Una vez terminada mi revisión de las novelas que he leído de la Saga de Miles Vorkosigan, avanzo cronológicamente a la siguiente saga en mi nuevo recorrido por las más relevantes publicadas en español. Le llega así el turno a la Saga de Akasa-Puspa, la primera que reseño en este blog escrita por dos autores españoles. Iniciada en 1988 con la notable aunque irregular "Mundos en el Abismo", que ya reseñé en su momento, supuso una auténtica revolución dentro del minoritario mundillo de la ciencia-ficción escrita en nuestro idioma. Porque con ella sus autores conseguían, tras casi un siglo de existencia del género, escribir por fin una obra en español a la altura de las grandes producciones anglosajonas, tanto desde el punto de vista de su contenido científico como de su grandilocuente trama galáctica. Por ello pareció casi natural que, un par de años más tarde, se publicara la continuación que hoy les traigo, "Hijos de la Eternidad". Que más tarde supimos había formado parte del manuscrito original de los valencianos Juan Manuel Aguilera y Javier Redal, pero que por cuestiones editoriales había tenido que ser partida en dos. De hecho, a comienzos del presente siglo los autores fusionaron ambas novelas en una edición revisada, "Mundos en la Eternidad", más fácil de adquirir en nuestros días. Pero como algunos saben, yo prefiero las obras originales a revisiones ulteriores que tal vez pulan algunos defectos, pero que pierden por el camino la impronta de su concepción original. Así que yo voy a respetar para las novelas de la Saga de Akasa-Puspa que voy a reseñar a partir de ahora el orden cronológico de su publicación. Ciñéndome ya a "Hijos de la Eternidad", les adelanto que me parece una novela superior a su predecesora. Y es que se trata de un libro de gran riqueza científica, escénica y argumental, que sabe convertir su innegable ambición en una lectura trepidante.
Aunque comparte con "Mundos en el Abismo" ambientación, acontecimientos pretéritos y muchos de sus personajes, la lectura de esta segunda entrega de la saga me resultó más satisfactoria. En parte por mi conocimiento previo de lo que me iba a encontrar (pese a los años transcurridos entre la lectura de ambas). Y en parte también porque su comienzo resulta en comparación menos árido: aun cuando los términos en sánscrito y los conceptos del futuro lejano ideados por Aguilera y Redal obligan durante las primeras páginas a consultar el glosario más de lo deseable, la trama no tarda demasiado en focalizarse, por lo que un lector con ciertas tablas en el género probablemente consiga situarse y comenzará a disfrutar con lo narrado. Que es mucho y bueno.
Porque lo que plantean los autores es una fascinante mezcla de ciencia-ficción dura y space opera en un futuro lejano en el cúmulo globular de Akasa-Puspa. Con una gran cantidad de actores y fuerzas contrapuestas, que sin embargo, consiguen comprenderse gracias al imprescindible listado de personajes del comienzo y a las explicaciones y revelaciones que oportunamente Aguilera y Redal irán insertando en la narración. De suerte que el argumento compagina con éxito el intento por capturar al mercenario desertor Chait Rai con la investigación y averiguaciones sobre el origen de los angriffs (seguramente el elemento diferenciador que perimite a esta segunda novela un salto de calidad respecto a su predecesora), y la búsqueda sobre el origen y las intenciones de los Colmeneros/los Etéreos que habitan en los asteroides de la Esfera de Dyson en torno a nuestro sol.
Sin restarle protagonismo a la trama, el elemento científico está omnipresente en toda la lectura y raya a un altísimo nivel, más si tenemos en cuenta el año de escritura del libro: ascensores espaciales, ciudades rodantes que se auto-replican, naves con velas solares, placas sintetizadoras de nutrientes, el efecto túnel a nivel macroscópico, las máquinas de Von Neuman, la variedad y verosimilitud de las naves de guerra del Imperio... Las explicaciones proporcionadas por loas autores al respecto no son sólo plausibles, sino también didácticas y oportunas. Y ello contribuye a exacerbar el altamente logrado sentido de la maravilla que caracteriza a la novela.
