domingo, 2 de abril de 2023

"La guerra de las salamandras" (1936). Karel Capek

Una entrada más continúo reseñando las principales utopías escritas durante el siglo XX. Seguimos avanzando por el siglo pasado hasta llegar al año 1936, que fue cuando se publicó "La guerra de las salamandras", del escritor checo Karel Capek. En aquel año el mundo era un lugar particularmente convulso, y tras la Gran Depresión, una nueva escalada bélica amenazaba con repetir lo acontecido en la Primera Guerra Mundial veinte años antes. Con el agravante de que los totalitarismos campaban a sus anchas, fracturando a políticos e intelectuales en varios bandos enconadamente enfrentados. Este caldo de cultivo fue el que sirvió de base para la obra de Capek. Se trata de una distopía satírica, que aprovecha el descubrimiento de una especie animal desconocida (las salamandras) y su capacidad para aprender de los humanos y ser empleada como fuerza de producción, para denunciar a qué acabaría conduciendo el capitalismo desenfrenado y otros muchos males que siguen afectando a las sociedades occidentales.

Aunque actualmente Capek resulte un escritor casi desconocido, en vida su relevancia fue tal que llegó a ser candidato al Premio Nobel. Y este reconocimiento se refleja en la calidad de la novela: desde un punto de vista literario sabe cambiar de registro para ofrecer en todo momento la mejor panorámica posible (como lo evidencia esa segunda parte repleta de artículos y recortes de prensa); desde el punto de vista erudito, llama la atención el amplísimo conocimiento del escritor sobre multitud de materias (política, geografía, tecnología, industria, finanzas...) en una época en la que el acceso a estos conocimientos era mucho más complicado que en la actulidad; y desde el punto de vista especulativo, la novela es una continua sucesión de reflexiones y críticas puestas de relieve mediante las salamandras.

Todo ello, además, bajo la apariencia de un divertimento de desenlace previsible a causa de lo explícito de su título, pero con muchos giros humorísiticos, episodios simpáticos y un tono general que aleja esta novela de otras distopías más graves, aunque no necesariamente de mayor calado especulativo. Además, sin ser ésta una novela de personajes, sus dos protagonistas principales (el capitán van Toch y el Señor Povondra) vertebran la novela y proporcionan la necesaria ligazón entre la primera y la tercera parte, para que el lector no se desenganche de lo experimentado por estos personajes.

Aunque las ciencias sociales estén muy cuidadas, el mimo a la hora de tratar el elemento científico es particularmente notable en las propias salamandras: su morfología, la forma como van aprendiendo, la singularidad del Andrias Scheuchzeri, la preservación de sus limitaciones físicas pese al contacto masivo con los seres humanos, las subespecies y roles que se van generando dentro de ellas... Todo contribuye a que un concepto que podría haber fracasado estrepitosamente para sostener una novela adulta, resulte sólido de principio a fin.

A pesar de lo cual me resulta complicado considerar a esta obra una gran novela. Y es que la premisa de partida, una especie desconocida hasta finales del siglo XIX, con esas potenciales y capacidad reproductiva, sigue resultando inverosímil. Como lo son las consecuencias de su utilización desmesurada para expandirse sobre los océanos, hasta el extremo de comenzar a menguar la superficie disponible para la humanidad. Si a ello le sumamos un desarrollo que se mantiene bastante fiel a lo que un lector avezado podría anticipar desde el mismo principio, la prácticamente nula acción derivada de la guerra que da título a la novela, y una segunda parte que rompe en exceso el ritmo narrativo con tantas notas minúsculas a pie de página, se entenderá que la lectura resulte amena y reflexiva, pero no siempre cautivadora.

Y es una pena, porque la cantidad de cuestiones que Capek critica magistralmente (desde el nazismo al comunismo, desde el culto a la tecnología a las consecuencias nocivas de las religiones, desde la obsesión por el poder de las naciones hasta la resistencia de los eruditos a admitir a las salamandras como una especie pensante de valor análogo al ser humano) es tremenda. Con el aliciente adicional de un desenlace a la vez coherente y enternecedor. Y el original capítulo final, con el escritor especulando sobre su obra con su alter ego, un epílogo magistral. Por lo cual la novela sigue aún de actualidad, y merece una lectura por todos aquellos a los que les interesa el subgénero de las distopías.

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