sábado, 17 de diciembre de 2022

"Lágrimas en la lluvia" (2011). Rosa Montero

Una entrada más continúo con la reseña de obras representativas creadas por los principales autores que han escrito ciencia-ficción en España. Nos adentramos ya en la pasada década, que es cuando vio la luz "Lágrimas en la lluvia", de la madrileña Rosa Montero. Que sin duda es una de las escritoras más conocidas y reputadas actualmente en nuestro país. Y que con la presente novela se adentró por vez primera en un género del que, según sus propias palabras, siempre había disfrutado leyendo. Aunque no fue hasta que cumplió sesenta años, ya con varias décadas en el oficio, cuando por fin se atrevió a aportar al mismo. Y debo adelantarles ya que, aun con unas lagunas hasta cierto punto lógicas, su incursión fue meritoria. Pues se trata de una novela satisfactoria, muy bien ambientada, hábil a la hora de tomar con inteligencia y moderación elementos de obras clásicas del género, y capaz de llevarlas a su terreno. Para ofrecer no sólo intriga y acción, sino también mordaces críticas a nuestro sistema y una honda exploración del mundo interior de su protagonista.

Seguramente el mayor acierto de la novela es la ambientación del Madrid del año 2109. Por una parte, manteniendo los suficientes lugares reconocibles para que el lector se identifique, pero a la vez incorporando otros muchos espacios que con el transcurso de las páginas se convierten en familiares (como el Hotel Majestic o el Pabellón del Oso). Y por otra, haciendo que sea recorrido por la sugestiva mezcla de habitantes de la época (humanos, androides, representantes de Labaris y Cosmos, extraterrestres…), que conviven en un equilibrio inestable a causa de los recelos y las desigualdades sociales entre ellos.

Casi al mismo nivel reluce la coherencia que exhibe la escritora a la hora de evolucionar la historia actual durante los próximos cien años. Especialmente en lo concerniente a los androides, con sus cualidades potenciadas y su esperanza de vida limitada, pero también en las exploraciones espaciales y sus consiguientes mutaciones, en los contactos con las primeras razas extraterrestres, en el surgimiento de las Colonias de Labaris y Cosmos, en las Guerras Robóticas, o en la creación de los incipientes Estados Unidos de la Tierra. Todo ello convenientemente elaborado para mayor comprensión por parte del lector en los brillantes artículos del Archivo Central que ocasionalmente Montero va insertando, necesarios, además, para las futuras vivencia de uno de los personajes principales, el Archivero Yannis.

Otro acierto claro es que la novela funciona a varios niveles. Evidentemente como historia de ciencia-ficción, a la que se adscribe con múltiples guiños a grandes obras del género (en especial a Blade Runner), pero en la que también convence un bien elaborado elemento científico (drogas, trasplantes, avances tecnológicos en los hogares…). Pero también como crítica evidente a muchos de los males que aquejan la sociedad occidental actual (capitalismo exacerbado, individualismo extremo, arruinamiento del medio ambiente, xenofobia entre distintos habitantes…). Y a un tercer nivel, quizá el más relevante durante la segunda mitad de la novela, como estudio psicológico de la personalidad de un androide, la protagonista Bruna Husky, con su angustiosa cuenta atrás, su alcoholismo, y su infancia inexistente.

Sin embargo, la novela falla en el nivel en el que se supone que más debería brillar: como novela de detectives. Aunque Bruna es contratada para ello, sus “investigaciones” son poco más que conversaciones desestructuradas con unos cuantos personajes claves de la sociedad madrileña. Y son los acontecimientos, sin que ella tenga una participación activa clara en ellos, los que la van rodeando hasta convertirla en el eventual chivo expiatorio de la conspiración existente. En otra escala, algunos comportamientos y situaciones en las que se ve envuelta resultan extraños, y un tanto al margen de la trama principal. Por otro lado, la novela falla a la hora de mostrar aunque sea mínimamente qué está sucediendo en otras partes del mundo, donde se supone que los acontecimientos estarán siendo más relevantes que en Madrid. La profesión de Archivero está un tanto cogida por los pelos, viendo el nivel de evolución que ya en el momento en que fue escrita había alcanzado la wikipedia. Y el rol del policía Paul Lizard, verdadero ángel de la guarda de Bruna y partícipe en la única escena de sexo de la novela (a la que Montero no renuncia pese a que no le encuentra otra ubicación que una tan poco habitual como las páginas posteriores al desenlace), nunca se llega a comprender bien.

Desenlace, por cierto, que resulta realmente flojo: un poco de caos adicional, episodios sangrientos que terminan en unas pocas muertes repentinas, y de pronto Bruna pasa de víctima a heroína, sin que ella haya hecho realmente nada, y sin haber atravesado nada parecido a unos capítulos de tensión. Quizá sea ésta la razón principal por la que de momento no me he animado a leer las dos novelas con las que la autora ha expandido esta obra hasta convertirla en la “trilogía de Bruna Husky” (“El peso del corazón” (2015) y “Los tiempos del odio” (2018): es un buen trabajo, solvente desde un punto de vista literario y con muchas virtudes deseables en cualquier novela del género, pero un tanto justa de gancho y de interés por lo que pueda suceder a continuación. Aunque no descarto animarme en un futuro.

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