Si bien el disfrute de la misma se sustenta en otros cuantos aciertos. Tal vez el más llamativo sea la cantidad de ideas cautivadoras que se presentan, que otros autores habrían administrado para confeccionar una extensa bibliografía. También contribuye el innegable impacto visual de muchos de los marcos escénicos (se nota que Aguilera es diseñador gráfico). La biología de los angriffs o las motivaciones para su creación y su "obsolescencia programada" están presentadas con maestría. Al igual que la sucesión de acontecimientos, desde combates cuerpo a cuerpo hasta batallas espaciales, pasando por páginas de intriga u otras de especulaciones profundas o de revisión de los principales hitos en la inmensa historia de la humanidad. Y siempre narrados desde una palpable riqueza de puntos de vista. Todo ello gracias a un estilo directo y sin pretensiones de lucimiento, sustentado en múltiples diálogos y en un acertado equilibrio entre las narraciones en tercera y en primera persona (la de Jonás Chandragupta, probablemente el protagonista absoluto de ambas entregas).
En cuanto a los defectos, pese a su menor impacto el más obvio sigue siendo el escabroso comienzo. Seguido de cerca por el abuso de términos en sánscrito, en su mayoría innecesarios. Asimismo se puede hablar de un elenco de personajes que, seguramente a causa de su vastedad, resulta un tanto plano en su mayor parte. En otro orden de cosas, al resultado final le afean en cierta medida errores en el empleo de nuestro idioma (a modo de ejemplos: la conjugación del verbo haber, ciertos tiempos verbales mal escogidos, o la repetición de la misma palabra en frases o párrafos consecutivos). Y a veces es posible intuir quién de los dos escritores está al frente en un momento dado; la homogeneización de ambas plumas no es perfecta.
La pulcritud de los autores a la hora de atar cabos en un desenlace satisfactorio, pese a contar con un protagonista inesperado, es el último acierto de una obra de gran calidad. Como lo refleja lo bien que ha envejecido tras más de treinta años desde su publicación. Indudablemente un hito en la literatura de ciencia-ficción de nuestra nación que sigue mereciendo una lectura por parte de todo aficionado al género.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
lunes, 28 de octubre de 2024
domingo, 13 de octubre de 2024
"El Juego de los Vor" (1990). Lois McMaster Bujold
Una entrada más prosigo con mi segundo recorrido por alguna de las sagas más relevantes de la ciencia-ficción publicadas en español. Voy a hablarles en en esta ocasión de la siguiente novela en orden de lectura de la saga Vorkosigan, la monumental obra de la estadounidense Lois McMaster Bujold de la que he venido reseñando varias de sus novelas en las entradas más recientes. La de hoy es la segunda que tiene como protagonista a Miles Vorkosigan, el personaje que da título a toda la saga. Hecho que influyó en mi decisión de detener la lectura de esta serie. Porque tras la decepción que, como expliqué en su momento, supuso la lectura de "El Aprendiz de Guerrero", la de hoy era la segunda oportunidad que le concedía a las peripecias de Miles. Y aunque mi impresión final fue más favorable que la de su predecesora en orden de lectura, tampoco me pareció lo suficientemente relevante como para proseguir con la sagaa. Y es que se trata de una novela con una primera parte claramente diferenciada, amena y bien presentada, y una segunda más larga y dispersa, con algunos buenos momentos pero netamente inferior.
Sin duda lo mejor del libro es esa primera parte (que abarca un cuarto de su extensión) en la que Miles desempeña su primer trabajo como álferez, el de oficial de meteorología en la remota y gélida base Lazkowski. Un tramo álgido que en realidad tampoco supone mayor sorpresa, ya que se publicó inicialmente como un relato independiente. Pero que hace concebir esperanzas respecto a la mayor calidad de esta entrega: un marco escénico cautivador, un par de personajes con fuerza (el teniente Ahn y el general Metzov, este último reaprovechado en la segunda parte), un episodio tan angustioso que se recuerda semanas después de haberlo leído, y la conocida tendencia de Miles para no acatar órdenes y meterse en problemas configuran varios de los mejores capítulos de toda la saga hasta ese momento.
