera que forzar conscientemente a seguir con la lectura. Y que explican que el resto de la tetralogía esté aún inédito en España. Una lástima, pues la novela pudo haber dado mucho más de sí.
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