domingo, 9 de septiembre de 2018

Fuentes del paraíso (1979). Arthur C. Clarke

Una nueva entrada prosigo hablándoles de aquellas novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la década de los setenta que aún no han tenido una entrada independiente en este humilde blog. Voy a reseñar en esta oportunidad "Fuentes del paraíso", quizá la novela menos conocida de todas las de bibliografía del británico Arthur Charles Clarke que obtuvieron algún tipo de galardón. Hay que tener en cuenta que a finales de los setenta Clarke era probablemente el escritor más popular del género, y que cada nueva novela suya partía ya con una estupenda posición de salida para alzarse con los premios más codiciados. Aunque no quiero con esto decir que se trate de una mala novela que se beneficie de la reputación de su autor; al contrario, considero justo que se alzara con el Premio Nébula de 1980. Porque no es fácil crear toda una novela utilizando como idea central la simple construcción de una torre orbital. Y aunque con altibajos, Clarke lo logra.

Como curiosidad, diré que en el mismo año el estadounidense Charles Sheffield publicó también una novela ("La telaraña entre los mundos") basada en la misma idea del ascensor orbital, que no es otra cosa que un cable que se extiende desde el ecuador hasta un satélite en órbita geosincrónica. Y aunque pueda parecer sorprendente si tenemos en cuenta la reputación de Clarke como autor de novelas más de trasfondo ingenieril que "de personajes", mientras que Sheffield se centra en todo el proceso tecnológico y en las intrigas entre los protagonistas, Clarke pone el foco en el aspecto sociológico de la construcción, así como en determinados acontecimientos que jalonan la misma. Y es que todo el impacto de la torre, desde que Vannevar Morgan decide ubicarla hasta su utilización por los estelandeses, se refleja con precisión. Parece mentira que una obra de ingeniería pueda tener tales implicaciones: culturales, artísticas, científicas, económicas y hasta lúdicas.

Otros aciertos reseñables son a mi modo de ver la vinculación histórica de la torre con Kalidasa, las fascinantes revelaciones del velero estelar, la ambientación del Taprobane en el que se ha convertido Sri Lanka... Todo ello reforzado con el amplio bagaje cultural de Clarke, patente en multitud de pequeños detalles, referencias y reflexiones sobre religión, tecnología y vida extraterrestre. Y con un componente científico tan cuidado como cabría esperar.

Eso sí, la novela también adolece de varios defectos. Sobre todo, la diversidad de caminos narrativos que Clarke abre y no cierra satisfactoriamente, o simplemente abandona: el papel de Rajasinghe, de Maxine, de Goldberg; la llegada de los estelandeses; el rol de las naciones (RMA)... Es sin duda loable la intención de Clarke de enriquecer la narración, pero en mi opinión a veces se le escapa de las manos. Otro fallo es el tratamiento un tanto lineal de los personajes: a modo de ejemplo, ni siquiera se describen los rasgos físicos de Morgan, y muchos otros no pasan de ser meros nombres. Tampoco parece lo más idóneo ir introduciendo las "peculiaridades" según van siendo necesarias: piénsese que nada sabemos sobre Goldberg hasta que aparece en la entrevista con Maha Thero, ni de sus problemas cardíacos hasta que se acerca el desenlace.

El final es un buen reflejo del tono general de la novela: no es el punto más delicado de la obra de ingeniería (la llegada del ascensor a la Tierra), pero lo adopta como desenlace con buenas dosis de aventura y suspense, rematando una novela que merece una lectura aunque no alcance la categoría de clásico.

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