Por desgracia, con el regreso de Miles al Cuartel de Seguridad Imperial la trama regresa a terrenos más conocidos (y menos atrayentes). Porque lo que nos presenta Bujold desde ahí hasta el final es similar a lo narrado en su anterior entrega: Miles huyendo de constantes peligros hasta verse de nuevo en la necesidad de adoptar su identidad de Almirante Naismith al frente de los Mercenarios Dendarii, y como era de esperar, con la paz de la galaxia en equilibrio inestable. Aunque mi impresión final de "El Juego de los Vor" fue más favorable que la de "El Aprendiz de Guerrero", pues aquí la historia es menos repetitiva y hay más misterios de fondo, los cuales permiten que la novela funcione no sólo como space opera, sino también como una historia de intrigas.
Siguiendo con los aciertos de esta obra, el siempre discreto pero correctamente tratado elemento científico y técnico adquiere un inusitado protagonismo, por ejemplo, en las páginas en las que la autora describe las últimas tendencias en armas para combates a escala galáctica (caso de la lanza de implosión gravítica), o incluso cuando explica con detalle los cuatro métodos para atacar agujeros de gusano. El meritorio tratamiento de varios de sus personajes, ya conocido a la hora de extraer el máximo de su singular protagonista, logra en esta entrega grandes cotas con el Emperador Gregor Vorbarra, desde su intento de suicidio al conocer las visicitudes de su origen, hasta su temeraria huída de Barrayar, pasando por sus dudas a la hora de relacionarse con la "mala malísima" Cavilo (un personaje bastante flojo, dicho sea de paso). Además, en esta novela por fin se nos ofrece un mapa para ubicar los saltos y el equilibrio de fuerzas en torno a los agujeros de gusano, y Bujold sigue haciéndonos la lectura disfrutable con su prosa directa, su estilo en el límite de lo superficial, y un ritmo literario por lo general alto.
El principal problema de la novela es la confusión asociada a las luchas de poder que se le presentan al lector. Da la impresión de que estas luchas están claras en la cabeza de Bujold, y de hecho Miles no sólo las visualiza sino que es capaz de anticipar los siguientes movimientos de distintas facciones. Pero en mi caso al menos no logré comprender en ningún momento las alianzas y los enfrentamientos entre los distintos planetas, ni tampoco qué iba sucediendo con la mayoría de los personajes que se enfrentaban a Miles (Oser, Ungari, Cavilo, Metzov...), ni siquiera con dónde se había quedado la narración respecto a un personaje tan determinante como el Emperador Gregor. Habría sido necesario recordar el destino y la situación presentes de muchos de estos personajes, así como su contribución a los cambios en el equilibrio de fuerzas y posterior desenlace. Pero la autora se olvida de ello. Y como en novelas anteriores, sigue flojeando a la hora de ubicar espacialmente al lector y describir los entornos. Con lo que el embrollo aumenta y el interés baja.
A ello hay que sumarle de nuevo el recurso a coincidencias milagrosas (afortunadamente, menos frecuentes que en anteriores entregas), la ligereza de ideas que desprende la obra a pesar de esa trama embrollada, la tensión amorosa entre Elena Bothari y Miles Vorkosigan (que sigue sin estar bien resuelta), y un desenlace que, aunque esta vez sí existe, anda escaso de tensión, aunque resulte entretenido. De suerte que, al finalizar la lectura de esta novela, me encontré saturado de los mercenarios Dendarii, de las tramas galácticas similares entre distintas novelas, de no conseguir aprehender todo lo narrado, y de no toparme apenas con nada que me hiciera reflexionar. Así que, aunque no se trata de su entrega más floja, con "El Juego de los Vor" di por terminada la lectura de la saga Vorkosigan. Y ello a pesar de que aún me quedaban nueve novelas por leer (y eso de las traducidas en español, pues hasta donde yo sé, existe al menos una décimo sexta, "Captain Vorpatril's Alliance" pendiente de ser traducida a nuestro idioma). Con las seis que había leído, había tenido suficiente.
Sin duda lo mejor del libro es esa primera parte (que abarca un cuarto de su extensión) en la que Miles desempeña su primer trabajo como álferez, el de oficial de meteorología en la remota y gélida base Lazkowski. Un tramo álgido que en realidad tampoco supone mayor sorpresa, ya que se publicó inicialmente como un relato independiente. Pero que hace concebir esperanzas respecto a la mayor calidad de esta entrega: un marco escénico cautivador, un par de personajes con fuerza (el teniente Ahn y el general Metzov, este último reaprovechado en la segunda parte), un episodio tan angustioso que se recuerda semanas después de haberlo leído, y la conocida tendencia de Miles para no acatar órdenes y meterse en problemas configuran varios de los mejores capítulos de toda la saga hasta ese momento.
