martes, 1 de noviembre de 2022

"Danza de tinieblas" (2005). Eduardo Vaquerizo

Con la presente entrada prosigo la reseña en orden cronológico de obras emblemáticas escritas por los principales autores de ciencia-ficción en España. Cruzamos ya la frontera del siglo XXI para hablarles de uno de los principales escritores que siguen representando el género en nuestros días: el madrileño Eduardo Vaquerizo. Un escritor que alcanzó popularidad y reconocimiento con la novela que hoy les presento: "Danza de tinieblas". Hasta tal punto que con el transcurso de los años esta novela ha derivado en trilogía, gracias a las secuelas "Memoria de tinieblas" (2013) y "Alba de tinieblas" (2018). Y es que "Danza de tinieblas" nos ofrece una ucronía original, con personalidad, bien ambientada, que recrea un Madrid alternativo en la primera mitad del siglo XX muy interesante desde el punto de vista social, pero que en mi opinión adolece de una trama débil, reiterativa y no muy bien presentada.

Sin duda la razón principal del reconocimiento y el éxito de la novela radica en su adaptación a la historia de España de la corriente steampunk que surgió dentro del subgénero de las ucronías a finales de los años ochenta, ambientado fundamentalmente en una Inglaterra victoriana alternativa caracterizada por sus mayores avances tecnológicos. En este caso el punto Jombar del que parte Vaquerizo (la ascensión al trono de Juan de Austria tras la repentina muerte de Felipe II) resulta tan factible como estimulante. Y el devenir histórico de los trescientos cincuenta años posteriores afianza muchas de las características del Siglo de Oro español, a las que el escritor añade unas dosis de modernidad industrial, creando un conjunto reconocible y atractivo.

A lo anterior debemos añadir un protagonista bien caracterizado (Joannes Salamanca), en el que conforme avanzan los capítulos iremos viendo crecer su resistencia a la adversidad, unos personajes secundarios reconocibles y que complementan bien el panorama (Fray Faustino, el Duque de Mier, Rebeca), y unos avances tecnológicos que, aunque basados en el carbón y en la incipiente electricidad, se presentan de forma verosímil como parte de esta historia alternativa.

Otra fortaleza de la novela es el Madrid de 1927, fácilmente reconocible en sus barrios y calles similares a las reales (desde el Paseo de la Castellana hasta Mirasierra), pero adaptado en su realidad a esta sociedad alternativa, llena de desigualdades sociales, sucia, esforzada y abarrotada. Algo a lo que contribuye la presencia en ella de todos los centros de poder (el Rey, los nobles, la Alhama judía, los cuerpos de seguridad...).

El principal problema de la novela es la endeblez de su trama. Una vez puestos en situación tras la función en el Teatrón y el crimen en Lavapiés, y hasta prácticamente la mitad del libro, la intriga se plantea como una fatigosa reiteración de encuentros en lugares sórdidos, en los cuales Joannes y el fraile, aparte de recrearse en el ambiente, no avanzan prácticamente nada en sus pesquisas. La sensación de novela que no avanza, de repeticiones vacuas, es poderosa y decepcionante. Cuando al fin Joannes se convierte en el chivo expiatorio de los asesinatos y empieza a ser perseguido, el libro mejora, pues el ritmo aumenta y la trama se convierte esencialmente en una historia de supervivencia, pero la intriga sigue mal desarrollada, y Vaquerizo no logra crear el clímax final.

A ello tenemos que sumarle algunas situaciones en las que Joannes sale indemne de manera excesivamente forzada, unos personajes cuyo esclarecimiento final resulta decepcionante (el fraile, el Duque), el surgimiento repentino y cercano al final del gremio de relojeros como poder en la sombra de todos los asesinatos, el recurso a unos gólems más míticos y fantásticos que creíbles a la hora de cometer los crímenes, y ciertos detalles como una vestimenta que apenas ha variado en más de tres siglos, o pasajes en los que el transcurrir del día hasta llegar a la noche presenta inesperadas inconsistencias.

El desenlace, más farragoso y violento que clarificador, sin que la naturaleza real de Rebeca constituya ninguna revelación, y con la no muy bien presentada alianza de Joannes con el judío Shlomo como colofon, no resulta satisfactorio. Y resultó ser la razón última por la que hasta el día de hoy no me he animado a leer las dos novelas anteriormente mencionadas: desde mi punto de vista, con el primer libro es suficiente.

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