jueves, 9 de noviembre de 2023

"Cronopaisaje" (1980). Gregory Benford

Con la presente entrada prosigo mi recorrido en orden cronológico por los autores y las obras de cabecera de la ciencia-ficción dura. Nos situamos ya a finales de la década de los setenta, que fue cuando vio la luz la que sin duda es la novela más famosa de su autor, el estadounidense Gregory Benford. "Cronopaisaje" obtuvo en su momento el prestigioso Premio Nébula, y desde entonces siempre se ha citado como una de las principales novelas del subgénero que estamos revisando estos últimos meses. Sin embargo, debo confesar que tardé muchos años en leerla (tantos, que cuando realicé mi repaso por las principales novelas galardonadas con el Premio Nébula hace unos años, todavía no la había leído, si recuerdan). Y es que Benford nunca ha sido santo de mi devoción. Pese a lo cual no hace tanto tiempo decidí darle una nueva oportunidad. Si bien debo confesarles que, una vez más, quedé decepcionado con el resultado. Y es que "Cronopaisaje" me pareció una obra sobrevalorada, que quizá supuso en su momento un pequeño hito al intentar conjugar la ciencia-ficción dura con una novela de personajes, pero a la que le sobra extensión, le falta emoción, y que sólo subsiste gracias al elemento científico y lo que orbita en torno a él.

Por comenzar con los puntos fuertes de la novela, que algunos tiene, lo más convincente me pareció todo lo relativo a los taquiones, esas partículas que supuestamente viajan más rápidas que la luz y que, por tanto, posibilitan el envío de mensajes codificados a través del tiempo; en el caso que nos ocupa, desde el apocalíptico 1998 hasta el balbuceante 1962, con el fin de evitar que la humanidad se dirija realmente al fatídico destino que le espera al final del siglo XX. Tanto el laboratorio de Cambridge, desde el que se emiten los mensajes, como el de La Jolla en San Diego, donde se reciben, resultan verosímiles no sólo a nivel de los elementos y la tecnología empleados, sino también de los titubeos y las incertidumbres asociadas al descubrimiento y la aplicación de tan novedosos conceptos. Benford los sabe presentar con cercanía pero también con rigor, consiguiendo que el lector visualice incluso cómo la mecánica cuántica permite evitar las consabidas paradojas temporales.

El escritor también logra captar con habilidad algunos aspectos relativamente secundarios para la narración, pero que hablan bien de su minuciosidad a la hora de preparar el libro: mediante yuxtaposiciones ahonda en las diferencias culturales y sociales entre las líneas narrativas de 1962 y 1988, pero también entre Inglaterra y Estados Unidos, o incluso entre su Costa Oeste y su Costa Este. Ademas, Benford exhibe asimismo un notable conocimiento de todo cuanto rodea a la investigación científica: la dependencia de los fondos que la sustentan, las envidias entre supuestos colegas, el miedo a ser desprestigiado, el implacable pragmatismo de quienes toman las decisiones...Todo ello resulta bastante convincente.

El principal problema de la novela radica en que, por mucho que se cuiden todos estos elementos ambientales y de apoyo, cualquier gran novela requiere siempre de un buen desarrollo. Y Benford fracasa estrepitosamente en ello. Por muchas razones, pero la esencial es lo exagerado de su extensión. "Cronopaisaje" es una novel larguísima para lo que en realidad encierra. Sin exagerar, de sus más de quinientas o seiscientas páginas (dependiendo de la edición), un escritor más solvente podría haberse quedado con entre doscientas y trescientas, sin eliminar detalle alguno y facilitando el dinamismo de la lectura. Pero Benford desespera continuamente al lector interacalando más y más páginas prescindibles entre los episodios en los que realmente se desarrolla la trama (y debo hablar de episodios y no de capítulos, porque apenas hay capítulos interesantes de principio a fin). Con el agravante de que ese relleno exasperante se distribuye uniformemente durante las primeras cinco sextas partes de la novela. Sólo en el tramo final ésta por fin se focaliza un tanto, pero ya es tarde para cambiar la impresión global que deja.

Supuestamente esta morosidad verbal obedece a una concienzuda caracterización de los personajes. Pero por desgracia esa caracterización resulta ser una pobre mezcla entre desvirtuación y parodia. Porque los protagonistas (Renfew, Bernstein, Peterson) son tan sosos como arquetípicamente exagerados en sus rasgos principales y, en vez de disfrutar de una especulación científica de altos vuelos, lo que nos ofrece Bernford mediante ellos son detalles tan nimios como, por ejemplo, los recurrentes flirteos de Peterson o la mentalidad judía ultra-conservadora de la madre de Bernstein. Por si fuera poco, la novela hace aguas a la hora de explotar los elementos puestos en juego: carece por completo de tensión, los avances puntuales en ambas líneas narrativas apenas se resaltan, el sentido de la maravilla brilla por su ausencia, abundan los párrafos extensos sobre aspectos completamente irrelevantes, los acontecimientos principales están muy pobremente presentados (la muerte de Markham en particular, de los peores fallecimientos que he leído), y el desenlace no genera mayor interés, hasta el extremo de parecer más una mera interrupción que otra cosa.

Si a lo anterior le sumamos el más que previsible cliché del atentado contra JF Kennedy como punto Jombar que altera la historia posterior, comprenderemos por qué esta novela, que parecía reclamar la categoría de clásico cuando fue publicada, ha quedado con el tiempo arrinconada como una obra únicamente interesante para los aficionados más apasionados a la ciencia-ficción dura.

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