Por desgracia, con el regreso de Miles al Cuartel de Seguridad Imperial la trama regresa a terrenos más conocidos (y menos atrayentes). Porque lo que nos presenta Bujold desde ahí hasta el final es similar a lo narrado en su anterior entrega: Miles huyendo de constantes peligros hasta verse de nuevo en la necesidad de adoptar su identidad de Almirante Naismith al frente de los Mercenarios Dendarii, y como era de esperar, con la paz de la galaxia en equilibrio inestable. Aunque mi impresión final de "El Juego de los Vor" fue más favorable que la de "El Aprendiz de Guerrero", pues aquí la historia es menos repetitiva y hay más misterios de fondo, los cuales permiten que la novela funcione no sólo como space opera, sino también como una historia de intrigas.
Siguiendo con los aciertos de esta obra, el siempre discreto pero correctamente tratado elemento científico y técnico adquiere un inusitado protagonismo, por ejemplo, en las páginas en las que la autora describe las últimas tendencias en armas para combates a escala galáctica (caso de la lanza de implosión gravítica), o incluso cuando explica con detalle los cuatro métodos para atacar agujeros de gusano. El meritorio tratamiento de varios de sus personajes, ya conocido a la hora de extraer el máximo de su singular protagonista, logra en esta entrega grandes cotas con el Emperador Gregor Vorbarra, desde su intento de suicidio al conocer las visicitudes de su origen, hasta su temeraria huída de Barrayar, pasando por sus dudas a la hora de relacionarse con la "mala malísima" Cavilo (un personaje bastante flojo, dicho sea de paso). Además, en esta novela por fin se nos ofrece un mapa para ubicar los saltos y el equilibrio de fuerzas en torno a los agujeros de gusano, y Bujold sigue haciéndonos la lectura disfrutable con su prosa directa, su estilo en el límite de lo superficial, y un ritmo literario por lo general alto.
El principal problema de la novela es la confusión asociada a las luchas de poder que se le presentan al lector. Da la impresión de que estas luchas están claras en la cabeza de Bujold, y de hecho Miles no sólo las visualiza sino que es capaz de anticipar los siguientes movimientos de distintas facciones. Pero en mi caso al menos no logré comprender en ningún momento las alianzas y los enfrentamientos entre los distintos planetas, ni tampoco qué iba sucediendo con la mayoría de los personajes que se enfrentaban a Miles (Oser, Ungari, Cavilo, Metzov...), ni siquiera con dónde se había quedado la narración respecto a un personaje tan determinante como el Emperador Gregor. Habría sido necesario recordar el destino y la situación presentes de muchos de estos personajes, así como su contribución a los cambios en el equilibrio de fuerzas y posterior desenlace. Pero la autora se olvida de ello. Y como en novelas anteriores, sigue flojeando a la hora de ubicar espacialmente al lector y describir los entornos. Con lo que el embrollo aumenta y el interés baja.
A ello hay que sumarle de nuevo el recurso a coincidencias milagrosas (afortunadamente, menos frecuentes que en anteriores entregas), la ligereza de ideas que desprende la obra a pesar de esa trama embrollada, la tensión amorosa entre Elena Bothari y Miles Vorkosigan (que sigue sin estar bien resuelta), y un desenlace que, aunque esta vez sí existe, anda escaso de tensión, aunque resulte entretenido. De suerte que, al finalizar la lectura de esta novela, me encontré saturado de los mercenarios Dendarii, de las tramas galácticas similares entre distintas novelas, de no conseguir aprehender todo lo narrado, y de no toparme apenas con nada que me hiciera reflexionar. Así que, aunque no se trata de su entrega más floja, con "El Juego de los Vor" di por terminada la lectura de la saga Vorkosigan. Y ello a pesar de que aún me quedaban nueve novelas por leer (y eso de las traducidas en español, pues hasta donde yo sé, existe al menos una décimo sexta, "Captain Vorpatril's Alliance" pendiente de ser traducida a nuestro idioma). Con las seis que había leído, había tenido suficiente.
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